Libros y revistas se agolpan en los estantes, en el cajón, bien ocultas de indiscretas miradas, las más exuberantes mujeres, que por arte de la ciencia, pasaron del papel cuché al celuloide y de éste, a la cinta magnetoscópica, recreando el onírico mundo que genialmente reprodujera Anais Nin en sus tórridos relatos.
Es duro para el hombre y la mujer el celibato impuesto, bien por necesidad bien por educación; el más cruel de todos, el impuesto por la timidez, arruga como papel la necesidad, transformándola en el obsesivo culto al onanismo; ¿qué mujer o qué hombre no siente la extrema necesidad del placer? ¿Sentir de forma constante el cosquilleo en el alma, que produce la tracción por el ser deseado, ahogado por tu auto pudor? , Tristes seres que renuncian incluso al «enfermizo» arte masturbatorio, enterrado por su propia timidez que de tan tímido es tímido de sí mismo.
Ay, los Ojos, cuán pronto aprenden la geografía y orografía del cuerpo anhelado… En la lejanía y sin aviso, descubren las redondeces insinuantes, caderas o bustos, según el punto de vista, bien escalan desde las corvas, palmo a palmo, por las pantorrillas, ganando lentamente los glúteos con afán lascivo, circunvalan las torneadas «mejillas posteriores», calibrando el peso y consistencia con invisibles manos, presionando con sutiles dedos, los inicios de la curvatura, ahondando con lentitud en el mágico canal, para retomar la dirección olvidada, la dura ascensión por la espalda, camino de la cubierta o descubierta nuca, se hace lenta y fatigosa al vislumbrar el enganche, el amarre, la fijación, el sutil mecanismo que aprisiona la más dulce sensualidad. Ese invento demoníaco que, a través de la transparencia forzada por el sudor o simplemente por gracia de la ropa se muestra al ojo escudriñador… Ay timidez mía no me abandones ahora… ¡Me perdería!
Gracias, mil gracias destino, se gira… Aún a costa de descubrir mi afán… Miro de nuevo; veo sus pies, enfundados en sendos zapatos de puntera y fino tacón, no muy altos, lo suficiente, sus tobillos finos y estilizados… ¡Umm…! No, no, la edad no me tornó fetichista del pie, pero una mujer bien vestida ha de estar bien calzada y con elegancia. Particularmente, a mí, me gustan más en falda tipo chaqueta, pero… Los pantalones bien ceñidos hacen que la ascensión sea dura y larga, una vida, una eternidad sería lo justo, trepar hasta las rodillas es un dulce trabajo, bien construidas, serán el trampolín para alcanzar las estribaciones de la gran depresión… Formada por la confluencia de dos grandes valles, en su delta, cubierto de vello o mejor aún, por un desierto tan infantil, que insinúa de forma oculta la mayor e inexplorada gruta, tan obscura como luminosa tan obsesivamente anhelada. Que los escalones tan abrasadoramente ocultos, se convierten en la mayor tortura imaginada, el no explorarlos el no sentirlos hacen que, aquel que no los conociere sea un ignorante y el que si los gozare, en un eterno penitente crucificado por su aroma y turgencia… Y esclavo de su extensión más eterna.
