Capítulo 1

Capítulos de la serie:
  • El sabor de la venganza I

El sabor de la venganza

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1

Dona se movía sigilosa por la solera del porche, miraba como ese gato se comía sus plantas. Maldijo al animal, no tenía manía a los animales, pero amaba sus plantas. Recogió una de sus chanclas con la suela de corcho y de un certero lanzamiento, le dio al gato en la cabeza. Este salió corriendo como alma que lleva el diablo y Dona rió triunfante por haberle acertado. Tampoco quería hacerle daño, solo que no se acercase a sus plantas. El muy cabrón se las comía. Dana deambuló por su jardín hasta que un sonido agudo le sacó de su meditación. El timbre de la puerta volvió a sonar otra vez.

  • Voy, voy, tranquilidad, ya voy.

Abrió la puerta y Oliver apareció en el umbral.

  • Hola jefa, ya tengo a la primera víctima. ¿Quiere que se la traiga aquí, o prefiere que la lleve al local?
  • Llévala al local y prepara todo para que tenga una estancia feliz. – dijo sonriendo

Oliver se volvió entrando en su coche y desapareció calle abajo. Dona se le quedó mirando hasta que sujetó la palanca de la silla y volvió a entrar en la casa.

Dona sonrió y pensó en la maldad que haría a esa chica, esa chica que reía sin parar al verla pasar con su silla de ruedas, que se burlaba de ella por su minusvalía. Ahora sería ella quien se reiría. Buscó en internet y encontró una página de sado, donde observó varias de las prácticas. Vio cómo metían el puño entero por la vagina y el culo de sus víctimas. Como les llenaban la boca hasta que las arcadas y los vómitos les eran provocados. Como eran perforados sus culos y sus coños por más de una polla a la vez. Como eran azotados, follados,vejados y humillados. Ahora sería ella la que iba a reír y se reiría durante mucho tiempo.

Se preparó para salir, para ella era toda una odisea. Tenía que, subir a la pequeña furgoneta, sacar la rampa para poder subir su silla, anclar bien está para que no se moviese dentro de la furgoneta. Volver a subir la rampa, y salir con la furgoneta después de cerrar su puerta. Sobre las seis de la tarde llegó al local. Dentro de una jaula estaba Tatiana.

Ella rubia, alta, escultural y una perfecta zorra. El día del accidente fue ella la que se dio a la fuga después de atropellarla. Sus amigos le gritaron, no pares, no pares y Tatiana la miró con desprecio y salió chirriando ruedas. En el accidente, Dana había sufrido la rotura de su columna vertebral y había perdido la movilidad de uno de sus brazos, tuvo mucha suerte, podía haberse quedado parapléjica. Aunque la fuerza en sus piernas era escasa, si podía mantenerse de pie.

Tatiana estaba en una jaula de uno y medio por dos. Estaba atada, su culo estaba pegado a un lateral de la jaula y una polla de plástico entraba y salía sin parar de su culo, totalmente abierto.

  • Para esto, por favor, páralo, me voy a volver loca.
  • No pares, no pares, deja ahí a esa puta, solo nos traerá problemas. Aquí el dinero de tu papá, no te valdrá para nada, aquí eres solo escoria.
  • Por favor, páralo.
  • No, ¿te acuerdas de tus risas cuando me ves?, pues las vas a pagar todas juntas. Ahí fuera tengo unos apuestos muchachos que tienen muchas ganas de follarse a una Pija como tú.

Fuera en la puerta había tres pordioseros con sus andrajos llenos de mierda. Dona les había dicho que les iba a regalar una puta, para que hiciesen con ella lo que les viniese en gana. Dona salió a la calle, miró a los muchachos y sacando varias botellas de agua de una mochila, se las dio a los pordioseros. Estos bebieron con avidez, el calor iba subiendo y el sol quemaba.

  • Ahora entraréis ahí, comeréis y beberéis, todo es gratis. La rubia es vuestra, podéis hacer con ella lo que os de la gana. Ahora vendré a por vosotros.

Dona llamó a Oliver y este sacó a la pija de la jaula, la ató a una especie de cruz que había en medio de la sala, pero no le gustó, por lo que la ató de unas cadenas que pendían del techo y a unas argollas que había en el suelo. Ambas cosas estaban bien sujetas y las cadenas del techo se podían subir y bajar, para dejar los cuerpos bien estirados. Oliver ató a la pija y tensó las cadenas. Sus imponentes pechos se ofrecieron majestuosos haciendo casi explotar su camisa. La rubia quedó expuesta a merced de los tres hombres que cuando se sentaran a la mesa la tendrían de frente.

Dona salió y los hizo pasar.

  • Ahora comeréis y cuando terminéis, podréis disfrutar de ella durante una hora, luego tendréis otra hora, pero en otra postura. Ahora Oliver mientras coméis seguirá vuestras órdenes para con la rubia. Seguidme.

Los tres hombres siguieron a Dona hasta el interior, los acercó a la pija que dio una arcada. El olor de esos hombres le producía nauseas.

  • Mirarla que fina, ya se le pasará la finura.

Uno de los hombres el más corpulento y alto preguntó.

