Hola, mi nombre es Maya. Después del problema que me metí con mi maestro de ética, decidí relajarme un poco e ir a visitar a mis padres a casa, sin embargo, ese fin de semana no estarían en casa, ya que una de las hermanas de mi mamá había enfermado y fueron todos a visitarla.
Llegué un viernes por la tarde y no podía esperar para disfrutar del sol y la playa. Tire mis cosas nada más entrar y fui abriendo cada una de las ventanas. A pesar de que la casa estaba sola, mi madre dejo todo bien arreglado para mi llegada. La casa cuenta con tres habitaciones y cuatro baños, uno en cada habitación y otro más para las visitas. Al pasar a la cocina abrí la nevera y descubrí que la despensa estaba completa así que hambre no pasaría este fin de semana.
Al entrar a mi habitación lo primero que hice fue tirarme en la cama y quedarme un buen rato boca abajo. El olor de las sábanas me recordaba a mis padres y por un momento me sentí triste por no poderlos ver, las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos y rogué por que se encontraran bien, sin embargo, recordé una frase que mi padre decía.
-<<”No importa lo que pase en nuestras vidas, siempre hay que seguir adelante”>>
Eran alrededor de las 3:00 pm cuando decidí salir a tomar un poco de sol, me desvestí en un dos por tres y me puse uno de mis bikinis favoritos. Uno con brasier de color negro que se amarra por detrás y una tanga con estampados de colores de lasos que se amarra por los lados. Me mire en el espejo una y otra vez. Al tener unos pechos grandes, estos resaltaban sobre mi brasier y como hago ejercicio mi abdomen y mis piernas se miraban firmes y sexys. Baje los escalones de mi casa y salí por la parte de atrás para llegar a la playa.
El lugar estaba moderadamente concurrido, al ser una playa pública también muchas personas venían a pasar un rato con sus familias y amigos.
Me recosté en la arena de la playa disfrutando del sol y el mar tranquilo. Algunos de los vecinos salieron a tomar el sol también y unos cuantos me volteaban a ver sin disimular.
A pesar de que estoy acostumbrada a que me miren así, más que enojarme me da un poco de gusto y muchas veces hasta les regalo una sonrisa como agradecimiento.
Algunos de los chicos que paseaban por la playa se acercaron a platicar conmigo, pero no me quitaban la mirada de mis pechos o mis piernas, otros hablaban cosas sin sentido y algunos más me chuleaban mi tattoo.
El tiempo pasó y después de observar una hermosa puesta de sol regresé a mi casa. Al entrar a mi habitación, me tire en la cama y me quede profundamente dormida.
Eran ya las 10:17 pm cuando desperté, la habitación estaba completamente oscura, al igual que la casa, hacia un poco de frio y eso se vio reflejado en mis pezones y mi piel.
Aun traía el bikini puesto por lo que decidí salir a que me diera la brisa del mar. La playa estaba completamente sola, todos los vecinos estaban dentro de sus casas y lo único que se escuchaba eran las olas del mar al llegar a orilla. A lo lejos en el mar se podían avistar las pequeñas luces de los pescadores locales que salían a pescar durante la noche.
La noche era algo fría pero agradable, caminé hasta la playa y sentí la calidez de la arena en mis pies desnudos, las olas del mar no tardaron en mojar mis pies sacándome de mis pensamientos. Viendo el panorama de la noche tomé la decisión de salir a explorar la playa, no lejos de mi casa hay un pequeño estero natural y pensé que sería buena idea salir a nadar en medio de la noche. El cielo estaba estrellado y no había rastro de la luna por ningún lado, lo que haría más fácil que nadie me viera por la playa.
Después de un par de minutos llegue por fin al lugar, el mar se encontraba en calma y moje mis pies en la orilla de nuevo. Me encontraba completamente sola, podía escuchar el cantar de los grillos, oler la humedad de las plantas que crecen el estero, sentir la briza marina y uno que otro mosquito intentaba hacerse con mi sangre.
Cuando estaba a punto de meterme al mar, cruzó por mi mente el meterme a nadar desnuda y como no había nadie al rededor me desabroché el bikini y lo dejé tirado en la arena, a pesar de todo y por instinto, cubrí mis pechos con mis manos y lentamente fui caminando hacia la orilla de la playa.
El agua estaba mucho más fría que en la orilla de mi casa. -supongo que ha de ser por toda la vegetación del lugar -pensé.
