Hola, me llaman Descalzo y soy un hombre de 27 años que disfruta todo lo relacionado con el sexo.
Particularmente lo que más me gusta es todo lo relacionado con la masturbación, el exhibicionismo y sobre todo los pies femeninos.
Unos pies lindos y suaves pueden ser tan provocativos y sexys que fácilmente pueden producir en mí una excitación total que muchas veces me es imposible de ocultar.
Hoy voy a compartir con un ustedes una experiencia que viví hace 2 meses con una chica que jamás olvidare.
Era un día de trabajo como cualquier otro y me encontraba navegando en Internet durante la hora del almuerzo.
Casi todos habían salido a comer y la paz del lugar me permitía meterme en páginas de historias eróticas. Me encanta leer sobre experiencias de otras personas que tenemos el mismo deseo sexual, y disfrutamos leyendo los que otros hacen para que, después de calentarnos un rato mientras leemos, terminemos con una rica masturbación a solas. Me encontraba totalmente sumergido leyendo una historia de 2 amigas que descubrían la masturbación juntas cuando comenzó a sonar el teléfono.
Conteste y era la persona encargada de la entrada que me decía que había un cliente en la puerta y que no había nadie que lo atendiera. Yo molesto por la interrupción y con mi respiración aun exaltada le conteste a la operadora que no quería recibir a nadie en ese momento porque me encontraba almorzando.
La operadora insistió en que la persona no quería irse y que le urgía ser atendida en ese instante. Finalmente, no tuve más alternativa que suspender lo que leía y me fui molesto a recibir a la persona. Pero todo se nublo en mi mente cuando vi aquella chica de unos 20 años esperando en la recepción para ser atendida.
Era muy sexy, elegantemente vestida con un taller, de cabello castaño y liso, alta, como de 1.78 m, delgada pero con unos pechos sobresalientes, una cintura pequeña y unos pies hermosos que resaltaban en unas divinas sandalias que solo tenían una pequeña tirita, lo cual permitía poder observar con detalle aquel par de pies grandes y bellos.
Creo que evidentemente mi cara me delato cuando al verla me saco la más dulce sonrisa y le estreche la mano gentilmente para invitarla a pasar. Para mí fue inolvidable el momento en que suavemente pronuncio su nombre…: «Carolina». Ella se mostró bastante agradada e inmediatamente comenzó a hablar de la compañía a la cual representaba mientras caminábamos hacia la sala de reuniones. Debo admitir que no le preste ninguna atención a lo que decía. Mis ojos lo que hacían eran devorarla sin disimulo mientras ella conversaba sin parar. Una vez en la sala de reuniones, mande a que nos trajeran café y ordene que no nos interrumpieran.
Poco a poco trate de quitarnos la formalidad de la reunión y de repente cuando leía uno de sus informes para un proyecto ella me dijo: «Me encantan estas sandalias. Las compre hace 2 semanas y ya no sufro teniendo esos zapatos cerrados todo el día» al mismo que tiempo que decía esto, tenía una pierna cruzada, con su pie derecho descalzo encima de su muslo izquierdo, y su mano acariciando tiernamente la planta desnuda de su pie. Inmediatamente me comento «Me encantan además, porque me las puedo quitar en cualquier parte y mis pies se sienten frescos y libres».
Quizás para ella ese era un tema de conversación trivial, pero para mí fue motivo suficiente para excitarme. Estaba en shock mientras veía aquella belleza acariciándose sus plantas sin ningún pudor en frente de mí. Lo único que alcance a decir fue: «Tienes unos pies preciosos Carolina».
Ella sonrió y me contesto: «Gracias Luis; te puedo llamar Luis, no?» y yo conteste «Claro mi vida, dejemos tanta formalidad». Hubo un instante de silencio; un intercambio de miradas y de sonrisas. Poco después ella me dijo «Luis, porque no nos vamos a tomar un café en otra parte y hablamos con más calma, te parece?» No podía creer que aquella mujer fuera la que estuviera insistiéndome en salir de ahí. Me sentí confundido; incluso por un momento pensé que estaba soñando. Decidimos irnos en mi auto, y una vez en el auto su mirada se tornó más relajada y llena de picardía.
Comenzamos a hablar con más confianza y dejamos el tema del trabajo de lado. Mientras hablábamos ella se quitó sus sandalias y recostó sus pies descalzos encima de la guantera del carro. Inmediatamente después me dijo «Te juro Luis que si fuera por mí viviría descalza. Siempre me pasa que donde quiera que voy estoy es buscando el momento para quitarme las sandalias…» «Es que me encanta sentir que las plantas de mis pies tocan algo que no son mis zapatos…» «creo que por eso es que me la paso acariciándome los pies».
Yo no podía creer que aquella mujer me hablaba tan frescamente de algo que para mí había sido motivo de excitación durante toda mi vida. Mi respuesta fue «Mi amor, es que realmente tus pies son preciosos… no deberías usar ningún tipo de zapatos… “al mismo tiempo que decía eso mi mano se dirigía a su pie y acaricie con ternura la suave piel de sus plantas. Ella dijo «Ay Luis… eso me encanta… síguelo haciendo, porfa». No había terminado de decirme eso cuando coloco sus 2 pies descalzos sobre mi pierna derecha. Casi sin pensar comencé a acariciarle las plantas de sus pies con mis manos… sentir aquella piel fresca… suave… bella… evidentemente cuidada… me hizo casi temblar mientras seguía manejando. Sus pies eran grandes, quizás calzaría un 43, eran delgados y largos y sus dedos eran perfectamente redondeados.
