Consiguiendo perpetuar la especie humana

Joseph me abrió la puerta y entré.

Éste es su cuarto de invitados, pero solo me prepararía en él y pasaría a la recámara principal, la de ellos.

Así lo habíamos acordado.

«Gracias Joseph, esto está muy bien» Le dije «Los veré a ti y a María en unos quince minutos, así que mejor vas y se preparan, ¿No crees?» Le sonreí. Es un buen tipo y yo estaba preparándome para mi propósito de esta noche.

«Seguro» Replicó nerviosamente «Te veo entonces» y cerró la puerta cortésmente detrás de él.

Me sentí feliz mientras me desnudaba. ¡Joseph y su deliciosa mujercita! Había pescado algo muy bueno.

¿No es ella encantadora? Ahora que la conocí en persona, resultó mucho mejor de lo que me esperaba.

De mediana estatura con una cara primorosa, gafas que la hacen verse elegante y su pelo trigueño recortado arriba de los hombros.

¡Y que figura! Senos firmes y hermosos, breve cintura y caderas anchas. Justa la edad en lo que a mí respecta. No una tonta casi adolescente, sino una mujer en sazón que sabe lo que es el sexo.

Ya podía imaginarme tomándola, hundiendo mi herramienta en su tibio y acogedor cuerpecito.

Joseph es de la misma estatura de María, pero considerando el peso, me da la impresión de que ella acude regularmente al gimnasio y él solo pasa a recogerla.

A él siempre lo veo más bien nervioso, pero pudiera ser por mi presencia en su casa para atender a su mujer por él. Lo catalogué rápidamente cuando nos conocimos en aquél bar a la orilla del pueblo.

Un tipo agradable pero sin confianza en si mismo, esto es lo que pienso todo el tiempo. Usa barba, algo que siempre me ha parecido señal de que trata de ocultar alguna deficiencia, real o imaginaria, y casi siempre en el lecho nupcial.

Ahora bien, las personas tienden a sentirse un poco intimidada en mi presencia cuando me acaban de conocer, mido 1.93m y soy musculoso, así que fácilmente llevé a Joseph a aceptar todas mis sugerencias, después de todo es mi juego, pues fui quién respondió al aviso que ellos pusieron en Internet y fui yo quién manejó hasta su ciudad para conocerle.

Siempre estoy atento a los avisos en las secciones de Contactos de la Red y María y Joseph están en la categoría de lo que yo busco.

Algo que ellos sienten que falta en sus actividades sexuales, dije ELLOS, que son los que buscan un tipo grande, para que los auxilie. «PAREJA BUSCA UN HOMBRE PARA TENER SEXO CON LA ESPOSA MIENTRAS EL MARIDO LOS VE» Decía el aviso «Sexo Seguro, enviamos fotos si recibimos lo mismo.

Buscamos No Fumadores, sin vicios ni enfermedades, discretos. Nada de anal, amarres, dolor, lluvia dorada, nalgadas o sexo rudo.

De preferencia cuerpo musculoso y no calvos. Esencial que esté bien dotado» Agregado a esto venía una foto donde mostraba las tetas de María pero no su cara, por supuesto.

Ellos habían hecho énfasis en que querían un hombre bien dotado, bueno, eso soy sin lugar a dudas.

Pidieron una foto en el aviso, así que les envié una muy buena, donde estoy desnudo de pie, las manos en la cintura con una gran erección, que una hermosa rubia sostiene con ambas manos, de rodillas frente a mí, me sonríe con labios húmedos y es muy obvio que va a meterse el enorme aparato en la boquita.

Esta foto funciona muy bien, pues aunque la rubia me sostiene con ambas manos aun queda un buen tramo de verga visible y esto es lo que atrae a las mujeres. Estando bien empalmado alcanzo los 30cm y la tengo tan gruesa como la muñeca de cualquier hombre.

Pueden creer que es una foto trucada, pero les aseguro que no, lo cual es fácil de comprobar. Dios fue muy generoso conmigo, pues me dio además de un cuerpo fantástico, la mejor herramienta para el acoplamiento con las damas. Además, cuando se me pone dura, de veras está dura, suave y brillosa. Gracias Dios, ¡Yo también te amo!

Joseph le mostró mi foto a María y me respondieron enseguida, junto con el mensaje electrónico, venían varias imágenes preciosas de ella en bikini e incluso en algunas sin sostén.

De manera que nos continuamos «carteando» varias veces mas hasta que estuve de acuerdo en encontrarme con Joseph este fin de semana para discutir las «cosas».

Como siempre, solicité que nos encontráramos en un bar, el que él escogiera, pero que fuera de ambiente tranquilo, muy tranquilo, donde uno pueda platicar confidencialmente. Joseph me dijo que entendía perfectamente lo que quería y mencionó un bar pequeño a corta distancia de donde ellos viven.

Joseph estaba muy nervioso al principio, así que tuve que comprarle varios tragos para que se calmara un poco. Después de mucho rato, logré que me dijera lo que él y María querían. Lenta, pero firmemente lo fui llevando a que me confesara sus mas íntimas fantasías.

Él quería ver que un hombre grande se cogiera a su mujercita. Ella quería tener sexo con alguien que no fuera Joseph, pero no le molestaba si él quería verla cogiendo con otro.

Es una fantasía muy común, cuando menos en los maridos y yo me aprovecho cabalmente de ello.

Los llamo «Vírgenes casados» Por supuesto que han cogido y recogido por varios años, pero de repente se paran y dicen: «¿Esto es todo? ¿Solo ella y yo?, ¿Solo mi verga y su vulva?» Y hay un descontento y es cuando aparecen los avisos confidenciales en la red.

Quieren «Un poco de aventura» en sus actividades sexuales y buscan otra persona que se les una. A veces féminas otras varones. Algunas veces otra pareja, pero es mas difícil controlar dos al mismo tiempo y esto lo saben instintivamente. Piensan que es mas fácil uno solo.

Pero, hay aficionados y profesionales. Yo me considero profesional, cuando menos en lo que se refiere a este juego. Es mi deporte placentero y por supuesto que lo disfruto. Y aquí está Joseph, ofreciéndome a su despampanante mujercita en bandeja de plata.

