Capítulo 1
EL INICIO DEL TORMENTO
MARTES 7 DE SEPTIEMBRE DE 2010
Nada más entrar en el coche, Elsa se descalzó los tacones y sollozando mientras daba un suspiro, estiró los deditos de sus pies viéndolos a través de la tela negra de las suaves y delicadas medias de nylon. Su padre se sentó a su lado y dio órdenes a Andrei, su enorme chofer particular, de que arrancara. A continuación, miró a su hija sonriendo.
-Ya está cariñito, ya ha acabado. – dijo el hombre palmeando el muslo de la joven que sobresalía de su falda de tubo mientras sentía en sus dedos la sedosidad del nylon al acariciarlo – ahora a casa a descansar que mañana empiezas el colegio.
La chiquilla asintió dejando derramar unas lágrimas por su joven rostro. Acababan de terminar el sepelio de su madre en el tanatorio, y después de un día entero con el vestido negro y los tacones, estaba cansada física y mentalmente, y para rematar, mañana empezaba las clases en su nuevo colegio.
Su madre había fallecido hacía tres días tras meses enferma, con apenas cuarenta y cinco años recién cumplidos. Elsa y sus padres se habían mudado hacía cinco meses a una casa nueva en una lujosa urbanización tras ser su padre ascendido con cuarenta y nueve años a comisario. Mañana era su primer día en su nuevo colegio, un centro en el que a pesar de que únicamente se da bachillerato, hay que llevar uniforme; nuevo colegio, nueva ciudad, nueva vida… si, nueva vida, aún no sabía hasta cuanto de nueva la pobrecita.
Entraron en la urbanización tras pasar el control de seguridad. En su garita, el gordo vigilante de seguridad abrió la barrera al reconocer la matrícula del coche saludando a sus ocupantes y a unos quinientos metros, el vehículo se detuvo ante el imponente chalé de tres plantas y sótano. Al pararse el coche, el padre de Elsa quitó la mano del muslo de su hija, donde había estado todo el viaje acariciándolo suave y delicadamente, y cogió los tacones de la chiquilla.
-Sal descalza. Son solo unos metros, y vendrá bien a tus pies cansados.
La chica asintió, salió del coche despidiéndose del chofer que la sonrió y fue hasta la puerta, donde esperó a su padre, que se entretuvo unos minutos en el coche charlando con el chofer. Elsa escuchó una risotada que soltó Andreí y después vió salir a su padre, pero quedándose ahora charlando un poco más con Andréi asomado a la ventanilla del chofer. Elsa notaba el frío asfalto en sus pies tras la tela de las medias, y aunque sí es cierto que la calmó el dolor que sentía por haber llevado todo el día los tacones, la pobrecita encogió los deditos un par de veces.
Su padre llegó por fin junto a ella y tras llegar a la entrada del chalet, abrió la puerta de casa, entraron y Elsa suspiró.
-Me voy a acostar papá. Mañana quiero estar temprano en el colegio.
-Vale cariño, pero espérame un segundo en mi dormitorio, quiero hablar contigo de algo.
– Vale. Pero antes déjame ir al baño, necesito orinar.
– Si, lo que quieras, pero no te pongas el pijama aún, preciosa.
El hombre sonrió y le dio una palmada cariñosa en el culo a la chiquilla que le devolvió la sonrisa.
-Está bien papi.
Elsa, que no entendía muy bien la última petición de su padre, estaba deseando ponerse el pijama y acostarse, subió las escaleras ante la atenta mirada de su padre que se relamía los labios mientras notaba como empezaba a tener una erección.
Cinco minutos después, el padre esperaba sentado en un sillón de piel que había en su habitación. Con las piernas bien abiertas, bien separadas, observaba la puerta por la que poco después asomó Elsa, con la cara roja y lágrimas en los ojos. Había vuelto a llorar en el baño, y todavía sollozaba. La chiquilla aún no se había cambiado de ropa, tal y como le había pedido su progenitor y seguía con su ajustado vestido de tuvo y las sedosas medias de nylon color negro.
-Me voy a acostar papá… ¿Qué querías decirme? – susurró Elsa, sin saber lo que la esperaba.
-Ven aquí cariño.
Elsa, despacio, arrastrando sus pies descalzos, fue hasta su padre. Este, sonriente, la hizo sentarse en sus rodillas, la joven, sonriendo, pero sin poder dejar de llorar la joven se sentó y le abrazó.
-Ahora tú eres la mujer de la casa, así que tú has de ocupar el lugar de tu madre – dijo dándole unas palmaditas en su muslo – Y eso implica comportarte dignamente, como ella, y hacer lo que ella hacía.