Repuesto ya de la gran aventura, hallar explorando esa estrechez tan ancha, recorrida una y otra vez de forma ávida y embriagada, la mirada arranca de forma lenta y quejumbrosa, la añoranza es patente mientras se eleva de forma errante y cansina sobre el gran oasis del ombligo… La planicie estomacal o la redondez de la adiposa acumulación, globulosa en ocasiones… ¡Mil ojos para mil vestales! ¡Mil gustos para mil paladares! ¡Mil mujeres para mil Rubens! Me conduce a la cordillera del placer, plena de volumen o parca en su presencia siempre querida y bien hallada, donde degustar los circos de las cúspides más hermosas, para la vista y el paladar más exigente… El raciocinio ya perdido hace que la brújula sea un instrumento inútil, con el gozo de la perversión golosamente succionante del recién nacido y del maduro cascarrabias… Tanto en época seca como plena de lácteo alimento, se convierten en la placidez máxima el «estrujar» su contorno, rodear, circunvalar, caminar, correr, planear en el valle alpino…
Por fin, tras la escalada por tan escarpados lugares, por tan angulosos parajes, escabrosamente dulces y angostos, diáfanos y amplios o parcos y estrechos; logro ver la faz, la tez, el espejo del alma, la cara con su amplia sonrisa, malévola o pícara dulcemente esbozada o profundamente marcada, que implora o manda susurra o grita, ríe o llora según el sentido del alma y es entonces y sólo entonces cuando intentas taladrar su mente, bien protegida por la cabellera, larga o corta, rizada o lisa, abundante o tímida, disfrazada con colores sintéticos o naturales.
Cargo mi arpón, lo coloco y lanzo… Vuela raudo y veloz, se adhiere se aloja e intenta cumplir su misión, escudriña la cantidad de hormona erótica se acumula en el estrato superior del cerebro, como piensa como siente, como huele las feromonas…
Las neuronas se preparan, los axones comienzan a transmitir sus órdenes químicas, el espectáculo es apoteósico, el endocrino pone en pie de guerra sus mejores fluidos sus ojos denotan, con un centelleante brillo la excitación que se genera. Los músculos comienzan a desperezarse del letargo tranquilo… La comunicación fluye y ves como su imaginación te recorre, sientes cómo sus ojos continúan transmitiendo su anhelo… La boca, llena de salivación se mueve, dibuja el objeto que imagina, la capacidad de succión se incrementa, la capacidad de lactancia la traiciona, desde su nacimiento obtuvo placer con la succión, hoy ya resuelta continúa gustando… Su subconsciente la induce.
Un río oculto se hace patente, el gran valle siente cómo poco a poco la humedad se extiende y poco a poco lo inunda todo… Los escalones van recibiendo el flujo y reflujo de la marea que desde el mar mental se proyecta en su más recóndito ser, la agitación se abre paso tan desbocadamente que transforma su orografía, las estrecheces, las angosturas, los recovecos se aclaran, las frondosidades del delta se encrespan o el desierto incluso se puebla de humedades, el caminar que hasta ahora era placentero se torna tortuoso, el roce de la tela en sus bordes exteriores es tan dulcemente placido que tortura, las columnas torneadas de las piernas aprietan la estructura abierta para forzar su forma.
Mis invisibles manos, penetran en ella, a través de mi arpón mental, veo cómo su mente imagina un monstruo, un dulce, un bello objeto que ya es visible a su imaginación, sus dimensiones, tales como para rellenar su garganta precisa y plena, con un tamaño justo ni más ni menos, siento cómo sus dedos rodean el cuerpo, el tronco el volumen de mi miembro, sujeto su cabeza con precisión, sin presión pero con la firmeza de la prontitud, responde con un movimiento rítmicamente celestial, su presión sobre mi proyección es tal, que siento un mar oculto entre corales, bordeado por unos muros rosados que le contiene, el oleaje con el que somete mi voluntad se agudiza al sentir al tiburón al que acabo de provocar, sus mandíbulas ciñen golosamente mi más allá, mi espolón, rozado por sus dientes y pronto será preso de la quietud si no logro dominar su animal glotonería…
Mis ojos se recobran del estímulo recibido, trepan de nuevo a su cara que roja de necesidad y vergüenza se azora por recobrar su quietud, el caminar la delata, su mano desciende tímidamente al monte del placer y extrae la torturadora blonda que la ataca, liberando la tersa y fina piel de su roce… Más turbada aún si cabe, al verse descubierta finge de nuevo, lleva su mano al bolso que la cuelga del hombro y percibe entonces la prontitud que muestran sus cúspides, sus erguidos pezones la delatan de tal forma que su excitación se hace morbosa, ahueca la blusa que ciñe e intenta nerviosamente liberar de la presión que ejercen mis invisibles manos sobre sus hermosos y abultados pechos… El sujetador se adhiere y como un infante llora por lo que pierde…
Qué instante más memorable, qué fracción de segundo más productivo, agotado observo cómo sus sonrojadas mejillas, sus encarnadas orejas y su afanoso respirar me indican que lo he logrado, descubrí su más íntimo pensamiento… He violado su mente, mi vecina es presa fácil y cobrada…
Buenos días. Buenos días.
