Capítulo 4
- Capítulo I La llegada
- Capítulo II El resto de la familia
- Capítulo III Al día siguiente
- Capítulo IV La institución para señoritas
- Capítulo V Margarita, La Flaca y Carlos
- Capítulo VI Julia conoce la finca
- Capítulo VII Jordana
- Capítulo VIII La reunión familiar
- Capítulo IX Don Gabriel, el cura del pueblo
- Capítulo X Carlos y Margarita ¿qué pasará con ellos?
- Capítulo XI D. José y Julia, a solas en la finca ¿o no?
- Capítulo XII La interrupción de Jordana
- Capítulo XIII Gertrudis
- Capítulo XIV Doña Maruja visita a Don Gabriel
- Capítulo XV El Domingo
- Capítulo XVI El cuartel
- Capítulo XVII El doctor y la enfermera
- Capítulo XVIII El dormitorio de Julia
- Capítulo XIX El convento
- Capítulo XX La revisión médica
- Capítulo XXI Sor Digna
- Capítulo XXII El Arcángel
En cuanto D. Gabriel salió de la casa y la abuela y su nueva madrastra se marcharon para las habitaciones, los mellizos cogieron sus cosas y, tras montarse en el Land Rover de su padre, cogieron rumbo para sus respectivos destinos: Carlos al instituto masculino del Pilar donde continuaba sus estudios a regañadientes, ya que lo que le gustaría era dirigir la finca con su padre, pero este aspiraba a que estudiara Derecho y se ocupase de los asuntos legales de la finca y resto de negocios de la familia. Marta en cambio quería seguir estudiando, pero tanto su padre como su abuela la enviaron a la residencia de Doña Maruja Diosdado, una solterona muy bien relacionada que tenía una institución donde “educaba” a jovencitas de las familias más influyentes o poderosas de la zona para convertirse en esposas ideales para los afectos al régimen del General Franco. La sumisión a los deseos del esposo era la filosofía vital de dicha institución y eso a Marta y sus amigas las amargaba.
La primera parada fue para dejar a Marta, que se bajó del todoterreno de su padre con su uniforme ridículamente infantil para la edad que tenía, con su faldita de cuadros tableada por encima de las rodillas, su blusa blanca y una chaquetita de punto azul marino a juego con unos zapatos sin apenas tacón, ligeramente acharolados, abiertos en el empeine, donde se abrochaban con una hebilla y que dejaban ver unos calcetines blancos calados, que le llegaban hasta las rodillas.
Nada más bajar y, después de despedirse de su padre y de su hermano, salió corriendo a saludar a sus amigas, Olga Gutiérrez y Lola Machado. Olga era algo más rellenita y le gustaba llevar la ropa una talla menos de lo que le correspondía, por lo que las blusas y faldas siempre amenazaban con reventar, pero como eso hacía que muchos chicos se fijasen en ella, lo potenciaba hasta la extenuación. Su padre era un influyente hombre de negocios que exportaba grano y harina a otras zonas de España y su madre era ama de casa. Lola por el contrario era mucho más tímida que Olga y Marta, y era la que intentaba ser juiciosa ante las locas ideas de sus amigas. Aunque tenía una cara muy linda y un cuerpo bien formado, su timidez hacía que se sintiera acomplejada ante los chicos. Su padre era el farmacéutico del pueblo y su madre era la responsable de la catequesis bajo la supervisión de D. Gabriel.
Al verse las tres amigas se abrazaron como si llevasen días sin verse, y Marta, sin darles tiempo a nada, les espetó ¡tengo madre nueva!
¡no jodas! Dijo Olga sin percatarse que había subido el tono de voz.
Señorita Gutiérrez, esa no es el lenguaje de una señorita, la espero en mi despacho al final del día…se escuchó la voz de Doña Maruja desde lo alto de la escalera que daba acceso a la institución para señoritas.
Mierda, que oído tiene la vieja, susurró Olga, claramente contrariada.
Eso te pasa por bocazas, replicó Lola, haciendo gala de su buen juicio, a lo que Olga respondió con el gesto infantil de sacarle la lengua…
Bueno vale ya, interrumpió Marta, visiblemente enfadada. Pues ahora ya no os cuento nada más.
No seas boba mujer, cuenta, cuenta…dijo Olga que era la más cotilla de las tres…
Se llama Julia, es jovencita, y ¡ya ha pasado la noche de bodas!