«Ahora que Chas» Preguntó Joseph al salir del bar.

«Te hablo mañana, después de que haya hecho algunas diligencias, ¿de acuerdo?» Repliqué «De mientras dale a María esto y dile que ya quiero conocerla» Sonreí mientras le daba tres fotos mías en acción, una con la misma rubia y otras dos con una morena, que no tenía ningún parecido con María.

Entonces regresé a casa a escribir mi guión. Ya lo dije, soy un profesional. Tomé notas de todas las fantasías de Joseph y también de las de María.

Entonces escribí el guión donde se satisficieran todas esas fantasías, ¿obvio no? Pero aquí es donde entra un pequeño cambio, pues aunque Joseph me platicó todas sus fantasías y las de su esposa, nunca pensó en preguntarme que era lo que yo quería.

Y por supuesto que en el guión si tomaba en cuenta mis fantasías, o mejor dicho mis necesidades, porque no tengo fantasías, solo realidades.

El guión estaba listo en la mañana y llamé a Joseph, de hecho fue María quién contestó y casi se le cae el teléfono de la mano cuando le dije quién era. «¡Oh!, eres tú Chaz… lo siento…» Su voz se apagó confundida y le alargó el auricular a Joseph, entonces de un modo al mismo tiempo formal y amigable, le dije lo que tenía que hacer, a que hora del día llegaría, que haríamos a manera de presentación y donde debería realizarse la gestión, de que manera quería yo que estuviese arreglada la alcoba.

También que previsiones debía tomar y donde acomodar todo. Le dije que apuntara, para estar seguros de que todo quedaba bien. «Háblame cuando estés listo» Era todo o nada así que me senté a esperar a que sonara el teléfono. Había una buena posibilidad de que él no llamara, pero pensé que Joseph estaba muy entusiasmado con la posibilidad de ver a su esposa ser cogida por un grandullón como yo.

Debo decir que disfruté de la anticipación. Miraba la foto de María repetidamente los siguientes días, pensando en lo que le haría e imaginando la cara de Joseph cuando lo hiciera. ¡Que hermosa pareja, y que poca idea tenían de que estaban jugando con fuego.

Una vez que hubiera yo trabajado a María su matrimonio y su vida entera habrían cambiado para siempre. Ella seguiría pidiendo mas de lo que yo le ofrecía y él procuraría que ella tuviera satisfechas sus necesidades. Una vez que hubiera entrado mi dura verga de 30cm, ambos regresarían a buscarme.

Joseph me habló dos días después, para decirme que todo estaba listo, que ¿si podría ir el próximo domingo? Fingí una frialdad que no sentía, le manifesté serenamente que estaba de acuerdo y me puse a bailar de emoción en cuanto colgué el teléfono. ¡María sería mía!

Toqué a su puerta a las doce en punto del domingo y Joseph me abrió y dejó pasar. Era una casa común, con sala, estudio y comedor, lo que podía uno esperar, Joseph me pasó a la sala y me ofreció una cerveza, yo la decliné, pero le solicité un jugo de naranja.

Él se retiró mientras yo me acomodaba, preguntándome donde habría ido la hermosa María. Esto no estaba en el guión. Joseph regresó con un vaso de jugo y se sentó, mirándome nervioso y tratando de hacer plática.

«¿Donde está María?» Le pregunté.

«Está preparándose» dijo Joseph emocionado.

«¿Y qué tan preparada está? Joseph» Pregunté con una sonrisa.

En ese momento ella entró a la habitación. Me paré a saludarla.

Se veía apetitosa y mas importante aun, me sonreía abiertamente. Llevaba una blusa blanca y una falda oscura corta, que mostraban sus largas y bien torneadas piernas, sospeché que no llevaba sostén por el movimiento provocativo de su blusa al cruzar el cuarto.

«Ah María, por fin nos conocemos y permíteme decirte que estás encantadora «Dije mientras le daba la mano y ella se sonrojó, seguramente pensando en lo que estaríamos haciendo juntos dentro de muy poco rato.

Besé el dorso de su mano y la miré profundamente a los ojos haciéndole promesas con la mirada, promesas que a ella le gustaban.

«Gracias» Replicó con voz ronca, sentándose en el sofá, opuesta a mí. Cruzó las piernas y me pregunté que me esperaría dentro de esa falda negra ajustada.

Platicamos de esto y aquello y en todo el tiempo ella no me quitaba la vista de encima. Joseph parecía escolar en el recreo, incapaz de estarse quieto un minuto. Entonces él dijo que traería algo para que comiéramos ahí, dijo, si estaba yo de acuerdo.

«Perfectamente» repliqué con una sonrisa «Ve a traer algo, mientras me siento aquí y platico con tu hermosa esposa. Necesitamos conocernos mutuamente, ¿No crees María?»

Él salió del cuarto y yo volteé hacia ella. «Dime Querida, ¿Sabes lo que vamos a realizar esta tarde?» Pregunté mientras me sentaba a su lado.

Sus ojos brillaron con la excitación «Claro, Joseph me lo dijo»

«¿Estás completamente lista entonces?» Dije mientras deslizaba mi mano sobre su pierna hacia su falda.

Ella se lamió los labios humedeciéndolos y entonces la besé. Sabía lo que le gustaría y entonces le metí y saqué la lengua de su boca, en una imitación de la penetración sexual.

Puse mi mano dentro de su blusa y por supuesto, que no traía sostén, permitiéndome acariciar su seno desnudo y pellizcar levemente su pezón. Su lengua me respondió acariciando todo alrededor de la mía . Ella estaba caliente y lista.

«Ahora, estoy completamente lista» Dijo en voz baja al separarse de mi boca.

Joseph regresó con una charola. «Joseph, ha habido un ligero cambio de planes.» Dije «No creo que vayamos a comer ahora, quizás mas tarde»

«Esta bien» Dijo Joseph «¿Y ahora qué?»

«Ahora iremos al cuarto» Le dije «Si estás de acuerdo»

«Si, claro» Replicó, con los ojos como platos. Ya se acercaba la hora de que se cogieran a su esposa y él estaba sumamente excitado.

