La Boda
Como ya mi esposo les ha comentado en un relato anterior que se tituló «De cara a la Ciudad» hace casi un año, nosotros somos algo exhibicionistas. Nos gusta hacer el amor en lugares donde nos puedan descubrir o quizá hasta ver. Esta experiencia tuvo lugar un día que asistimos a una boda. Mi marido insistió en que yo misma escribiera este relato. Hacerlo me pareció muy excitante. Ojalá les guste.
La fiesta de la boda tuvo lugar en una vieja hacienda acondicionada como hotel de gran lujo en nuestra ciudad. Por ser muy cara a pesar de ser muy hermosa casi no tiene huéspedes. La hacienda es una construcción del siglo XVII con muchos pasillos largos y hermosos jardines muy aislados.
La boda no tuvo nada de extraordinario. Fue una boda de la alta sociedad de nuestra comunidad donde las mujeres vestíamos trajes de noche y los hombres smoking. Mi esposo vestía un smoking negro. Yo utilicé un vestido negro largo con abertura en mi pierna izquierda casi hasta la mitad de mi muslo y un escote en V. Complementaba mi atuendo con diminutas pantaletas y unos zapatos de raso negro con tacón de aguja. Durante la fiesta bailamos, cenamos y bebimos tratando de disfrutar un poco el pesado ambiente de las fiestas de alta sociedad. Mi esposo cada vez que podía me tocaba y acariciaba la pierna por debajo de la mesa llegando incluso a frotarme la entrepierna sobre la tela de mis diminutas pantaletas. Saber que estábamos con otras parejas en la mesa y que mi esposo me estaba acariciando íntimamente me encendió y a él también. En un momento dado yo estaba totalmente húmeda y él tenía una enorme erección que se le notaba y sentía debajo de la tela del pantalón.
Cerca de las dos de la mañana y como hacía mucho calor en el salón mi esposo y yo decidimos salir a tomar un poco de aire fresco. Le pedí a mi esposo que camináramos un rato por los pasillos y jardines del hotel. El hotel al parecer estaba vacío ya que no se notaba la presencia de huéspedes por donde caminábamos. Durante el paseo nos íbamos besando y tocando de tal manera que ambos seguíamos muy excitados. Caminamos y caminamos durante un buen ratos hasta que sin darnos cuenta ya nos habíamos alejado bastante del salón de la fiesta. Mi esposo me iba frotando su dedo contra mi clítoris mientras que yo le iba frotando su pene con mi mano. Como la pasión nos quemaba tratamos de buscar alguna habitación que estuviera abierta pero sin ninguna suerte. Como los pasillos estaban tan solos y tan tenuemente iluminados decidimos buscar un lugar apartado para hacer el amor.
Nos encaminamos hacia un pequeño jardín rodeado por las paredes de las habitaciones, pero al irnos acercando escuchamos unas ruidos bajos como voces. Mi esposo me dijo que guardara silencio y silenciosamente nos acercamos al acceso que daba a ese jardín. Estaba un poco oscuro por lo que no nos fue fácil detectar quienes eran pero después de un breve momento pudimos notar que se trataba de un joven matrimonio que habíamos visto también en la fiesta de la boda. Por lo que pudimos observar él trataba de acariciar íntimamente a su esposa pero ella se resistía un poco. Desde el lugar donde ellos estaban podían ver hacia un punto donde hay una escalera que comunicaba la planta baja con la planta alta en donde estábamos nosotros pero no se habían dado cuenta de nuestra presencia. Mi esposo me guiñó el ojo y silenciosamente nos retiramos unos pasos hacia atrás, me dijo que camináramos nuevamente hacia el jardín haciendo un poco de ruido. Su plan era que nos colocáramos en un costado de la escalera donde nos podían observar pero como buscando que nadie nos viera. Hacer esto con público por primera vez ( al menos consientes de que alguien nos miraría ) me dio un poco de pena pero también me excitó y la verdad no me hice del rogar. Tratando de que tuvieran una buena vista nos comenzamos a besar y a tocar de manera muy apasionada.
