Vendada y atada
A mi amiga le gusta mucho el sexo y, por supuesto, a mi también, por lo que lo hacemos cada vez que nos vemos.
La primera vez fue muy romántico y solo pudo chupármela ya que no teníamos mucho tiempo para hacerlo y ni siquiera llegué a acabar.
A pesar de ello fue muy placentero porque, al ser nuestro primer encuentro, estaba lleno de misterio y esa magia que se siente con una persona la primera vez.
El siguiente encuentro ya fue completo.
Tuvimos muy buen sexo pero ella me había contado que le costaba mucho acabar porque quedó traumada por su primer experiencia sexual, en la que su novio no reparó en romanticismos y solo quería penetrarla, con un detalle que tenia un pene demasiado grande que logró intimidarla.
Luego de un extenso y agradable momento sexual con todos los ingredientes, no logré sacarle un orgasmo, cosa que me preocupaba dado que yo no me quedo conforme hasta que la mujer «víctima» de mis perversiones no haya acabado al menos dos o tres veces,
Se preguntaran entonces porque dije que tuvimos buen sexo. Bueno, ella no lograba acabar pero yo ya estaba por llegar al orgasmo cuando me dice: «avísame cuando estés por llegar», y cuando le dije que no aguantaba más, sacó mi pene con una velocidad magistral de su vagina y se lo metió en la boca hasta el fondo logrando que instantáneamente, eyaculara una cantidad impensable de semen que nunca pude ver ya que se lo tragó por completo.
¿Fue o no buen sexo? Claro que sí.
Hace dos años que tenemos relaciones aunque a veces pasan varias semanas que no nos vemos.
Cada uno tiene su propia vida y sus propios amantes pero nunca dejaremos de hacerlo Y cada vez que lo hacemos ella se traga todo lo que le doy y me deja el miembro reluciente como recién lavado.
Por supuesto que logré hacerla acabar y todo gracias a que para mi el sexo debe estar acompañado de cariño y comprensión.
Tenemos largas charlas antes y después de hacerlo y eso nos ayuda a conocer nuestros miedos y deseos.
Una de las cosas que me perturbó fue que a pesar de su nefasta primer experiencia, a ella le gustan los penes bien gruesos y no le importa el largo, y yo tengo uno demasiado estándar como para dejarla plenamente satisfecha aunque ella gocé mucho en nuestras experiencias.
A raíz de ello fue que empecé a fantasear con meterle una zanahoria o un pepino lo suficientemente grande como para verla gozar al máximo, pero mi morbo fue mas allá de ello y empecé a pensar en si lograría que la penetre un perro.
Un día, luego de varios sin vernos le pregunté mientras cateábamos, si hacía mucho que no cogía y me dijo que demasiado.
Entonces le insinué que porque no se entretenía con uno de sus perros y le mandé una foto de una mujer chupándosela a un perro con su miembro descomunal mientras le chorreaba el semen por la boca. Ella irónicamente me dijo que lo iba a tener en cuenta.
A partir de ese momento no dejé de ratonearme con la idea y cada vez que me masturbaba, la veía a ella haciendo todo lo que vemos por internet al respecto.
Pero en el fondo suponía que nunca llegaría a concretarse, por lo que solo me quedaba con mis pensamientos egoístas acabando entre mis manos.
Sin embargo, la semana pasada logré mi objetivo y fue mejor de lo que me había imaginado.
Estaba paseando en bicicleta y pasé por la casa.
Se encontraba durmiendo la siesta y se alegró al verme. Charlamos un rato y me contó que sus padres estaban de viaje ese fin de semana y noté en su mirada las intenciones de hacerlo como nunca.
Quiero resaltar que cada vez que volvemos a hacerlo empezamos con juegos inocentes como si se tratara de la primera vez. Y eso es lo que hace que la relación amiga/amante dure por siempre.
En fin, cuando entramos en clima le dije que quería que gozara como nunca había gozado en su vida, así que le pedí que se entregara a todas mis fantasías.
Y como nunca le falté el respeto ni hice nada fuera de lugar, no solo asintió, sino que se le transformo la cara en una expresión de placer indescriptible como nunca antes la había visto. Ya tenia la primer batalla ganada.
