¿No os ha pasado nunca que tienes tal calentura que no puedes esperar a llegar a tu casa para desfogarte con tranquilidad?

A mí no es que me pase a menudo. Suelo ser paciente. Pero una vez sí que fue muy difícil esperar y me dejé llevar.

Todo empezó cuando una noche salí de fiesta. No es que fuera nada del otro mundo, tomamos unas copas y bailamos hasta bien entrada la madrugada.

De repente me fijé en que un chico que estaba en la barra y no me quitaba ojo, me miraba fijamente y sonreía. Tampoco le dí mucha importancia.

Tengo un buen cuerpo, así que no es difícil que la gente me mire, tanto hombres como mujeres, por cierto soy bi.

Pero aquello era distinto y se notaba. De repente su mirada se transformó y no me miraba con curiosidad sino con lujuria.

Sus ojos me estaban devorando y se pasaba la lengua por los labios cada poco tiempo, imaginando lo que podría estar lamiéndome en ese momento.

Mis amigos no se dieron cuenta, pero yo poco a poco me estaba poniendo muy cachondo. Mi polla no se puso dura, pero un calor me estaba subiendo desde los huevos hasta la cabeza, y estaba seguro de que no tenía nada que ver con el alcohol que estaba tomando.

Cuando el calentón fue más grande que mis ganas de fiesta les dije a mis amigos que iba a intentar follarme al chico de la barra.

Ellos lo miraron con poco disimulo y se rieron. El chico desconocido llevaba una camisa negra muy muy ceñida que marcaba sus pectorales y por la forma que se veía en su paquete debía tener un buen rabazo.

Me despedí de mis amigos y puse mi mejor sonrisa acercándome a la barra. El chico me siguió con su mirada sin perderme de vista de mí en ningún momento. El chico sabía que yo iba a por él y la verdad era lo que buscaba.

La conversación no fue muy profunda. Me presenté y le pregunté su nombre y después de unas palabras estábamos los dos saliendo del local juntos.

Estaba muy claro que no buscabamos ser amigos, lo único que queríamos era follar y se notaba en nuestros gestos y miradas, en como nos tocabamos los brazos de forma nada disimulada.

Y entonces llegó el gran problema. Ninguno habíamos salido con coche. Yo había ido en el coche de un amigo y él me dijo que había cogido un taxi.

  • ¿Quieres que vayamos a mi casa? – Me dijo.

Mi respuesta fue inmediata y por claramente fue afirmativa. Su casa estaba más cerca que la mía y yo iba tan cachondo que me lo hubiera follado allí mismo y, cómo pude descubrir enseguida, él también lo haría.

Fuimos andando hasta la parada de taxis más cercana. En un momento dado el pasó delante de mi y yo pude observar con poco disimulo el maravilloso y redondeado culo que marcaban sus pantalones cortos.

No podía más y pensaba que culito respingón más bueno. Sabía que ese culito iba a ser mío en breve, pero no podía aguantar más.

A mi izquierda vi un portal de una casa abierto y no me lo pensé. Mi excitación era tan tremenda que mi polla hablaba por mi cerebro.

Así que cogí el brazo de Pablo que me había dicho que así se llamaba, y tiré de él, metiendonos los dos en el portal abierto.

Una vez dentro del portal mi boca se fue hacia la suya como solo un depredador hambriento con ganas de culo lo haría. Nuestras lenguas empezaron a jugar lo que provocó que mi pene se pusiera tan duro que casi se me sale por encima del pantalón.

No pude evitar bajar mi mano hasta su paquete y tocar su polla. Estaba tan dura como la mía, aunque se notaba que era algo más pequeña. En ese momento me quedó muy claro que esa noche era yo el que iba a dar rabo y no al revés.

Después de un largo morreo que duró minutos Pablo despegó su cara de la mía y me dijo:

-Aquí no, por favor me da mucha vergüenza, vamos para mi casa, que está al lado. Cogemos un taxi.

Al despegar mi boca de la suya me di cuenta de lo cachondo que me ponía aquel chico. Sin conocerle de nada me había excitado de una forma increíble. Mi cerebro ya no pensaba solo hablaba mi polla queria follar con él y estar los dos desnudos daba igual si en una cama o en el suelo, nosotros dos solos o e un parque donde la gente nos viera.

Así que respeté su pudor y su intimidad. Lo cogí de la mano y sin pronunciar palabra salimos del portal a la calle.

Poco tiempo después llegamos a la parada de taxis y nos metimos en el primer taxi que había, nos sentamos los dos en el asiento trasero. Él le dijo su dirección al taxista y éste arrancó el coche.

Yo conocía la zona donde vivía Pablo. Estaba a unos 10 minutos en coche si llegaba.

Pues bien, Pablo consiguió que esos 10 minutos de coche fueran uno de los momentos más excitantes de mi vida.

Yo me senté justo detrás del asiento del conductor y Pablo se sentó justo a mi lado.

No estaba detrás del asiento del copiloto, sino que estaba en el asiento central del coche, muy cerca de mí, pero sin rozarme.

No hablamos durante todo el trayecto. Lo único que queríamos era llegar cuanto antes a su casa para besarnos, desnudarnos, acariciarnos y follar.

El conductor estaba centrado en su trabajo, pero de repente se empezó a tocar.