Seguí caminado y después de unos cuantos pasos en el mar no pise más arena y me sumergí completamente en la playa. Debajo todo estaba oscuro y la libertad de estar desnuda me hacía sentir bien. Sentía mis pezones muy duros por el agua fría, pero no me importaba.
Duré al menos un minuto sumergida cuando salí a la superficie, me quedé recostada flotando en el agua, mi cara y mis pechos sobresalían por la superficie del mar y me quedé unos instante con los ojos cerrados disfrutando de la paz y tranquilidad que me brindaba este lugar, me sentía unida a la naturaleza, cuando de pronto la naturaleza decidió unirse un poco más a mí.
De pronto sentí que algo rosó mis piernas y mi colita por lo que rápidamente salí de mi letargo, después sentí pequeños piquetes en mis pechos y en mi conchita. El miedo comenzó a apoderarse de mí – ¡quizás sean algunos pequeños peces que viven en el estero! -pensé.
Efectivamente se trataban de una pequeña bandada de peces que se detuvieron a morder mi piel, así que deje que se divirtieran un poco conmigo. Poco a poco las pequeñas mordiditas fueron aumentando en todo mi cuerpo, sobretodo en mis pezones y mi conchita.
– ¡Ummm… estos peces sí que son traviesos! –pensé. Lentamente me fui excitando e instintivamente, abrí un poco mis piernas para dejar más expuesta mi vagina. Gracias al estímulo que estaba recibiendo de parte de aquellos peces, mi conchita comenzó a mojarse (literalmente). Inmediatamente los peces que se encontraban mordiendo mis pezones se abalanzaron sobre mi sexo, deseosos de probar mis juguitos. Sentía muchas mordiditas en mí entre pierna y alguno que otro intentaba colarse dentro de mí por la fuerza.
De pronto uno logró penetrarme y quedó atrapado en mis labios vaginales, la sensación de placer al sentir como se retorcía fue explosiva por lo que abrí aún más mis piernas haciendo que algunos lograran hacerse con mi conchita.
Los pequeños peces comenzaron a morder cada parte de la anatomía de mi cuevita. Lo estaba disfrutando, las pequeñas mordidas en mis labios hicieron que cerrara los ojos y me dejara llevar, mi excitación estaba aumentando más y más con cada pequeña mordida. Llevé mis manos a mis pechos y comencé a masajearlos y a pellizcar mis pezones.
De pronto comencé a sentir algunas mordidas en mi clítoris y sentí que una descarga de placer recorría toda mi espalda. No podía aguantar más, mis piernas me temblaban, estaba a punto de correrme.
-¡Paren! –grité, lo bastante fuerte y excitada que si de encontrarse alguien más me habría escuchado claramente.
De inmediato un orgasmo recorrió todo mi cuerpo haciendo que una gran cantidad de mis juguitos salieran disparados y se mesclaran con el agua de mar siendo aprovechado por las pequeñas creaturas, sin embargo, no me daban tregua y al poco tiempo sentí como todos se peleaban por hacerse con mi coñito haciendo que mi orgasmo fuera más intenso. Tuve que espantarlos con mi mano libre para evitar que siguieran pero al poco tiempo volvían por más. Nadé un poco a mar adentro, tratando de escapar lejos de esos pequeños animales violadores.
Después de un par de minutos, mis sensaciones fueron disminuyendo y estuve más tranquila. – ¡No lo puedo creer, tuve un orgasmo! -me decía a mí misma entre risas. Después de haber tenido uno de los orgasmos mas raros que haya vivido. Aunque el haber experimentado un orgasmo por algo que no fuera humano me hacía sentir extraña, lo había disfrutado mucho.
De pronto escuche un motor y que se acercaba a gran velocidad, mire a mi derecha y pude ver unas pequeñas luces que se dirigían hacia mí. Sin pensarla dos veces tome una gran bocanada de aire y me sumergí, esperando que el bote pasara por arriba de mí.
Cuando paso, pude sentir como el agua se arremolinaba a mí alrededor y de pronto sentí que algo me cubrió completamente. Sin saber que pasaba trate de nadar a la superficie pero algo me lo impedía, algo rasposo y con pequeñas aberturas.
– ¡Una red! –pensé.
El aire me faltaba y tragué un poco de agua de mar, estaba a punto de desmayarme cuando de pronto algo comenzó a jalar la red donde me encontraba, todo fue tan rápido que en un instante pase de estar en el mar a estar sobre un pequeño bote.