Mi mente se relaja, abordará el mismo tren que yo… Intento por todos los medios el relajar mis neuronas, están trabajando al cien por cien de su capacidad; muy coqueta inicia la espera con un libro que extrae de su bolso, su blusa de algodón transparente o es de tirantes, quizás un polo ligerito se ciñe a su abultado pecho, muy bien formado, es abultado del tamaño apropiado, senos que ocupan la mano o más pequeños, globulosos por Júpiter y bien formados con un remate final de escándalo, unos pezones puntiagudos y orondos encajados en una oscura aureola que se filtra por la ropa… De cerca es espléndida una mujerona como pocas, menuda y resultona de alto talle con fina figura sin quebrantos angulosos y de desmesuradas curvas…
Puedo oler y casi sentir su transpiración, su femenino perfume, penetrante como pocos, excitante en todos los sentidos de una voluptuosidad atronadora, olor de hembra recién duchada y asedada consecuencia clara de mi potencia mental… Incomoda por sentirse olfateada por un macho en celo, levanta los ojos mira a su alrededor para romper la situación, verano y pocos viajeros en el vagón… El aire acondicionado casi congela el aire y yo sudo, ella suda transpira y perfuma el aire con el aroma de hembra encelada…
Su falda corta y ajustada se eleva por encima de sus rodillas mostrando unos muslos carnosos y fuertes, que se marcan de forma ostentosa por la presión de la pernera del jean, ¡Qué ibicenco es su vestido, vaporoso! Que hace de sus piernas un elemento oculto y bien definido… Rematadas por un delta hermoso y bien marcado por las perneras del ceñido pantalón de cuero que forzando una sonrisa de amplia magnitud rotundamente sinuosa, se imagina entre el cruce de sus piernas que abren un hueco en su minifalda forzando a mis neuronas a filtrar las distintas posibilidades de color que percibo, esa transparencia del vestido blando que amortigua los tonos que pasan por su coloreada maya, segunda piel que lame su entrepierna cual amante, incrustando su costura en el centro neurálgico de la falla es tan desinhibida que la separación ostentosa de las piernas muestran lo más oculto de sus labios, el mágico botón que tanto me gusta succionar…
Se coloca de forma coqueta en el asiento, dando su espalda a la ventana y así apoya sus nalgas contra el cristal, forzando en la postura el poder absoluto del trasluz, el vello de su pubis erizado por el aire se eleva siendo aplastado por el tanga, que inexistente deja ver un rasurado o quizás depilado pubis, que es acariciado por la fina tela de la braga, blonda blanca y rosa las cintas de su liguero, conjunto excitante el que porta…
Repuesto de mi agotamiento y reconfortado por el olor embriagador dejo a mi mente entablar conversación con su mente, ésta sin tapujos ya, grita con unos susurros calientes donde los haya, la frontera traspasada hace rato… Sus manos, sus garras rompieron los botones de mi camisa hace tiempo, rasgando la piel de mi pecho mientras yo separaba sus hermosas piernas, que se ceñían a mi cintura en el inicio de mi viaje al más salado de todos los mares… Las oleadas de su flujo inundaban mis labios, sus labios, carnosos gemían y se aferraban a los míos, máxime cuando la presión de sus nalgas en mi cabeza se hacía insoportablemente placentera… Los más internos palpitaban con un ritmo propio, su erecto clítoris pugnaba por ser el centro de la caricia, mi lengua no hallaba obstáculos a su penetración… Sus nalgas cerradas por completo, forzaban una lenta lucha por ganar el terreno necesario, la postura fetal que me ofrecía, hacía de su vulva una certera diana, su miedo y su confianza forzaban el trasiego de flujos hacia mi boca…
