Yo tengo un pene estándar de raza blanca. Más bien sobre lo pequeño, en erección mide unos 13 centímetros de longitud y se aprecia bastante grueso. Su glande es rodado, liso y cubierto por un prepucio generoso y surcado de venas gruesas que le dan muy buen aspecto. Casi nunca voy depilado y en mi pubis se observan canas salpicadas cada vez mas abundantes.

En general creo que lo sé usar bien, no porque yo lo diga sino porque la mayoría de mis amantes han querido seguir repitiendo los encuentros sexuales y algunas hasta se han enamorado de mi. Sin embargo, hubiera querido nacer con un buen pollón de al menos 20 centímetros en erección, me gusta dar placer, no hay mejor estimulante sexual que el propio orgasmo femenino. Ya sé que el tamaño no es lo más importante, que los receptores femeninos están en el tercio externo de la vagina y que para la adecuada estimulación del clítoris es más importante el grosor y la técnica.

Todo eso es cierto, pero también es cierto que el cerebro es el principal órgano erógeno y a las mujeres les gusta observar un buen bulto, digamos que las prepara, las hace más proclive a terminar follando, las prepara mentalmente para seleccionar al macho. Por eso digo que el tamaño si es importante, porque es la primera impresión física después de la apreciación del aspecto general del individuo. Por eso a veces me tengo que esforzar mucho en verme inteligente y galante, para dar una buena primera impresión, después si logro follarmela todo está garantizado con mi experiencia y mi técnica, que en esencia es concentrarme en dar placer, así al final lo queda es el recuerdo del maravilloso orgasmo y casi siempre podemos repetir el encuentro.

Hace unos cinco años, estando fuera de Cuba, descubrir las fundas para el pene; ya conocía los consoladores y otros artilugios sexuales, pero jamás había visto las fundas. Exploré detenidamente la web de la sexshop y finalmente me decidí; compre una maravillosa funda para el pene que me agranda el miembro hasta 19 centímetros y duplica su grosor. Tiene un aspecto realistico con glande y venas marcadas y es de una suave silicona que queda bien ajustado al pene en erección.

Cuando regrese a Cuba unos días después llevaba dos meses sin tener sexo, solo sesiones de masturbación viendo vídeos pornos gratuitos. Mi esposa me recibió también muy cachonda, así que rápidamente nos encerramos en nuestra habitación para reparar el atraso. Liz es una mujer rubia que en esa época tenía cuarenta y un años. Es blanca de piel de un metro cincuenta y siete de estatura y unos cincuenta y nueve kilos de peso, con caderas anchas y muslos gruesos; su pubis lo mantiene rasurado y su labios mayores son abultados y simétricos, así que en resumen tiene un coño gordo riquísimo, a veces en juegos se lo aprieto con mi mano y le digo – ¡Que bollo más rico! ¡Me gusta así bien gordo pa que se marque to! -Sin embargo no sabía hasta cuánto podía estirarse su vagina pues ella se ajusta perfectamente a mi pequeña polla y la abraza con una caricia suave y húmeda, así que tenía mis dudas si podría meterse mi nueva funda y sentir placer.

Después de los preliminares la acosté en nuestra cama y suevemente le separe los muslos blanquisimos. Su coño delicioso quedó expuesto y hundí mi lengua en su clítoris con movimientos repetitivos y sincrónicos, poco a poco su pelvis comenzó a balancearse rítmicamente y sus manos apolladas en mi cabeza me incrustaba más la boca en su sexo que emanaba un fluido abundante y agridulce que me empapó toda la cara y los labios, de pronto, con la respiración entrecortada, los pezones erectos y el rostro y el pecho enrojecido me dijo – sube, sube, ven tú, metemela ya.

Rápidamente me puse mi nueva funda y fui colandola poco a poco en su vagina húmeda y elástica hasta que nuestros pubis se tocaron: ¡Había entrado completa! Entonces abrí y levante mas sus piernas para que pudiera entrar más si cabía y comencé con un movimiento de vaivén fuerte sintiendo el golpeteo de nuestras pelvis entre sí.

Me sentía un mandingo. Quería despertar en mi esposa deseos lujuriosos que abrigaba en mi mente; me sentía que yo era otro hombre, mejor dorado, y me estaba follando a Liz salvajemente delante su marido.

Después del orgasmo quedó exhausta, lánguida, con los brazos y las piernas abiertas, su coño semiabierto con los labios muy enrojecidos y un líquido transparente la mojaba toda hasta su culo.