A orillas del Tormes conocí a José, primero mi novio y ahora mi marido.
De novios, como todas las parejas, él siempre andaba buscando y atacando, y una servidora defendiéndose unos días, tolerando otros, y colaborando en lo posible en las cosas del amor.
La raja de mi conejo le estaba vetada. Sólo podía pasear su dedo de arriba a abajo, con las bragas puestas, hasta que me notaba mojada y me reprimía quitando su dedo de allí.
Entonces aliviaba a mi desesperado José con una manola a toda velocidad, su capullo aparecía y desaparecía entre mi mano hasta que su leche saltaba al suelo de cualquier rincón oculto.
Cuidé como buena moza de mi virginidad hasta el casorio.
Después de la boda aprendí, en especial los lunes que era el día del lavadero colectivo, que las casadas con experiencia eran capaces de hablar del mundo oculto del amor: jodiendas en distintas posiciones, chupar la minga del marido, dejarse dar por el culo, de que te chuparan la pepitilla, de fingir si no se tenían ganas, etc..
Llegaba a casa tan salida que casi siempre me tumbaba en la cama y me metía los dedos hasta correrme una o dos veces. Lo que más me excitaba era pensar que mi José me chupaba el conejo y yo me corría en su cara.
Cuando quedé preñada se lo dijimos a nuestro Padrino, que era un hombre de unos 50 años muy poderoso y respetado en el pueblo.
Hace años había colocado a mi marido en la fábrica de embutidos y mi José le reverenciaba como a un patriarca, habría hecho cualquier cosa que el Padrino le pidiera.
-¡Felicidades, pareja! Oye, José, ¿ Y será varón o hembra? -preguntó él.
– No lo sé. Hay que conformarse con lo que venga,
– Pero, ¿es que no lo sabes todavía?- dijo con voz misteriosa
– No.
-¡Entonces es que no le has lamido la raja a la María!. Es nuestra costumbre. Si el gusto de la almeja al medio día es salado como el bacalao, será varón; mientras que si el gustillo resulta dulce y penetrante como el requesón fermentado con miel, podéis esperar una hembra.
Nos quedamos helados, mi anhelo más oculto desvelado y mi marido mirándome con ojos de carnero a medio degollar.
José bajó la vista mientras tras un corto silencio de hielo contestó al Padrino que no lo había hecho nunca porque no lo sabía pero que le parecía que hacer eso era cosa de animales.
El padrino me miró a los ojos como si me desnudara con su mirada. Con nuestros ojos mirando al suelo, habló alto y claro.
Esta costumbre se remonta a muchas generaciones, si tú no quieres hacerlo lo haré yo, quiero conocer si mi nuevo ahijado va a ser niño o niña.
José respondió con voz de ultratumba que se haría como él dijera.
– Está bien José, yo te avisaré para que estés presente, por supuesto que esto quedará guardado con un pacto de silencio.
Y diciendo estas palabras salió de nuestra casa, con paso firme tal como había entrado.
No volvimos a hablar del tema, esa noche José bebió vino en la cena aunque nunca lo hacía. Me jodió furiosamente pero después se durmió y no volvimos a hablar del tema.
A los pocos día el Padrino vino a mi casa para decirme que José no vendría a comer pues tenía que sacar adelante el trabajo de la fábrica.
Le hice pasar y le invité a compartir la mesa conmigo mientras le servía un buen vaso de vino mientras yo me pegaba un buchecito en la cocina.
– María, la verdad es que, aparte de la buena comida y la bebida que compartimos, estoy seguro que te gustaría saber si lo que llevas en tus entrañas es niño o niña, verdad.
El Padrino se había encargado de servirme más vino del que estaba acostumbrada a beber, estaba casi borracha y le respondí sin pensar en las consecuencias de mis palabras.
– Sí Padrino. José nunca me hará eso, el piensa que es una guarrería, pero yo soy muy limpia. Sólo me jode y el domingo me la mete por atrás.
– Anda María, quítate las bragas y déjame que te lo huela y lo lama. Voy a adivinarlo y así lo sabrás antes que tu estrecho marido. En otro momento quedaré con él para volver a repetirlo con su presencia, pero tú te mereces saberlo antes.
Estaba avergonzada por dos cosas, no llevaba bragas para andar por casa y no sabía si se me notaría lo cachonda que estaba. Seguro que estaba mojada y era capaz de correrme en cuanto me tocara con su lengua, tampoco podía volverme atrás así que no me corté.
– Padrino, no llevo bragas para andar por casa. Mire.
Y levantándome las faldas le enseñe mi chochete.
Con mirada de sátiro me cogió por el brazo y me tiró a un sillón. Se arrodilló y empezó a oler y a pasar la lengua como un perro salido.
