Capítulo 4

EL ANUNCIO – CAPÍTULO 4

Tal y como Pablo esperaba, a las nueve en punto llegó la rubia y enseguida los localizó. Llevaba el mismo vestido y se acercó a su mesa.

  • Hola Ángela, ¿has seguido mis instrucciones? – preguntó él a la chica.
  • Si, tal y como me dijo. – Respondió ella con timidez acariciando sus caderas dando a entender que no llevaba nada más debajo.
  • Perfecto. Siéntate en ese sillón. – le indicó Pablo – ¿qué te pido?
  • Lo mismo que tomen. – comentó apurada.
  • ¡Un Gin tonic! – mandó Pablo al camarero con un gesto.

Desde esa posición, la chica bastante apurada, se sentó cruzando las piernas de inmediato, Pablo se sentía excitado, al igual que Silvia, que estaba expectante a su lado.

  • Mantén las piernas abiertas y separadas – ordenó él a la rubia.
  • Pero se me va a ver…
  • Schhssss. – le calló él para que entendiera que no había excusas.

Ángela abrió sus piernas, algo apurada, viendo que había muchos hombres en ese bar, que lógicamente se estaban fijando en ella, pero al ver a Pablo haciendo un nuevo gesto, ella volvió a repetir la operación tantas veces cómo él le pedía, notando como su excitación marcaba sus pezones bajo la tela del fino vestido. Luego también le hizo mantener las piernas abiertas cuando el camarero se acercó con la consumición para ella. Pablo le tocó la rodilla para decirle.

  • Eres preciosa Ángela y lo estás haciendo muy bien. Relájate.
  • Gracias, don Pablo.
  • ¿Sigues dispuesta a seguir con el plan previsto para conseguir tu regalo?
  • Por supuesto.
  • ¿No habrá problema con tu novio si te retrasas?
  • No, ninguno, él no sabe que estoy aquí, ni tiene por qué saberlo.
  • Genial, entonces, el trato es el siguiente, si quieres ese precioso conjunto, el más caro de tu colección, tendrás que ser nuestra sumisa desde este preciso momento, hasta mañana a las siete. ¿Qué te parece? – dijo él sin cortapisas.
  • ¿Cómo?
  • Me has entendido perfectamente. No me hagas repetirlo. – afirmó serio y autoritario.

Ella sonrió tímidamente, pero miró a ambos sin saber qué decir. Él dirigió la vista a Silvia para comentarle.

  • ¿Lo ves?, no está preparada.
  • Si, sí, don Pablo, es que todo esto… – comenzó a decir la joven.
  • ¿Demasiado fuerte para ti?
  • No… no sé. – la chica seguía confusa.
  • Verás tenemos ciertas dudas contigo, Ángela… no sabemos si estás preparada. Por cierto, tenemos otras dudas sobre una cosa. ¿Qué te ha traído aquí, el conjunto de lencería tan caro o porque sabías que habría algo más? Sé sincera. – apuntó él serio.

Ángela miró a Silvia y luego a Pablo, para acabar de responder con un rubor manifiesto en sus mejillas

  • Supongo que las dos cosas.
  • Y sabías que ese conjuntito tiene otro precio, además del económico, ¿no?
  • Bueno, don Pablo, me lo pone usted difícil, ¿Qué tendría que hacer? – preguntó la chica inquieta.
  • Pues como te digo, serás nuestra, tendrás que obedecer todas nuestras órdenes y caprichos. Te aseguro que, si aceptas, no te vas a arrepentir.
  • ¿Es algo como dominación sexual?
  • Digamos que algo así, pero no tienes porqué saber de qué se trata, sólo aceptar las condiciones sin rechistar. De otro modo, te quedarás llena de dudas contigo misma y sin ese conjunto tan bonito.
  • Uf, no sé de qué va todo esto…
  • Digamos que es un experimento social… ¿verdad Silvia?

La chica volvió a mirar a la otra mujer, pero esta no hacía más que afirmar con la cabeza, haciéndole saber que lo que Pablo decía era totalmente cierto y seguro.

  • Es que esto es nuevo para mí y yo no tengo mucha experiencia en el sexo, más bien poca y menos ese tipo de prácticas. – dijo la joven mirando al suelo.
  • Mejor me lo pones y por eso no te preocupes, preciosa, nosotros nos encargamos de todo.

