Las vecinas
Era un día frío de enero cuando vi un camión de mudanzas que aparcaba en el portal de mi casa, yo vivía por aquel entonces en un pequeño apartamento en Londres, cuál fue mi sorpresa cuando escuché unas voces en mi idioma, hablaban en español, la alegría era muy grande, al ver que además eran dos chicas españolas.
Salí apresuradamente del apartamento, y las vi, no eran muy guapas, pues eran mayores que yo, pero eran las típicas tías que tenían algo especial que las hacían atractivas.
Me presente, y ellas se pusieron muy contentas al ver que su vecino era español, les eche una mano con la mudanza, que terminó pronto puesto que los bultos a subir eran más bien poco, ellas (Ana y Eva), iban a estar en la City, menos de un año puesto que iban a hacer un asunto personal, esto fue la única explicación que me dieron, y yo por supuesto la di por buena.
Como buen vecino, aquella misma noche las invite a cenar en mi casa, y argumentando que soy un gran cocinero, cosa que ellas agradecieron mi invitación, y a las ocho de la noche, se presentaron en mi casa, yo las sorprendí con una paellita, que me había salido de dulce, y ellas agradecieron con sumo gusto, al acabar la cena, me preguntaron el porqué de tanta amabilidad, yo les respondí que llevaba cinco meses en Inglaterra, y que no había tenido mucha relación con otras personas, puesto que mi trabajo era bastante agotador, y que al llegar a casa me encerraba para descansar, pero que teniendo unas vecinas tan guapas, era otra cosa.
Al cabo de un rato, ellas se fueron a casa y yo me fui a dormir sin más.
Llevamos dos meses con relaciones de vecindad sin que nada especial ocurriera por nuestras vidas, había salido de vez en cuando con las dos chicas que eran muy legales y divertidas, pero no había ocurrido nada especial, hasta que una noche sonó el timbre, era Eva, estaba llorando, le había notificado el casero que tenía que abandonar el apartamento puesto que tenía un compromiso con un familiar y lo necesitaba por unos meses.
Que podía hacer yo, me vestí, y fuimos a negociar con el casero, llegamos a un acuerdo con él.
En un apartamento del edificio, tenían cuatro habitaciones, pero siempre estaba vacío porque el dueño pedía muchas libras por él, entonces acordé con él un alquiler mucho más barato, pero era mucho más de lo que ellas se podían pagar, entonces, me ofrecí como compañero de cuarto y así repartir gastos, ellas se lo pensaron un rato y aceptaron con ciertos reparos y era lógico puesto que no me conocían mucho.
Al día siguiente nos mudamos, y comenzó una convivencia que si en un inicio fue difícil, al cabo de un tiempo acabó siendo maravillosa, nos convertimos en una pequeña familia.
Un sábado, estaba duchándome, y se me olvidó cerrar el baño con cerrojo, que era una de las normas impuestas por ellas el caso, fue que Ana entró en él y se quedó perpleja, cuando vio lo que calzaba entre mis piernas, siempre me he avergonzado de mi cosa, puesto era demasiado grande, y nunca había tenido una relación satisfactoria, ni siquiera con las más viciosas, tenia una especie de hipertrofia en mi rabo que la hacía medir casi 30 centímetros eso siempre me hacía sentir fatal puesto que era casi virgen con más de treinta años.
Yo estaba avergonzado, y enseguida me tapé con una toalla, me disculpé pero ella no articulaba palabra, entonces llegó Ana y contempló el espectáculo tan ridículo que estaba protagonizando.
Salí del baño, y me puse un pantalón tan rápido como pude, me encerré en mi cuarto, y no quise salir hasta que Ana, entró en él, yo había estado llorando, puesto que temía que esto podía perjudicar nuestra convivencia.
Que era genial hasta la fecha, ella me pidió perdón, y me preguntó por qué me avergonzaba de una cosa tan enorme, le dije que no podía hacer el amor con ninguna mujer puesto que les hacía daño y después de correrme no había manera de volverla a levantar hasta un par de días después, Ana dijo que lo que tenía que hacer era aprender a usarla, pero yo le conteste que ni las meretrices se atrevían a hacerlo conmigo. Ana me dio un beso en la mejilla, y llamó a Eva, que entró y me dijo que lo sentía a la vez que oía las explicaciones que le había dado de boca de su amiga.
Ana se bajó el pantalón y entonces conocí su secreto, era un travestido, y yo me quedé más perplejo todavía, cuando me volví Eva estaba desnuda, era una mujer hecha y derecha, con un pubis depilado con un tono rosa que lo hacía la mar de apetecible, yo note como mi aparato iba en aumento, ellas no me dieron opción y de que quise reaccionar está echado en la cama con ellas encima con mi cosa en la boca que crecía y crecía sin parar, cuando estaba en plena forma, Eva, se sentó en mi cara y empecé a comerle su almeja y su ano, yo estaba pletórico, no noté cuando Ana roció en mi rabo un chorreón de crema que me hizo sentir una especie de calor que nunca antes había sentido, Eva está lista para se penetrada y mientras comía el rabo a su amiga, yo la penetré muy suavemente y ella emitía gemidos de placer que delataba su excitación, empecé un bombeo leve y esta ponía los ojos blancos de gusto, yo seguía mi movimiento rítmico, mientras Ana se puso detrás de mí, y comenzó a chuparme el ano, yo estaba pletórico Eva gemía de placer, noté como alcanzaba varios orgasmos.
Al tiempo, que yo seguía follando a mi compañera, la otra comenzó a penetrar mi culo con un dedo, yo creía que soñaba en colores, mi ano se dilató lentamente hasta que ella llegó a introducir dos dedos, cuando pensó que estaba listo para ser taladrado por detrás, ella lentamente fue introduciendo su pene en lo más dentro de mis entrañas, yo emití un leve gemido, al principio dolía, pero en segundos, el dolor se convirtió en un placer difícil de describir pero un sentimiento pleno al tener todos mis sentidos invadidos por el sexo.
Al fin me corrí dentro de Eva, y mi leche inundó toda su cavidad vaginal.
Ana se corrió en mi culo, y note una agradable sensación de calor dentro de mí que me dejó en un estado de relajación aunque sorprendentemente mi polla no se vino abajo, Ana me besaba metiendo su lengua en mi garganta, acto seguido la puse a cuatro patas y lubrique su ano con saliva y fui introduciendo mi cosa en su culo, Eva se puso debajo de mi amiga, y aquella le introdujo su pene en su vagína que estaba que echaba humo, de caliente que estaba.
La compenetración era total, yo esta excitadísimo y la relación fue total, a Ana le fallaban las fuerzas de lo excitada que estaba, al tiempo que masajeaba las tetas de silicona de mi profesora del sexo, tal era nuestra compenetración que nos corrimos los tres al mismo tiempo.
Acabamos cansados y rotos por el ejercicio.
No tiene que decirse que desde aquel momento, somos trio.
Y las cosas nos van cada vez mejor a los tres.