Y aquí estoy, en el cuarto de invitados de su casa. Catorce minutos para empezar. Me quito la ropa y la acomodo sobre la cama.

Como siempre confirmo mi aspecto en el espejo. Un musculoso hombre desnudo me mira desde el espejo, me gusta lo que veo.

Mi verga cuelga suelta entre mis piernas, columpiándose donde camino. Ya no falta mucho, pienso.

Puedo imaginarme a la hermosa esposa de Joseph desnuda y con las piernas abiertas, esperando para que la haga mía. Mi verga empieza a endurecer, lo cual me agrada mucho.

Una vez tiesa, así se quedará hasta que haya satisfecho a la esposa de Joseph. Me la agarro y empiezo a masturbarme suavemente, mientras pienso en la hermosa mujer que va a recibirme mientras su marido nos observa.

Cinco minutos. Me coloco una bata que está sobre la cama y me enjuago la boca en el lavamanos. Tres minutos. La hora ha llegado.

Camino lentamente por el pasillo, paso las escaleras, llego a su alcoba.

La puerta está solo emparejada, así que la empujo. Joseph sentado en una silla al pie de la gran cama, lleva una bata como yo. Brinca a pararse cuando entro. Y ahí esta María, sentada en la orilla de la cama, tiene puesta su bata, pero esta floja. Sé que no lleva nada debajo. Me ve y adivino la lujuria en sus ojos.

Me detengo un momento y los contemplo a ambos. Joseph luce excitado, pero obviamente no está seguro que debe hacer. María permanece sentada en la orilla de la cama mirándome, pero sus ojos sonríen y no hay duda de que está pensando en lo que está a punto de ocurrir.

El cuarto está exactamente como le dije a Joseph que lo quería. Es un día soleado, pero las cortinas están cerradas, así que la habitación está iluminada por una cálido brillo desvanecido. El teléfono esta desconectado y todas las cosas que solicité están en el lugar correcto.

«Bueno, María y Joseph» Les digo «Aquí estamos todos listos para un poco de diversión» me acerco a ella y le extiendo la mano. «Ven aquí María» Le digo «Ven a pararte junto a mí» Obedientemente ella toma mi mano y se pone de pie, la llevo al pie de la cama donde Joseph está parado. La volteo hacia mí, de manera que le de la espalda a Joseph, suelto su mano y doy un paso atrás.

Me abro la bata frente a ella y ceremoniosamente me quito y la arrojo a un lado en la cama. Sé el efecto que esto le produce a ella.

«Dios mío» susurra ella, con sus ojos clavados en mi rígida verga. «Mira el tamaño de eso, no puedo creerlo» Voltea a verme y me sonríe «Esas fotos no estaban trucadas, ¿eh?»

«No» Le digo «Y ahora quiero averiguar si hay algún truco en ti María querida, tu marido deberá desnudarte para mí. ¿Verdad Joseph? Miré a éste por encima del hombro de su mujer. «¡Quítale la bata a tu esposa, Joseph, para que pueda yo contemplar su hermoso cuerpo»

María empezó a desanudarse el cordón. «No» La detuve rápidamente «Eso lo debe hacer tu esposo. Él te va a entregar a mí» Se paró junto a nosotros. «Deshaz el nudo, Joseph y abre el frente de la bata de tu esposa para que mis ojos la aprecien»

Joseph batalló inicialmente con el nudo, pero por fin logró desatarlo, se abrió por el frente la bata de su esposa permitiéndome contemplar la magnificencia de sus pechos firmes, con una ancha areola color de rosa y sus pezones endurecidos por la excitación.

Su cintura estaba bastante delgada, pero su cuerpo se abría entonces a unas amplias caderas maternales. La parte baja de su abdomen sobresalía deliciosamente sobre una mata de vello púbico cuidadosamente recortada.

«¡Ahora quítale la bata!» Dije. Joseph tomó la bata de los hombros de su esposa y la despojó de la misma, dejándola desnuda delante de mí.

Mi verga se endureció ante la visión de tan deleitable esposa, desvestida y lista para cohabitar. Iba yo a disfrutar verdaderamente montándola y además tenía guardada una sorpresa para el pobre Joseph y también para María.

«Gracias Joseph, ella es adorable» Dije «Te llamaré cuando te necesite» Él se retiró dejándonos frente a frente en medio de la alcoba.

«¡Que rica estás María!, tienes un cuerpo adorable» Dije «Tan lleno, tan hermoso y tan sensual, creo que vamos a hacer una muy buena pareja» Lentamente caminé alrededor de ella, que permaneció estática mientras yo hacía esto, esperando por el primer contacto.

Pero no lo hice hasta estar nuevamente frente a ella. Entonces, con lentitud deliberada levanté las manos y sostuve en cada una sus magníficos senos, sopesándolos. Sus pezones estaban tiesos con la excitación sexual y me pregunté ¿si ya tendría húmeda la entrepierna en este momento? Pasé mis pulgares sobre los pezones y ella tembló.

«Sostén mi verga María» le dije. Con tiento tomó ella con ambas manos la dura estaca. «Dios mío» Dijo «Está tan dura como un poste de acero» Sus ojos brillaron mientras hablaba, pues ya anticipaba el ser empalada por ella.

«Tu esposo quiere algunas fotos de nosotros juntos, ¿Lo sabías?» Le pregunté. Ella pareció asombrada. Entonces dijo: «Estaría muy bien, algo para recordar cuando estemos viejos» Lo dijo con una risita, mientras aun sostenía mi miembro con ambas manos frente a ella.

«Bien Joseph» Le dije «Ya puedes sacar la cámara» Él fue a la cómoda y regresó con una Polaroid que yo le había dicho que tuviera. «Probablemente sería mejor desde aquí Joseph» Le dije, señalándole donde debía pararse.

María y yo volteamos hacia él, pasé mi mano por su cintura y la levanté para acariciarle el seno, mientras ella sostenía mi hinchada verga con una mano. «Sonríe para la cámara María» Le dije. El fogonazo nos capturó en tan erótica pose.