No aguanté ni tres minutos al hacerse realidad mis anhelos, me corrí, me desmayé y me volví loca de gusto. Hasta que unas gotas de agua en la cara me devolvieron a la realidad.
– ¿Cómo te encuentras ?
– Algo aturdida ….. y mareada por el vino …..
– Pues lo siento pero no me he enterado de nada. Te has corrido de una manera tan intensa, que me parece que hasta te has meado.
Te veo muy necesitada de sexo… parece que Jose no se entera de lo hembraza que eres- y diciendo esto se sacó la picha poniéndola a la altura de mis ojos borrosos. Su capullo me miraba con su gorda cabezota colorada, estaba dura, no tan tiesa ni larga como la de mi marido pero sí muy gordota.
– Mira como me has puesto, seguro que nunca te has comido un rabo. Me la vas a mamar como yo te diga y luego te voy a follar por el culo aunque no sea domingo.
Su voz era tan convincente que me sentí un juguete en sus manos. Por otra parte quería disfrutar de todas aquellas otras cosas de las que hablaban las casadas.
Cogí su miembro con una mano mientras que con la otra acariciaba sus gordos cojones, abrí la boca y me incorporé hasta que todo su capullo entró en mi boca hasta llenarla de carne.
– Vas a probar el sabor del macho viejo, cómetela con hambre de dos semanas, sácame el jugo del tuétano, so puta. Vas a alimentar a tu retoño con mi leche. Yo me he comido tu corrida y tus meaos y tu te vas a tragar mi lefa. Chupa fuerte . Arggg Argggg….
Se corrió con un torrente mientras me empujaba por las orejas contra su vientre. Se corrió con toda su minga en mi boca, se vertió directamente en mi estómago mientras casi me atragantaba con su cipote.
La sacó chorreante y no pude reprimir una arcada. Él se agachó y me metió la lengua en la boca, compartiendo su leche espesa y amarga.
Después se puso en pié como si nunca hubiera pasado nada y me dio que guardara silencio sobre lo que allí había sucedido.
– La próxima vez, adivinaré si es niño o niña y luego para celebrarlo te daré por culo en presencia de tu marido, si te corres o te meas en mi boca cuando te chupe el chumino, volverás a probar mi leche esta vez en la intimidad…
Y saliendo por la puerta tal como había entrado, me dejó tirada en el sillón sin apenas poder moverme. !Qué hombre !
Al domingo siguiente y con la autorización de mi marido, el Padrino llegó a casa para lamerme el chochete.
Por primera vez de una manera “oficial”.
– Será un chico, pues lo tiene salado -dijo, luego de realizar el simulacro y ya sin tapujos seguir con la chupada.
Lo más cortante fue que al lamerme comenzó a salirme del culo la leche que una hora antes había depositado mi marido con su rabo de domingo.
El padrino era goloso y el muy guarro no dudó en llevar la lengua hasta el ojete picándomelo como si de un carajo se tratara.
Me corrí como una puta sin poderlo evitar allí delante de mi marido.
– Así que no se lo chupas pero bien que se la endiñas por el culo, he chupado tu leche de su ojete abierto, Has visto como se ha corrido de gusto, tu mujer necesita algo más. Vas a tener un varón pero voy a enseñarte como se folla un culo de bandera, que seguro que no lo haces bien.
Mi marido a estas alturas estaba rojo y con los ojos bajos, un bulto enorme se le notaba bajo su pantalón de pana de los domingos.
– Venga sácate la picha y menéatela mientras se la meto a tu María, si te fijas y aprendes bien se la meterás por el coñete hasta que se corra de gusto, pero primero mira esta enculada….
Y allí de pié delante de mi marido, me la metió en el trasero, enseñàndole a el como debía hacerlo.
A mí me enseño a mover el pandero; además me tocaba la pipa hasta llevarme al delirio, me enseñaba a ordeñarle el capullo. Entre los dos me estaban agrandando el ojete.
El Padrino se corrió dando fuertes alaridos. Mi marido se la meneaba con cara de alucinado.
La sacó de mi ano y cogiendo a mi Pepe de su cola me la enchufó en el ojete abierto y lleno de leche.
Me volví a correr sin tocarme. Mi Pepe dio tres culetazos y soltó toda su carga lechera en mi muy visitado pandero,
Eso fue el principio, desde entonces trabajé limpiando la casa y la polla del Padrino hasta que mi preñez lo permitió.
Mi Pepe me follaba como un loco pero era con mi Padrino cuando realmente disfrutaba, me meaba de gusto cuando me lamía la almeja y con el tiempo llegué a apreciar el sabor de su leche en la garganta.
Por fin llegó el parto y nació un varón tal como el Padrino había adivinado con su experta lengua.
Muchas otras cosa pasaron pero eso ya es tema para otra historia…