Mi nombre es Arturo Sánchez, tengo 26 años y 3 de casado. Mi esposa, Sandra, es una mujer espectacular, morena de 24 años, cabello negro y lacio hasta los hombros, es delgada, pero con unas formas sensacionales. Tiene un par de piernas largas y bien torneadas, una cintura cerrada y unos senos pequeños, firmes y con unos pezones lindos.
Mi historia comienza hace un año. Desde mi vida de soltero yo me había hecho muy afecto a las películas pornográficas en las que aparecía una mujer con dos o más tipos haciendo el amor. En contadas ocasiones, mientras tenia sexo con mi esposa le había comentado que me gustaría verla tener sexo con otro hombre.
Durante esos momentos, me contestaba que también a ella le gustaría, sin embargo, al terminar nuestras sesiones, abordaba nuevamente el tema para decirme que eso solo viviría como una fantasía que jamás la volveríamos realidad, que le daba mucho miedo lo que pudiera pasar después. Mi desilusión era mayúscula cada vez que la oía decirme eso, pero hasta el momento, me conformaba con fantasear con esas escenas que vivían en mi mente.
El día de su cumpleaños número 24, tome la decisión de llevar a cabo mi fantasía, así que tome el periódico e hice unas cuantas llamadas. La cita estaba hecha para las 9:30 p.m. en la dirección que les indique. Después, llame a mi esposa y le pedí que se arreglara, pues esa noche sería una noche espectacular. Desde esa hora hasta las 7pm que es mi hora de salida, conté los minutos que faltaban para llegar a mi casa.
Llegaron las 7pm y sin perder un solo instante salí rumbo a mi casa, donde me esperaba mi esposa. Al llegar a casa mi sorpresa fue enorme. Siempre he visto hermosa a mi mujer, pero esa noche estaba sensacional. Sandra se había puesto una minifalda color negra, sin medias arriba de la rodilla que dejaba al descubierto sus lindas piernas. Su bronceado hacia que lucieran fabulosas, además que había usado un poco de aceite para hacerlas lucir un poco más.
Traía puesta una blusa, de esas que no llevan espalda, lo que despertaba unas ganas tremendas de morderla. Su cabello suelto se revolcaba de una manera tan deliciosa sobre sus delgados hombros y el brillo en sus ojos terminaba por describir un cuadro divino. Me recibió con una gran sonrisa, me abrazo de una manera tan entusiasta y me dio un beso cariñoso. Le entregue un ramo de flores que había comprado camino a casa, junto con un par de aretes que había mandado hacer hace algunos meses especialmente para ella.
«Mi amor! Las rosas están bellísimas y los aretes aún más… muchas gracias mi amor! Esto en verdad que hace de esta noche, una noche especial»
«Espera aun no comienza» le dije mientras le regalaba una sonrisa
Apague todas las luces de la casa y encendí unas velas. Prendí el estéreo y puse un poco de música suave. Después, fui a la cocina y destape una botella de vino que serví en unas copas de cristal. Alargue mi mano para entregarle una a mi esposa. Cuando la tomo, la sujete de la cintura y la acerque hacia mí y le di un beso apasionado. Comenzamos a balancear nuestros cuerpos al ritmo de la música, sentí la tersura de su espalda bajo mi mano y el roce de sus senos en mi pecho. Estuvimos bailando, bebiendo y conversando por espacio de una hora y media. Los efectos del vino comenzaban a vislumbrarse en los hermosos ojos oscuros de Sandra y en mí también.
«Esta noche me siento sexy,… es maravillosa» me dijo con un tono de voz bastante provocativo «hoy podrías pedirme cualquier cosa y te la daría con mucho gusto…»
Fije mi mirada en sus ojos y le pregunte «Cualquier cosa, mi amor?»
«Cualquier cosa que desees, mi amor» y me dedico una sonrisa sugestiva
«Entonces, te va a encantar tu otro regalo»
«Que es? Dime que es? Sabes que soy muy curiosa! Anda, dime que es?»
«Espera y veras, mientras tanto, hagamos otros brindis»
Por un momento, perdí la noción del tiempo, estaba tan aturdido con mis pensamientos y admirando el hermoso cuerpo de mí esposa. A cada copa que tomábamos, nuestros deseos se hacían más fuertes y podía ver un destello de lujuria que despedía la piel de Sandra… en eso sonó el timbre
«Quien podrá ser?» dijo ella con un tono de enfado
«Tu regalo» le conteste
Ella abrió sus ojos en señal de sorpresa, pero no dijo nada.
