Capítulo 3

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Betty siguió jugando y moviéndose retozando en la silla y posando para la cámara como si fuera una profesional (cabe decir que puse una selección de blues como fondo musical), la rodeaba, se sentaba, se ponía de rodillas en el asiento, abría y cerraba las piernas, dejando ver como la tanga se metía entre sus labios, lo cual me tenía con una erección que ya no me interesaba disimular.

De repente, se movió para preparar otras copas para ambos y ella bebió la suya de un solo golpe, al ritmo de la música, las zapatillas salieron volando al igual que las medias y por último la tanga, dejando al aire la totalidad de su cuerpo, el cual yo no dejaba de capturar en imágenes (y obviamente, tanto mi verga como mis huevos me dolían, ya habíamos olvidado nuestra relación familiar), se tumbó en la cama, mostrándome sus nalgas preguntando “¿te gustan’” y le respondí “¡claro que si!, son perfectas y hermosas”.

En posición de perrito, descansó su cabeza sobre la cama, abrió un poco sus piernas y con sus manos, separó sus nalgas para mostrarme un culo rosado, apretadito, incitante, así como la raja de su vulva, la cual estaba brillante por los fluídos que producía.

Me acerqué para tomar uno “close ups” y sin pensarlo, deslicé un dedo desde su hermoso ano, hasta su clítoris, a lo cual ella solo dio un “aaaaahhh” de placer. Volteó hacia mi entrepierna y cuando vió mi verga parada (como en los mejores días de mi juventud) me dijo “creo que tu amigo está inquieto”, y soltó una risita retadora.

Ya no pude contenerme más y me lancé directo a devorar su rosado y juvenil culo, lamidas, chupadas, besos y ella solo gemía y lanzaba grititos de placer diciendo “papi, papi, así papi, dame tu lengua, cómeme el culo” (jamás pensé que mi princesa pudiera hablar así, pero me importó poco o nada). Continué con mi labor de comeculos, dejando empapado su orifico y bajé a su panocha.

Estaba que rezumaba jugos, los cuales lamí como si fuera la última vez. La puse boca arriba y seguí disfrutando del coño de mi hija mientras ella se retorcía, apretaba sus tetas y me pedía “cómeme, hazme tuya, soy la puta de tu hija, nalguéame, soy una niña mala”, lo cual, ni tardo ni perezoso, procedí a hacer.

Primero una nalgada suave y al ver que no se quejaba, fui subiendo de intensidad, hasta que se quejó diciendo “así, así, cabrón papito”; eso me puso a mil y le dije “para que aprendas a no hacer cosas indebidas, putita”. “si, si, castígame” me contestó”.

Me separé de ella y me senté en la silla que previamente usó para la sesión, le dije, “ven princesita, acércate” en un tono amble y fraternal. Se acercó y se arrodilló, acariciando mi verga con sus manos y le dije “yo ya te comí, ahora te to…” no me permitió terminar, poco a poco, fue introduciendo mi pene en su boca e inició un sube y baja a lo largo de toda mi tranca, desde la base hasta la punta, sacándola de sus labios y restregándola en su cara, dándose bofetadas con ella, cambiando de ritmo, hasta que casi exploto ahí (la muy cabrona es una experta, por lo visto).

Me levanté y la recosté en la cama, al tiempo que le preguntaba “Betty, hija, ¿quieres que te coja?” y su respuesta fue “si papito, desde hace tiempo quiero que me hagas tuya” se levantó rápidamente y sacó de su maleta condones y lubricante de sabor (lo había planeado todo, la muy golfa).

Me colocó un condón con su boca (previa y fugaz mamada), se tumbó en la cama con las pernas abiertas, se aplicó lubricante en la vulva y me dijo “estoy lista, cógeme papito”. Me puse sobre ella e introduje mi miembro despacio, pues no quise ser muy rudo. Entró deslizándose en su vagina aún estrecha, cuando entró toda, inicié el mete saca de una manera que incrementaba la velocidad, hasta que ya solo se escuchaban sus jugos y los jadeos y respiraciones agitadas de ambos.

Estábamos a punto de terminar, cuando me dijo “ de perrito, por favor papi, de perrito para terminar”. Se colocó y me dispuse a volver a clavarle mi verga que seguía dura y lista, cuando me fijé como su culito estaba empapado por sus cremosos fluídos y sin pensarlo, lo volvía lamer como si fuera el mejor de los dulces y ella se convulsionaba de placer y me recriminaba “cabrón, traidor, que ricoooo, sigue, cómeme, es tuyo”.