De píe y dándome la espalda, ofrecía un espectáculo glorioso, recorrer desde los tobillos con la lengua las torneadas y separadas piernas, en un ascendente movimiento para coronar en lo más bajo de su vulva, para en un esfuerzo íntimo, sujetar mis ansias animales de lamer sin proporción ni medida la voluptuosa senda rosada, dócil y sumisa dejo hacer en su postura más abierta, las separadísimas nalgas y su sexo que latía como un corazón independiente, vocalizando la o más hermosa por mí jamás imaginada…
El sonido de los motores del avión me hizo descender de nuevo y al mirar su expresión lasciva y sus ojos de gata que leían a la perfección mis pensamientos, sentí como ella se lanzaba en tropel sobre mí forzando la postura hasta tal extremo, que mi espalda al flexionarse hace que mi erecto pene sobresalga más aún de lo que es… Su sonrisa pícara y cómplice hace una vez más de bálsamo, siento cómo sus piernas se aferran a mi cintura sus nalgas se yerguen, mientas sus hermosos senos tapan mi rostro, las separadas piernas cobijan su vulva que abierta de par en par, recibe de forma holgada mi miembro y comienza la cabalgada, un ligero trote de primeriza, me indica que sus experiencias se limitan a los escarceos estudiantiles de instituto…
La estrecha hendidura de su vagina, aún, estando bien lubricada, produce una sensación de abrazo al iniciar la penetración, tímidamente galopa de forma salvaje, como una posesa, la gran cantidad de fluidos derramados empapa todo su vestido, los gritos y gemidos son tan altos que los demás viajeros comienzan a sospechar, creo que otro más y nos hacen descender del autocar…
El revisor picó en la puerta del departamento del coche cama, el sobresalto forzó nuestro regreso al mundo terrenal, mi acompañante turbada por la ilusión mostraba los síntomas de la mayor excitación imaginable, el funcionario, picó los billetes y cerró tras de sí la puerta, cada uno en nuestra litera, que se mecía al compás de las olas calmadas del mar de la China… Su angelical rostro anunció su primer orgasmo, el gemido ahogado entre suspiros, sus pechos hinchados y tumefactos rezumaban la leche que contenían, él bebe que en su canasto dormitaba, más tarde recibiría su ración, ahora su madre se hallaba inmersa en la lucha cuerpo a cuerpo más grande de la historia, los golpes de sus caderas tenían una cadencia rotunda, sus movimientos vaginales, de una sofisticación pasmosa, hacían que aquella oriental, fuera para mí la mejor experiencia de mi vida, sin apenas moverme, mi miembro dispuesto a reventar como una bomba dentro de aquella africana, que gracias a la suerte, poseía el clítoris más adorable jamás visto, rosado y que rozaba constantemente con la punta de sus dedos, separaba sus labios mientras frente a mí introducía un vibrador de tamaño regular, no imaginé que las sajonas también, obtuvieran placer con el exhibicionismo…
No siempre fue así un viaje en el autobús, quizás la visión, de aquellas jóvenes, diecisiete o dieciocho años a lo sumo en plena juventud, no marchitada por la treintena o cuarentena de años que su experiencia aportaba, sólo podía hacer una cosa, dejarme llevar, dejarme arrastrar por su inocencia y candidez, la imagen del caramelo humeante entre aquellos entreabiertos labios, hacían de mis pensamientos por Asia mis tribulaciones, nunca olvidaré la muchachita que fumaba con su rasurada vagina, en aquel antro de cinco estrellas de París donde me vi llevado por mi lejana prima en su tozudez, yo era el amante perfecto… Orgasmo tras orgasmo, las posturas se sucedían, ahora la del misionero, ahora la del perro, ahora… ¡El morbo! Gritó y por