La chica volvió a mirar a Silvia que le devolvía una sonrisa tranquilizadora.

  • Si te decepcionamos y no sales satisfecha te gratificare. – apuntó Pablo.
  • ¿Satisfecha yo?
  • Claro, esto es un juego para todos, pero tú debes ser la primera en disfrutarlo. Deja que todo fluya y te divertirás. Estoy convencido de que te va a gustar. ¿Tú te ves capaz?
  • Creo que sí.
  • A ver, dime, ¿cuáles son tus rutinas sexuales con tu novio… cuanto y cómo practicas sexo?
  • ¿Perdón?
  • Cuéntanos, vamos a ir conociéndonos. – afirmó Pablo con naturalidad.
  • Bueno, mi novio y yo, solemos hacerlo en su coche, cada fin de semana…
  • Entiendo. ¿Sexo oral?
  • Si.
  • ¿Te lo tragas?
  • No a él no le gusta.
  • Pero a ti te gustaría… – afirmó Pablo mirando el cuerpo precioso de la joven.

La chica volvió a mirar a Silvia y afirmó con timidez.

  • ¿Ves qué sencillo? Ahora dime qué postura no has hecho y te gustaría.
  • No sé, a lo perrito… a mi novio no le va. – afirmó mirando al suelo.
  • Perfecto. ¿Sexo anal?
  • ¡No! – afirmó mirando a Pablo y enrojeciendo… pues nunca lo había practicado.
  • ¿Te gustaría?
  • Si, bueno… no sé, supongo…
  • ¿Tu fantasía más recurrente? ¿La que usas al masturbarte?

La chica tardó en contar algo tan íntimo y tras dar un trago a su copa, dijo.

  • Siempre fantaseo que me follan duro.
  • Perfecto, Ángela. Lo has hecho genial. Ahora solo queda que me confirmes que quieres seguir adelante. – afirmó Pablo.

Tras volver a mirar a ambos unos segundos y esta vez abriendo las piernas motu proprio, justo cuando el camarero pasó cerca, les afirmó bastante más envalentonada:

  • De acuerdo. Estoy dispuesta.

Él había procurado con la conversación borrar todos los fantasmas de su mente y volvió a mirarla fijamente, entendiendo que la chica aceptaba ser suya hasta las siete de la mañana.

  • Genial, Ángela.

En ese momento don Pablo le entregó un huevo vibrador que ella recogió en sus dedos sin entender.

  • ¿Sabes lo que es esto? – preguntó él.
  • Si un huevo vibrador, al menos eso creo. – respondió la joven.
  • Exacto. Veo por tu cara que nunca lo has usado. Toma, póntelo.
  • Pero ¿Aquí? – preguntó alarmada mirando a su alrededor.
  • Claro, aquí mismo, sí.

Ángela oteó a todos lados y metiendo su mano bajo la falda con cierto disimulo, hizo desaparecer el aparato dentro de su sexo. Estaba tan empapada que el huevo se coló hasta el fondo sin problema y nunca supo que Pablo previamente lo había embadurnado de un líquido especial que aumentaría el placer. La chica se mordió el labio al sentirlo albergado en su coño.

  • ¡ah, ya lo noto…! – dijo la chica pues ese liquido producía un calor intenso en su sexo.
  • Procura apretar con fuerza o se te saldrá ya que no llevas bragas. – le indicó él.
  • Nunca tuve nada de esto dentro – comentó ella – Espero no… ¡hummmmm, jooodeeer! – gimió al sentir la primera descarga.

Pablo sólo había puesto el huevo a media potencia y Silvia daba pequeños aplausos no sonoros viendo la cara de la rubia, mientras esta cerraba las piernas y sus ojos daban una vuelta en la cavidad ocular. Se agarró a la mesa y miró con pavor a Pablo.

  • Tranquila está solo a la mitad, podrás con ello. – le contó él sabiendo que esa vibración, sumado al líquido sensitivo y el morbo de hacerlo allí, darían paso a que ella se fuera soltando.