«Esta es para que las futuras generaciones sepan lo calientes que eran sus ancestros, ¿no crees Joseph?» Y ahora unas cuantas mas pensé. «¿Recuerdas la primera foto que te envié María?» Pregunté.

«La recuerdo perfectamente» Replicó con una sonrisa.

«Entonces, ¿Qué te parece una como esa?» Le dije viéndola con cara de interrogación.

Su sonrisa se amplió mientras se arrodillaba lentamente frente a mí, con sus dos manos sosteniendo aún mi verga. Se lamió los labios, volteando a verme. Otro fogonazo explotó en ese momento.

«¿Estás viendo esto Joseph?» Dije. «Tu esposa va a meterse mi verga en la boca y chupármela, ¿Estás de acuerdo, Joseph?»

Joseph estaba ya arrodillado junto a nosotros, con la intención de tener un acercamiento de la cara de su esposa a solo centímetros de mi erección.

Pobre Joseph, no podía ni hablar, se limitó a asentir con la cabeza. Decidí fastidiarlo un poco. «Joseph, dile a tu esposa que quieres fotografiarla chupándome la verga» Le dije sonriéndole amistosamente.

Él carraspeó, tratándose de aclarar la garganta, pero siguió sin decir una palabra. María volteó a verlo, aun sosteniendo mi erección frente a su cara.

«¿Joseph?» Dijo.

«Hazlo María» Dijo Joseph con voz estrangulada «Chúpasela, quiero verte haciéndolo»

María volteó nuevamente hacia mi verga, se lamió los labios y abriendo ampliamente la boca se metió el brillante bulbo.

Otro fogonazo se disparó mientras su boca descendía sobre mi estaca. ¡Vaya mamadora que era! Tenía una mano en mis huevos y me los acariciaba con los dedos y la otra envolvía la redonda base de mi estaca mientras ella lamía el glande.

Su lengua se enroscaba alrededor y de vez en cuando sentía sus dientes apretarme suavemente atrás del casco.

Empezó entonces a hacerlo tradicionalmente, chupando fuertemente forzó su cabeza arriba y debajo de manera que mi verga le llegara hasta la campanilla. Sostuve su cabeza para controlar sus acciones, ansioso de no estropear el guión acabando demasiado rápido. Los fogonazos sobrevenían uno tras otro.

«¿Alguna vez te lo ha hecho así Joseph?» Pregunté. «Tu esposa es la mejor mamadora que he tenido. ¡Dios, siento el fondo de su garganta Joseph. Si no lo hace mas despacio voy a terminar llenándole la boca de mi esperma, de veras que sucederá Joseph»

Y de veras que ella era muy buena en esto, además quería que yo viera como lo estaba haciendo.

Estaba arrodillada frente a mí, bajando mi verga para que estuviera en posición casi horizontal, sus labios se deslizaban de arriba abajo sobre la estaca y ella volteaba a verme de cuando en cuando para verificar que tanto lo estaba yo disfrutando.

Sus senos se movían al compás de su balanceo y se columpiaban de atrás para adelante. Si hace que me venga, pensé, quiero salpicar esas preciosas tetas y frotarlas con la esperma. Pero eso no estaba en el guión, y no podía permitir que ocurriera.

«Muy bien, mi pequeña mamadora» Le dije. «Es hora de pasar a la cama» María lentamente me soltó y se paró. Señalé la cama y le dije: «Acuéstate boca arriba, en el centro de la cama»

Rápidamente saltó a la cama e hizo como le dije. Yació calladita, con los brazos a sus costados esperando por mi siguiente movimiento.

Pero yo debía tomarme mi tiempo así que me dediqué a fastidiar otro rato a Joseph. Me coloqué al pie de la cama y ella automáticamente encogió las piernas subiendo las rodillas para hacerme espacio. Me arrodillé frente a ella agarrándome la verga y contemplando ese magnifico cuerpo. María me miraba fijamente con los ojos llenos de excitación.

«Ahora Joseph» Dije «Quiero que pongas tus manos sobre las rodillas de María» Joseph se arrodilló junto a nosotros e hizo lo que le dije. «Ahora ábrele las piernas para mí» María no opuso resistencia mientras él le abría lentamente la piernas.

«Oh María» Le dije, mientras sus piernas se apartaban «Que bonito coñito tienes, tan cuidadosamente recortado, es perfecto» Me incliné ligeramente hacia adelante. «Bien Joseph, ya puedes dejarnos, quiero probar a que sabe tu esposa» Obedientemente Joseph se bajó de la cama dejándome a su mujer para que la gozara.

Era tiempo de prepararla. Me extendí sobre la cama, dejando mi cara entre sus muslos. Empecé a explorar su vulva con los dedos.

Pasé mis manos por sus piernas y lamí entre sus labios vaginales. Podía sentir líquidos lubricantes fluyendo en su entrada.

Pero sabía lo que ella esperaba de mí antes de que la cogiera y soy un experto. Muy, muy despacio empecé a lamer alrededor de su pubis, primero sus muslos, luego su vientre, nunca tan lento como cerca de mi propósito. Por fin mi lengua probó su vulva, retorciéndose entre sus labios y ella empezó a gemir y acariciar mi pelo.

Encontré su botoncito, escondido en su compartimiento y le di una rápida lamida, que la hizo rebotar.

Después me ocuparía de eso, ahora me regresé a su abertura e introduje la lengua entre sus labios absorbiendo su sabor, después bajé un poco mas, casi hasta su ano, pero sin tocarlo. Repartí la humedad sobre su vello, matizándolo, pero lo mejor todavía estaba por venir.

Miré hacia arriba, desde mi objetivo, únicamente para verla con sus ojos bien cerrados, concentrada en su placer. Desplegando su labia para exponer el clítoris, mi boca descendió sobre este y se cerró aprisionándolo entre mis labios. «¡Oooohh, Dios mío! Exclamó mientras sus caderas brincaban.

Lentamente lo chupé para obligarlo a salir de su escondite, mientras sentía que su cuerpo vibraba de placer, abajo de mí, dejé salir un poco de aire fresco de entre mis labios y tuvo un escalofrío de placer, regresé mi tibia lengua a su clítoris nuevamente. «Huh, huh, huh,» gimió María mientras sus caderas saltaban arriba y abajo. Había llegado la hora de matar.