Me levante y me dirigí hacia la puerta. Al abrirla estaban dos tipos. Uno de ellos media aproximadamente 1.80 de estatura, de tez morena y ojos verdes, el cabello largo lo traía recogido en una especia de coleta. Vestía unos pantalones de piel bastante ajustados color negro y una camiseta ceñida del mismo color que hacía que resaltaran su gran pecho y sus brazos perfectamente moldeados. El otro era un poco más alto, media cerca de 1.90, igual de tez morena, solo que este con unos profundos ojos oscuros y su cabello cortó. Vestía unos jeans azules muy ajustados y una camiseta color blanca. Sus cuerpos aprecian haber sido moldeados por un escultor sobre mármol. El más alto se presentó como Javier y el segundo como Armando.
«y donde está la festejada?» pregunto Javier
Yo le hice una seña indicándole el sillón que estaba en la sala. En ese momento, vi los ojos asustados de mi esposa, estaba paralizada del miedo, y no podía articular palabra. Sus ojos me pedían que le dijera que no era cierto lo que estaba viendo y su pecho se movía rápidamente mostrando su nerviosismo. La tranquilice diciéndole:
«No te preocupes, mi amor! Javier y Armando solo son strippers! Solo hace bailes eróticos y nada más»
Ella soltó un suspiro de tranquilidad y se notó más tranquila, se levantó del sillón y los saludo de beso a cada uno.
«Bien, siéntese y disfrute el espectáculo, Señora» le dijo Armando al momento que me entregaba una cinta para que le reprodujera en el estéreo, hice lo apropiado y encendí algunas luces con la finalidad de ofrecerle una mejor vista a mi esposa, pero sin perder ese toque de ambiente a media luz Ella estaba sentada en el sillón de frente a ellos, con las piernas cruzadas y sus ojos vivaces no dejaban de recorrer cada centímetro de los cuerpos bien formados de Armando y Javier. Me di cuenta que cada vez que los cubría con su mirada, ella frotaba sus piernas y mojaba sus labios con un poco de vino. Su excitación comenzaba a hacerse obvia.
Me senté a un lado del sillón, con la finalidad de no perderme detalle del show que estaba por comenzar. Comenzó la música y ellos empezaron a mover sus cuerpos de una forma muy sugestiva. Ambos mostraron su profesionalismo con el dominio de movimientos que despertaban cada vez más el interés de mi esposa. Armando le ofreció la mano a Sandra, como invitándola a que se levantara y se uniera a ellos, ella, un poco nerviosa fijo sus ojos en mi como pidiendo autorización, yo asentí con un pequeño ademán.
Al levantarse, ella quedo en medio de ambos strippers, pero mantenían una distancia prudente. Fue Armando el primero en quitarse la camiseta que llevaba puesta, dejando su fuerte torso desnudo, el cual quedaba a la altura de la cara de mi mujer. Tomo la mano de Sandra y la poso sobre su pecho, invitándola a acariciarlo, ella accedió aunque un poco temerosa. Así, del mismo modo, Javier lo siguió y se deshizo de su camiseta, y de un movimiento rápido, se quitó los pantalones quedando en una diminuta tanga. Al sentir esto, Sandra dio un pequeño sobresalto y volteo quedando de frente a Javier, con un movimiento de su mano y una sonrisa le indico que se volteara y ella comenzó a acariciar su trasero, al tiempo que con la otra mano, acariciaba su pecho.
Después fue Armando quien quedo solo en tanga. Tomo a mi esposa por las caderas y se acercó suavemente con movimientos muy cadenciosos. Demostrando su habilidad con sus manos, deshizo el nudo que ataba la blusa de mi esposa, y de la misma manera bajo el cierre de su falda, haciendo que toda su ropa cayera al piso, dejándola solo en una diminuta tanga que cubría caprichosamente su sexo. Los pezones de mi mujer estaban duros, y daban la impresión de pedir a gritos de ser cubiertos por la lengua de alguno de esos strippers. Sandra estaba en un estado de completo éxtasis.
En un momento, cerró sus ojos y se dejó llevar por las caricias de aquellos hombres de cuerpos esculturales, podía ver como disfrutaba la sensación que provocaban en ella cuando la recorrían con sus manos, y rozaban sus cuerpos desnudos contra el de ella. Los tres estaban sudando ofreciendo un espectáculo de piel morena entrelazada que escurría pequeñas gotas haciéndola cada vez más seductora. Nuevamente, mi esposa busco mis ojos, y con una mirada, como la de una niña que está a punto de hacer una travesura, me dijo
«Recuerdas tu fantasía? Aun quieres seguir?»
