Mi mochila en Paris
Mi vista se detuvo largamente sobre la silueta esbelta de la Torre Eiffel.
La había visto tantas veces en fotografías y películas, pero hasta ese momento no me había dado cuenta que su imponente figura era una invitación erótica a una ciudad erótica.
La miraba como un gran falo que se elevaba al cielo y que invitaba a devorarlo.
El solo pensamiento me calentó en aquella noche fresca de primavera…
De pronto, sentí que una mano me tocaba mis nalgas.
Volví a ver con cierta preocupación para ver de quien se trataba. Y cuando lo vi supe que aquella noche habría algo mas que observar que la Torre Eiffel.
La mano suave que me había tocado era la de un tipo de unos 30 un poco mas alto que yo, con un cabello recortado, un arete en su oreja izquierda, barba cuidada y recortada, ojos profundamente azules, y una sonrisa picaresca en su rostro.
Me hizo una mueca con el ojo que yo entendí rápidamente que era una invitación a que lo siguiera.
Cruzamos la calle y luego el camino siempre volviéndome a ver de vez en cuando por varias calles estrechas que pululaban de cafés y tienditas de bazar.
Luego de media docena de cuadras, se detuvo delante de una puerta de madera con un balcón arriba de ella. Me volvió a ver y con su sonrisa me invito a seguirlo adentro.
Entre por la puerta semiabierta. Había unas estrechas escaleras que daban al segundo piso y a la derecha un pasillo con otra puerta que estaba cerrada.
Subí las escaleras pues vi que la puerta del interior estaba abierta. Cuando traspase el dintel el desconocido estaba parado de espaldas hacia mi.
«Entra y cierra la puerta»- me indico en ingles con un fuerte acento francés que me cautivo por su romanticismo. Le hice caso pues la morbosidad pudo mas que la sensatez. «Quieres tomar algo? Brandy, cerveza, soda?»
«No, gracias»- le respondí mientras notaba que el tipo tenia unas nalgas redondas que hacían que mi verga se endurara aun mas.
«Seguro?»- dijo el dándose la vuelta. Era un hombre muy varonil, con un cuerpo esbelto, bien cuidado pero no exageradamente musculoso.
«Si, quizá después»-dije casi en susurro.
«No eres de aquí, estas visitando Paris… verdad?»
«Si, voy de paso a Israel»- le conteste mientras el se acercaba con un vaso de licor en su mano.
«Israel?»
«Si, voy a un cursillo allá, pero decidí pasar un par de días y conocer la Ciudad Luz»- le conteste cuando el estaba ya frente a mi. Sentí su olor, y me gusto.
«Y esta noche, te gustaría probar los placeres de la ciudad?»
La invitación fue como melodía a mis oídos que se estaban acostumbrando al tono acompasado de su voz.
«Contigo?»- pregunte tímidamente.
«Conmigo»- dijo el en tono seguro y poniendo su mano sobre mi mejilla -«Te han dicho alguna vez que tienes una linda sonrisa?» Solo asentí con la cabeza «Y labios muy carnudos».
Cerré los ojos instintivamente y sentí como sus labios con sabor a brandy se topaban con los míos, al principio lentamente como explorando, pero poco a poco el beso se volvió apasionado y aquel parisino desconocido me beso como pocas veces lo han hecho en mi vida.
«Te voy a hacer gozar esta noche»- me dijo mientras me abría mi camisa y ponía sus labios sobre mis tetillas. Sentí como mis vellos en el pecho se paraban por el placer mientras el parecía hacer dibujos con sus labios.
Me abrió totalmente la camisa, me quito la mochila negra que llevaba sobre mi hombro poniéndola delicadamente sobre el piso, y me lamio hasta el ombligo.
Me apoye en la puerta donde me había quedado parado y le tome el cabello mientras el bajaba lentamente hasta mi paquete que parecía explotar dentro del pantalón. Lo abrió, me lo bajo y se dispuso a besar mis piernas. «Tienes buenas piernas, juegas futbol?»
«No, hago bicicleta»- le conteste mientras miraba como mi bóxer estaba ya húmedo por el liquido seminal que estaba saliendo ya con aquella excitada exploración de mi amante.