  • ¿Puedo?
  • Puedes dijo Dona.

Se acercó a la rubia que dio una arcada aun mayor, el olor era, digamos penetrante. La miró fijo a los ojos y le dio una bofetada con todas sus ganas. El labio de la pija se rompió y un hilo de sangre brotó entre sus labios. Sujetó con fuerza las presillas de su camisa y de un solo tirón, se la arranco.

  • Hijo de puta, ten cuidado.

El hombre le propinó otra tremenda bofetada y arrancó su sujetador, apretando con fuerza sus pezones. La rubia gritó.

  • Muy bien, sentaros y a comer dijo Dona.

Aunque el hombre no dejaba de mirar a la rubia, que ahora agachaba la cabeza, se sentó.

Oliver se acercó a la chica.

  • ¿Queréis que le haga algo?

Desnúdala del todo dijo uno con barbas. Oliver sacó una navaja de su pantalón, le dio al botón y una hoja brillante y afilada apareció destellando en la estancia. Acercó la hoja a la falda y la cortó, por un lado, dejando caer la pieza abierta junto a los pies de la rubia. Puso la navaja en su muslo y lentamente ascendió hasta llegar al lateral de la prenda. Metió la navaja y de un certero corte, cortó el lateral de la braga. Se dio la vuelta y por el lado contrario hizo la misma operación, sujetando la braga para poder cortarla. El más pequeño de todos dijo.

  • Métesela en el coño y luego en la boca
  • Espera tengo una idea.

Oliver les llevó la prenda. El hombre más alto la dispuso en un plato hondo y empezó a orinar sobre ella. Cuando la tubo bien mojada, la cogió y acercándose a la rubia, le agarró por los lados de su cara hizo presión, abrió su boca y se la metió en ella. La metió entera, sin dejar nada fuera.

La rubia era una arcada constante, pero, aun así, no vomitó. Los hombres siguieron comiendo. Oliver viendo el cariz que tomaban los acontecimientos, acercó una manguera de veinticinco, por lo que pudiese pasar. Los tres hombres terminaron su comida y tomaron café y una copa de coñac. El más alto, que para estas alturas parecía el jefe. Se quitó la ropa, se meció su polla morcillona, que, sin ser extremadamente larga, sí que era extremada mente gorda. Miró a la rubia y le dijo, esto te dejara el culo bien abierto. La rubia abrió mucho los ojos. Los tres hombres ya desnudos se acercaron a la rubia, que, entre las bragas llenas de orina y el olor de los tres machos, vomitó sin remedio tras una enorme arcada. Le tuvieron que sacar las bragas de la boca, para que no se ahogase con sus vómitos. El mediano de los hombres sujetó con fuerza la manguera y apuntó al cuerpo de la rubia. Miles de agujas a gran velocidad impactaron contra su cuerpo. El agua le producía un gran dolor a esa velocidad y con esa intensidad.

  • Parad, hijos de puta, parad.

El hombre alto se le acercó y le cruzó la cara.

  • Solo hablarás cuando se te diga. ¿Has entendido?

Después de cruzarle con fuerza la cara volvió a preguntar.

  • ¿Has entendido?
  • Si, hijo de puta, si, dijo la rubia.

Otro tortazo cruzó la cara de la rubia haciendo girarse de lado a lado.

  • Si, mi señor, lo he entendido. Repite puta.
  • Si señor, si, lo he entendido.
  • Muy bien, mucho mejor, ¿ves que fácil ha sido?

La rubia bajó la cabeza. El hombre más alto, le retiró las ataduras de los pies y rápidamente la rubia cerró sus piernas. El hombre se puso tras ella y le dio una fuerte nalgada que marcó sus dedos en ese trabajado culito.

  • Abre las piernas, puta.

Otro fuerte azote estalló entre sus nalgas y otro y otro y otro más. Así hasta llegar al quince y con el culo completamente morado y ardiendo, la rubia abrió sus piernas

  • Ves qué fácil ha sido.

El más pequeño se estaba masturbando y ya tenía su polla, de unos diecisiete centímetros, bien dura. Entre el hombre alto y el mediano sujetaron a la rubia, mientras el más bajito se la follaba con rabia y extremadamente rápido.

  • Como te corras dentro te corto la polla- dijo el más alto.

A los pocos segundos se derramó sobre el vientre de la rubia. El más alto sujetó con fuerza sus mejillas abriendo su boca y el pequeño recogiendo su semen entre sus dedos los llevó a la boca de la rubia.

  • Chupa zorra, chupa y no se te ocurra morder.

La rubia empezó a chupar los dedos con gran pasión, pero al rato mordió con fuerza esos dos dedos. El hombre subió la mano derecha a su pezón y lo apretó con todas sus fuerzas. La rubia gritó y abrió su boca, pero el hombre siguió con la presión en su pezón.

  • Hija de puta te vas a enterar.

Unas gordas lágrimas resbalaban por la mejilla de la rubia. Un sonoro grito, que aun resonaba en la estancia había sido el inicio de esa terrible presión en su pezón.

  • Suéltala, dijo el alto, se lo vas a arrancar.
  • Jefe, creo que le gusta, tiene el coño hecho agua.

CONTINUARÁ…