Yo asentí y trague saliva. Mi boca se había secado por lo que acababa de oír y en ese momento, la erección que había tenido al ver a mi esposa bailando con dos tipos se fue al máximo. Entonces, ella se puso de frente a Javier y comenzó a buscar su boca, como queriendo besarle, pero al momento que Javier se acercaba para darle un beso apasionado, ella se quitaba de una forma traviesa. Esta actitud comenzó por excitar a Javier, lo cual se podía ver en su tanga. Al fin, él la tomo por la cintura y la acerco a su cuerpo, dejando que su verga rozara su cuerpo. Armando, por su parte, al ver ese espectáculo, opto por quitarse la tanga, dejando ver su enorme anatomía. Tenía una verga tremendamente grande y gruesa. Se pudo de tras de mi esposa y comenzó a frotarla entre sus piernas. Mi mujer, al sentir las dimensiones extraordinarias de Armando, abrió los ojos, que hasta entonces, mantenía cerrados por estar besando a Javier. Yo estaba punto de estallar, me había quitado mis pantalones y mi camisa y había quedado completamente desnudo, masturbándome ante aquellas escenas. Los tres estuvieron jugando por un pequeño rato. Frotando sus musculosos cuerpos contra el de mi esposa, que hacia contraste por lo finura de su complexión. Finalmente, Sandra se hinco de frente a Javier y le quito la tanga que cubría su erección. Su sorpresa fue aún mayor al darse cuenta que Javier era poseedor de una verga aún más grande que la de Armando. Tomo aquel enorme miembro con ambas manos, y comenzó a masturbarlo mientras me veía.
«Así es como me querías ver? Te gusta cómo me veo» mientras acariciaba de vez en vez la verga con su lengua
Armando se posó a un lado de ella, así que mi mujer quedo en medio de esos dos miembros de dimensiones descomunales y comenzó a recorrerlos con su lengua. Poco a poco, se fueron lubricando hasta llegar el punto en que entraban a la boca de mi mujer con mucha facilidad. Ella siguió mamando por un buen rato.
Después, fue Javier quien la levanto y la acostó en el sillón, dejándola en posición de misionero. Se metió entre sus piernas y acerco su verga a su clítoris. No la penetro inmediatamente, sino que comenzó a pasar su verga de arriba abajo, masajeando su sexo. Armando se puso a la altura de su cara y metió su verga en la boca de mi esposa. Yo me acerque y me dedico una mirada llena de satisfacción y con la mano comenzó a masturbare. Estaba fascinado con el espectáculo que estaba presenciando. De pronto, Javier arremetió con toda su lujuria contra Sandra, metiendo ese gran trozo de carne caliente, sin embargo, solo metió hasta la mitad, debido a sus dimensiones. Mi mujer, al sentir ese enorme miembro penetrándola, dejo escapar un grito de placer que inundo la habitación. Javier continuo moviéndose suavemente y con firmeza, mientras que Javier hacia lo mismo, pero con la boca de Sandra. Las imágenes que estaban frente a mis ojos eran fascinantes. Mi esposa estaba siendo cogida por tres hombres. La enrome verga de Javier entraba sin ninguna dificultad dentro de mi mujer, que para entonces, ya había experimentado su segundo orgasmo, mientras que Armando llenaba toda su boca con ese gran trozo de carne.
«Déjame metértela» le suplique a Sandra
«No, mi amor. Tú me puedes tener cuando quieras, pero ellos no. Déjame seguir disfrutándolos»
Yo no replique nada, podía entender a mi esposa.
Armando se sentó a un lado de ellos y le pidió a mi mujer que se sentara encima de su verga. Sandra no perdió un instante y lo hizo. Yo estudiaba la expresión de mi mujer con cada centímetro que penetraba en ella. Realmente lo estaba disfrutando. Javier se colocó atrás de ella y de un suave toque, la acomodo de tal forma que el pecho de mi esposa se uniera con el de Javier, mientras se perdían en un interminable beso.
