Capítulo 2

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El cambio de marchas automático II

Como os decía el problema consistía en burlar al marido de mi madurita, pero cuando hay voluntad existe imaginación, para tener la esperada cita necesitaba volver al escenario, sin más me presenté en el bar del tabaco, cuando me vio cambió la expresión de su rostro, se puso muy triste y dejó de hablar a los clientes «No sabía que pensar», pido una consumición y con voz muy alta comentó que tenía grandes dolores de cabeza y que se hallaba un poco depre, mentira ya que en la ante-sala podía oír sus carcajadas motivadas por las bromas de los clientes.

Empeoraba por momentos, fue al cuarto de baño en un par de ocasiones , su marido preocupado la convenció para que fuera a su casa, alegando que se las apañaría sólo, recuerdo exactamente las palabras «Vete tranquila, toma algo caliente y meteté en la cama que ya iré yo», este hombre era Rappell, por que siguió las instrucciones al pie de la letra.

Cogió su bolso y salió detrás de la barra, cuando llego a mi altura, me guiño el ojo derecho y esbozo una amplia sonrisa ,en apenas dos segundos recuperó color en las mejillas, comprendí la situación y tras abonar la deuda me dirigí al parking.

Allí estaba, esta vez en un deportivo azul, y con un grito lascivo me dijo «Sígueme chaval», dicho y hecho, la seguí hasta las afueras del pueblo, me hallaba ante un chalecito en dos alturas con jardín en la parte frontal, aparqué mi vehículo en la esquina posterior «por si las moscas» y me invitó a entrar.

Pasamos a un amplio salón me acomodó en un sillón y me preguntó si quería beber algo, respondí afirmativamente, encendió la televisión y me rogó que la esperase un momento ya que iba a darse una pequeña ducha y cambiarse de ropa, se sentía un poco sucia tras la jornada laboral interrumpida.

No tardó más de diez minutos, y bajando las escaleras de comunicación entre plantas me comentó «Estoy lista», tenemos unas tres horas aproximadamente, pero hay que estar atentos, no quiero perder este status por mucho que disfrute.

Se veía radiante, convencida de su poderío y vaya si lo hacía notar, bajaba contoneándose con un sujetador blanco de encaje en la parte superior, como siempre no alcanzaba a taparle mas que un tercio de su espléndido pecho, llevaba refuerzos laterales que incrementaban su volumen y disposición su canalillo era mucho más pequeño que un papel de fumar, abajo unas braguitas haciendo juego con el anterior, mitad inferior en raso y superior calado, se adivinaba perfectamente un triangulo de pelos oscuros y fuertes, muchos de ellos emergían por el calado del encaje, finas medias también blancas en consonancia con lo anterior y por ultimo zapatos de tacón en color negro, se había soltado el pelo y pintado los labios en color rojo vivo dando mucha dimensión a los mismos perfectamente perfilados con lápiz negro, os imagináis que estampa, yo me pellizcaba las piernas para conectar con el mundo real, no estaba excitado, todo lo contrario sentía algo de miedo pensaba «esta me come aquí mismo».

Se acercó sigilosamente muy despacio, paso su dedo índice por sus labios e interior de la boca y lo introdujo en la mía, enseguida lo tomé y lamí en toda su extensión todo ello sin dejar de mirarla a los ojos, se había iniciado una batalla psicológica y no podía dejar de ganarla, ella lo sabía y se mostraba aun más picarona, sin más me dio la espalda y se agachó para coger el mando de la televisión permaneciendo en esta posición, su espectacular culo se acomodó a la altura de mi nariz, únicamente movía su dedo para cambiar de canales, entendí su mensaje, comencé a acariciar sus tobillos, continué muy despacio por sus gemelos con la mano muy abierta y cierta rudeza queriendo definir cada músculo y seguía subiendo por aquellas interminables piernas hasta que tomé su coño como los camareros llevan su bandeja, lo tenía muy caliente demasiado caliente, esto me gustó, deje la mano quieta ,entonces fue ella quien con movimientos asíncronos se balanceaba sobre sus finos tacones, pude observar como un par de gotas se escapaban por el ribete de la braguita y descendían muslo abajo.

«Cómeme» me pareció escuchar, me acerque a sus posaderas y con un leve movimiento hice a un lado la cinta, única protección en retaguardia la misma se perdía entre sus mofletes, saqué mi lengua todo lo que pude, me dolía por el esfuerzo, pero aguantaba, trabaje todo el área desde el clítoris hasta las cercanías de su agujero negro, este ultimo lo dejaba par un segundo plato, cosa que la molestaba enormemente pero a la vez la excitaba de sobremanera, cogía mi cabeza y la dirigía justo al centro una vez tras otra yo rechazaba su oferta, quería que me suplicará, agarré su botoncito y lo succione bastante fuerte y lo mordisquee hasta que se corrió como una bestia, tuvo que quitarse los zapatos ya que la escasa base no aguantaba estos estremecimientos.