Mi esposo me descubrió los senos y los comenzó a chupar y masajear. Mientras él hacía esto pude observar de reojo como la pareja se había quedado estática tratando de ocultarse un poco detrás de los arbustos. Como del jardín no había otra forma de salir que por el pasillo donde estábamos no podían retirarse sin que nos diéramos cuenta. Ambos se quedaron quietos mirándonos. Mi esposo subió mi vestido hasta mostrar mis diminutas pantaletas y sin decirme nada me las quitó moviéndose un poco de tal modo que pudieron ver los vellos de la entrepierna. Esto al parecer los calentó ya que la otra pareja comenzaron inmediatamente a besarse mientras él le metía la mano debajo de su vestido. A pesar de todo no dejaron de mirarnos.
Yo estaba tan caliente por lo que mi marido me estaba haciendo que me arrodillé y comencé a chuparle el pene y a besarle los testículos. Mientras hacíamos esto mi marido me comentó que la otra pareja comenzó a desinhibirse y se colocaron en la posición de «perrito», le subió el vestido y le quitó su tanga penetrándola sin dejar de mirarnos. Como no quería perderme el espectáculo me detuve y le pedí que me penetrara por detrás también. Esta posición me encanta y disfrutaba de la penetrada mientras discretamente miraba hacia donde estaba la pareja. Ambas parejas estuvimos dándonos el espectáculo durante un buen rato. Mi marido recorría mis senos con sus manos y mi espalda con sus besos mientras me seguía penetrando. Mis senos estaban totalmente duros y mis jugos escurrían fuera de mi vagina de lo excitada que estaba. La otra mujer ya no nos miraba pero se veía que también estaba disfrutando enormemente de la cogida que le estaban dando. A los pocos minutos mi esposo y yo terminamos casi juntos. Fue un placer sentir su semen muy caliente en mis entrañas. Estábamos exhaustos y sudorosos pero felices por la travesura que habíamos hecho. El esposo de la otra pareja también pudimos observar cómo se agitaba como claro indicio de que estaba terminando dentro de su esposa. A los pocos minutos sacó su pene de ella. Ella le dijo algo y él continuó con su dedo supongo frotándole el clítoris o penetrándola . Ella comenzó a moverse más rápidamente, clavó su cara en el verde césped y de momento aflojó totalmente su cuerpo quedándose así durante un rato mientras su marido se sentaba sobre el piso mostrando su herramienta flácida.
Después de descansar por unos momentos nos arreglamos nuestras ropas volteamos a todos lados como tratando de que nadie nos viera y nos encaminamos hacia las escaleras para subir al segundo nivel. Mi marido tomó mis pantaletas y al subir por las escaleras las dejó caer al piso de forma que ambos miraran lo que estábamos haciendo. Mientras estábamos arriba descansando un poco y haciendo tiempo para que la otra pareja saliera de sus refugio escuchamos una risas muy tenues y picaras y oímos como se alejaban sigilosamente. A los cinco minutos bajamos también para dirigirnos hacia la fiesta y al bajar las escaleras vimos que en el lugar donde mi marido había dejado mis pantaletas estaban la tanga de la otra mujer. Los muy canijos de nuestros maridos habían intercambiado nuestras pantaletas en nuestras narices.
Saber que otro hombre tenia mi ropa interior me apenaba un poco y me hacía sentir un tanto culpable pero también extrañamente excitada.
Regresamos a la fiesta donde ya los invitados habían comenzado a retirarse. Pasamos al lado de la mesa donde estaba la joven pareja que habíamos visto y ella apenada bajo su vista mientras que él cambiaba su mirada hacia otro lado haciéndose los disimulados igual que nosotros. Posteriormente les comentaremos de una bonita amistad que hemos iniciado con esta pareja compartiendo nuestro gusto por el exhibicionismo discreto.
Como esposa latina que soy no permití que mi marido se quedara con las pantaletas de la otra señora y antes de salir de la fiesta que ya había terminado se las quité a mi marido y las dejé debajo de una mesa. Quien sabe qué se habrán imaginado los meseros cuando comenzaron a limpiar todo y seguramente las hayan encontrado.