Confesiones zoo, de una mujer preñada.

Me llamo Concesión, tengo 29 años, rubia ojos celestes, 1,69 m y unos pechos medios, que como consecuencia del embarazo han crecido considerablemente.

El advenimiento de nuestro primer hijo, alegro muchísimo, en nuestro matrimonio, a pesar que teníamos pensado tenerlo más adelante, pero Dios no lo quiso, bendiciéndonos, con su llegada.

Vivíamos en una casa, no demasiado grande, con dos cuartos, que momentáneamente nos cobijaba perfectamente.

Durante mi casi 5to mes de embarazo, le ofrecieron un trabajo como viajante a mi esposo Carlos, para una empresa muy importante, le daban el auto, un buen sueldo y las comisiones, que casi triplicaba lo que estaba ganando en ese momento. Pero tenía que estar alejado bastante tiempo de casa, no me hacía demasiada gracia esa ausencia, pero el dinero compensaba ese alejamiento temporal.

Si bien quedaba sola, mi madre y mi hermana menor vivían muy cerca de mi casa, que era importante para no estar tan solitaria, en mi periodo de gestación.

Comenzó a trabajar, estando afuera casi una semana, después fue más tiempo, variando esos periodos de ausencia. Estaba entrando en el sexto mes, cuando quisieron entrar a robar en casa, por suerte la alarma, impidió que pudiesen acceder a la casa, luego llegaron mis padres y mi hermana, que se quedó a dormir esa noche.

Cuando vino mi esposo le conté el incidente, se puso como loco, hasta quería renunciar al trabajo, que traté de convencerlo, para que no lo hiciera. Así que me propuso que me fuese a lo de su madre, que estaba sola, pero le dije que no, que prefería quedarme en mi casa, además su madre era buena, pero demasiado metida en todo. Le explique que no tenía miedo, que cerraba bien la casa, y mis padres estaban muy cerquita.

Pero a pesar de mi argumento, continuo, hasta que se le ocurrió buscar un perro, que, si bien me agradan, no tenía demasiadas ganas que lidiar con un animal.

Pero Carlos, mi esposo es bastante tenaz cuando se le ocurre algo, así que de todas las posibilidades esta era la más factible, jardín tenemos, así que no tenía que sacarlo todos los días, sin pérdida de tiempo, en esos días que estuvo en casa, encontramos al perro “ideal”, un pastor alemán. Que, si bien tenía algo de entrenamiento, había que continuar llevándolo como casi un mes, que por suerte se encargó mi padre de hacerlo.

Ya estaba finalizando el sexto mes, todo parecía ya estar acomodado, el perro estaba listo, lo bautizamos con el nombre de Benny o Ben, como le decíamos, pero con mi estado parecía aumentar mi sensualidad, con mi esposo no pasó nada en su estadía, por el tema del perro y que estaba cansado, esa abstinencia me estaba afectando. Que trataba de superar o por lo menos no pensar en cosas sobre el sexo, esperando que la próxima llegada de mi esposo, me permitiese aplacar mi fogosidad.

Una de mis manías, es mantener la casa impecable, que, a pesar de mi estado, me he puesto, más de una vez en cuatro para limpiar manchas en el piso, sumado, a que suelo hacerlo desnuda para evitar de ensuciar mi ropa, soy algo obsesiva en ese sentido, por supuesto que cuando estoy sola, además con la adquisición del perro, parecían que las manchas se habían multiplicado.

Pero en realidad era una compañía, me seguía a todas partes, le hablaba que parecía entender lo que le decía, comenzamos a tener una buena relación. Hasta que un día, estaba limpiando el baño, que, con mi habitual manía, estaba desnuda, cosa de terminar para después darme una ducha, cuando el hocico frio de Ben, se apoyó en mis intimas aberturas, produciéndome un movimiento brusco por el susto, golpeando mi frente, contra el inodoro. Le grité tanto, que salió corriendo atemorizado.