Sujetándola firmemente contra la cama, succioné su clítoris para que entrara tanto cuanto pudiera dentro de mi boca, mientras lo frotaba con mi lengua.

Funcionó exactamente como me lo esperaba, con un grito de éxtasis, sus caderas brincaban debajo de mí mientras ella sostenía firmemente mi cabeza pegada a su entrepierna. «¡Aaaaaaaggh!» Envolvió mi cabeza con sus piernas, mientras rodábamos en la cama y ella gritaba y gemía su orgasmo. Yo continué chupando su clítoris y sujetándola por las nalgas, con mis dedos explorando atrás.

Ella regresó lentamente del Paraíso y yo la iba a llevar nuevamente a él, yo lo sabía. Cuando me la cogiera ella tendría mas orgasmos, 30cm de dura verga machacándola lo conseguirían.

Me levanté de mi misión cumplida, mientras ella permanecía gimiendo en la cama . «¿Ves Joseph, como hay que hacerlo? Adhiere tu boca a ella, chupa y sostente. Pero ahora viene la parte que realmente estás esperando ver»

Acaricié mi verga y miré a María ahí tendida, con sus piernas separadas y su vulva brillando. De veras estaba ya lista. Su mirada lo decía, estaba jadeando levemente y sudando, con una apariencia de «estoy lista para tu verga, tómame y dame una buena cogida»

«Aquí están los condones» Dijo Joseph extendiéndome un paquete.

«Oh, Joseph» Le dije «Si quieres que use eso, vas a tener que ponérmelo tú mismo» Me senté, con mi mástil erecto y pulsátil apuntando hacia él. Pobre virginal Joseph, él nunca había tocado la verga de otro hombre en su vida y ahora estaba en un dilema. O me ponía el condón o tendría que ver a su esposa teniendo sexo inseguro. Él se sonrojó furioso. «¿No puedes ponértelo tú?» Dijo todo confundido.

«No, Joseph» Repliqué con una mueca sarcástica «A menos que prefieras que monte a tu esposa a pelo y la deje embarazada» Miré hacia María que sonreía divertida ante el azoro de su esposo. «Entonces Joseph ¿Qué decides?»

Torpemente, Joseph abrió el paquete y sacó el condón. Su mano temblaba al acercarla hacia mí t posicionarla en la cabeza de mi verga, entonces, sosteniéndola con una mano lo desenrolló con la otra a lo largo de mi instrumento.

«Mastúrbame un poco, Joseph, solo por el gusto de hacerlo» Joseph volteó a ver a María que reía alegremente, sacudiendo sus senos. «A María le agradaría mucho verte haciéndolo, ¿Verdad María? Ella asintió vigorosamente. La mano de Joseph subió y bajó repetidas ocasiones por mi estaca, lo hacía bastante bien.

«Ahora Joseph, sujétame de la base y acércame a María para que la frotes en su vulva, ¿Qué te parece? Me recosté sobre uno de los muslos de María, quedando mi verga a pocos milímetros de la vulva. «Vamos Joseph» Seguí fregando «Dale un poco de placer a María»

La cara que puso Joseph era increíble, una mezcla de lujuria, excitación y terror por lo que él iba a hacer, estaba arrodillado del otro lado de María e hizo lo que le dije.

Pasando el brazo por encima del muslo de ella, tomó mi verga con la mano y la colocó entre los labios vaginales, María brincó al sentir que la tocaba y empezó a suspirar cuando Joseph se la empezó a frotar de arriba abajo por la hendidura, desparramando la lubricación natural de ella y mi saliva en la entrada. Podía yo sentir lo resbalosa que se encontraba María, lista para que yo entrara en ella.

«Bien Joseph, ahora voy a meterle la puntita, para empezar, así que acomódame en el lugar preciso, eso es, para que yo solo lo empuje suavemente.

Lentamente empujé mis caderas hacia delante y vi con deleite como el glande se empotraba en ella. María dio un pequeño suspiro cuando la penetré por primera vez y apoyándose en los codos, levantó la cabeza para observar la extraña visión de como su marido deslizaba mi verga dentro de ella.

«¿Parece que quedó bien, eh Joseph?» Le dije «Ahora si lo sueltas voy a meterle la mitad, para que veamos que pasa» Joseph me soltó y se sentó mirándonos aturdido. ¿Qué había hecho? Pero frente a él estaba la visión de un hombre vigoroso, con la verga tiesa, cogiéndose a su hermosa mujercita.

Empujé otro poco y María gruñó con fuerza mientras mi gruesa estaca se encajaba en ella. Ya tenía empalados 16cm y faltaban otros tantos para completar.

«¿Estás bien, Cosita?» Le pregunté «Ya tienes la mitad adentro, ¿Quieres el resto?» Me coloqué encima de ella. Ella tenía su cabeza echada para atrás con la boca estaba abierta jadeando de excitación.

Cuando volví a empujar, ella echó sus piernas hacia arriba y hacia atrás abriéndose completamente a mi penetración. Mi dura estaca continuaba penetrando lentamente en su cuerpo, deslizándose suave y fácilmente. María arqueó su espalda y volvió a gruñir, «Oh Dios mío» Susurró «Es muy grande, me llena completamente, nunca antes… ¡ooh!… ¡ooh!»

Ya estaba completamente dentro de ella, toda la longitud de mi espada estaba guardada en la tibia y húmeda vaina.

«Ya viste María, ya tienes dentro de ti la totalidad de mi instrumento, sin problemas» Le dije «Ahora voy a darte una cogida que nunca vas a olvidar» Mientras hablaba me coloqué sobre mis manos sosteniéndome por encima de ella y empecé hacer recorrer mi estaca dentro y fuera de ella. Volteando hacia abajo pude ver mi lubricada verga entrando y saliendo impulsando sus labios vaginales y presionando su clítoris en cada estocada.

El efecto era fantástico. María, una pequeña y deliciosa esposa, estaba perdiendo el control al ser tomada de esta manera.