Y sin darse cuenta de lo que pasaba, Elsa notó como su padre metía su mano por dentro de su falda y acariciaba su entrepierna por encima de la tela de las medias y las braguitas. Rápidamente, la pequeña se soltó de su padre asustada, tratando de levantarse gimiendo y sollozando, con la cara descompuesta, pero este se lo impidió abrazándola contra él. La muchacha, aterrada, llorando, quiso apartar la mano de su padre de entre sus piernas pero no pudo; estaba a punto de chillar cuando su padre se detuvo y le tapó la boca con la mano que hacía unos segundos estaba entre sus piernas.
-Si chillas será peor, y nadie te creerá. –dijo sonriendo –ahora soy el comisario.
Y sonriendo, viendo los ojos de terror de su hija, el hombre volvió a meter la mano entre las piernas de Elsa que empezó a llorar desconsolada y temblando, notando como su padre acariciaba su entrepierna, su rajita del sexo, por encima de su ropa, sin poder evitar sentir placer al cabo y empezar a humedecerse dejando caer las lágrimas de sus ojos por su rostro cada vez más descongestionado mientras su padre hurgaba más y más hasta meterse por dentro del elástico de sus medias y después de sus braguitas, acariciando el pubis cubierto de vello y el coño de su hija y metiendo sus dedos despacio entres los prietos pliegues de su cada vez más húmedo sexo haciéndola llorar y encoger los deditos de los pies mientras el hombre sonreía con lascivia relamiéndose de placer..
Tras diez minutos, la hizo levantarse y desnudarse ante él. Elsa, que no había podido evitar correrse varias veces mojando la mano de su padre, gimiendo, llorando y temblando obedeció. Su padre, mientras se relamia la mano saboreando el nectar de su hija, sonrió al ver como el largo cabello negro caía sobre sus hombros y trataba de taparle los pechos pequeños, y como el rebelde vello negro inundaba su pubis tapando la entrada del placer de su virginal coñito adolescente.
-Tendremos que cortar ese pelo. Tiene que dejarte libre los pechos, así que habrá que hacer algo con él más tarde… Mañana tal vez. Ahora – dijo levantándose y bajándose los pantalones y los calzoncillos ante la mirada de Elsa que no podía dejar de llorar y temblar mientras su padre, a continuación, se quitaba la camisa quedándose tan desnudo como ella y sentándose de nuevo en el sillón de piel.
-Ahora, – siguió diciendo el hombre – ven aquí, arrodíllate ante mí y cumple como cumplía cada noche tu madre desde que la preñé de ti. Hazme una mamada, pero bien hecha, hasta el final, hasta que mi leche te baje por tu garganta y te llene el estómago. Hazme una buena limpieza a fondo.
Elsa, reprimiendo una náusea se quedó quieta donde estaba sin saber qué hacer, de pronto sintió unas terribles ganas de orinar, a pesar de que ya había hecho pis hace unos minutos, pero se contuvo, estaba muerta de miedo. Arrastrando sus pies, llorando, temblando, llegó hasta donde estaba su padre, sentado, con las piernas abiertas y se arrodilló ante él.
La pobre muchacha no sabía qué hacer. Sabía a qué se refería su padre, lo sabía por algunas revistas que había visto en su antiguo colegio con sus amigas, y por alguna película porno que habían visto a escondidas. Ella, ya tenía claro desde hace mucho que le daban asco las pollas, a ella le gustaban los coños, y de hecho ya había probado uno, el de Rocío, su mejor amiga en su anterior colegio. Quizás, se dijo, sería parecido, y quizás, su padre estaba hoy demasiado afectado, y enajenado para darse cuenta de lo que hacía, se dijo llorando ante la visión de la flácida marrón y arrugada polla de su padre que sobresalía de entre sus huevos y su pubis de vello rizado y moreno.
-¿A qué estás esperando? ¡EMPIEZA! –ordenó su padre y cogiéndola de la cabeza con una mano y su polla con la otra, acercó una a la otra. Elsa, llorando, abrió la boca e introdujo el miembro en su boca.
Gimiendo, Elsa empezó a mover la cabeza llorando y sollozando, succionando, pasando su lengua por la punta y la superficie de ese miembro que, aunque no parecía posible, empezaba a crecer por momentos llenando su boca hasta hacerla querer vomitar mientras su padre la cogía las manos y la obligaba a pasarlas por sus pelotas.
-Acarícialas, sácatela de la boca y pasa la lengua por toda la polla y lame también las pelotas de papi.
Sollozando, Elsa obedeció, lamió la polla de su padre y sus pelotas durante un minuto y después, a una nueva orden, volvió a meterse la polla en la boca y siguió succionando entre lágrimas, notando como la polla se hinchaba más y más y como su padre se tensaba.
-Oh dios… oh dios, oh diossss….. – el hombre, gimiendo, agarró la cabeza de la chiquilla y la presionó contra si, notando como golpeaba con su pene su garganta – Me viene ya, me vieneeee… Me corro, me corro me corr….
Una oleada de un torrente espeso y amargo inundó la boca de Elsa, que se sacó la polla de inmediato escupiendo la corrida de su padre y vomitando inmediatamente después en el suelo de parqué sobre el que estaba arrodillada hasta hacía unos instantes, levantándose al momento; jadeando, sollozando, la chiquilla pisó su propio vómito, trastabilló hasta caerse de culo y se puso a llorar.