«Tendrás un poco de Vaselina en casa?» pregunto Javier
Yo conteste levantándome rápidamente del sillón y corriendo hacia el baño para traer un poco de eso. Le entregue el bote y se unto un poco en la punta de su verga. La puso en su culo y se preparó para penetrarla. Sandra en un principio se mostró renuente a aquella situación pero no la deje argumentar nada colocando mis dedos en sus labios en señal de que guardara silencio
«Disfruta, mi amor. Solo déjate llevar» le dije al oído
Lentamente Javier comenzó a encajar su verga dentro de mi esposa, que al sentirla adentro comenzó a moverse con movimientos desenfrenados. Yo me pare de frente a ella y metí mi verga en su boca. Ella gemía de placer y pude sentir como alcanzaba nuevamente un orgasmo. De pronto pude sentir como iba llegando, ella también se dio cuanta y abrió su boca justo enfrente de mi verga. Descargue toda mi leche dentro su boca, la cual, de lo excitado que estaba, salió en grandes cantidades. Javier se levantó de la posición en la que se encontraba y descargo un torrente hirviendo de leche todavía en mayores cantidades que yo. Había llenado toda la cara de mi esposa con su leche que ansiosa buscaba como tragarse todo ese líquido espeso. Solo faltaba Armando, pero el tomo las cosas un poco con más calma. Siguió penetrando a mi mujer, pero ahora con un poco más de calma, mientras recorría su espalda con la yema de sus dedos. Armando no pudo contenerse por mucho tiempo, pues mi esposa movía sus caderas que provocaban aprisionar su verga de cierta forma que tocaba todas y cada una de las zonas más sensibles de su enrome herramienta. Sandra tuvo otro orgasmo al tiempo que Armando llenaba su panocha con su leche. Al final ella se recostó en el sillón con todo su cuerpo abatido por toda la cantidad de orgasmos que había experimentado en una sola noche. Me miro con unos ojos tiernos y me dijo:
«Este ha sido el mejor regalo de cumpleaños que me has dado» me abrazó y nos quedamos dormidos por un momento.
Me despertaron unos leves gemidos, y al abrir mis ojos, vi a mi esposa teniendo sexo nuevamente con esos dos strippers. Ella estaba de pie, con las piernas un poco abiertas recibiendo a Javier por atrás, e inclinada hacia al frente para darle una gran mamada a Armando. Los estuve viendo un momento un poco adormilado y pude contar 3 orgasmos de mi esposa. Se hinco en frente de ellos y nuevamente, bañaron su hermosa cara con la leche caliente de ambos. Al terminar, ellos fueron los que se sentían fatigados, por lo que me pidieron permiso para recostarse un momento ante de retirarse, ya que consideraban peligroso irse conduciendo con semejante cansancio. Les mostré la habitación y ambos se quedaron dormidos. Por mi parte, yo había recuperado un poco de fuerzas y Sandra se encontraba más despierta y excitada que nunca. Me puse detrás de ella y le pedí que abriera un poco sus piernas, la incline hacia delante de tal forma que pudiera apoyar sus manos en el sillón y me la cogí. Era formidable la sensación que experimentaba al saber que la estaba penetrando después de haber sido cogida por dos bailarines exóticos. Vacíe lo que me quedaba de leche dentro de ella, por su parte, parecía decidida a sacar hasta la última gota de esperma, pues comenzó a mover su pubis de una manera que apretaba mi verga de una forma sensacional.
«Vámonos a la cama» me dijo al oído «Quiero saber lo que se siente dormir entre tres hombres tan hermosos»
Me tomo de la mano y nos fuimos hacia la recamara. Al abrir la puerta estaban Armando y Javier tumbados sobre la cama, como muertos, con sus enromes vergas tendidas sobre sus abdómenes marcados. Gateo y se recostó en la cama de tal forma de quedar entre los dos, se puso de lado y subió una pierna encima del cuerpo de Javier. Su pierna rozaba suavemente la verga, que aunque dormida, mostraba unas dimensiones fuera de lo normal. Tomo la mano de Armando y se la paso por la cintura de tal forma que la abrazara. La cercanía de esos cuerpos pudo más que su cansancio y nuevamente se sintió excitada. Movía su pierna suavemente para estimular la verga de Javier que rápidamente respondió ante la suave piel de mi esposa. En cuestión de minutos, Javier estaba listo nuevamente para penetrarla. Movía su cadera lenta y rítmicamente para hacer crecer la verga de Armando que al sentir esos suaves movimientos despertaron y tuvo una rápida erección. Cerro sus ojos y dijo con una voz seductora: «Háganme suya. Hagan lo que quieran conmigo» A pesar de que los tres estábamos muy excitados y listos para penetrarlos, pensé que después de todo ella era la festejada y merecía algo especial. Corrí nuevamente al baño y traje un aceite de coco que distribuí