Ella lanzó su cabeza hasta atrás y comenzó a suspirar como pequeños maullidos al principio. Pero conforme la intensidad de la cópula se incrementaba fue subiendo el volumen de sus gemidos, hasta terminar gritando con apasionado placer con cada uno de los embates de mi verga en su empapada concha.

Con el rabillo del ojo detecté a Joseph que estaba disfrutando de ver a su mujercita cogida apropiado por primera vez en su vida, estaba él parado junto a la cama, mirando intensamente con los ojos brillosos, su bata abierta y se estaba masturbando los 15cm de su miembro. Verdaderamente estaba deleitado con el espectáculo.

Acelere mis embates machacando a María cumplidamente. La cama entera brincaba y sonaba mientras lo hacía. Sus hermosos senos giraban sobre su pecho donde se sacudía con cada empellón.

«Hey Joseph» Dije «Habías visto alguna vez a tu esposa así de esta manera, mírala está disfrutando como nunca, mientras recibe la cogida mas completa de su vida» Joseph no me contestó, pero su mano empezó a recorrer mas rápidamente sobre su miembro.

María tenía ahora sus manos sobre mis hombros, perforándome la piel con sus uñas mientras aullaba. Ella estaba por alcanzar su segundo orgasmo, mientras yo dedicaba todo mi esfuerzo al mismo.

Decidí que era tiempo de cambiar de posición así que descansé mi cuerpo sobre el de María, metiendo mis brazos debajo de ella abrazando fuertemente contra mi pecho, pero sin detener las embestidas de mi verga en su húmeda vagina ni por un segundo.

Nos recostamos de lado y ella levantó una pierna para que pudiera yo continuar cogiéndomela. Mis manos sujetaron sus nalgas y las pasé por la división de sus magníficos hemisferios, hasta tener mis dedos acariciando alrededor de su concha y de su culito.

Con eso tuvo, con un grito que estremeció el cuarto, su cuerpo alcanzó el clímax poniéndose rígido con el éxtasis.

Yo aun tenía un largo trecho por recorrer y quería mas, mas lento esta vez. «María» Le dije mientras se recuperaba de su clímax. «Ahora móntame, rápido»

María fue magníficamente obediente, debo decirlo, mientras yo permanecía acostado de espaldas, ella se arrodilló a horcajadas sobre de mí de frente a Joseph, tomó mi verga con las dos manos y levantándose me introdujo dentro de ella, dejándose caer (Bendita) sentada en mí.

La visión fue fabulosa. Mi enorme miembro deslizándose en ella mientras veía su espalda descender sobre de mí.

Por supuesto que de esta forma yo no podía ver su cara, pero sabía exactamente que estaba haciendo ella, estaba provocando a Joseph con su actuación, al levantarse y dejarse caer en mí, permitiéndole una vista perfecta de mi estaca hundiéndose en su anhelante cuerpo. Y mientras ella se movía mas y mas rápido sus tetas se mecían y zarandeaban.

Joseph estaba disfrutando del espectáculo sin lugar a duda, su bata estaba abierta y ahora se masturbaba furiosamente, su mano volaba de arriba abajo en su pequeño pene.

Era el momento de pasar a la siguiente parte del guión. Sentándome pasé mis brazos alrededor de María y la sujeté de las tetas, entonces le dije al oído, pero de manera que Joseph pudiera oírme «¿Sabes que le gustaría a tu esposo ahora María?» Ella soltó una risita y negó con la cabeza. «Él nunca te lo ha dicho, porque le da mucha vergüenza» Susurré a su oído «Él quiere que se la mames hasta venirse en tu boquita, pero quiere estar atado a una silla mientras se lo haces» Reaccionó exactamente como me lo esperé, se atacó de risa. «Vamos» le dije «Debes hacerlo, es justo después de todo lo que tu y yo nos hemos divertido»

Ella se paró desenchufándose de mí. Yo puse mi mano sobre él y le pregunté «¿Traes con que amarrarte Joseph?» Tímidamente, con la mirada al piso, sacó unas corbatas de plástico del bolsillo de su bata. «Bien» Le dije «Ahora María, quítale la bata para que se siente en su silla como un buen muchachito»

Todos estábamos ahora en pelotas, Joseph sentado en la silla de madera al pie de la cama. Le di a María algunas corbatas y procedimos a atar al buen marido. Había docenas de corbatas, sí que lo sujetamos muy bien. Sus brazos y muñecas amarrados al respaldo y sus piernas y tobillos a las patas de la silla. Sus piernas quedaron separadas con su verga reventando de excitación, nomás de pensar en lo que su adorable esposa estaba a punto de hacerle.

«Bueno María» Dije «Es todo tuyo» Sonriéndome, María se arrodilló entre las piernas de su esposo y se inclinó hacia él. Joseph cerró los ojos cuando su verga se deslizó dentro de la boca de su esposa y ella empezó a afirmar con la cabeza, colocó sus manos sobre los muslos de él y prácticamente empezó a devorarlo vivo.

Arriba y abajo, arriba y abajo, su cabeza subía y bajaba mientras Joseph gruñía y se revolvía indefenso, sujeto por los cordones de plástico. Yo me senté al pie de la cama mientras miraba a María como lo hacía.

Era absurdo que él no se lo hubiera pedido antes, ella era muy hábil haciéndolo. Joseph no podía soportar mas se acercaba rápidamente a su clímax gimiendo fuertemente y empujando su pelvis hacia la boca de María.

Ella se veía tan apetitosa, arrodillada desnuda, chupando vigorosamente el pito de su esposo.

Entonces profiriendo un grito empezó a chorrear su semen en la boca de ella, quién fiel a su palabra empezó a tragar y tragar lo que manaba.

Joseph se aflojó en su silla, completamente desecado. María se enderezó soltando el pene que cayó flácido entre las piernas de él. Ella lo tomó cariñosamente entre sus manos acariciándolo «Debías haberlo pedido antes…» le dijo a él «No hay objeción…»

«Bueno María, eso estuvo excelente» Dije poniéndome de pie. «Pero aun no hemos terminado, ¿No crees Cariño» Ella se volteó sonriente. «Pensé que ya no me lo pedirías» Replicó. «¿Ahora que sigue grandullón?»