Sin darla respiro ahora si me ocupe de su segundo agujero ,muy tranquilo dándola tiempo a recuperarse, primero con la lengua, iniciando la ruta por los extrarradios y movimientos circulares que indudablemente acabarían en el centro de la espiral, aproveche sus jugos para lubricar primero un dedo, luego otro, hasta tres, ella me ayudaba asiendo sus glúteos y tirando de ellos hacia fuera.

Josefa no podía más, se abalanzó sobre mí y metió su lengua en mi boca, con una mano me tocaba el paquete, creó que decoloró mis pantalones de tanta friega, lo definía, lo estrujaba, apretaba mis huevos, hasta que con torpes movimientos nerviosos me quito el cinturón y bajo mis pantalones y calzoncillos a la altura de las rodillas, se la tragó de golpe quedó parada y me miró a los ojos y con un gesto de aprobación por mi parte, realizó una mamada de escándalo, chupaba, succionaba, recorría desde el escroto hasta la punta del glande.

No estaba dispuesto a correrme por lo que la aparte y la puse sobre el brazo del sillón la alcé las piernas ,consiguiendo el mayor arco posible, cogí mi pene y lo pasé en repetidas ocasiones por su clítoris, hasta que ella lo asió y lo introdujo en su coño, cerro las piernas para no dejarme escapar e iniciamos un mete-saca bastante enérgico, gritaba como loca, menudas obscenidades soltaba, caí en la cuanta que aún no había soltado sus estupendas tetas por lo que de un tirón salió despedido el sujetador, creo que este hecho la gustó ya que se corrió como nunca, Josefa era una caja de sorpresas, sería un poquito maso?.

Se quedó inmóvil con mi picha dentro y me ordenó que no me moviera, ella si en cambio con los músculos interiores de su vagina ordeñaba mi miembro, era tremendo no movía un ápice su cadera.

Cuando se recuperó simplemente se dio la vuelta y abriendo sus glúteos me mostró el agujero del culo y comentó «ya sabes lo que tienes que hacer», ni corto ni perezoso se la enchufé hasta el fondo en la primera embestida, gritó y gritó pero no de dolor sino de placer, esto era realmente lo que mas le gustaba, yo no podía más pues aún no había eyaculado ni una sola vez y tenía los depósitos llenos para esta ocasión, la verdad es que duré bastante poco, somos humanos, y solté en su interior infinidad de chorros de esperma, que agradeció enormemente ya que introducía sus dedos a modo de cucharilla y los depositaba en su boca, lamiendo todos ellos sin dejar una sola gota después lo hizo con mi polla mientras con su mano derecha apretaba mis huevos como si creyese que fuera un pulverizador.

Estábamos extasiados, pero Josefa miró el reloj y relató «Vamos no tenemos mucho tiempo», me cogió de la mano y subimos a su habitación, era tal y como imaginaba, amplia coqueta y con cierto aire de burdel francés, retiró de un manotazo el fino edredón y la sábana superior, abrió un cajón y extrajo un cubre-camas en plástico transparente con gomas en sus esquinas, la acomodó al catre, encima de la mesita se hallaba un frasco de aceite corporal , embadurnó toda la superficie y se lanzó sobre él, giraba y giraba queriendo absorber todo el liquido posible, lo mismo hizo conmigo, estábamos como cerdos en una charca, de repente abrió sus piernas, apareció ese coño peludo que como ya sabéis me gustan tanto, asió mi mano y la lubricó hasta la saciedad, entendí enseguida, comencé directamente con tres dedos, el cuarto, aquí empezaban los problemas, tengo una mano realmente grande, pero me cogió por la muñeca y tiró para dentro hasta que desapareció entera, mi esclava hizo el tope, con pequeños giros en principio y hasta llegar a 180 grados podía percibir todo su interior, al girar la mano al completo palma hacia arriba me atreví a abrir los dedos y realizar un movimiento de «Venga usted aquí» me entendéis de » ven, ven», ósea doblando los dedos por la tercera falange, aquí no pudo más y se vino, «joder que gritos».

No acababan aquí mis sorpresas, como alma que lleva el diablo, se apeó y cogiendo dos cuencos de madera los ensambló en las patas delanteras de la cama, habíamos perdido la horizontalidad, calculo a priori unos treinta grados, se volvió a poner en la misma manera bien espatarrada y me cogió por lo huevos, apuntó mi glande a su coño y zas, donde residía el truco, en que me escurría para abajo y cada vez que quería incorporarme se la metía con furia, ella hábilmente se agarró al cabecero y yo para arriba y abajo, el aceite realizaba su trabajo, estuvimos al menos diez minutos hasta que nos corrimos a la vez, quedamos tendidos besándonos yo bastante agotado, la verdad, de repente sonó el teléfono móvil, era su marido comunicándola que había cerrado el local y se dirigía a la morada.

Tuve el tiempo justo para vestirme y salir de allí, cuando doble la esquina me encontré el famoso todoterreno con cambio automático de bruces, respire profundamente «Esta vez por poco».

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