¡No fastidies! Y has visto algo? Insistió Olga
Que vaaa, me enteré al día siguiente en el desayuno, pero no pude hablar nada porque enseguida apareció Don Gabriel para la confesión…
Claro, ella es casada y por lo tanto ya debe confesarse con él, pensó en voz alta Lola… pobrecita…
Si, tanto ella como mi abuela salieron del dormitorio con evidentes signos de haber recibido una buena paliza, no me gustaría caer en las manos de D. Gabriel, me aterra dijo Marta.
A mí también se apresuró a decir Lola, una vez vino a mi casa en semana santa, solo estábamos mi madre y yo, mi padre estaba en la farmacia y el servicio había salido a hacer unos recados. Nada más llegar me hizo irme a mi cuarto, pero me quedé escondida tras la puerta y lo vi todo.
Cuenta, cuenta, dijeron al unísono Olga y Marta
Pues le empezó a echar un rapapolvo a mi madre porque se había equivocado en la lectura del encuentro del jueves santo, ¡ella, la jefa de la catequesis!, le dijo que aquello era un pecado mortal y eso… mi madre solo se arrodillaba y le pedía perdón y penitencia. En un momento dado no escuché lo que le decía solo sé que le puso la mano en la frente y ella después abrió un cajón del mueble de la sala y sacó una especie de látigo pequeño, con el mango de madera y tres cuerdas de cuero colgando y se dobló sobre la mesa de comedor agarrándose a los laterales de la misma. Después él le levantó su vestido y le bajo las bragas ¡y mi madre se dejaba hacer! Luego el estiró el látigo ese y comenzó a descargar golpes en el trasero de mi madre que los contaba en voz alta y decía ¡perdóname señor!
PLAS, uno ¡perdóname señor!
PLAS, dos ¡perdóname señor!
…
Yo no daba crédito
PLAS, cinco ¡perdóname señor!
PLAS, seis ¡perdóname señor!
…
Mi madre no lloraba, pero su culo…, ¡por Dios!, su culo se estaba poniendo rojo, rojísimo
PLAS, veinte ¡perdóname señor!
PLAS, veinticinco ¡perdóname señor!
…
PLAS, treinta ¡perdóname señor!
Mi madre ahí comenzó a hacer ruidos con cada latigazo, pero el muy sádico no se inmutaba
PLAS, treinta y cinco ¡perdóname señor!
…
PLAS, cuarenta ¡perdóname señor!
…
PLAS, cuarenta y cinco ¡perdóname señor!
…
PLAS, cincuenta ¡perdóname señor!
Con el último azote noté como el cuerpo de mi madre se relajó y el sacerdote le sobó las nalgas provocando en ella gemidos, parecían de dolor o molestia…¿pero sabéis una cosa chicas? Por un momento me dio la sensación de que le estaba metiendo un dedo en el culo y que le gustaba…fue muy raro concluyó Lola…
Después ella se arrodilló y le besó el anillo a D. Gabriel, que le acariciaba el cabello con la otra mano.
No sin dificultad mi madre se levantó y mientras se subía las bragas pude ver de nuevo el estado de su trasero, estaba totalmente marcado por líneas hinchadas rojas ¡tenía que dolerle mucho! Pero tenía una extraña mueca de satisfacción en la cara y el cabrón del cura no paraba de darle palmadas con la mano en el trasero…
¡Que sádico! Exclamó Marta visiblemente aterrada. ¡Yo no quiero confesarme nunca!
Anda que te crees tu eso…dijo socarrona Olga, por eso pasaremos todas, sin librarse ninguna…¡la confesión es sagrada!
La animada conversación de las jóvenes fue interrumpida por la campana de Doña Maruja que les indicaba que debían entrar para comenzar sus clases. Todas se pusieron en fila india y subieron las escaleras que daban paso a un hall señorial, lleno de tapices, alfombras y muebles de madera maciza que a la legua trasladaban la antigüedad y señorío de la casa.
Las muchachas siguieron su ritual mañanero de ponerse por orden de edades, nuestras tres protagonistas eran de las más mayores. Doña Maruja comenzó a revisar una a una a todas las muchachas empezando por las más pequeñas: manos, uñas, orejas, cabello, boca, uniforme y por último ropa interior. A partir de los 14 años las muchachas además debían bajarse las bragas para comprobar si tenían vello púbico. El lema de Doña Maruja era “una buena mata a tu marido atrapa” por lo que ponía especial énfasis en cuidar esa parte intima femenina. La revisión de nuestras tres protagonistas pasó sin incidencias, más allá de la vergüenza diaria que pasaban teniendo que desnudar su pubis y dejando que la solterona las manoseara.
