La revancha de mi esposa me obligó a aceptar que tuviera relaciones con el hermano de una jovencita que yo me cogí en Cuba
El cayó recostado sobre ella y era grotesco ver la diferencia de pieles: él, prietísimo, al lado de ella, blanca casi como las sábanas. Yo me retiré a un bar, a tratar de asimilar lo que había presenciado y no volví hasta bien entrada la noche. Tirada en la cama, me encontré a mi Sandra recién salida de la tina de baño, con su cabello todavía húmedo y quien me abrazó como si hiciera mucho tiempo que no nos viéramos.