Me dio pena, haberlo tratado tan bruscamente, así que fui a su cucha, le hable y lo abrace, donde mi cuerpo desnudo contra su pelaje, me proporcionó una sensación de placer. Cuando vino mi madre y vio el moretón en mi frente, le explique qué había sucedido, sin darle a conocer los detalles más íntimos.

Esa noche me fui a la cama, bastante más temprano que lo acostumbrado, para peor llovía torrencialmente, con una fuerte tormenta eléctrica, era esa noche, ideal para tener sexo, pero a pesar de esa lluvia, no refrescaba, sumado a la humedad, que era inaguantable.

Decidí ducharme, pareciendo aplacar el calor reinante, envuelta con la toalla, regresé a la cama, puse la televisión, pero no encontraba algo interesante, estaba fastidiosa, sin saber que querer.

Llamé a una amiga, hablamos un rato y colgó por que venían visitas a pesar de la tormenta.

Ya estaba entrando en un estado de irritabilidad, finalizando llamar a Ben, que, a pesar de no ser mi costumbre, lo traje a la cama, recordé que cuando lo abracé desnuda, sentí una sensación de placer, quitándome la toalla, abrazando al animal, que pareció aplacar mi malhumor.

Su pelaje en contacto con mi desnudez parecía transmitir una especie de distensión, acariciando su lomo, permaneciendo bastante bien adosada a su cuerpo, que, dada la posición, me daba alguno que otro lengüetazo, en mi rostro.

Supongo que, para algunos, estaba incurriendo en algo obsceno, pero en ningún momento pasó por mi mente que era algo aberrante, al contrario, para mí era algo inocente y cálido. Manteniendo Ben esa posición, pareciendo comprender cuál era su misión. Durmiéndome plácidamente, para despertarme como a las 9 de la mañana, Benny no estaba, pero mi desarrollado olfato detectó olor al perro, me puse una bata, cambie las sábanas y me fui a desayunar, esa noche vendría mi esposo, que lo esperaba ansiosamente.

Pero por la tarde recibí un mensaje, que le era imposible volver, que lo haría, el fin de la semana entrante, todo el sosiego que obtuve a la noche, lo perdí en un segundo, poniéndome histérica inmediatamente. Era obvio mi alteración, hacia bastante tiempo que carecía de sexo, sumado que mi estado, que aceleraba la necesidad de tenerlo.

Diría que, sin pensarlo demasiado, comencé a limpiar la casa, volví a sacarme la ropa, pero supongo que, con otra intención, si bien cuando lo hago me siento como liberada, aparentemente buscaba algo más, pero que fuese casual, sin llegar a determinar qué cosa.

Después de un buen rato, nada sucedió, cuando me llama mi madre para venir a visitarme, que no me hizo demasiada gracia, pero no podía evitarla.

Después que se fue, comí algo, le di al perro, pensando que se iba otro día, carente de todo, me acosté poniéndome algo de crema en las piernas, después de hacer eso, llame al perro que vino como una tromba, acostándose a mi lado, comenzando a olerme, dándome algunos lengüetazos a mis piernas atraído, por el sabor a frutal, del cosmético.

Iniciando en mi cuerpo como una estimulación, al tratar de echarlo con los pies, como medio jugando, aprovecha a lamer mis dedos y los intersticios, teniendo una reacción como de escalofríos, descargándose en mis pezones, dándome como una incertidumbre, pero más que nada alteración.

Frené todo, como inconscientemente, preservándome a algo poco convencional, o inmoral, así que, lo eché, durmiendo sola. Esa noche tuve un sueño bastante erótico con Ben, observando mi esposo esa escena apasionada que tenía con el animal. Me desperté toda sudada, duchándome apenas me levanté, mi pensamiento revivía ese sueño lleno de voluptuosidad, y durante casi todo el día, intenté tener poco acercamiento al perro, que por supuesto pretendía estar conmigo.