Ángela parecía estar pidiendo clemencia, mirando a su alrededor, pues no quería gemir en alto, pero entonces él subió un poco la intensidad. La chica se agarró con más fuerza a la mesa, mientras su mano apretaba el huevo dentro de su coño.

  • Párelo por favor, don Pablo, soy un charco y se me va a salir. – decía ella con la voz temblorosa.
  • Tú pasarás la vergüenza, así que aprieta esos músculos y hazlo fuerte.

Ángela empezó a menear la cabeza de un lado a otro, mientras mordía su mano y comenzaba a correrse sin casi poder evitar soltar unos gemidos, haciendo que un charquito humedeciera su falda y algo el sillón, tuvo un orgasmo increíble, incontrolado, prohibido y único.

La chica aun con los ojos cerrados era observada por los dos y por algún otro cliente del hotel, pero Pablo se mostraba seguro y confiado. Cuando por fin bajó la intensidad del huevo, Ángela abrió los ojos y lanzó un beso al aire con sus labios en señal de agradecimiento.

  • ¿Y bien? – preguntó Pablo metiéndose el mando del vibrador en su bolsillo.
  • Una pasada. Nunca había sentido nada igual… Gracias, jodeeeer ya no podía más. Me he excitado y me he corrido como una perra. – decía la chica.
  • Bien, pues ahora vamos a cenar.
  • Pero ¿Puedo quitarme esto? – preguntó la joven refiriéndose al huevo.
  • Por supuesto que no.

Los tres se levantaron para dirigirse al comedor y Silvia pegándose al brazo de Pablo le comentó.

  • Yo quiero probar uno de esos.
  • Veo que te han gustado los efectos… Tranquila, Silvia, todo a su tiempo. – respondió él, con su frase de siempre, llevando a esas espectaculares mujeres cogidas por sus brazos, una a cada lado.

Una vez en el comedor, se sentaron al fondo, en una discreta mesa algo apartada de las demás. Pablo tras pedir para los tres, puso de nuevo el huevo a media potencia.

  • ¡Por favor, no, por favooor! – clamaba Ángela sujetando con fuerza la servilleta entre sus dedos.
  • Tranquila, que lo iré subiendo poco a poco. Necesito saber hasta dónde eres capaz de llegar.

En el momento en el que apareció el camarero con los primeros platos de la cena, Pablo subió un poco la intensidad y Ángela tuvo que sujetarse a la mesa hasta el punto de desplazar las copas, casi a punto de tirarlas.

  • ¿Está usted bien señorita? – preguntó el camarero a Ángela con preocupación.
  • Si, sí, estoy bien, muchas gracias. – respondió ella reponiéndose lentamente mientras miraba de reojo al mando que Pablo manejaba discretamente entre sus dedos.

El camarero se retiró y Pablo volvió a subir otro poco la intensidad de su mando, logrando que la chica se retorciera aún más, abriendo y cerrando la boca buscando darse fuerzas y apagar a duras penas sus gemidos.

  • ¡Ah, don Pablo, por favor… pare esto! ¡ Jodeeeer! – exclamó en otro punto máximo de potencia.

Ese aparatito, que era una prueba experimental, aún no sacado comercialmente, parecía funcionar a la perfección, más todavía bañado con los fluidos de la chica y mezclados con ese líquido que debía ayudar bastante a ese paroxismo sexual.

Pablo bajó del todo la intensidad y respondió con serenidad.

  • Vale, vale, Ángela, lo bajo, pero con una condición, que te agaches bajo la mesa y me chupes la polla.

La chica miró a su alrededor, viendo que había otros clientes y el camarero podría regresar.

  • ¡Uf, Don Pablo! No puedo hacer eso… ¡Me da mucha vergüenza! – volvía a clamar ella agarrando la muñeca del hombre, pero él, haciendo caso omiso subió el nivel al máximo.
  • ¿Lo ves? – volvió a decir Pablo, esta vez dirigiéndose a Silvia.

Ángela se agarraba a la mesa y se retorcía sobre la silla, presa de ese gusto incontrolable que se incrementaba cuanto notaba el huevo en el interior de su vagina.