Nunca había visto unos pies tan bellos con una piel de seda que era bella solamente para verla. A medida que le acariciaba los pies, sus ojos re tornaron muy brillantes y poco a poco fue cerrándolos mientras mostraba la más dulce de las sonrisas. Con sus ojos cerrados me dijo a manera de confesión: «Luis, te tengo que hacer una confesión». A lo que yo le dije: “lo que quieras mi vida… dime».
Ella contesto: «Eso que haces es lo que más me excita en el mundo… creo que estoy a punto de alcanzar el orgasmo si continuas acariciándome los pies de esa manera». Y yo le dije: «Carol, a mí también me excita hacerte esto, te juro que podría hacerlo toda la tarde». Y ella contesto: «…si sigues me voy a tener que masturbar». En ese momento sentí un escalofrió en mi cuerpo; por un momento pensé en solamente detener el auto y hacerle el amor en donde fuese.
Mi reacción fue levantar uno de sus pies y comenzar a lamérselo con mi lengua, mientras yo seguía manejando. No sabía a donde iba. Solo quería lamer sus pies y siguió sintiendo esa locura del momento… quería hacerla delirar de ganas.
Mi lengua recorría con ansias toda la piel de sus plantas y termine chupando los dedos de sus pies, uno por uno. No quería parar, quería más, estaba saciando mi más profundo anhelo con unos pies femeninos.
Aún recuerdo lo suave que se sentía mi lengua cuando lamía sus plantas.
Recuerdo incluso que sus pies olían al mismo perfume que ella usaba. Ella poco a poco reclino su cabeza hacia atrás y termino casi totalmente acostada. Comenzó a gemir, era como si ya no podía contenerse más. Me decía «No pares mi amor, no pares, sígueme lamiéndome los pies, está demasiado rico».
Fue entonces cuando se bajó el cierre y vi como su mano desapareció dentro de sus pantalones.
Su mano se movía frenéticamente, con ganas, casi con desesperación. Estoy seguro que en aquel momento ella no podía parar, aunque se lo hubiese pedido.
Estaba como perdía en el placer, masturbándose con ganas y diciéndome «Papi, que rico, no pares, sígueme lamiendo los pies». Fue entonces cuando ya los gemidos se convirtieron en gritos… y mi boca ya no lamía sino que chupaba sus pies… era como un vicio… era como si yo tuviera el orgasmo al mismo tiempo que ella.
Todo esto mientras yo manejaba. La verdad es que no note si alguna persona en otro auto nos vio, pero de haber sido así, ojala que haya disfrutado viendo solo el 10\% de lo que yo sentí.
Casi llegando al orgasmo, ella se quitó la blusa que cargaba puesta, así como el sostén, para así poder apretarse bien los senos y pellizcarse los pezones como tanto quería. Finalmente, su orgasmo fue una especie de convulsión en la que agitaba la cabeza y sus manos apretaban con fuerzas sus senos y su clítoris.
Fue increíblemente bella su cara de felicidad al terminar y ver el brillo de sus ojos. Fue entonces cuando decidió sentarse de lado, viendo hacia mí, aun con sus senos al aire libre y con riesgo a que alguien en los autos cercanos notara que no llevaba nada puesto.
Pero su cara de felicidad me demostraba que nada más le importaba… que se sentía feliz y que había sentido algo que hacia muchísimo tiempo deseaba muy dentro de sí misma.
Yo disfrute increíblemente de aquel espectáculo, tanto, que solo con lamerle sus pies mi ropa interior estaba toda llena de semen. Poco tiempo después de su orgasmo, cuando ella recupero el aliento y yo seguía aún manejando sin rumbo, recostó su pie encima de mi pantalón, exactamente encima de mi miembro. Me dijo «Es tu turno mi rey». Sin decir, una palabra, saco mi miembro fuera de mi pantalón y lo comenzó a chupar divinamente por un largo rato. Lo hacía tan bien, se lo metía casi todo en su boca y lamía con suavidad la cabeza.
Me sentía en el cielo. Después se acomodó y comenzó a masturbarme con la planta de su pie. Era divino, se sentía mejor que si lo hubiese hecho con su mano.
El ritmo era perfecto… sin presionar mucho, ni poco. Por un momento creí perder el conocimiento mientras manejaba. Me siguió masturbando con su pie, y por pequeños lapsos, interrumpía lo que hacía y dirigía su pie a mi boca para que lo chupara.
Me encanta aquel espectáculo, yo lamiendo sus preciosos pies con mi semen sobre ellos. Me fui excitando más y más y por un momento desee que eso durara para siempre.
Cuando estuve más cerca del orgasmo mis gemidos eran ya gritos… y no hacia más que repetirle «Me encantas Carolina, no pares, dame tus pies, quiero chuparlos».
A los pocos minutos sentí venirme y ella hábilmente cambio de posición y espero que todo mi semen fuera derramado dentro de su boca. Fue exquisito, chupo cada gota de mi semen, tragándoselo todo, sin dejar rastro.
Finalmente, concluimos con un largo beso lleno de agradecimiento y placer.
Después de mucho rodar terminamos en un motel, haciendo el amor toda la noche.
Por supuesto, en todo lo que hicimos, siempre buscamos usar nuestros pies de alguna forma… pero ya esa será parte de otra historia.
Lo que si es que debo admitir que esta fue la mejor experiencia sexual que jamás haya tenido en toda mi vida.