Analía y Juan se encontraban en la casa de ella, disfrutando de un momento de intimidad.
Sentados en el comedor, comenzaron a besarse apasionadamente, y pronto, Juan sintió cómo su erección crecía bajo sus shorts.
Kristel, la perra dalmata de Analía, se acercó y, sin que su dueña se diera cuenta, comenzó a lamer la punta de su erección, asomada por encima del short.
Juan, sorprendido, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Analía, ajena a todo, continuó besándolo mientras Kristel lamía avidamente su preseminal, haciendo que su erección se pusiera aún más dura.
Sin que Analía lo notara, Juan se bajó el short, permitiendo que Kristel lamiera libremente todo su pene.
La perra, con avidez, exploró cada centímetro de su erección, limpiando y lamiendo, y se concentró en su glande, frotando su lengua sobre él.
Juan, incapaz de contenerse, eyaculó en su hocico, bañando el suelo con sus fluidos. Kristel, fiel a su naturaleza, limpió cada rastro de sus fluidos y se fue contenta, dejando a Juan en un estado de excitación insatisfecha.
Más tarde, incapaz de dormir, Juan se acercó a Kristel en la sala. La perra, al verlo, se acercó moviendo la cola y levantó la cola a un lado, señalando su disposición a copular.
Juan, excitado, la acarició y exploró su vulva hinchada y húmeda. Con un dedo, primero, y luego con dos, exploró su interior, sintiendo cómo Kristel acompañaba sus movimientos, levantándose y mostrando su sexo.
Juan, con su erección palpitando en sus boxers, se sacó la ropa y se ubicó detrás de Kristel. Con el glande, frotó su entrada, y al ver que estaba lista, comenzó a penetrarla.
Al principio, lo hizo con suavidad, pero pronto aumentó la intensidad de sus embestidas. Kristel, a pesar de su tamaño, se adaptó a él, acompañando sus movimientos con jadeos y gemidos de placer.
Juan, enloquecido, continuó penetrándola profundamente, sintiendo cómo su cuerpo se acomodaba al suyo.
En un momento, Kristel se dio la vuelta y comenzó a lamer su vulva con mi pene dentro, lo que solo aumentó su excitación.
Finalmente, con un último empuje, Juan eyaculó dentro de ella, y Kristel, en respuesta, llegó al clímax.
Después, Kristel limpió cada rastro de sus fluidos, y ambos se separaron satisfechos. Juan se durmió plácidamente, sintiéndose más conectado con Kristel que nunca, y Analía, ajena a todo, no sospechó nada.