  • Entonces, ¿quieres que pare y me la vas a chupar? – sentenció Pablo, viendo a la chica tan indecisa y avergonzada.
  • ¡Uf, uf, uf! – eran sus únicas palabras ante otro impacto a máximo nivel.
  • ¿Puedo yo, Pablo? – preguntó Silvia a su nuevo jefe visiblemente excitada y totalmente entregada a lo que fuera.
  • ¡Adelante! – dijo él orgulloso de esa predisposición.

Sin dudarlo un instante y recogiéndose el vestido, Silvia se arrodilló frente a Pablo. Deslizo la cremallera de su pantalón, desato el cinturón, aflojo el botón de la presilla y bajando el calzoncillo, le saco la polla. La comía despacio, babeando, con total dedicación, sin olvidarse de sus huevos y mamando como una desesperada, de la forma que él quería. Metía esa polla hasta su garganta y volvía a salir para dale unos lametones en su punta. De nuevo hasta la garganta, Silvia parecía flotar en una nube, mientras lo hacía. Pues en su otra vida, de la que quería cerrar la puerta y tirar la llave, jamás hubiera hecho nada semejante.

Pablo se limitaba a dar descargas a Ángela y observaba excitado cómo sus pezones duros como piedras, se marcaban con total claridad bajo su vestido, al no llevar sostén. Aparte de la mamada que recibía debajo de la mesa, parecía disfrutar de ver a esa joven tan excitada y el camarero que venía a recoger alguno de los platos se quedó pasmado con la boca abierta al ver a Ángela retorciéndose… Inmediatamente se fijó que, bajo la mesa, la otra mujer arrodillada se la estaba chupando con ganas. Al intensificar el nivel del huevo vibrador, el camarero dirigió la vista a Ángela que soltó un pequeño grito con sus pezones muy marcados bajo la fina tela de su vestido.

  • ¿Quieres tocarlos? – le preguntó Pablo al camarero que seguía paralizado observando esos pezones y viendo como al hombre se la chupaban con devoción.
  • ¿Quién?, ¿yo? – preguntaba confuso.
  • Por supuesto, Ángela no está por la labor de chupármela todavía, pero si haces que ella se corra tocando sus pezones te ganas cincuenta euros.

El camarero miró a los lados, pero el lugar era discreto y nadie podía verlos desde otra mesa. Ángela le miraba fijamente, a poco de explotar y el chico viendo que ella estaba tan a punto, aceptó el reto y apretó ambos pezones entre sus dedos. Ángela se retorcía e inevitablemente echó su mano a la polla del camarero agarrándola por encima de su pantalón.

  • ¡Uf, uf, uf… Hummmm qué dura la tienes! – se limitaba a gemir la rubia, con ese huevo vibrando en su coño y los dedos del camarero pellizcando sus pezones, mientras ella seguía sosteniendo esa dureza
  • Vas bien, chico, sigue que la tienes a punto. -animaba Pablo.

El camarero se esmeraba en acariciar esos pechos sin olvidarse de los pezones…

  • ¡Siiiii, cabrooon, siiiii me estás volviendo loooocaaaa. Jodeeeer siiiii! – gritaba ella totalmente encendida, descubriendo un placer inusitado tanto en su coño como en esos dedos retorciendo sus pezones.

Mordiendo la mano del camarero empezó a gemir fuertemente apretando al tiempo los músculos de su vagina y descubriendo lo que era correrse de la forma más extraña y placentera del mundo. Ángela tuvo uno de los orgasmos más largos y deliciosos de su vida, apretaba con fuerza sus piernas y no fue capaz de soltar esa dura polla.

  • ¡Jodeeer, jodeeeer,jodeeer! – exclamaba la chica todavía entre suspiros y jadeos hasta que se dejó caer en el respaldo de su silla.
  • ¿Te ha gustado? – le preguntó Pablo.
  • ¡Uf, Siiii, menudo corridón!, creo que el suelo está encharcado. – afirmó ella todavía con esa excitación visible en su cara.

Pablo redujo la vibración a cero y Ángela soltó por fin la polla de ese camarero que se quedó doblemente alucinado, al ver salir por debajo del mantel a Silvia limpiándose la boca, flipando de ver a esa mujer recolocándose el vestido y sentándose sonriente junto a su jefe al que acababa de regalarle una monumental mamada. El chico se fue a la cocina empalmado y contento, a por los postres pensando en la propina que se había ganado y que él también tendría su postre después. Pero nada más lejos de la realidad, aquello no estaba en los planes de Pablo.