El día transcurrió según el aburrimiento habitual, clases de bordado donde elaboraban su ajuar y la sábana conyugal, lectura y recitado de poesía, aprender a dirigir al servicio y nociones básicas de higiene y servicio al esposo con sumisión, obediencia y recato. La disciplina estaba muy presente en la institución, bien como método para corregir errores y faltas de las muchachas, pero también para que interiorizaran como serían castigadas por sus esposos cuando no cumplieran con sus deberes y como debían asumir con naturalidad dichos castigos ya que sus futuros esposos eran los garantes de su seguridad y bienestar, así como el pilar fundamental de la familia cristiana.
Hasta los diez años las muchachas eran azotadas delante de todas sus compañeras, poniéndose sobre las rodillas de Doña Maruja y desnudando sus culitos. Los azotes podían ser con la mano o con una zapatilla abierta por detrás, de color granate oscuro con una suela de goma a la que grotescamente había “bautizado” como “Doña Disciplina”. La institutriz aprovechaba los castigos a sus pequeñas alumnas para mostrar como debían educar a sus hijos en edad infantil. Los castigos más severos quedaban reservados al padre y cabeza de familia. Ese día “Doña Disciplina” había actuado en una docena de ocasiones sobre el trasero de cuatro desdichadas que o bien fallaron con el bordado o con la lectura. La directora golpeaba seco y rudo, sin importarle mucho la edad, por lo que no era extraño que las lagrimas resbalasen por las caritas de las infortunadas al ritmo que marcaba la famosa chinela.
A partir de los 10 años, los castigos eran privados en la biblioteca de la casa que ejercía como despacho de Doña Maruja, allí las chicas podían recibir azotes con la pala, la correa o incluso la vara de abedul.
Al mediodía todas comían en la institución, pero no era un tiempo de asueto, sino que se aprovechaba para impartir clases de protocolo, modales y saber estar ante diferentes situaciones y comensales, asimismo se aprovechaba para guiar a las muchachas en las diferentes maneras de montar una mesa dependiendo de la época del año y de las fiestas u ocasiones especiales…
Pues bien ese mismo día mientras estaban comiendo Lola pasaba sirviendo a las alumnas más pequeñas (todos los días se seleccionaba por parte de Doña Maruja a dos alumnas entre las mayores de 14 años para servir y ayudar al resto de alumnas), en eso la siempre infantil Olga, le dio un pellizco en el trasero que hizo que Lola exclamase un sonoro ¡Joder! Mientras hacía malabares para que las patatas que estaba sirviendo no se desparramasen por la mesa. Todas las alumnas comenzaron a reír, pero de fondo se escuchó la severa voz de Doña Maruja ¡señorita Machado, veo que es tan deslenguada como la señorita Gutiérrez, así que las espero a las dos en la biblioteca al finalizar las clases!
Glups Lola tragó saliva mientras dirigía su mirada furiosa contra Olga que le ponía ojitos de cordero degollado…
Pasaron el resto de las clases sin que ocurriera nada y, cuando llegó la hora de salir Marta les deseo suerte y les dijo que las esperaba en el patio.
Una vez que ambas jóvenes llegaron a la Biblioteca, llamaron a la puerta TOC, TOC , y una voz desde dentro les gritó. Siéntense en el pasillo, en seguida las atiendo.
Las dos “amigas” se sentaron, Olga miró a Lola y le dijo, “Jo lo siento, perdóname, no pensé que gritarías…” a lo que Lola replicó “si lo sabías, pero como eres una cabr… no querías que te castigase a ti sola…” la pequeña mueca que intentaba disimular en su rostro no hizo sino confirmar las sospechas de Lola que le prometió venganza…
Allí sentadas en el pasillo en dos sillas de un conjunto de cuatro que estaban dispuestas en hilera el tiempo parecía no correr, la espera se hizo eterna, ambas conocían muy bien cómo se las gastaba la Directora e inconscientemente ya empezaban a sentir el dolor en sus posaderas.
Esos pensamientos se detuvieron en seco cuando escucharon ¡Señorita Gutiérrez pase por favor!