Durante la noche me prepare para ir a dormir, como consecuencia de su nueva costumbre, entro al dormitorio, subiéndose a la cama, termine abrazándolo, y hasta tocar en su zona genital, asomando su punta roja, que como efecto de esa demostración, termine quitándome las bombachas a pesar de pensar que era algo aberrante, no me quité el camisón, como preservando mi feto, por una cuestión de moral, cuando sus lamidas en mi pierna se fueron acrecentando, paralelamente mi excitación corría el mismo destino, tendiendo a separar mis piernas, con bastante desconfianza, hasta que su lengua comenzó a producirme una serie de excitantes trastornos, donde su aspereza perturbaba mi sensible clítoris.

El animal comenzó a fascinarse por mi vagina, iniciándose la inmediata secreción de mis jugos, elemento que iniciaron una seducción en Benny, acelerando sus lamidas, elevándose por consiguiente el ritmo de mis hormonas, mientras mis pechos se inflamaban, alterando mis sensibles pezones.

Algo temerosa, permanecí quieta, disfrutando de ese sexo oral perruno, acariciando la cabeza del animal, aumentando mis gemidos de placer. No tardé demasiado en venirme, previo a una serie de temblores, que sacudieron mi cuerpo, disfrutando de esa descarga llena de sensualidad.

Después de haber disfrutado, algo nerviosa, ese orgasmo, diría inmoral, me dormí, a la mañana siguiente vi al perro durmiendo al pie de la cama, recordando lo sucedido, con la idea de no volver a repetirlo. Me levanté, desayune, cambie nuevamente las sabanas, que, si bien no tenían olor, habían sido utilizadas en un acto.

Por suerte esa tarde regreso mi esposo, quedándose casi 5 días, alegrándome de tenerlo en casa, a pesar que, si tuvimos sexo, no fue nada especial, solo que había olvidado el encuentro con Benny.

Pero dos noches siguientes, me hizo sexo oral, práctica no demasiado frecuente por parte de mi esposo, que por supuesto, a pesar de no ser mi costumbre, tuve la oportunidad de compararla con la de Benny, que fue mucho más extensa, rápida y vibrante.

Días después retornó a su trabajo, estimando en quince días, en retornar a casa, no me hacía demasiada gracia, esa larga ausencia, pero era una buena remuneración económica.

Un par de días después de la ida de mi esposo, nuevamente Benny fue el centro de la cuestión,

Con el dicho “la curiosidad mató al gato”, es un ejemplo claro y preciso, a veces no puedes detener tus impulsos, pero después de haber disfrutado de las simples lamidas de un perro, quieres algo mas o exponerte a algo más, ya has caído, en la tentación, supones cual es el paso siguiente, aunque no lo tengas asimilado.

Una tarde estaba sola, algo que no había sido muy frecuente, por la visita de mi madre, pero me agradaba momentos de soledad, teniendo todo el tiempo para una, otra vez tuvimos una intensa lluvia, Benny dormitaba sobre la alfombra, mientras leía un libro, un par de veces levanto su cabeza para mirarme, algo le decía, moviendo su cola como si comprendiese.

Intuitivamente levante mi pollera, como tratando de seducir al animal, que, sin esperarlo, se levantó, acercándose para intentar oler entre mis piernas, sorprendiéndome, aunque una indiscutible excitación me invadió.

Acaricie su cabeza, mientras su hocico, se metía bajo mi falda, que instintivamente me llevo a separar mis piernas, dejándole acceso a su pretensión, su lengua buscó mi prenda húmeda, para dar rienda suelta a su deseo. Que no tardé en estimularme, terminando quitándome las bragas, donde su directo contacto, me transportó a un estado de total arrobamiento.