Una vez terminada la cena y tras pagar generosamente la cuenta y la propina al camarero, Pablo se levantó preguntando a las chicas.

  • ¿Listas?
  • Sí – respondieron al unísono levantándose.
  • Perfecto, pues vamos para arriba
  • Entonces, ¿me he ganado el conjunto? – preguntó Ángela.
  • Preciosa, esto no ha hecho más que empezar, subamos a la habitación y veamos si eres capaz de ganártelo realmente. A las siete de la mañana te diré si te lo has ganado. – respondió él.

A continuación, Pablo le pegó un morreo intenso a Silvia que le devolvió gustosa, abrazándose a su cuello recibiendo esa lengua vigorosa jugando con la suya, mientras la rubia los miraba todavía excitada, pero entendiendo que ella no había obtenido esa recompensa por haberse negado a chupársela.

Se metieron en el ascensor y Pablo volvió a activar el mando del huevo vibrador, haciendo que la chica tuviera que apoyar la espalda contra el fondo del ascensor, al tiempo que tras con una orden directa de Pablo a Silvia, esta empezó a comerle la boca a Ángela, sujetándola por la cara.

  • Da gusto veros. Ahora, desnúdala – ordenó, palpándose la polla que entre el calentamiento previo bajo la mesa y ver a esas dos bellezas morreándose estaba a tope.

Silvia, obedeciendo esa nueva orden, soltó los tirantes del vestido de la chica hasta que este cayó al suelo, dejándola desnuda en medio del ascensor. Ella instintivamente se tapó el pecho, pero cuando recibió una nueva descarga se retorció con el vibrar del huevo, teniéndose que agarrar a las paredes de nuevo, presa de ese intenso placer.

Cuando Pablo detuvo el mando un instante, salió del ascensor de la mano de Silvia con el vestido de Angela en la mano, mientras esa rubia, aturdida, salía a gatas por la moqueta del pasillo.

  • ¡Te esperamos en la habitación 501! – le dijo Pablo, observándola allí desnuda y arrodillada en medio el pasillo

Silvia y él avanzaron a la habitación que estaba al final del largo pasillo, hasta abrir la puerta de la 501 viendo a lo lejos a Ángela que casi no se podía levantar del suelo.

  • Esto es cachondo, ¿no te parece, Silvia?
  • ¡¡Uffff… mucho!!
  • ¿Te gustaría que yo te follase? – dijo sujetando la barbilla de ella y mirándola fijamente.
  • ¡Sí, me encantaría, Pablo! – respondió ella totalmente obnubilada.
  • A mí también… pero vayamos por partes. – añadió dándole un piquito en los labios.

Desde lejos, Ángela, totalmente desnuda, avanzaba a trompicones hacia ellos por ese pasillo, parándose de vez en cuando al notar otra descarga, para evitar caerse de sus temblorosos tacones, lógicamente no podía ir muy deprisa. Estaba asustada porque alguien pudiera salir de una habitación encontrándosela de repente, pero la excitación era mejor que cualquier otra cosa. Teniendo en cuenta que nunca había sentido nada igual, siguió avanzando, pero teniendo que sujetarse a las paredes cada poco tiempo. Clavaba las uñas en la pared y se dejaba caer al suelo de rodillas para coger fuerzas, para volver a alzarse, daba pasos cortos con sus temblorosos tacones.

Cuando menos se lo esperaba, una de las puertas se abrió y aparecieron dos jovencitos de su edad que se quedaron lógicamente flipados al encontrarla desnuda en medio del pasillo. La observaron durante unos segundos totalmente desconcertados ante la espectacularidad de ese precioso cuerpo desnudo. Ángela tenía, además de unas bonitas tetas, un culo precioso y unas piernas de infarto. Sus ojos dilatados y sus labios abultados eran signo de su excitación y apenas podía mirarlos, porque Pablo no dejaba de regalarle descargas intermitentes.

  • ¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda? – dijo uno de esos chicos al ver que ella volvía a caer de rodillas en el suelo creyendo que debía estar bebida.
  • ¡Noooo graaciiaas estoooyyy biennn! – respondió ella entre gemidos, siguió gateando, apretando sus piernas y moviendo ese precioso culo.