«Que rico…»- me dijo cuando finalmente toco con la punta de su lengua mi bóxer húmedo. Comenzó a besarlo y luego lo bajo rápidamente.
Mi verga peluda, dura e hinchada salto como para atacar a su presa. Y esa presa estaba agachada frente a mi como símbolo de sumisión.
El parisino comenzó a besarla suavemente hasta que poco a poco se la trago.
El placer que me produjo es inenarrable, y solo aquel que no ha sentido una mamada de esta categoría no sabe de lo que estoy hablando.
Me vine dentro de su boca después de unos minutos mientras mis nalgas se contraminaban contra la puerta.
El parisino se paro y fue a tirar mi semen al lavabo. Luego se enjuago la boca y salió en dirección mía.
«Quieres darte una ducha para reponer las energías?»- me pregunto tomando su bebida -«Y seguro que ahora si vas a tomar algo…»
A ambas preguntas conteste con un si. Le pedí una cerveza y me metí a la ducha.
Ya estaba desnudo así que solo espere que el agua calentara un poco y deje que me cayera sobre mi cuerpo. Un par de minutos después, escuche que el parisino se acercaba.
«Aquí esta tu cerveza»- me dijo mientras yo miraba a través de la cortina su silueta. Lo desee. Y no me iba a quedar con aquel deseo.
«Por que no vienes aquí adentro?»- le dije sin abrir la cortina. Silencio. Pero su silueta comenzó a moverse mientras se quitaba la ropa. Vi su cuerpo a través de la cortina y la verga empezó a ponérseme dura nuevamente.
Entro con un gesto de gusto en su rostro mientras yo hacia espacio para que pudiera colocarse frente a mi.
Tenia vello, como yo, en todo el cuerpo y esto me calentó aun mas pues nunca había estado con otro hombre que fuera peludo como yo.
Lo bese en los labios mientras el agua caía sobre nosotros. Luego tome su arete con la punta de mi lengua y la deslice por el lóbulo de la oreja.
El se estremeció mientras yo bajaba por el cuello sintiendo como su barba topaba con mi frente.
Disfrute su pecho mientras lo besaba de un lado a otro y luego me puse en cuclillas para bajar hasta esa verga blanca, casi rosada, pero con un abundante vello púbico.
Era como una flor a punto de abrirse y me la fui engullendo de a poco para que juntos gozáramos de aquel momento.
Mi pene a estas alturas estaba parado con sus 18 cms bien hinchados nuevamente, y sentía como pegaba contra mis piernas mientras me movía rítmicamente para succionar aquella maravillosa verga que tenia dentro de mi boca.
Mis manos le apretaban golosamente las nalgas y sentir aquellos vellos mojados tan cerca de mi producían un placer inmenso en todos mis nervios.
Luego de un rato me pare y dándole media vuelta comencé a besarle la espalda para llegar luego a las nalgas.
El dio un paso hacia adelante para dejarme mas espacio y solícitamente se abrió el culo. Lo bese tan adentro como pude haciendo que el parisino se contorsionara de placer.
Luego me tope a el sobando mi pene en sus nalgas velludas, y si no me hubiera vaciado antes seguramente hubiera terminado allí mismo, pero poco a poco fui buscando la posición correcta para penetrarlo.
Lo hice suavemente, casi con delicadeza mientras disfrutaba cada uno de los milímetros que mi verga entraba en su ano.
Y después lo embestí con locura, con pasión.
Una y otra vez mis huevos pegaban en sus redondas nalgas mientras con una mano le ayudaba a su verga a prepararse para el orgasmo.
El agua tibia caía sobre nuestros velludos cuerpos mientras los dos nos movíamos llegando al estasis total.
El termino tirando su semen en la pared húmeda y yo dentro de el, por segunda vez aquella noche.
Le bese su cuello y el dio vuelta a su cabeza para alcanzarme a besar en los labios…
Mi lengua paso por mi labio superior mientras la Torre Eiffel permanecía con su magnético erotismo frente a mi.
Por un instante estuve allí parado sin saber que había ocurrido.
Y al sentir mi mochila sobre mi hombro, supe que quizá, solo quizá, aquella experiencia había sido una fantasía.