Sin pensarlo, comencé a quitar mi ropa, hasta desnudarme ante Benny, que estaba embelesado con mi concha, cada vez más mojada, por lo que producía y su baba. De improviso me dirigí al baño a buscar la crema con sabor a fruta, pasando por mi cuerpo, fundamentalmente mis tetas, volcándome sobre la alfombra, mientras Benny parecía desbordado, lamiendo mi cuerpo, alterándome cada vez que rozaba mis partes más sensibles y alteradoras.

Fundamentalmente, cuando lo hacía sobre mis pezones, y hasta en la cara, sacando mi lengua poniéndola en contacto con la suya, percibiendo que mis hormonas se perturbaban de una manera indescriptible.

Me coloqué en cuatro, mientras su lengua no dejaba de provocarme, al distinguir el roce en mis aberturas, donde jamás la había sentido en mi ano, mientras mis dedos friccionaban mi clítoris, entrando en un estado de catarsis.

Cuando sorpresivamente me monto, sintiendo sus enviones tratando de penetrarme, girándome algo temerosa, notando su verga roja, presta a surgir. Comenzó nuevamente a lamer mi cuerpo, mientras terminé de masturbarme, viniéndome, en un acto bastante morboso. Una vez que una se aplaca, comprende que lo efectuado, no es muy moral que digamos, me vestí sin ponerme bragas ni sostén,

Preparé una cena rápida, le di de comer a Benny, que no dejaba de seguirme, intentando meter su hocico entre mi vestido. Después de comer mire televisión en la sala, Benny a mi lado en el sofá, que acariciaba, tocando su sexo, viendo como rápidamente surgía su rojo pene, creo que al detectar que el perro estaba caliente, me alteraba cada vez mas.

Nuevamente me quite la ropa, quería saber que pasaría, abriendo nuevamente mis piernas, que, al sentir su hocico, temblé, abriéndolas al máximo, cuando su lengua comenzó a frotarse a través de mi abertura, me enloquecía, al sentir su rugosidad y rapidez desplazarse por mi vagina, me llevaba las manos a mi pecho estirando mis pezones, algo recargados por la excitación que me embargaba.

Estaba sacada en ese momento, me giré para sentir el contacto de su lengua, levantando mi trasero para ofrecerlo mejor y disfrutar ampliamente, pero sucedió algo. lo previsto, me monto intentando meter su verga en mi intimidad. No dejaba de atraerme la idea de ser cogida por Benny, pero mentalmente no estaba aún preparada, podría afectarme o tuviese algún problema, me mantuve quieta, recapacitando, qué decisión tomar, disfrutando con su sexo oral.

De pronto me levanté del sillón, yendo a la alfombra, colocando mi rostro sobre el tapete, elevando mi culo. Una vez en postura, su lengua se fue esparciendo de una cavidad a otra, quizás cerciorándose de la abundante humedad de mi hendidura

“Me deseas, ¿verdad?, pues acá estoy” le hablaba suavemente sintiendo el estremecimiento que me causaba su lengua separando mis labios genitales pretendiendo encajar en mi vagina, entregarme a ese animal, dispuesta a ser cogida por la furia de esta bestia, que percibía su deseo de penetrarme.

Me acuclillé, y ponerme en posición para recibir sus atenciones carnales, porque era obvio lo que él estaba reclamando de mí y comprendí, que lo deseaba ardientemente, cada vez que lo pretendiese.

Saltó sobre mi espalda y atenazándome con sus zampas comenzó a puntear su agudo miembro contra mis nalgas y luego centró mis tiernas carnes rosadas introduciéndose en mi vagina, grité algo dolorida, pero no impedí su intención, feliz de sentirlo por primera vez.

Luego mis gemidos acompañaban los frenéticos embates de su sexo contra el mío, sus cojones goleaban rítmicamente la funda de mi clítoris, obligándolo a emerger y enfrentar las lujuriosas sensaciones de placer que le infundían estos continuos embates.

Cuando sentí que clavaba sus uñas en mis muslos, recibiendo una especie de estimulación ante ese ímpetu, sumado al dolor de sus garras, oprimiéndose contra mi epidermis.