arte de magia y ante mis ojos atónitos, con unas tijeras empezó a recortarse el vello púbico, poco a poco las tijeras se aproximaron a la piel, con la naturalidad que da la profesión de esteticién, preparó una abundante espuma que esparció con la brocha por todo el delta de su pubis, la cuchilla se deslizaba y a medida que lo hacía su rostro se llenaba de lascivia, pronto la piel quedó libre de vello, llegó el momento más contundente, la separación de las piernas indicó la continuación del acto… Las expertas manos separaban, estiraban, alisaban los pliegues de los labios, los dedos protegían la entrada de cortes a la vez que acariciaban su clítoris, sus entornados ojos se fijaban en mi excitación tan tremenda, tras la rasurada y con la invitación de su vulva penetré sintiendo su suavidad, tanto por el exterior como por el interior de su peluda vulva, coronada por unos rizos de negro azabache, que al recibir los rayos del sol confundían aún más su rojizo color, hacían que los labios se hallaran enmarcados, forzando a la mujer a separar los pelos para que en la penetración no entraran junto con mi pene…
Tan grande era su excitación que no olvidó ninguna de las artimañas aprendidas para excitar a los hombres, transmitidas de madres a hijas, recordó lo mucho que me intrigaba de niño cómo hacían pipí las niñas, mi primita se agachaba y un ruidito, anunciaba la salida del líquido que era complicado de ver entre las ropas… Este recuerdo la forzó a traer un barreño de los usados para la colada, al ver mis ojos llenos de excitación, exageró aún más si cabe la pose, separó las piernas de forma tan ostensible que se me antojó obscena, agachó tan lentamente su cuerpo, que la apertura de su vulva se hizo eterna, colocó el barreño y guiñándome un ojo, comenzó a orinar lentamente al principio y abandonándose a continuación, mi excitación fue de tal magnitud que aún orinando la penetré, siendo esta mi primera experiencia con la lluvia dorada, que por mí tantas veces practicara… Me costó que la muchacha perdiera el miedo y el pudor, el que se colocara sobre mí para que su vagina se apoyara sobre mi pecho, fue rodado, pero ¡ay! Hacerla mear… Un sin fin de besos y lametazos en el coñito cuando su cachondez fue tal, que al sufrir el primer orgasmo, no la dejé ir al servicio, para así en el segundo, con una buena penetración y caricias en el ano, llegó al tercero con la vejiga tan llena que no tuvo por menos que soltar una gran meada, tibia y espumosa sobre mi pecho que se sumó a mí potente eyaculación que alcanzó de plano sus labios separados y húmedos al proyectar mi semen hacia la entrepierna que me orinaba… Su cara reflejó entonces el más caliente de los gestos, asió mi pene con tal necesidad que se clavó literalmente sobre él y para aumentar la penetración levantó ambas piernas al unísono logrando con ello el permanecer sólo unida a mí por el pene que ahondaba unos centímetros más en su cavidad, qué alarde de equilibrio y fuerza demostró para lograr el orgasmo más tórrido por mi sentido, entre la presión de su vagina y el calor de su lluvia la inundé con tal cantidad de semen que fue un batido de nata lo que obtuvimos…
Y cada vez que la miro, más me enamoro de ella, el sentir su cuerpo vibrar como una cuerda de guitarra, sus latidos tan fuertes que despiertan a los vecinos, sus gemidos de placer, sus uñas en mi espalda y sus apasionados besos que me tragaría con su boca si pudiera mientras me susurra un sí tan plácido que logra que sea el mejor navegante de sus entrañas, y es que cuando mi mujer me mira se me caen los palos del toldo, pues lee todos mis pensamientos y con los suyos me domina.