Olga se puso en pie, se atusó la falda y se colocó bien la Rebequita que acompañaba su uniforme. Abrió la puerta y con paso firme se acercó a la mesa que presidía la Biblioteca, tras la cual se encontraba la solterona sentada en su inmensa butaca, con sus gafas apoyadas en la punta de la nariz y leyendo unos papeles.
Bien señorita Gutiérrez, una vez más aquí, ¿qué voy a hacer con usted?
Nada señora directora, yo…ya sabe …a veces se me escapa… pero estoy trabajando en ello…
Mientras Olga trataba de exponer un discurso exculpatorio sólido, con poco éxito todo sea dicho de paso, Doña Maruja se acercó las gafas, se levantó y abrió el cajón derecho de la mesa, de el extrajo una pastilla de jabón y una pala de madera rectangular de unos 50 centímetros de largo y como de un centímetro de espesor que Olga ya había probado en el pasado. A pesar de la mirada suplicante de la joven, la directora se fue acercando a la muchacha, la agarró del brazo y la hizo doblarse hacia delante tratando de que se agarrase los tobillos, cosa que Olga debido a su físico no lograba. En dicha posición le ordenó abrir la boca y le metió la pastilla de jabón, obligándola a morderla con los dientes. ¡para la boca sucia y sin lavar no hay nada como el jabón de fregar! Canturreó la vieja solterona que parecía disfrutar con el sufrimiento de la muchacha.
A continuación se dirigió a la grupa de la joven y le subió la falda hasta dejar al descubierto su trasero protegido por unas braguitas blancas de algodón con goma en la cintura y en las piernas. Lentamente le bajó las bragas dejando a la vista la marca de las gomas sobre su piel, señal de que le quedaban un poco justas.
Señorita, esto le ocurrirá con frecuencia con su futuro esposo y en ese momento usted deberá guardar la debida compostura, no abriendo sus piernas bajo ninguna circunstancia, debe mantener el decoro a pesar del sufrimiento, pero él, como cabeza de familia está en la obligación de educarla, guiarla y corregirla por sus faltas o errores.
Dicho esto comenzaré el castigo
PLAS
El primero por mal hablada
PLAS
El segundo por ordinaria
PLAS
Ummm um ummmm se quejaba Olga que con la pastilla de jabón no podía hablar…
PLAS
El cuarto por escandalosa
PLAS
Lola escuchaba desde el pasillo y reconoció la tabla en seguida, con cada golpeo un escalofrío recorría su espalda
PLAS
El sexto nos dice que ya ha cumplido la mitad del castigo… para todo tenía una frase la dichosa vieja pensó Olga
PLAS
El séptimo porque las palabras que empiezan por jod… son pecado
PLAS
Snif, snif gimoteaba Olga …
PLAS
El sonido era aterrador y las nalgas de la muchacha estaban poniéndose muy coloradas
PLAS
Con el décimo comenzó a arrepentirse de verdad de lo que le había hecho a Lola
PLAS
Con el undécimo concluimos la penitencia
PLAS
El duodécimo nos sirve de recordatorio para no volver a fallar… Este lo estampó con muchísima más fuerza que los anteriores.
Una vez finalizado el castigo, Doña Maruja le ordenó ponerse erguida, y le cogió la pastilla de jabón de la boca que estaba llena de las babas de la joven muchacha. Acto seguido le preguntó si había aprendido la lección y la muchacha entre sollozos y mientras se masajeaba las nalgas contesto que ¡Si señora directora!
Me alegra oírlo, que sepa señorita que en el momento en que el castigo concluya, es muy probable que su esposo desee ejercer con usted sus derechos matrimoniales, puesto que la fuerza es algo intrínseco al carácter masculino y varonil, por lo que se encontrarán en modo excitación de su ego y predispuestos a yacer con sus obedientes esposas. Aquí la esposa debe mostrarse dócil y sumisa y permitir que su esposo ejerza dicha autoridad de la manera que mejor estime, inclusive en la posición de castigo para demostrar su superioridad y ahí sí, ahí debe abrir sus piernas para facilitar el acceso carnal de su esposo ¿ha entendido señorita Gutiérrez?
Si, Doña Maruja.
Muy bien, vístase y haga pasar a la señorita Machado.