En ese momento estaba dispuesta a todo, incluso que cualquiera de esos chicos, o los dos, se la follasen allí mismo en medio del pasillo, pero un gesto de Pablo al fondo, le indicaba que continuase hasta el final del pasillo. Los dos jóvenes permanecieron inmóviles observando como ella llegaba trastabillando sus pasos hasta alcanzar la habitación del fondo. Fijo que iban a tener una imagen imborrable de esa belleza desnuda.

Nada más cerrar la puerta, Pablo pulsó a tope y la chica volvió a caer desplomada arrodillada en el suelo y ahí mismo, arañando el suelo de la moqueta, tuvo otro intenso orgasmo. Nunca se había corrido tantas veces y mucho menos tan seguidas.

  • ¡Siiii jodeeer siiiii! – gemía entre espasmos sin poderse levantar.

El mando bajó totalmente la intensidad y Ángela comenzó a relajarse, mientras Pablo observaba orgulloso como todo iba saliendo según lo planeado.

  • No te quejarás, dos orgasmos casi seguidos. – dijo él riendo – además has dado un espectáculo en medio del pasillo… seguro que hoy más de uno se masturba a tu salud.

Frente a ella, todavía arrodillada recuperándose, Pablo soltó el cinturón y el botón de su pantalón, hasta que este cayó entre sus tobillos. Su polla estaba erecta y casi en total esplendor, ya que la mamada previa le había dejado altamente excitado.

Ángela alzó su vista, admirando la impresionante verga de más de dieciocho centímetros e incluso sorprendida por su tremendo grosor, sin duda el doble que la de su novio, logrando que se relamiese. Estaba tan excitada que aceptaría cualquier orden de ese hombre.

  • Supongo que te la has ganado. – dijo él con seguridad, señalando ese cilindro venoso y tieso, sabiendo que ella no se podría resistir ante esa tentación.

Acercando su mano a la erguida polla, Ángela comprobó su dureza y sujetándola por la base, pasó su lengua desde sus depilados huevos hasta la punta del capullo, logrando que él soltará un suspiro y ella mostrará su blanca sonrisa, orgullosa de devolverle ese placer.

Silvia, siguiendo las órdenes de él, le fue desnudando completamente, al igual que ella misma, librándose del vestido, mientras la chica lamía aquel miembro con total entrega.

La morena, sin poderse resistir y tras un gesto de él, se unió a esta felación y sus bocas empezaron una tremenda mamada a dúo, entremezclando las lenguas que se juntaban al final de su capullo, el cual, era cerrado por las dos bocas, en una lucha infernal de labios y lenguas. En un momento dado, el huevo volvió a subir en intensidad, lo que hizo que Ángela metiese la polla hasta casi el final de su garganta, Silvia, tras mirar a Pablo, empujó la cabeza de la chica, haciendo que aquella enorme polla llegase al final de su garganta. Una arcada desencadenó un terrible orgasmo en Ángela que empezó a temblar sin control, entre gemidos y toses.

  • ¡Jodeeer, jodeeer me vais a mataaar, jodeeer! – dijo soltando la polla y dejándose caer a un lado, desmadejada, desnuda y sudorosa.

Silvia continuó mamando la polla de su jefe, intentando tragar al máximo, haciendo sonar su garganta en cada embestida. Ni ella misma se creía poder tragar tanto… Pablo, muy excitado, agarró su moño sacándola de esa felación y haciendo que echara su cabeza hacia atrás mirándole fijamente, aun con sus babas colgando de la barbilla y cayendo por sus pechos. Cogiéndola por las axilas la subió sobre él, hasta que el cuerpo desnudo de ella se abrazó a su cuerpo, colgada de su cuello la besó con toda la intensidad.

  •  ¿En serio quieres que te folle? – le preguntó con su cara totalmente pegada a la suya.
  • ¡Sí! – respondió ella eufórica.
  • ¡Pídemelo! Quiero oírtelo decir…
  • ¡Fóllame, Pablo!, ¡por Dios! – exclamó.