-¿¡Qué es eso!? ¿¡Qué fue lo que se enredó en la red!? –escuchaba que decía alguien
Una luz intensa impedía que viera a mis captores y con mi mano trataba de cubrirme la cara para poder ver, pero estaba muy débil por el agua que había tragado.
-¡Parece ser que pescamos una sirena! ¡Regresemos al muelle! –fue lo último que alcance a escuchar antes de que me desmayara.
Cuando desperté estaba toda mojada y sentía mucho frio.
-Llévala adentro, ahorita te alcanzo –Escuche que gritaba alguien.
Pronto caí en cuenta que alguien me llevaba en su hombro y estaba amarrada de pies y manos. Entramos a un pequeño cuarto de madera, estaba todo desordenado, había una TV, un sofá viejo y una mesa de madera. El olor a pescado era penetrante y empecé a sentir náuseas El tipo que me traía sobre su hombro me arrojo sobre el sofá y sin quitarme la vista de encima se sentó sobre una silla.
Asustada lo mire un momento, un hombre alto, grueso, con vestimenta de pescador y una barba poblada me miraba fijamente recorriendo mi cuerpo completamente, me tomo un instante en recordar que estaba desnuda y el tipo me estaba comiendo con la vista. Por instinto me hice bolita en el sofá tratando de impedir que viera mis pechos y mi rajita.
Su respuesta fue una risa seria, de su bolso saco un cigarrillo, lo encendió y acto seguido comenzó a fumarlo.
De pronto la puerta de la cabaña se abrió de golpe, un tipo delgado y alto entró.
-¿Dónde está? –le preguntó al otro hombre.
El tipo me apuntó con su cigarrillo y de pronto tenía cuatro ojos recorriendo todo mi cuerpo.
-vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? Lo único que esperaba capturar esta noche eran unos cuantos peces pero cuál es mi sorpresa que capture una linda sirenita.
Lo último lo dijo mostrando sus dientes amarillos y su lengua de forma obscena y lasciva. Lentamente se fue acercando a mí, dejando ver que se trataba de un hombre mayor, de al menos unos 55 años.
-¿Cómo te llamas sirenita? –Me pregunto el hombre.
No le conteste, solo bajé mi mirada. El miedo me paralizaba, pero trate de conservar la calma y parecer segura.
El tipo que estaba sentado se levantó y caminó hacia mí, sin previo aviso me dio una fuerte bofetada en la cara. – ¿¡Que si cómo te llamas!? ¡Te preguntaron! –bufó.
-Parece que la sirenita, no sabe nuestro idioma Ramón. –Dijo el viejo canoso. Sin quitarme la vista acerco su cara hacia la mía y casi susurrando me dijo -¿Qué te parece si te llamamos Ariel? ¡Jajajajajajaja! –ambos comenzaron a reírse escandalosamente. Comprendía lo dicho, pero no me causó gracia.
De pronto el hombre que me abofeteó me tomó de las piernas y abriéndolas un poco comenzó a introducir sus gruesos dedos en mi conchita, lo que hizo que me retorciera, traté de tirarle varias patadas, pero las ataduras en mis tobillos me lo impedían.
-¡Jajajaja!, mira cómo se retuerce Julián –Dijo el hombre de casi dos metros.
Inmediatamente Julián me tomó de las manos y me las aventó para atrás dejando mis pechos completamente visibles.
-Que pechos tan ricos tiene esta sirenita Ramón, que ganas de prenderse de semejante tetas.
Tenía la vista de ambos puesta en mis pechos. Trate de forcejear un poco pero me tenían sometida.
-Oye amigo, que tal si nos servimos esta sirenita – dijo el hombretón mientras seguía introduciendo aún mas sus dedos en mi conchita.
-Yo me como esta deliciosa almejita y tú disfruta de esas tetas.
Habiendo dicho eso el hombre llamado Ramón y que al parecer era el compañero de trabajo de Julián, me abrió completamente las piernas. – Que linda raja te cargas Ariel, bien depilada y rosita como me gustan –sin quitarme la mirada de mis ojos le dio una lenta y húmeda lamida a mi coño. – ¡mmmmmm! Aun esta saladito por el mar, de seguro tu miel ha de ser muy dulce, sin decir más hundió su cara en mi coñito y comenzó a devorarlo.