Olga se subió las bragas al tiempo que se arreglaba la falda. Tomo la salida e invitó a entrar a Lola que le dijo ¿Cómo estas ha sido muy duro? La vieja hoy tenía el día azotador, me lo ha marcado bien…
Lola suspiro y armándose de valor se encaminó hacia el centro de la biblioteca donde estaba Doña Maruja con la pala sujeta entre sus manos.
¿algo que decir señorita Machado?
Yo lo siento señora directora, no sé qué me pasó
Yo puedo imaginármelo señorita, ¿me va a decir quien fue la graciosa?
No sé de qué me habla Doña Maruja
Venga aquí, doblese. Y lola adoptó la posición que antes había tenido Olga
La experta directora le bajó las bragas con prontitud y se puso a buscar en sus nalgas hasta que encontró una pequeña marca roja que presionó con el dedo provocando un ayyy de la muchacha…
Esto querida niña es un pellizco, su reacción y su grito en el comedor este mediodía estaba claro que venía provocado por algo. Le doy dos opciones: me dice quien ha sido la “graciosilla” aunque tengo mis sospechas, la hago venir en su lugar y usted se libra del castigo; o bien no me dice quien ha sido en cuyo caso esta pala se estrellará seis veces sobre su trasero desnudo.
Lola sabía que no podía chivarse de Olga, además de ser su amiga ya había recibido una ración de azotes dura, si la volvían a azotar sería muy doloroso, así que decidió asumir el castigo, además seis azotes eran la mitad que los de Olga.
Lo siento señora directora, pero no sé lo que me pasó.
Está bien señorita, usted lo ha querido y comenzó con su discurso sobre el decoro y el separar las piernas durante un castigo para, a continuación indicarle que los contara en voz alta:
PLAS
Uno, gracias señora
PLAS
D…d…dos gr…gracias señora, el golpeo de Doña Maruja se parecía más al último de Olga, estaba siendo dura, muy dura con Lola, a pesar de que apreciaba su sentido de la amistad, no podía dejar pasar por alto que le ocultaran cosas.
PLAS
Ayyyy tr…t…tr…tre..tresss gr…grac….graci….graciasss s…se…señ….seño…señora… el dolor era enorme y Lola notaba los pinchazos de dolor en las nalgas
PLAS
Esto es lo que se siente en la penitencia cuando no se confiesa la verdad, le espetó Doña Maruja
PLAS
Aquí Lola ya había roto a llorar de manera desconsolada…
PLAS
El último supuso el fin de la pesadilla, Lola solo podía imaginar el castigo que había presenciado de D. Gabriel hacia su madre y se prometió a sí misma que nunca se casaría…
Doña Maruja mientras le ayudaba a incorporarse y como si le estuviera leyendo la mente le espetó: si usted señorita está pensando en no casarse para no tener una penitencia como esta, que sepa que todas las mujeres casadas o no mayores de 21 años tienen la obligación eclesiástica de purgar sus pecados. ¿le queda claro?
Si señora directora.
Muy bien pues hasta mañana.
Lola salió del edificio y en el exterior estaban Marta y Olga esperándola, ¿Cómo ha ido? Quería que me chivara del pellizco… ¿y lo has hecho? Preguntó Olga asustada…si lo hubiera hecho te crees que no podría sentarme…si lo hago te despelleja ese trasero gordo tuyo… Olga le dio las gracias mientras se sobaba el trasero por encima de la falda. Anda vámonos para casa y en el rio os veo las nalgas y os las refresco, dijo Marta, tratando de animar a sus dos amigas.
Las tres comenzaron el camino de regreso a sus casas caminando no sin ciertas molestias de las dos azotadas. Al rato llegaron a un pequeño riachuelo y allí fuera de las vistas de extraños y curiosos las dos muchachas se apoyaron en una roca y, poniendo sus culitos en pompa, dejaron que Marta les bajase las bragas y observase los destrozos causados por la directora.
Poniendo sus manos sobre las nalgas de las doloridas chicas noto el calor que emanaban sus culos y tomando su pañuelo lo hundió en el rio y así empapado del agua helada proveniente del deshielo de las montañas cercanas, se lo aplicó por turnos en cada una de sus nalgas. Tanto Lola como Olga agradecieron el frescor y pronto fueron recuperando la compostura.