Con un habilidoso movimiento, dando dos pasos hasta dejar la espalda de ella contra la puerta de la habitación, orientó su polla hacia el empapado coño, al que no le costó nada engullir esa dureza que él le clavó hasta el fondo.

  • ¡Ah, joder! – exclamó ella aferrándose con más fuerza a su cuello viéndose llena de polla.

Pablo empezó a follarla en volandas, contra la puerta, arrancándole varios gemidos en un vaivén incesante de embestidas fuertes y profundas mientras él lamía sus pezones.

  • ¡Ay, Pablo, qué gusto, Dios, sí, sí… jodeeeerr, que bien! – gemía Silvia cabalgando sin creerse estar colgada de ese cuerpo y clavándose su monumental verga.
  • ¡Joder Silvia, qué coño tienes, parece que me estás ordeñando! – repetía él, al notar como esos músculos vaginales se contraían en cada embestida.

Seguían danzando en un polvo salvaje ante la atónita mirada de Ángela que permanecía tumbada, todavía recuperándose de su orgasmo y observando con envidia lo que era ser empalada como lo estaba Silvia en ese momento. Viendo desde su posición como esa enorme polla abría su coño de forma increíble, debido a su grosor. Se veía claramente el anillo de los músculos de la vagina de Silvia adaptándose a una gruesa y venosa polla.

  • ¡Ah, sí, sí, siiii! – gritaba Silvia corriéndose y besando a su mentor que increíblemente aguantaba sin correrse a pesar de todo.

Cuando Pablo la dejó de nuevo en el suelo con sus piernas temblorosas en equilibro de sus tacones, tras esa brutal follada, recuperándose aún de su orgasmo, le indicó que ayudase a la rubia y ambas caminaron hasta la cama.

  • ¡Pablo, no te has corrido! – exclamó preocupada Silvia con su voz entrecortada.
  • Tranquila, todo a su debido tiempo. – repitió con su seguridad y entereza de siempre.

Ella sorprendida no se creía que un hombre pudiera tener ese poder de autocontrol viendo esa polla tiesa y babeante que acababa de regalarle uno de los mejores polvos de su vida.

  • Don Pablo, puede follarme y correrse donde quiera. – dijo de pronto Ángela, arrodillándose sentada sobre sus talones en una posición de sumisión total.
  • Quieres una polla dentro de ti, ¿verdad? – dijo él.
  • Sí, por Dios.
  • Bueno, te lo tienes que ganar. ¿Harás lo que te pida?
  • Sí, lo que quiera, haré lo que quiera… – exclamaba ella.

Él cogió el teléfono y hablando con recepción ordenó que Oliver, el botones acudiese a la habitación. Apenas colgó el teléfono, casi unos segundos después llamaba el chico jadeante a la puerta de la habitación.

Mientras Silvia y Pablo ocupaban el sofá, sentándose desnudos, él ordenó a la rubia que abriese la puerta, así, como estaba, igualmente desnuda. El chico volvió a tambalearse cuando descubrió que esa mujer joven era ahora la que le abría la puerta despelotada.

  • Hola Oliver… ¿Quiere usted perder la virginidad? – le preguntó Pablo sentado en el sofá.

El chico tras mirar las tetas de Ángela y luego el resto de su bonita anatomía solo pudo decir.

  • ¡Siii!
  • Bien, pues pase y Ángela, vaya desnudándolo.

La rubia obediente, sin poner una sola pega, despojó del uniforme al chico, primero su chaqueta, luego su camisa y al final sus pantalones, casi de forma precipitada y nerviosa, pues seguía tan excitada que estaba loca porque la follasen de una vez.

  • Oliver, ¿le gusta la idea de que sea Ángela la que le desvirgue? – preguntó de nuevo Pablo.
  • ¡Sí, señor!… ¡Gracias!, ¡Es un sueño! – repetía el chico admirando el precioso cuerpo de la rubia mientras ella le despojaba de su última prenda.
  • Bien, Ángela hágale una buena mamada hasta dejarle totalmente preparado, pero cuidado que no se vaya a correr. – ordenó don Pablo al ver a ese chico desnudo y con su polla en ristre.

Él, sirvió una copa a Silvia, que desnuda junto a él, empezó a pajearle mientras ambos observaban el espectáculo.