Ramón movía su lengua rápidamente por toda mi almejita y la sensación de tal acción comenzó a recorrer por toda mi espalda. Mientras Julián, el viejo rabo verde, succionaba y mordía uno de mis pezones y con su mano apretaba con fuerza mi pecho libre.
No tardé mucho en excitarme y lo digo porque sentía cómo mi conchita se empezaba a inundar rápidamente.
-¡umm! … ¡umm! … -Dejé escapar unos ligeros gemidos.
-Mira Ramón, la sirenita lo está disfrutando –Dijo mientras separaba sus labios de los míos. –Me preguntó cómo se reproducen las sirenas si no tienen un lugar para meter una verga, pero parece que tú tienes varios hoyitos para usarse. –Colocó dos de sus dedos en la entrada de mi chochito y comenzó a meter y sacar lentamente.
-AH!… AH!♥ AH!♥ -Me retorcía con cada penetración de sus dedos y mientras el anciano me tenía los pezones súper excitados, no podía poner mis pensamientos en orden, en cualquier momento iba a tener un orgasmo.
-Mira lo mojada que estás Ariel –me decía al mismo tiempo que retiraba sus dedos y me los mostraba empapados de un líquido blanco y viscoso que caía por sus dedos.
Julián miró la escena y sin decir nada cambió mis pechos por mi conchita. La boca de Julián ahora comenzó a hacer estragos en mí y las sensaciones eran más intensas al sentir como los vellitos puntiagudos de su escaso bigote se clavaban en mis labios y mi chochito.
-Julián esta sirenita ya está lista, hay que ponerla en posición. –Dándome un respiro ambos hombres dejaron de darme placer, pero no parecía que se fueran a tardar mucho. Ramón, el hombre más grande y moreno de los dos me tomó con gran facilidad y me colocó en la mesa de la habitación.
-No sé tú Julián pero yo me voy a coger a esta perra.
-Está bien, yo tengo planeado hacer algo con ese par de tetas –le contestó el otro.
Ambos comenzaron a sacarse sus pantalones y pude notar que a pesar de su edad, el viejo tenía piernas firmes y musculosas y ni que decir de su compañero, que al ser tan alto sus piernas parecían dos troncos de árbol.
Sabiendo qué era lo que pretendían traté de levantarme de la mesa pero fui inmovilizada por Julián, rápidamente Ramón me tomó de las piernas y me jaló a la orilla de la mesa. Con un cuchillo rompió las cuerdas de mis tobillos y tomándome de mi pierna derecha me dejó completamente abierta, con su otra mano tomó su miembro y con la punta de su verga dio unos cuantos golpes firmes en la entrada de mi coñito.
-Que rica estas Ariel, ¿sientes cómo me tienes la verga? Ufff…
Una vez colocada la punta de su pene en la entrada de mi conchita me tomó de ambas piernas y abriéndome completamente fue introduciendo lentamente su verga.
De lo húmeda que estaba se fue abriendo camino fácilmente dentro de mí, sin embargo, podía sentir el calibre de su trabuco y cómo rosaba completamente con las paredes de mi interior
-¡Noooooo! ¡por favor… noo! –gritaba al sentir cómo su pedazo me penetraba.
-Jajajaja, al fin la hice hablar a la muy perra. Que buena sirena nos encontramos, tiene muy estrecho su agujerito.
Ramón me penetraba con ritmo, sentía como toda la mesa temblaba al estarme penetrando, poco a poco empezaba a excitarme. El rechinar de la mesa, el sonido de nuestros sexos chocando y los bufidos de excitación de Ramón acababan con el silencio de la habitación.
Mis pechos se movían libres al vaivén de cada embestida que me propinaba Ramón, me sentía excitada pero no quería que lo supieran.
-Joder que rica vista de sus tetas tengo –le dijo a Julián –De verdad esas tetas con sus pezones cafecitos son todo un manjar –le contestó su secuaz.
Las embestidas de Ramón fueron más rápidas y profundas que antes y mi excitación fue aumentando –ahh… ahh… ahh… -gemía por la sensación de estar siendo penetrada por tremenda verga. Levanté un poco la cabeza y podía ver cómo su pedazo entraba y salía de mi coño a gran velocidad y con cada saca de verga esta salía cubierta de mi placer.
De pronto Julián se subió encima de la mesa mostrándome la erección de su pene.