No dejaba de gozar esa brutal penetración enérgica, de mi nuevo macho que había tomado posesión de mi sexo, me hacía suya, me poseía con autoridad, se adueñaba de mi cuerpo entero y lo gobernaba con la fricción de su miembro. contra las paredes de mi vulva.

Deseosas de su espléndida verga empotrada firmemente en mi cavidad, me avasallaba totalmente, su pene estaba enterrado profundamente en mí y su bola se había deslizado suavemente oprimiendo y amoldándose a mis paredes de mi castigada matriz.

Mientras crecía y crecía, aumentando su volumen, adueñándose de mi claustro, percibiendo la aguzada punta de su pene tocando a las puertas de mi útero, las sensaciones excesivas de ardor y erotismo me hacían estallar en continuas oleadas orgásmicas que mi cuerpo entero se deleitaba y mi mente se perdía en ese mar cubierto de lujuria.

Su verga enorme punzaba, el diminuto orificio a mi útero, una mezcla de placer y dolor me mantenían meneando mis caderas y mi culo hacía atrás, todo en mi interior se contraía abrazando ese caluroso pene que palpitaba dentro de mis entrañas, el hormigueo de mi vagina era intenso, las cosquillitas exquisitas me tenían locas, casi me estaba orinando, del placer que recibía mi sexo.

Estaba como loca suplicándole que me llenara con su semen y como si hubiese entendido, él explotó en mí con tal fuerza que me arrancó un chillido de esos y un orgasmo brutal, creí que moriría ahí, ensartada en este maravilloso pene que vibraba en armonía con mi clítoris trepidante y esos temblorcillos descendían por mi espina hasta mis muslos y piernas que tiritaban con escalofríos de placer, era algo alucinante, esa unión carnal.

Me fui desplazando, apoyando mis tetas sobre el piso frio que me regalaba esa frescura y alivio a mis pezones adoloridos por la fuerza del placer, mis botoncitos estaban a punto de explotar.

El perro estuvo eyaculando por largos segundos, mientras no me soltaba, permaneciendo prendido, como si temiese que me escapase, mientras goteaba su semen, humedeciendo el suelo en que estaba acuclillada.

Nos desabotonamos y yo me desvanecí agotada, contra la parte humedecida del suelo, tratando de recuperar el ritmo de mi respiración, viniendo a lamer mis abusadas carnes con su áspera lengua provocándome una serie de mini orgasmos.

Acostada sobre el piso, lo observaba mientras lamia su verga, aun erecta, atrayente y sumamente sexual, gateé hacia él, subyugada por su aparato, sin poder contenerme, comencé a lamerla, besarla, mientras el perro se mantenía tirado disfrutando de mi contacto oral.

La comencé a chupar, atraída, por un sabor especial, mezcla de su esperma con mis flujos, llevándola hasta lo más profundo de mi cavidad bucal, sintiendo cada tanto regar mí interior. No dejaba de explicarme como podía llegar a semejante extremo, pero me era imposible dejar.

Continué un buen rato, mientras Ben, disfrutaba de los mimos de su hembra, me dormité pegada a su cuerpo, su pelaje calentaba mi cuerpo, al despertarme estaba algo fresco, prendí unos leños, en la estufa, aun me quedaba tiempo para disfrutar un tiempo más.

Mi desnudes atraía a Ben, al sentir al rato, buscar mis partes íntimas para lamer nuevamente, alterándome ante ese contacto imposible de rechazar, husmeando mis partes impregnadas de mi olor.

No tardó en intentar tener contacto, tratando de acomodarme entregando mi intimidad nuevamente ante el requerimiento de este animal, que minuto a minuto se iba convirtiendo en un deseo incontenible. Nuevamente me entregue a su instinto, deseaba volver a tenerlo dentro mío, y no tardo demasiado en introducirme su voluminoso miembro en mi aguada vagina, donde mis gritos de molestia y placer, volvieron a hacerse presente.