Después de unos minutos degustando esa joya, tomé mi verga y la introduje de nuevo en su vagina, tomándola por las caderas para evitar que se saliera. Se escuchaba el choque de mis huevos con su cuerpo, el sonar de sus jugos rodeando mi falo; ella clavó las uñas en las sábanas, se puso tensa y solo escuché un “aaaaaagggggggh” cuando llegó al orgasmo. Extraña (y milagrosamente) yo no había terminado. Se dejó caer en la cama, bañada en sudor y yo me deshice del condón, para recostarme junto a ella, haciendo cucharas.

Hasta el omento, no nos habíamos besado, lo cual hicimos como si fuéramos amantes. Descansamos un poco y nos metimos a refrescar a la ducha, gozando de nuestros cuerpos.

Salimos y decidimos pedir la cena al servicio a cuartos, ella, envuelta en un albornoz de baño, llenó el jacuzzi y se metió, disfrutando de las burbujas y los chorros de agua.

Me invitó a acompañarla y por supuesto que no me negué. Nos acomodamos uno frente a otro y tocándonos, charlamos de tonterías, el clima, el hotel, el camino; hasta que inevitablemente, le pregunté “¿te gustó?” y ella sin dudarlo, me dijo “¡muchísimo!, hace tiempo que tenía ganas de hacerlo contigo y no me atrevía, afortunadamente dejé la carpeta en tu lap y la viste, eso me animó a dar el paso” (vaya, vaya, yo seducido por una chamaca veinteañera, jajaja).

Llegó la cena y salí a recibirla. Estábamos hambrientos y la devoramos.

Nos colocamos ropa más decorosa y salimos a tomar un poco de aire a la terraza, encendimos un par de cigarrillos y seguimos con la conversación y le dije “me encantó, espero que no te arrepientas después, porque yo no lo voy a hacer” ella, sin dudarlo me respondió “¿Cómo piensas que me voy a arrepentir?, si yo era la que más ganas tenía de estar así contigo, a ti ni por la mente te pasaba”.

Le pregunté que si anteriormente había tenido sexo anal y me dijo “NO, mi ex me lo pedía, pero nunca se lo quise dar, no sabía por que…pero ahora si lo sé y ya sé quien va a ser quien lo estrene” guiñando un ojo.

Entramos de nuevo a la habitación, debido a que los mosquitos iniciaban un ataque incesante, apagamos las luces, encendimos el televisor y nos dispusimos a ver una película (normal, no sean malpensados).

Transcurrió algo así como media película y mi nena cayó dormida, esperé a que finalizara, apagué el TV y me acomodé para descansar.

La noche transcurría de manera normal; cuando de pronto, sentí un abrazo cálido y húmedo que rodeaba mi verga. Ahí estaba, era mi bebé, mamando mi flácida y dormida poronga, buscando reanimarla con respiración de boca a cabeza, como rescatista.

No pasó mucho tiempo para que mi compañero de mil batallas respondiera. La visión de esa boquita golosa y esa mirada de ojos verdes me puso frenético.

Empujé su cabeza para que llegara hasta el fondo y cuando le faltó aire, la solté para que respirara, repitiendo varias veces la maniobra.

Cuando fue suficiente, se levantó de la cama y bebió un poco de agua mineral y regresó a mi lado, besándonos de manera lasciva y lujuriosa.

Le chupé sus tetas, besando, lamiendo y dando pequeños mordiscos, lo cual la puso como poseída por un ente netamente sexual, se colocó en posición e hicimos un 69, disfrutando de su raja que exudaba jugos, su clítoris que palpitaba de deseo mientras ella lamía y mamaba con gula mi verga, desde la cabeza hasta la base, sin olvidar mis huevos, los cuales dejó empapados de saliva.

Y de pronto, ahí estaba, su delicioso culito, apretado rosadito y con ganas de ser usado; lo lamí, lo besé, hurgué un poco con mis dedos mientras ella decía “no pares, si te detienes, te mato!”. Mojé un dedo en sus jugos y lo empecé a introducir en su hermoso agujero, elle dolo hizo “aaaaggghhh, huuuummm, dame, dame más, es solo tuyo”.

Como pude, me libré de su cuerpo y la puse en 4, tomé el lubricante, y volví a introducir mi dedo, primero uno y cuando ví que se acostumbró, metí uno más y me susurró “saca tus dedos y méteme la verga, quiero sentirla toda”, no resistí y le dí una nalgada que resonó por toda la habitación, soltando un sonoro “aaaayyyyyyyy”, mezcla de dolor y placer. Le puse más gel y poco a poco, introduje mi polla en su hueco virgen, dilatando sus paredes y viendo como mordía y sujetaba las sábanas, por el dolor y el gusto ser utilizada.