La rubia, acuclillada frente a ese chico, empezaba primero a lamer ese tronco venoso del joven, sin olvidarse de succionar sus huevos y luego empezar a tragarla hasta donde le permitía esa largura, logrando que alguna lágrima cayese por su rostro, pero estaba tan cachonda que sólo quería follar. El chico se tambaleaba entre suspiros, viendo como aquella boca le devoraba y se tragaba su polla por entero.

  •  Bien, para bonita, o harás que se corra… – ordenó Pablo.

El chico respiraba con dificultad, viendo como su polla llena de babas, salía de esa boquita.

  • Oliver, ¿está preparado para perder su virginidad? – preguntó de nuevo ese hombre, al que Silvia seguía masturbando lentamente.
  • ¡Síi! – respondió el otro sin dudar y sin creerse que iba a follarse a esa especular rubia.
  • Pues Ángela sácate el huevo y ponte a cuatro patas sobre el sofá. Esa era tu postura soñada, ¿no?
  • Sí, don Pablo… – respondió la otra obediente subiéndose al sofá de un salto junto a ellos.

El chico se acercó con intención de penetrarla… pero Pablo le detuvo.

  • ¡Un momento, joven! ¿Qué le parece follarse a esta diosa? – preguntó de pronto Pablo señalando a Silvia.

Ángela no entendía nada, allí postrada esperando ser penetrada, pues ella creía que iba a ser la receptora de esa polla en su coño de inmediato y, sin embargo, Pablo la seguía castigando, como prueba, como tortura o como la única forma de ganarse su confianza. Pero su coño seguía chorreando mientras veía que el chico, no era a ella a quien iba a follarse.

  • ¡Será un placer! – dijo el joven sujetando su polla tiesa por la base.

Siguiendo la orden de un gesto de don Pablo, Oliver se acercó al sofá, colocando su polla frente a ese culazo perfecto de Silvia que se había puesto en la misma posición que Ángela. El chico orientó su vástago… empujó y su capullo no tardó en entrar en contacto con sus labios vaginales.

  • ¡Adelante! – dijo Pablo – y tú Ángela, arrodíllate ahí bien cerca, quiero que veas desde abajo, bien cerca, como la folla.

La rubia, que seguía desilusionada y muy cachonda, se acercó obediente muy cerca y el botones con un golpe de cadera clavó su polla hasta el fondo de ese coño de mujer madura, que ya le había encandilado en la primera impresión. Se agarró a sus caderas y empezó a embestirla primero con suavidad, pero luego cada vez con más energía y fuerza, sin creerse que esos músculos vaginales atraparan su virgen polla, notando cómo Silvia se corría gracias a sus profundas penetraciones… descubriendo lo que era regalar un orgasmo a una mujer, teniendo su polla virgen alojada en ese coño tan increíble.

  • ¡No puedo más! – dijo él a punto de correrse mirando a Pablo.
  • Hazlo en su cara. -comentó sin inmutarse y señalando a Ángela.

El chico sacó su polla del babeante coño de Silvia y con solo girarse ante esa preciosa cara de la joven, empezó a escupir varios chorros sin parar, embadurnando todo su rostro…

El cuerpo tambaleante del botones parecía caerse de tantas sensaciones, como era la de haber perdido la virginidad en un coño increíble, cómo no dejaba de escupir chorros de semen sobre la cara de esa preciosa rubia.

  • Gracias, Oliver, puede vestirse. – fue la siguiente orden. – le llamaremos si necesitamos algo más.

El chico obediente recogió su ropa y se fue vistiendo, mientras Ángela seguía con su cara blanca de espeso semen, que se escurría hasta gotear sobre su cuerpo desnudo. Observando como ese chico salía de la habitación sin que le hubiese dado una buena y anhelada follada.

Siguiendo las órdenes de su jefe, Silvia lavó la cara de Ángela en el baño. La besó con ternura en los labios y la tumbó en la cama, colocando un cojín debajo de su cadera. Ella le iba calmando, sin dejar de acariciarla mientras Pablo iba atando a la chica a cada extremo de la cama, tanto sus brazos como piernas, quedando totalmente abierta y expuesta en forma de X.

CONTINUARÁ…

Javier & Sylke

 

Continúa la serie