Ya sabía lo que vendría luego, y me dio temor: Matías me puso en cuatro y se arrodilló detrás de mí. En efecto, tenía planeado dármela por el culo. Yo era casi virgen de allí atrás, mi ex marido me lo había hecho apenas un par de veces y eso fue hace mucho tiempo.
El tiempo pasaba y estos fantasmas fueron aventándose, pero al mismo tiempo mi esclavitud se acentuaba no solo por la forma en que me trataban sino porque yo demostraba cada vez una mayor sumisión y aceptación de mi lugar en la casa. Me fui convenciendo de que no tenía ningún tipo de derechos y que era lógico que así fuera ya que ellas eran distintas y superiores a mí y les debía estar agradecido sirviéndolas lo mejor posible.