En nada comenzaron de nuevo el camino de regreso a sus casas, la primera que se despidió fue Lola, a continuación Olga y por fin Marta continuó sola el resto del camino, no vivían muy lejos las unas de las otras y el trayecto era corto. Además no era raro que se cruzasen con una pareja de la Guardia Civil que siempre rondaba por esos parajes, ya que era zona de paso de jornaleros. Dicho y hecho, al momento aparecieron por el otro extremo del camino los dos Guardia Civiles que la saludaron cortésmente y le preguntaron si ya regresaba a casa, cosa que ella respondió afirmativamente. Siguió caminando y, a unos 100 metros divisó la figura de un muchacho dormitando a los pies de un árbol con una gorra de cuadros tapándole la frente y los ojos. Por la pinta era claramente un jornalero de los que acostumbraban a venir a pedir trabajo a la finca de su padre con la vendimia. Mientras se acercaba al lugar donde estaba el muchacho, Marta tropezó con una piedra y ésta saltó golpeando en una pierna al joven jornalero.
¡pero qué haces niñata! Gritó al sentir el golpe y dar un salto sobresaltado y ver a la joven delante de él.
Disculpe, ha sido sin querer comenzó a disculparse Marta, yo no quería…mientras se percataba de lo guapo que era el muchacho, moreno, con la piel curtida por el trabajo en el campo, camisa abierta y una mata de pelo no excesiva brotando de su pecho, unos ojos azules muy intensos y un cuerpo moldeado por el duro trabajo… yo, yo, tropecé, la piedra,… golpeó, saltó.., no mi intención, yo…Marta no articulaba…
Vale niña, vale…no me has tirado la piedra…lo tengo claro…no pasa nada…tranquila…me has pillado desprevenido y no sabía que pasaba se disculpó el también…
Él también se había percatado de la belleza adolescente de la joven, llevaba muchos días de camino pasando penurias y una visión como la de Marta le alegraba el día.
Me llamo Ramón, Ramón “el manco”, encantado. Hola yo me llamo Marta, ¿porque te llaman el manco si tienes los dos brazos? Porque mis compañeros de la cuadrilla dicen que tengo el brazo muy largo y cualquier día una chica me lo corta jejejeje y dicho esto alargó el brazo y agarró el culo de la joven por encima de su falda…
Eyyy sinvergüenza grito Marta intentando soltarle una bofetada sin éxito porque el joven jornalero la agarró por la muñeca, deteniendo el golpe y volteándola de manera que la espalda de la muchacha se apoyara en su pecho y ella presionase con sus nalgas la entrepierna del fornido trabajador que se estaba empezando a emocionar…y quien, apoyando su barbilla contra el hombro de la muchacha le estampó un beso en la mejilla derecha… ¡eres un descarado Ramón! Gritó ella, como te vea mi padre…
¡y a ti bien que te gusta zagala! Y dicho esto le espetó un sonoro azote en el culo mientras la separaba de nuevo de su cuerpo…ese azote encendió más si cabe la pasión de la muchacha por el joven,… Era tan fuerte y varonil, olía a sudor…a hormonas… ella de manera pícara se alejó del camino corriendo y el, entendiendo sus intenciones, miró hacia ambos lados del camino y, con calma comenzó a perseguirla…Pronto la alcanzó cerca de unos frutales, alejados de zonas de paso donde podrían estar más tranquilos…ella se dejaba seducir, no era la primera vez que jugaba con jornaleros pero este era el primero que de verdad le había despertado interés sexual…poco a poco notaba la excitación en la entrepierna…El jornalero, que no sabía el estatus de ella, vio la oportunidad de tener un revolcón con una muchacha de la zona y no la quería desaprovechar. En cuanto pudo comenzó a meterle mano, intentando manosear sus pechos. Marta se hacía la remolona, pero poco a poco fue cediendo para que le quitara la rebeca y la blusa, con cada botón desabrochado la excitación de la muchacha aumentaba. El manco comenzó a comerle la boca y sus lenguas y salivas se fueron entremezclando en una suerte de baile compulsivo que no hacia sino aumentar la excitación de ambos…
Llegados a este punto Ramón estaba a mil y se quitó la camisa dejando a la vista su peludo y fortalecido cuerpo quemado por el sol…el sudor que resbalaba por sus músculos encendía más el deseo de Marta que sin darse cuenta permitió que la mano del jornalero se colara bajo la falda, primero sobando su culo y luego notando como un dedo trataba de sortear el elástico de sus braguitas de colegiala para penetrar en su coño y, haciendo gala de una gran entereza, lo detuvo. ¡para, para, que soy virgen! ¿virgen? ¡no me jodas! ¡joder que calienta pollas estas hecha! ¡yo no soy eso! Protestó Marta, me gustas mucho pero no puedo perder la virginidad, mi padre y mi abuela me matan…
Ramón estaba sentado en el suelo a los pies del árbol con la espalda apoyada en el tronco, tenía un calentón importante y no sabía que hacer, su polla le pedía violarla allí mismo pero su cabeza le decía que no…¡no me puedes dejar así! Protestó el jornalero…¿sabes chupar una polla?
