El local estaba lleno de luces suaves y música grave que vibraba en el pecho. Entre risas nerviosas, Clara y Daniel siguieron a Laura y Marcos, la pareja con la que habían estado charlando semanas en la aplicación.
Apuré la copa de vino y me dirigí a la habitación del fondo. En ella, Jaime tenía su refugio particular: estanterías repletas de libros, discos y videos, muchos de estos últimos realizados por él. En esa habitación, Jaime pasaba horas y horas. Leyendo, escuchando música, componiéndola, grabándola, viendo películas, realizando las suyas propias.