Cuando ya estuvo bien dilatada, inicié un vaivén, al principio lento y después con más fuerza, (me sentía un jovenzuelo de 25 años gracias a mi nena), Betty solo jadeaba y se quejaba y a la vez me decía “dame más, rómpeme el culo, me encanta sentirte dentro, aunque me queje, no lo saques” y así lo hice, seguí dándole duro, cambiando el ritmo y ella se apretaba las tetas, se pellizcaba los pezones, se masturbaba, hundía los dedos en su coño y jugueteaba con su botoncito, cuando de repente, se arqueó e inició con una serie de espasmos, apretando mi verga dentro de su culito, lo cual hacía mucho más placentera mi incursión en esa cueva y estalló en jadeos diciendo “si, si, ya, ya, cabrón, ay dios”, desplomándose sobre la cama. Yo también estaba a punto de explotar y le dije “me vengo, me vengo”, se levantó, se hincó frente a mí, abriendo su boca y cerrando sus ojos, dispuesta a recibir mi carga de leche.

No tardé mas que unos segundos y salió el chorro, cayendo sobre su rostro, sus ojos, un poco en la boca, su barbilla y otro tanto en la alfombra. Me sorprendí de la cantidad de semen que arrojé, ella se limpió sus ojos, su frente y su mentón con sus dedos y se los metió en la boca, degustando la leche de papi. Tomó mi verga a media erección y la limpió con su boca, hasta que quedó reluciente.

Se levantó a limpiar su rostro con agua y toalla, bebió otro sorbo de agua, regresó a mi lado, para besarnos como solo un par de amantes en un encuentro furtivo lo hacen y me dijo “gracias papito, eres un sueño hecho realidad” (lo cual, enalteció el ego de este cincuentón) y regresamos a la cama, ahora sí, a descansar.

A día siguiente, despertamos a eso de las 9 de la mañana, nos dimos un baño cada uno por su lado y bajamos a tomar el desayuno, de manera totalmente normal. Nos metimos en la alberca un rato.

En eso, me llegó una llamada del trabajo y salí a contestar, me alejé un poco para mantener la privacidad y de repente, vi que la mujer que me había abordado el día anterior, se acercó a Betty, le dijo algo, le entregó un papel doblado y se retiró. Regresé dando grandes zancadas, pero no la alcancé y mi nena solo me dijo “te dejaron esto, campeón”, soltando una risita sarcástica. En el papel se leía “ojalá algún día disfrute como lo hizo tu hija, Rebeca” y su número de teléfono.

Mi beba me preguntó “¿le vas a llamar?”, solo encogí los hombros en señal de “no sé”, dejé el papelito en la mesilla y regresamos a la habitación para preparar el regreso a casa.

Cuando íbamos en la carretera, guardábamos silencio, parte por el cansancio, parte por la mezcla de sentimientos de culpa y de satisfacción de aquellos momentos.

Paramos en una gasolinera para cargar el tanque. Betty fue a la tienda de conveniencia para comprar agua. Se veía hermosa en ese short verde claro de lycra, luciendo sus redondas y firmes nalgas y sus torneadas y blancuchas piernas.

Cuando regresó, noté como la veían los empleados y los clientes del lugar… y como no! su short se metía entre los labios de su coño, marcándolos con descaro.

Subió al auto y le pregunté “¿no te pusiste ropa interior?” y contestó “no, ¿por?”, “es que te ves deliciosa” le respondí y a su vez me dijo “los demás pueden ver, pero es solo para ti” y me dio un beso.

Estábamos por entrar a la ciudad, cuando me dijo “detente”, me sorprendí y me orillé en el acotamiento, encendiendo las luces preventivas. Me quedé viéndola sus verdes ojos, pensando (ya como padre) que algo había pasado, olvidó alguna cosa, se mareó y a bocajarro me dijo “¿te arrepientes?” “No!” fue mi respuesta, “¿se va a repetir?, solo me tomaste unas cuantas fotos”, le regresé la pregunta “¿tu te arrepientes, quieres que se repita?”, su respuesta fue “su quiero, se que está mal, pero quiero que se repita todas las veces que podamos”. Nos fundimos en un apasionado beso y continuamos el camino.

A llegar a mi departamento, hicimos su maleta y la llevé a casa de su madre, quien nos esperaba en la puerta, con su habitual rostro de pocos amigos. Nos dimos un beso de despedida en la mejilla, sacó sus cosas del auto y caminó hacia la puerta de la casa.

Al llegar, regresó corriendo al coche y me dio algo por la ventanilla. Era el papelito con el número de Rebeca, el cual yo había dejado en la mesita de la piscina y me dijo “total, inténtalo, a ver que resulta, nos vemos MUY PRONTO”.

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