Nos recostamos en el sillón del living con vista al hogar encendido que anticipaba una tarde de invierno muy calurosa.
Le vendé los ojos y comencé a desvestirla muy lentamente mientras acariciaba cada centímetro de su cuerpo a medida que quedaba al desnudo.
Con mi lengua toque sus pezones que ya estaban tan firmes como mi pedazo de ser deseoso y jugoso. Ella gemía como nunca antes lo había hecho y eso me enloqueció.
Tomé los lazos de las cortinas y le até las manos y los pies a los extremos de dos sillones dejándola totalmente indefensa en el suelo boca abajo.
Le metí la lengua en la vagina succionándole el clítoris y mordisqueándoselo mientras ella me pedía por favor que la penetrara, que no aguantaba más.
Y en ese instante tuvo su primer orgasmo sin estar yo dentro de ella.
Me levanté de repente y le dije que tenia una sorpresa. Que me esperara un instante.
Me dirigí a la cocina donde se encontraba uno de sus dobermann, el más grande, y le pase mi mano con olor a flujo vaginal y de repente se levantó como endemoniado, ya que me seguía como un burro tras su zanahoria.
No me tomo más que unos cuantos segundos llegar con el perro hasta el living y él instantáneamente encontró el origen de ese néctar delicioso. Comenzó a olfatear delicadamente su vagina y la lamía con ternura.
Ella enseguida se dio cuenta que no era yo quien efectuaba tan precisa tarea y se puso muy nerviosa preguntándome qué con quién estaba.
Yo la acaricié y la besé para que se tranquilizara y le dije que era una sorpresa.
De repente su nerviosismo llegó al máximo pensando que sería algún amigo que estaba allí pero mientras el perro seguía lamiendo ella desconfiaba de tan amplia lengua y le dije que no tenia nada de que temer.
En ese momento el perro se paro con su miembro frente a su cara y ella sintió los pelos del animal dándose por enterada del asunto. No dijo una sola palabra y yo le dije que le iba a meter mi pene en su boca.
Tome la punta del pene del animal y comencé a masturbarlo por lo que salió un pedazo de carne increíblemente grande.
Y le pedí a ella que levantara su cara par poder metérsela en la boca (sin saber que no era mi pene sino el del perro) y cuando lo sintió en su boca y se dio cuenta que era el del perro no solo no dijo nada sino que comenzó a gemir desesperadamente al tiempo que me decía: «sos un hijo de puta, pero me encanta».
Sus gemidos no permitieron que terminara la frase y siguió chupándola con un esfuerzo por que no se le zafara de la boca.
Entonces la desaté pero le pedí que no se sacara la venda de los ojos.
La acomodé sobre el piso en cuatro patas y el perro ya estaba suficientemente excitado como para penetrarla.
Por un instante me puse nervioso sin saber como podía reaccionar un perro de ese tamaño si no lo complacíamos correctamente, pero parecía que ya se conocía el libreto y no demostró más que sonidos de placer.
Ella tomó el miembro del animal como le gustaba hacer con el mío y se lo metió dentro de la vagina resoplando como si fuera una yegua de placer.
El doberman la montó frenéticamente hasta que pude ver como se introducía la bola que tiene al final del pene y ella estallaba de placer.
Y cuando sintió que se llenaba por completo y que el perro estaba por acabar se la sacó con su peculiar maestría y se la metió todo lo que pudo en la boca, recibiendo cantidades increíbles de semen que no pudo tragar en su totalidad.
Se sacó velozmente la venda y me encaró con una mirada irreconocible y viendo como me estaba masturbando se llevó mi pene a la boca y termine de llenarla en una mezcla animal humana.
El perro quedó inmóvil mirando como le robaba a su amante y ella se largó a llorar.
Pero de placer. Y nos fundimos en un abrazo al acecho del doberman que no salía de su asombro.
Me fui en bicicleta temblando todo el camino y al llegar a mi casa levanté los mensajes del contestador y una voz femenina con tono difuso simplemente decía: «gracias».