Yo estaba tan caliente que me habría abalanzado sobre Pablo allí mismo, en el asiento trasero de ese taxi, y le habría cogido la polla con la boca sin preocuparme del taxista, pero si que me estaba tocando mirando al taxista fijamente.

Soy una persona prudente pero cuando estoy cachondo no hay quien me pare, pero pensé en Pablo y paré no quería un trio quería que llegasemos a su casa y desnudarlo y follarlo.

Pablo no era como yo creía, al hacerme salir tan rápido del portal donde nos habíamos magreado pensaba que era un chico muy pudoroso pero no, cuando llegamos al primer semáforo nos paramos y noté que su mano se había posado en mi entrepierna

Miré hacia mi derecha y pude ver como Pablo con una mirada pícara mientras no le quitaba ojo al espejo retrovisor había levantado su mano izquierda lentamente y la había depositado sobre mi paquete. Pablo empezó a acariciar mi paquete por encima del pantalón, muy lentamente, muy suavemente.

Los movimientos los llevaba a cabo con su antebrazo. Su brazo izquierdo todavía estaba pegado a su cuerpo. No había ninguna forma de que el conductor se diese cuenta de lo que estaba haciendo. Y mucho menos podría verlo ya que mi entrepierna queda justo detrás de su asiento.

Poco a poco Pablo subió la mano hasta mi barriga, pero se quedó justo sobre mi correa. Desabrochó la correa con su mano izquierda, y sin hacer ningún ruido metió la mano por dentro de mi pantalón.

En ese momento yo pegué un respingo.

No me atrevía a mirarme la entrepierna, pero notaba todo lo que Pablo me estaba haciendo, y me dijo al oído pero que tenemos aquí; al meter la mano por dentro del pantalón también había entrado por dentro del boxer, así que Pablo me estaba tocando la polla.

Por si no fuera suficiente con mi calentura previa, lo que me estaba haciendo el amigo Pablo me excitó todavía más, hasta el extremo que mi polla estaba tan dura que apretaba el pantalón tanto que parecía que lo iba a reventar.

Pablo cogió mi polla con su mano izquierda y empezó a masturbarme lentamente moviéndola arriba y abajo, con movimientos muy suaves y restringidos claro, ya que mi polla estaba todavía apretada por el calzoncillo y por el pantalón.

En ese momento me puse muy nervioso.

Mi excitación estaba llegando a unos extremos, aquel chico que acababa de conocer me estaba haciendo una paja, sentados los dos en el asiento trasero de un taxi.

Mi nerviosismo vino más por el hecho de que nos podían pillar que por la excitación en sí.

Entonces me di cuenta de que estaba más cachondo de la cuenta, y era por el hecho de que estuvieran masturbando en público y me pregunté ¿Es que me excitaba la idea de practicar sexo en público?

Pablo siguió frotando y masturbando mi polla. La agarraba bien fuerte mientras me la sacudía arriba y abajo dentro del pantalón, y al mismo tiempo con el dedo pulgar me estaba acariciando los huevos.

Estaba tan excitado que iba a correrme allí mismo.

Me removí inquieto en el asiento. Cerré las piernas apretándolas.

Pablo se dio cuenta de que su paja estaba teniendo unos efectos muy rápidos e intensos. Se giró y me miró con una carita de complicidad mezclada con lujuria.

Yo no sabía cuánto faltaba para llegar a su casa. Ya había perdido la noción del tiempo. Pablo controlaba mi polla, mi excitación y el resto de mi cuerpo.

Estaba a punto de correrme, iba a llegar al orgasmo; miré a Pablo y le hice un gesto con la cabeza.

Pero Pablo me sonrió y no paró. Siguió con su masturbación.

Y entonces sin darme cuenta me corrí. Ráfagas de placer me recorrieron desde mi polla hasta los dedos de las manos y los pies. Apretaba las piernas tan fuerte que podría haber roto el pantalón.

Un chorro de semen salió de mi polla y manchó mi calzoncillo y la mano de Pablo.

Y a Pablo no se le ocurrió otra cosa que sacar la mano y comerselo

Entonces el taxi paró delante de un edificio blanco. Yo me arreglé la correa como pude, pero no atinaba a abrochármela.

Pablo le pagó al taxista y salimos los dos del coche. Al salir me di cuenta de que tenía una mancha en la bragueta del pantalón.

El taxista se despidió con un gesto. No se había dado cuenta de nada. ¿O tal vez sí?

Pablo me miraba con expresión divertida. Entonces me dijo

– ¿Crees que te podrás recuperar para volver a empezar otra vez?

Yo solo pude asentir con la cabeza, mientras él me miraba y seguía sonriendo. Entonces subimos a su casa, nos desnudamos, y mientras que mi polla se recuperaba le recorrí todo el cuerpo lamiéndolo y le hice una mamada tan larga que cuando se corrió su semen salió con un chorro que casi llegó al techo.

Después de correrse Pablo, y como mi polla ya estaba otra vez en plenas condiciones, me lo follé de una forma tan salvaje que despertamos a todo el vecindario.

Yo me corrí dentro de su culo y él se volvió a correr a la vez que lo hacía yo, ya que lo había estado masturbando con mi mano derecha mientras me lo follaba.

Fue una gran noche aquella.

Nos corrimos dos veces cada uno y nos dimos nuestros números

Todo empezó en un taxi.