¡no te la voy a chupar, eso es de criadas y putas! replicó Marta
Vaya con la remilgada, y dicho esto la levantó y la puso sobre sus piernas boca abajo, le levanto la falda y le quitó de un tirón las bragas dejando su culito a la vista…cosa que encendió más su pasión e hizo que la verga se pusiera todavía más dura…
¿Qué haces? Preguntó Marta indignada y humillada
Enseñarte educación señoritinga, me la vas a chupar y además vas a aprender a no ofender ni a criadas ni a putas, dicho lo cual
PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS una batería de nalgadas cayeron sobre el desprotegido culito de Marta, las manos de Ramón eran grandes y duras y su golpeo seco y fuerte, dolía horrores…
Ayyy, Ufff, ayyyy, bruto, para, ayyy, no,… por favor…la resistencia de Marta fue exigua, al cabo de unos minutos era ella quien buscaba abrir su bragueta con las manos para extraer la verga y metérsela en la boca…En cuanto ella tuvo la polla en su boca “el manco” ralentizó los azotes, pero no los detuvo PLAS, ………..PLAS, ……………PLAS,…………….. PLAS, …………PLAS,……………. PLAS, ……………..PLAS, …………………..PLAS, …………………..PLAS, PLAS, ………………PLAS, ……………..PLAS, …………………….PLAS, ………………PLAS, para no ser ni una criada ni una puta pareces tener experiencia chupando pollas…Marta no respondió y siguió jugando con su verga entre sus labios, estaba totalmente excitada, con su entrepierna empapada y encantada de sentir los azotes de Ramon en sus nalgas…el castigo le estaba pareciendo delicioso…cada vez que le caía un azote la verga del jornalero se hinchaba, era acción y reacción, así que ella supo que también le estaba gustando…excitados como estaban ambos, el jornalero dejó de azotarla y puso su mano en la entrepierna de la muchacha que estaba totalmente empapada y agarrándole la cabeza por el pelo para evitar que pudiera moverse, comenzó a bombear su semen dentro de la boca de la muchacha, que apenas podía respirar…
Ahhhgggggg abrió la boca de repente soltando una pequeña arcada, cuando él le soltó el pelo… ¡pero que cerdo eres! Protestó la joven…
¿quieres que te vuelva a poner en mis rodillas? Dijo Ramón (quien por la expresión de la joven sabía que le había gustado)
Noooo, vale, vale, tienes razón, me lo merezco… ¿estamos en paz? Preguntó Marta
No, no lo estamos, el que seas virgen no implica que no podamos hacer otras cosas…
¿Qué otras cosas?
Ya lo verás mi niña curiosa…no te preocupes que estaré aquí todo lo que queda de año…
La idea de que se quedase iluminó el rostro de la joven que se había girado y tenía su cabeza apoyada en el pecho de su fornido acompañante ¿De dónde eres Ramón?
Mi cuadrilla y yo venimos desde Galicia.
Galicia, no jodas, vaya coincidencia, mi madrastra es gallega.
Entonces será buena gente. ¿sabes que para presumir de señorita eres muy mal hablada?
¡que susceptible hijo! De mi madrastra no sé nada, apenas la conozco. Llegó ayer ja,ja,ja,ja. Pero bueno ahora me tengo que ir sino tus azotes serán el menor de mis problemas, no conoces ni a mi abuela ni a mi padre…
Ambos se fundieron en un abrazo y sus bocas se morrearon con pasión adolescente. Ramón ayudó a la joven a subirse las bragas y arreglar sus ropas y la acompañó hasta el borde del camino. Marta, miró a ambos lados del camino, se aseguró que no venía nadie y se puso de puntillas para estamparle otro profundo beso mientras el se aprovechaba de la posición de la joven para agarrarle con fuerza su culo y estrujarlo entre sus manos. Después se separaron y ella continuó caminando hasta casa sin poder quitarse de la cabeza a su “príncipe jornalero”…