Lo que les voy a relatar a continuación sucedió un mes de agosto en el campus de la universidad.

El año no había sido muy bueno, académicamente hablando, y me habían quedado algunas asignaturas para septiembre, por lo cual me pasaba casi todos los días, y incluso algunas noches, encerrado en la biblioteca estudiando cómo un desesperado.

Aquel día, un domingo, para más detalles, no había podido ir a estudiar durante el día, así que decidí ir por la noche, aprovechando que la biblioteca estaba abierta las 24 horas del día, incluidos los fines de semana.

En parte lo prefería así, porque se está más tranquilo y se puede estudiar mejor. Llegué sobre las diez de la noche y me dirigí directamente a la biblioteca.

Entré y eché una mirada rápida para ver cómo estaba el panorama. Había sólo unas pocas mesas ocupadas así que no tendría problemas para elegir sitio.

Fue entonces cuando vi una mano levantada que me hacia señas.

Era Silvia, la mejor amiga de Clara, que era la chica con quién estaba saliendo por aquellos entonces.

No es que fuésemos novios formales ni nada de eso, pero si que todo el mundo en la facultad nos consideraba pareja.

Ella lo había aprobado todo en junio, así que no tenía que estudiar para setiembre.

Alex. ¿que haces por aquí? – me preguntó cuando llegué junto a ella.

Pues mira, supongo que lo mismo que tú – respondí irónicamente.

Ja, ja. Los dos hemos tenido la misma idea. Bueno, nos sentamos juntos ¿No?. Así no se nos hará tan pesado. ¿Que te has traído para estudiar?

Estadística – respondí yo.

¡Que bien! Yo también he traído los apuntes. Pensaba mirármelo un poco más tarde, pero si quieres nos podemos poner ya.

Le dije que me parecía perfecto. Como ya he dicho anteriormente, Silvia era la mejor amiga de mi pareja de entonces.

Tenía su misma edad, 22 años, era morena y bastante guapa de cara. Aquel día llevaba una camiseta de tirantes bastante ajustada, que le resaltaba su magnifico busto, y una falda corta.

«Lástima que no lleve esos tejanos que le sientan tan bien» pensé para mi, porque la verdad es que Silvia tenia un culo de aquellos que quitan el hipo, aunque tampoco tenia de que quejarme, pues la falda que llevaba dejaba al descubierto un par de piernas realmente espectaculares.

De hecho, conocí a Clara y a Silvia al mismo tiempo, en el primer año de facultad. Los tres formábamos parte de la misma pandilla, y lo cierto es que estuve dudando entre las dos antes de decantarme por Clara.

De todas maneras, Silvia siempre me había gustado mucho, y en más de una ocasión Clara me había pillado pegándole un buen repaso visual, lo cual me había costado alguna que otra pequeña bronca con ella.

Nos pusimos a estudiar los dos juntos, comentando y preguntándonos dudas mutuamente. Al cabo de unas tres horas, yo ya no podía mas. Empezaba a estar un poco saturado.

Joder, yo ya no puedo más. Esto es un rollo.

¿Qué tal si vamos a tomar un poco el aire? – propuso Silvia.

Me parece bien – respondí – Vamos a la máquina, a tomar un café. Nos ira bien para despejarnos un poco.

Nos levantamos, salimos de la biblioteca y nos dirigimos hacia el vestíbulo, que era donde estaban las máquinas de comida y bebida. Yo me tomé un par de cafés solos mientras que Silvia se limitó solo a fumar.

Fumas demasiado – le dije.

Cállate, pesado. Siempre igual. Oye, hace una noche preciosa – dijo mientras miraba por la ventana – ¿Qué tal si salimos fuera un rato?

Bueno – respondí.

Salimos fuera. En efecto la noche era preciosa. No había ni una sola nube y se podían ver

las estrellas perfectamente. Estuvimos paseando un poco por el campus.

No había ni una alma y estaba todo muy oscuro. Casi no había iluminación, y la única luz que teníamos era la de la luna.

A pesar de todo, decidimos sentarnos un rato en el césped. La verdad es que no tenia muchas ganas de estudiar y me gustaba estar con Silvia.

De hecho, no había dejado de mirarla en todo el rato, y creo que en mas de una ocasión me había pillado. Así pues, nos sentamos y seguimos charlando. Silvia seguía fumando.

¿Es que no puedes dejar de fumar ni un minuto? – le dije.

Ay, mira que eres pesado. Además, estamos al aire libre ¿Qué mas te da?

Bueno, pues tú lo has querido.

De un rápido movimiento, le quité el paquete de tabaco y me lo metí detrás de la cintura.

¡Eh! Devuélveme eso.

Ni hablar. ¡Queda confiscado!

Empezamos entonces un juego de forcejeos. Ella intentando recuperar su precioso paquete de tabaco, y yo intentando por todos los medios que no lo hiciera.

Después de rodar un poco por el césped, en un momento dado, Silvia se puso a horcajadas sobre mí, aprisionándome por las caderas con sus muslos.

Era una situación realmente excitante, y temía que se produjese lo que finalmente se produjo. El hecho de tener a Silvia encima de mí, y el contacto de sus muslos hicieron que mi polla empezara a aumentar de tamaño.

Silvia se dio cuenta de seguida.

Vaya, vaya. Mira lo que asoma por aquí debajo – dijo ella.