-Mira pequeña Ariel, mira como me tienes. A que quieres disfrutar de esta verga, se te ve en la cara, debes ser la sirena más zorra de todo el océano.
Inmediatamente Julián se sentó en mi abdomen, coloco su verga en el pequeño canal en medio de mis pechos y tomándolos con sus manos apretó su verga con ellos.
-Tienes unas tetas grandiosas, excelentes para hacerme una buena paja con ellas preciosa.
Podía ver su pene aparecer y desaparecer en medio de mis pechos.
-! ¡Me estas lastimando! !para! –Le gritaba a Julián.
La fricción de mis pechos con su pene sumado al dolor que sentía al apretar mis tetas era insoportable, pero no parecía importarle así que siguió en ello.
El olor de su verga era nauseabundo, pero de cierta manera me agradaba. La fricción fue disminuyendo gracias al líquido seminal que salía de la verga excitada de Julián. Volví a sentirme excitada, la combinación de penetraciones fue bien recibida por mi cuerpo.
Pronto todo mi cuerpo se fue llenando de muchas sensaciones, estaba a punto de tener un gran orgasmo cuando noté que los otros dos tipos también lo estaban.
En perfecta sincronización los tres tuvimos un orgasmo al mismo tiempo. Mientras mi cuerpo se llenaba de un gran orgasmo, sentía cómo la verga de Ramón vibraba dentro de mí y me llenaba la conchita de semen, por otra parte mi cara recibió todo el semen amarillo y caliente de Julián. Los tres gemíamos de placer pero solo yo era la que recibía los regalos de cada hombre.
Cuando por fin el placer se terminó, Julián dejo de mancillar mis pechos y se quitó de encima de mí, Ramón retiro su verga flácida de mi chochito y yo quede cubierta de semen en mi cara y mis pechos, sin contar que de mi vagina escurría el exceso de semen que había depositado en ella Ramón
Mis piernas estaba adoloridas por todo el rato que Ramón me tuvo abierta y los pechos me dolían aún más.
Aun recostada sobre la mesa, ambos hombres me miraban desde arriba, contemplando mi cuerpo magullado y cubierto de semen. -Qué rica hembra nos hemos follado esta noche camarada. -Le decía Julián a Ramón. -Qué suerte la de nosotros haberla pescado esta noche. -Le contestaba Ramon mientras se acercaba hacia mí.
Al cabo de un rato, ambos tipos se quedaron dormidos (típico de los hombres nada más terminan de coger) y como pude me puse de pie. Mis piernas aún se encontraban entumidas y apenas podía mantenerme en pie Con mucho cuidado me dirigí hacia la puerta y la abrí muy despacio. Al salir todavía era de noche y hacia frio. Busque en la lancha algo que me ayudara a romper las cuerdas de mis manos y eureka lo encontré.
No sabía hasta donde me habían arrastrado esos dos hombres, pero desde el muelle podía ver el puente que conecta la zona de la playa con la de los pescadores. Así que tome una camisa sucia y fea de la lancha y me la puse para cubrir mi desnudes -De seguro es de ese tal Ramón -pensé ya que me quedaba grande pero era lo que necesitaba.
Me tomo alrededor de media hora llegar a mi casa, cuando por fin estuve en mi cuarto me sentí segura y sin más me quité la apestosa camisa de Ramón, dejándola en el suelo me fui directo al baño, al verme completamente al espejo pude ver los estragos que esos dos brutos hicieron en mí.
Mis pechos estaban completamente rojos y me dolía al tocarlos, mi conchita estaba completamente roja y mis labios vaginales aún se encontraban muy inflamados después de haber sido penetrados por aquella verga, introduje lentamente mis dedos en mi conchita y note que estaba húmeda, cuando retiré mis dedos cuál fue mi sorpresa al ver que estaban cubiertos por el semen de Ramón.
El olor de su semen penetro rápidamente la habitación y por algún extraño motivo sentí la necesidad de probarlo -Por favor, como puedo siquiera considerarlo -me dije a mi misma, pero ahí estaba a unos cuantos centímetros de mi boca y sin poder evitarlo introduje mis dedos en mi boca y sentí el sabor y la consistencia del semen.
Tenía una consistencia viscosa y un sabor salado que termino por gustarme, después de tan extraña decisión miré que el semen de mi otro captor se había secado, dejando unas cuantas manchas blancas en mi cara.
Abrí la llave del agua fría de la bañera y me metí bajo el chorro de agua para quitarme todo de encima.