entre las manos de Armando, Javier y las mías. Así, con los ojos cerrados y nuestras manos cubiertas de aceite, comenzamos a recorrer todo su cuerpo, yo me enfoque en sus pies, subiendo por sus pantorrillas y acariciando sus muslos de bronce. El aceite hacia que sus piernas brillaran de una forma espectacular, como invitando a colocarse entre ellas. Armando recorría cada parte de su abdomen y sus senos, de vez en vez, pasaba su lengua por sus pezones, que daban la impresión que pronto estallarían y cada vez que lo hacía, mi esposa soltaba un leve gemido de excitación. Las manos de Armando eran grandes y fuertes y casi abarcaban la totalidad del abdomen de Sandra lo cual la hacía excitarse aún más. Comenzaba frotando desde la parta baja de su abdomen, subiendo hasta sus hermosos senos, describiendo pequeños círculos y recorriendo sus brazos como si los apretara con fuerza y delicadeza a la vez. Javier se coloque en la cabeza de mi esposa para dar un masaje al cuello, sus sienes, besar sus labios con suavidad y dar una que otra traviesa mordida en las orejas que la hacían respirar cada vez más agitada. Mi mujer estaba perdida en una orgía de manos que se apoderaban de toda su piel, exponiéndola a una de las sensaciones más seductoras a las que se puede enfrentar una mujer. Sandra apretó sus piernas y comenzó a frotarlas unas con otras con la finalidad de estimular su vagina, pero la detuve diciéndole: «No tienes que hacer eso, para que crees que estamos tres hombres aquí?» y separe sus piernas con un movimiento delicado. Javier, al ver esto, me cuestiono con la mirada si le permitiría cambiar su lugar. Yo acepte y Javier se situó entre las piernas de mi esposa. Lamió la parte interior de sus muslos y fue subiendo poco a poco hasta llegar a su sexo, clavo su lengua en ella y mi mujer se retorció gimiendo al sentir la lengua húmeda y caliente de Javier que movía con destreza. Armando estaba fascinado con los pezones de Sandra y no dejaba de besarlos y darles pequeñas mordidas a la vez que apretaba sus senos con sus manos. Yo estaba recorriendo su cuello con mi lengua y me perdía en la respiración agitada de ella. Así, sin penetrarla, hicimos que tuviera un orgasmo. Jamás había visto a mi esposa estremecerse de esa manera. Abrió sus lindo ojos, extasiada por la sensaciones que habían provocado la lengua de los tres y con su voz entrecortada, dijo: «Quiero tenerlos a los tres, quiero sentirlos plenamente, sin inhibiciones» Javier la tomo y de un movimiento la acomodo encima de él, con su espalda apoyada en su pecho y la penetro por el culo, con suavidad, pero al mismo tiempo con firmeza; Armando tomo sus tobillos y se los coloco en el hombro, dejando una perfecta visión de la penetración a la que estaba siendo sometida mi esposa, y metió su verga en la panocha de mi mujer que estaba bastante húmeda y dejo el camino abierto para albergar toda la verga de Armando dentro de sí, giro su carita y con su mirada me pidió que me acercara para darme la mejor de las mamadas que había recibido en mi vida. Metía casi la totalidad de mi verga en su boca y sentía el calor de su lengua recorriendo mi cabeza, y podía ver como estaba siendo recibiendo una doble penetración que la tenía en otra dimensión. Sus gemidos me excitaban cada vez más y ver desaparecer esa enorme verga dentro de ella estaba a punto de hacerme estallar. Para ese entonces los tres nos habíamos sincronizado bastante bien y basto una mirada para saber que íbamos a vaciar nuestras vergas y nadie se movería e su lugar, pasaron unos cuantos minutos y los cuatro estallamos al unísono. Los tres podíamos sentir la leche de cada uno recorriendo por el cuerpo de mi esposa. El cuerpo de Sandra estaba inundado de leche por todas partes y ella se revolcaba de placer aun con cada una de nuestras vergas en su interior.
Armando y Javier se vistieron y se retiraron, diciendo que era momento que atendiera yo solo a mi esposa. Que sus pasiones estaban saciadas y que era tiempo de ofrecerle un mar de ternura. Se despidieron con un beso tierno cada uno de ellos y de mí con un fuerte apretón de manos. Cuando intente pagarles por sus servicios ellos se negaron y dijeron que en todo caso serían ellos quienes tendrían que pagarme por haberlos dejado disfrutar de una mujer tan sensual como mi esposa. Regrese a la recamara, bese a mi esposa y la abrace por la espalda, mientras le susurre al oído: «Te amo, Sandra»… ella dejo escapar una pequeña lagrima con un suspiro y me contesto: «Eres un hombre espectacular… en verdad fue una noche inolvidable, te amo y siempre lo haré» y nos quedamos dormidos abrazados disfrutando con ese mar de sentimientos que llenaban nuestros cuerpos.