Perdona. Lo siento. No sé que decir – respondí avergonzado.

Tranquilo. No hay nada que perdonar. Al contrario, me halaga. Si no se te hubiera empinado quizá me hubiera ofendido.

Silvia se salió de encima mio y se estiro a mi lado. Para mi sorpresa, me cogió el paquete y empezó a masajearlo.

Silvia ¿Qué haces?

¿Es que acaso no está claro? Venga, ahora me dirás que no te gusta. Si me has estado comiendo con la mirada toda la noche. ¿Acaso no te gustaría echar un polvo conmigo?

No se trata de eso. Eres la mejor amiga de Clara y en mi vida se me ocurriría…

¿Es que acaso está ella aquí? – me interrumpió – Olvídate de Clara. Ahora estas conmigo. ¿No? Además si follamos no tiene porque enterarse.

Dicho eso, aumentó el masaje. Mi polla estaba a punto de reventar. Entonces me bajó la cremallera y me la sacó. Estaba dura como una barra de hierro. Empezó a pajearme con mucha destreza. Se veía que tenia práctica en ello.

¡Silviaaa, aaaahhh! – gemía de placer.

Clara me había dicho que gastabas una buena tranca, pero la verdad es que no me imaginaba esto… – dijo Silvia.

Entonces se la metió en la boca y empezó a chupármela. Su cabeza iba subiendo y bajando y mi polla apareciendo y desapareciendo dentro de su boca. Yo le agarraba el pelo, acompañando con mis manos sus movimientos.

¡Silviaaaaaaaa! ¡Como sigas así me voy a correeeeeeeer!

¡Ah, no! ¡Tu te vas a correr, pero antes me vas a follar!

Dicho esto, dejó de chupármela y se volvió a montar encima mio. Se subió la falda y se aparto un poco el tanga que llevaba debajo.

Me cogió la polla con una mano, se puso la punta en la entrada del agujero, y se dejó caer de un brusco movimiento, quedando ensartada en mi polla. Silvia también estaba muy excitada, y su vagina estaba tan húmeda que esta entró sin ninguna dificultad.

¡ooohhhh…mmmm! Asíííí ¡Fóllame, cabrón!

Silvia se movía arriba y abajo frenéticamente, botando como una loca encima mío, mientras yo le agarraba su soberbio culo con las dos manos. Yo intentaba bombear, pero lo cierto era que toda la iniciativa la llevaba ella.

Entonces se quitó la camiseta y empecé a tocarle las tetas por encima del sujetador. Me incorporé como pude y se lo quité, y empecé a chuparle los pezones y a besarla, mientras ella seguía cabalgándome salvajemente. Sentí que estaba llegando al orgasmo y que me iba a correr.

Silvia lo intuyó, y empezó a disminuir el movimiento. Siguió moviéndose arriba y abajo pero más lentamente, la cual cosa me permitía disfrutar mucho más del momento.

De repente, de un brusco movimiento, Silvia se echó para atrás sin soltarme, quedando ella tendida en el suelo y yo encima de ella.

Ahora te toca a ti – dijo.

Empecé a culera frenéticamente. Silvia me rodeaba con sus piernas, y ello me excitaba machismo. Ella no dejaba de gemir. Entonces noté un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo. Ahora si que estaba a punto de

correrme.

¡Silviaaaaaa, creo que me voy a correeeeeeeeer!

¡Aaaahhhhh… Si, yo también estoy a puntooooooooo!

Entonces me salí de dentro de ella. Rápidamente me agarró la polla con una mano y volvió a pajearme de nuevo, durante algo así como un minuto, hasta que me corrí abundantemente en su mano. Se la limpió en la hierba y se me quedó mirando.

Me tumbé en el césped, completamente extasiado.

Ella se tendió encima mío y me dio un morreo. Nos quedamos un rato tendidos en la hierba, gozando del momento y recuperándonos de las emociones que habíamos tenido justo un momento antes.

¡Uau! Ha sido fantástico – dijo Silvia de repente – Tenía razón Clara. Follas bastante bien. Hace tiempo que tenía ganas de comprobarlo.

Ha sido genial. De todas maneras, puedo hacerlo mucho mejor…Las condiciones y el lugar no eran precisamente los mas indicados. Quizá deberiamos probarlo otro dia…

Vale, te tomo la palabra. Quien sabe, le podríamos decir a Clara que se apunte…

Me quedé mirándola, perplejo. No sabía si lo había dicho en broma o en serio. Ella me sonrió pícaramente. Se puso los sostenes y la camiseta y se levantó.

¿Vamos? Aun tenemos mucho que estudiar – dijo.

Si – respondí yo.

Me Levante yo también, y volvimos a la biblioteca.

No hace falta decir que no fui capaz de hacer nada de provecho después de aquello. Al cabo de una hora decidí largarme. Le dije a Silvia si se quería venir conmigo, pero me dijo que no, que quería estudiar toda la noche. Así que allí la dejé, estudiando estadística.

Durante el trayecto de vuelta a casa, no pude dejar de pensar en el polvo con Silvia, pero sobretodo en lo que me había dicho al final, lo de montar un trío con Clara.

Sabía que si se lo proponía me mandaría a la mierda.

Tendría que ingeniármelas como fuera para conseguirlo, porque la verdad era que la idea me atraía mucho. Pero eso ya es otra historia…