«Lo que tú quieras» Le dije acariciándome el pene para que continuara tieso «Las damas escogen» Ella permaneció pensativa unos segundos. «Hummm» Dijo «No estoy segura… es difícil decidir, pero no me lo haz hecho de perrito y es algo que me encanta.»

«Quizá te gustaría que te montara a pelo» Sugerí con una mueca «Ya sabes, en forma normal»

Sus ojos brillaron con lujuria auténtica. «¡Que buena idea!» Dijo mirando a Joseph.

«¡María no, no te atrevas!» Dijo Joseph notándose sacudido por el pánico «Quiero decir, que no estás tomando precauciones ni… Bueno, nomás no puedes» Su voz se desvanecía, continuaba atado a la silla, así que no era mucho lo que podía hacer.

Yo sabía que había acertado a la primera y que no pasaría mucho rato para que estuviera teniendo sexo inseguro con su esposa e inmediatamente después administrando mi semen en su útero, mientras Joseph observara indefenso desde su silla. Esto es lo que tenía planeado desde un principio.

«¿Solo un rato de contacto directo entonces, María?» Continué presionando «De manera que me puedas sentir apropiadamente. Por supuesto que siempre existe el riesgo, pero entonces, ¡Que demonios….! Le dediqué mi mas encantadora sonrisa y vi que dirigió su mirada a mi totalmente erecta herramienta.

«Hummm…» Dijo ella acercándose a mí y agarrando mi verga con las dos manos «Bueno, quizá una cogida ligera un corto rato, no hace daño ¿No crees?» Soltó una risita y añadió «Digo, no vas a venirte dentro de mí, ni nada, ¿verdad? Prometes tener cuidado, ¿No es así?» Sus dedos empezaron a jalar el condón y sentí que se salía

«María, escúchame» Dijo Joseph «Tuviste tu última regla hace dos semanas, estás en tu momento mas fértil, digo, no se necesita mucho para…»

El condón salió con un chasquido «¡Bien!» Dijo ella quedito y luego volteando hacia Joseph «Ya lo sé Cariño, pero me parece que será mas divertido coger a raíz con Chad.

Es lo que estado deseando hacer desde que lo vi hoy, coger en forma natural. Además tú querías verme copulando con otro, así que no te molestará que lo hagamos natural y estoy segura de que Chas tendrá especial cuidado…»

Ella dejó caer el condón en el regazo de su esposo y se volvió hacia mí. «Quiero que me cojas con esa hermosa verga que tienes, Chas, cógeme fuerte, haz que me venga nuevamente» Se volteó nuevamente y se colocó de hinojos frente a mí, caí arrodillado detrás de ella, con la verga en la mano.

«Chas» Dijo Joseph, retorciéndose en su silla. «¿Tendrás cuidado, verdad? ¿Quiero decir, salirte antes de terminar y no venirte dentro de ella? Ella es mi esposa y tú no debes preñarla ¿Verdad, Chas?»

«Bueno Joseph» Repliqué acercándome a ella que al notarlo separó las piernas frente a mí. «Siempre existe la posibilidad, pero tú ya tuviste lo que querías y ya nos dijo María que esto es lo que ella quería y ¿Quién soy yo para negárselo?» La mano de María salió de entre sus piernas buscándome, me acerqué otro poco y me sujetó. «Oh Joseph» Le dije «Creo que te tengo malas noticias, ¡Mira!» Señalé con la mirada la punta de mi glande, donde ya escurría líquido seminal.

Oí a Joseph pasar saliva cuando lo notó y María que lo debió sentir sobre su mano, soltó una risita feliz, su mano jaló mi verga hasta la entrada de su húmedo chochito y restregó la punta entre sus labios vaginales, mezclando sus jugos con mi líquido seminal y lo dejó a la entrada, encajada la punta para que yo la empujara.

Para crear este momento es que yo había estado trabajando.

Finalmente aquí estaba, arrodillado entre las piernas detrás de esta preciosa esposa de otro a punto de introducir mi miembro desnudo en su fértil cuerpo, mientras su marido miraba impotente como la tomaba.

Desde luego que no pensaba sacarla antes de tiempo y ambos lo sabían. Una vez que la penetrara, la cogería hasta que mi semen se derramara profundamente en ese útero, llevando mi semilla a esa matriz a punto para la maternidad. El pacto se iba a cumplir, sería yo el semental cubriendo a la hembra.

Recorrí mis manos acariciando sus costados, la sujeté por las caderas y empujé las mías. Sentí donde mi enorme glande se encajó en el húmedo y resbaloso refugio.

Ella suspiró donde sintió la penetración inicial y luego gimió de placer cuando la dejé sentir la totalidad de mi herramienta de un solo y lento empujón. «Ya está María» Le dije «¿Lo sientes mejor sin protección? ¿Te gusta el riesgo?»

«¡Oooohh!» Suspiró ella y volteó a verme por encima de su hombro, sonriendo replicó «No te atrevas a venirte dentro de mí, Chas, eso sería muy perverso de tu parte, ¿No crees?» Solo que mientras decía eso, no paraba de moverse de atrás para adelante, deslizando mi miembro endurecido dentro y fuera de ella, excitándome, ordeñándome.

Y respondí picándola mas de prisa, ella jadeaba, saboreando la sensación de mi dura verga en sus profundidades.

Deslicé mi mano sobre su piel, bajo su suave vientre, sobre sus oscilantes senos y abajo entre sus piernas, donde nuestros cuerpos se unían. Ella empezó a gruñir y sudar.

Me moví un poco para frotar su clítoris con mi estaca. «¡Oh Chas, oh Chas, oh Chas!» Comenzó a gritar, mientras yo la machacaba. Miré a Joseph. Estaba silencioso y se notaba que estaba disfrutando del espectáculo.

«¡Que buen palo es tu mujer, tan jugosa, tan apetitosa, tan tibia, mmmmm!» Vi que nuevamente se le empezaba a parar la verga, pero ahora tenía que concentrarme en cosas mas importantes que hacer que importunar a Joseph.