-¡CERDA! –se levantó su padre hecho un basilisco. –¡TENIAS QUE TRAGARTELO, AHORA VERAS!
Y levantándola en volandas agarrandola de los pelos haciéndola chillar y patalear, a rastras, se la llevó a la cama, la puso sobre sus rodillas y la estuvo azotando el culo con la palma de la mano entre gritos y llantos durante largo tiempo, sin poder saber la cantidad de azotes dados, dejándole el culo tan rojo, escocido y marcado que hasta a él le dolía la mano.
Cuando acabó, estuvo acariciándolo varios minutos mientras aprovechaba para acariciar la raja de su coño, notando humedad en él, y teniendo de nuevo una erección.
– Vuelve a chuparmela, y tragatelo, o tendré que volver a azotarte.
Pero Elsa no se lo pudo tragar, aunque la corrida había sido menos copiosa, en cuanto sintió el tibio y amargo caldo en su boca, vomitó de nuevo, y la pobre Elsa, volvió a sentir la mano de su padre en su culo de nuevo, dejándolo terriblemente escocido hasta la saciedad, hasta el hartazgo del hombre.
Tras limpiar sus vómitos del suelo, Elsa, sin dejar de llorar y de temblar, se dió una ducha y se acostó en la misma cama que su padre, desnuda, junto a él, llorando, con el culo ardiendo, rojo, incandescente, sintiendo como su padre se frotaba contra ella hasta quedarse dormido mientras acariciaba con una mano su coño y su pubis y con otra sus tetitas, pellizcando sus pezones hasta dejarlos tan irritados que solo el roce de las sábanas le dolía.
La pobre chiquilla apenas durmió esa noche.
A la mañana siguiente pensó en denunciarle.
-Eres un cerdo. – le dijo llorando cuando la obligó a meterse en la ducha con él. – Pienso denunciarte.
El hombre la azotó el culo, Elsa sollozó, y bajo la ducha, pegándose a ella, su padre empezó a susurrar en su oído mientras se frotaba contra su culo y manoseaba sus tetas pellizcándolas con saña, estirando de sus pezones, haciéndola llorar y gemir de dolor mientras con otra mano manoseaba sus labios vaginales y apretaba y tiraba de su clítoris.
-Nadie te creerá –la dijo sonriendo metiendo ligeramente la punta los dedos en su coñito y sin dejar de pellizcar los labios y el clítoris mientras con la otra mano seguía con sus tetas y pezones hasta amoratarlos – te tomaran por loca y creerán que todo se debe a la muerte de tu madre – siguió diciéndola pasando su polla entre sus muslos desde atrás, asomando la punta por la parte delantera, sintiendo como ese enorme miembro cuando estaba erecto acariciaba sus labios vaginales sin metérsela, sobresaliendo la punta por entre ellos, asomándose entre su mata de vello púbico de forma impúdica – y acabarás encerrada en un manicomio, drogada cada día, y siendo violada constantemente por los doctores, enfermeros, y hasta por mi cada vez que te vea, te aseguro que me encargaré de ello.
Y llorando, temblando, Elsa cerró fuertemente los ojos mientras su padre frotaba su polla entre los muslos de la chica hasta correrse
Elsa fue al colegio en el metro, hecha un manojo de nervios, como una autómata, sin hablar con nadie, casi sin saber cómo.
La chiquilla tardó tres días en tragarse el semen, tres días en los que su padre siguió azotándola el culo después de que ella vomitara todo tras sentir la corrida en su boca. El segundo día los azotes fueron de nuevo con la mano, pero el tercero, con el culo ya morado y negro de los azotes acumulados, fue con el cinturón, y fue tan salvaje y duro que debido a la acumulación de golpes y morados que llegó a sangrar en algunos puntos. Todas las veces, los azotes fueron hasta que su padre se cansaba, sin tiempo establecido, sin límite de azotes, sin llegar a poder saber nunca cuántos…. decenas, seguramente, más de cien, solo hasta el cansancio, dejándola un culo tan irritado, amoratado, y escocido, que apenas podía sentarse en el pupitre del colegio y solo el roce de la ropa le hacía sollozar..
Tras esos tres días, Elsa, empezó a tragarlo todo, e incluso se pasaba la lengua por los labios, llorando, recogiendo hasta la última gota, saboreándolo, pero siempre entre lágrimas.
Una semana después, una semana de chupar y tragar semen de papá, una semana libre de azotes pues mamaba como una puta ya, una semana en la que por las mañanas se duchaba con su padre y le sometía a los mismos tocamientos hasta amoratar sus pezones e irritar su coño, la pobre no podía sospechar que su tormento, ni siquiera había empezado y que su culo, y su cuerpo, apenas habían empezado a sufrir.