Sujetando fuertemente a María de las caderas, empecé a cogerla mas rápido y fuerte, trabajando mi clímax, para eyacular mi esperma dentro de ella. «¡Oh Chas, ugh, ugh, Chas, esto es demasiado… ugh, ugh, cógeme, cógeme, vamos, cógeme mas, ssiiiiiiiiii!» Decía María, mientras yo arreciaba aun mas mis embestidas.

El sudor de su espalda se fusionaba con el de mi vientre, nuestros cuerpos estaban unidos como uno solo, dedicado a un único objetivo, una cópula exitosa y ya nada nos detendría hasta obtenerlo.

Pude sentir como todo su cuerpo se tensó, su vulva se cerró sobre mi estaca apretándola, yo sabía que estaba a punto de iniciar su orgasmo, así que con una serie final de empujones la hice pasar el borde del abismo sexual.

«¡Ooooarrggghh!» Gritó mientras sus nalgas se endurecían con su clímax y en ese momento exploté dentro de ella, enviando ríos de semen a las profundidades de su matriz, mientras continuaba bombeándola y desmoronándola.

Permanecimos unidos y estáticos lo que pareció mucho rato. Sentía mi semen escurrir alrededor de mi verga y correr sobre nuestras piernas. Joseph estaba solo sentado con la boca abierta.

«Dios mío» Dijo quedamente «Nunca creí que hicieras esto, nunca pensé…» Su voz se desvaneció. Entonces poniendo una mano sobre las nalgas de María, le di una vista para recordar toda la vida.

Ella continuaba arrodillada mientras yo lentamente saqué mi verga de su ensopado coño, aun estaba medio tiesa y al salir hizo un ruido obsceno, seguido de un flujo de mi semen, le di unas nalgaditas y le dije a Joseph, «Ahí tienes, un coño recién cogido, el sueño o la pesadilla de cualquier marido, dependiendo del fetichismo particular de cada quién. ¿Tú que piensas, Joseph?…» Pasé la mano por la entrepierna de María y la levanté acercándosela a él. Estaba cubierta de una mezcla combinada de semen jugos de lubricación y saliva.

María y yo reposábamos juntos en la cama desnudos bajo la colcha, habiendo enviado a Joseph a traer un poco de vino. Yo estaba de espaldas y ella de costado a mi lado, sus senos sobre mi pecho, con un brazo y una pierna por encima de mí.

Me besó en los labios y jugueteamos con nuestras lenguas. «Nunca» Dijo ella. «Nunca lo había sentido como hoy. Esto fue magnífico, lo mejor. Sentirte así, cogiéndome en forma tan fuerte y dinámica, estaba en éxtasis y entonces te viniste dentro de mí, sentí tu cálido semen derramándose en mi interior» Enterró su bella cara en mi hombro. «¡Grrrr!» Hizo y luego dijo «Dios, quiero hacerlo de nuevo. Soy una puta, ¿Por favor?»

«Solo necesito descansar otro rato» Repliqué «Y volveremos a coger, mucho mas largo rato esta vez, mientras tu maridito nos ve. ¿A él le gusta, verdad, ver a otro cogiéndote?»

«Él es un tanto fetichista» Dijo María «Y a mí no me molesta si él disfruta viéndome con otro. Veo que le entusiasma. Pero éste…» Ella sujetó mi verga «Éste es mi fetiche, este enorme tronco que tienes aquí» Me sonrió mientras se acurrucaba en mis brazos, todavía acariciándome con una mano.

Joseph regresó al cuarto con tres copas de vino. «Muy bien Joseph» Le dije «Pon la charola sobre la mesa y tráenos el par de copas para tu esposa y para mí.» Obediente Joseph se apresuró a servirnos y regresó a sentarse a su silla al pie de la cama, a contemplarnos a su esposa y a mí reposando desnudos bajo la colcha y bebiéndonos su vino.

«¿Te molestaría mucho si María queda embarazada, Joseph?» Pregunté «Quiero decir, que si tanto ella como tú disfrutaron tanto de esta cogida, ¿No te parece, que se merece quedar preñada, que ese sería el resultado adecuado?»

«No estoy seguro» Balbuceó Joseph «Digo, ella es mi esposa y se supone que debo ser quién…»

«Claro Joseph, lo entiendo, pero nadie tiene que saberlo, ¿No crees?» Respondí «Solo María y tú lo sabrían y estoy seguro de que no te gustaría que alguien se enterara de las circunstancias en que María ingresó al gremio maternal, ¿no crees?»

«Supongo que no» Dijo él.

«Es muy agradable estar así» Dije cambiando de tema «Únicamente falta algo…»

«¡Chas!» Dijo María con expresión de asombro «¡Pude sentir eso! No es posible que tan pronto puedas volver a hacerlo»

¡Por supuesto que puedo! Mi verga sin ayuda ajena, al ir creciendo quedó acomodada a la entrada de María, solo tuve que dar un pequeño empujón y ya la había penetrado. «¡Dios mío, Chas!» Dijo María «Ya estás otra vez dentro de mí, ¡No puedo creerlo!»

Esta vez fue diferente, lo hicimos despacio y suave.

Me introduje lentamente en ella hasta la base de mi verga, ella separó las piernas para permitirme libre acceso e inicié un vaivén mientras la abrazaba.

Tiré la colcha a un lado para que Joseph pudiera contemplar lo que mas le gusta, una gruesa verga encajada en el coño de su mujercita.

María respondía a mis embates bajando sus caderas, urgiéndome a que descargara nuevamente dentro de ella.
Así estuvimos largo rato, ella recargada en mí, sus senos frotándose contra mi pecho y su entrepierna machacándome mientras mi verga se preparaba sin remordimiento para otra emisión.

Finalmente, acelerando ambos un poco el bamboleo, pude sentir mi esperma bullendo en mis huevos y en una serie de emisiones me vine nuevamente dentro de ella hasta sentir mi semilla escurriendo alrededor de mi verga.

«Bueno Joseph, me parece que ahora si lo hicimos, ¿no crees?» Dije mirándolo, pero Joseph estaba abstraído, con la mirada fija en el coño de su esposa, que escurría semen hasta la cama. Entonces dije: «Me parece que si ella no se embaraza de esta, nunca lo hará»