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Una tarde caliente en la distancia

Una tarde caliente en la distancia

Después de que todos se habían ido de la oficina, quedé solo frente a mi computadora y para mi grata sorpresa, pude ver que iniciaba sesión en el programa de chat que tengo, una de las mujeres más calientes que he conocido: Claudia.

A ella la conocí a través de los relatos que antes publiqué y desde ese momento quedamos conectados siempre a través del chat o correo electrónico.

Es mexicana, latina, es secretaria y tiene un cuerpo hermoso.

Bien contorneado y firme, ella lo maneja a gusto y placer haciendo de su caminar un derroche de sensualidad.

Le pone a cada palabra una carga de sexualidad y placer que logran conmoverme hasta lo más profundo de mi ser y hacen que de a poco mi verga vaya tomando las dimensiones máximas.

Al estar solo en la oficina acostumbro a tener estas charlas calientes y si la ocasión amerita tenemos ciber sexo del mejor.

Con Claudia la charla comenzó tranquila, porque hacía tiempo que no nos encontrábamos, pero de a poco la conversación fue tornándose más y más caliente.

Yo le conté que mi fantasía era ver a dos mujeres haciendo el amor e incluirme en sus juegos, a lo que ella amablemente respondió con una historia de su fantasía con su masajista.

Mientras ella escribía comencé a imaginarme la situación de esas dos mujeres cogiéndose y mi verga comenzó a latir dentro del jean que llevaba puesto.

Sentía como el glande se llenaba de sangre en cada latido y mis huevos iban tomando una dureza fenomenal. Imaginaba esos pezones duros apuntando al cielo y deseaba chuparlos hasta más no poder, mientras con mis manos juguetear entre sus rajas.

Era lo más excitante que me hubieran contado en la vida, y comencé a tocarme mis tetillas que de a poco se pusieron duritas y calientes. Las pellizcaba y podía sentir como una descarga eléctrica pequeña desde ellas hacia todo el pecho.

Me desabroché la camisa y comencé a pasar mi mano por el cuello, suavemente, como queriendo que una de esas mujeres me tocara, me sintiera. Mientras tanto seguía tocándome las tetillas lo que me producía una erección monumental y unos deseos intensos de pajearme.

Ella seguía escribiendo sobre su fantasía y yo ahora me desabroché el pantalón dejando asomar la pija que estaba dura como un caño y latía al compás de mi corazón.

Ya su punta estaba húmeda por mi juguito que había comenzado su dulce descarga, y podían verse las venas inflamadas acarreando la sangre que mi miembro retenía.

Por mi mente no dejaban de pasar escenas de esas dos mujeres cogiéndose y retorciéndose de placer, mientras comencé a pasar mi mano suavemente por todo mi miembro.

De arriba hacia abajo y volvía, tratando de tocar cada milímetro de la caliente piel y especialmente rozar la cabeza.

Lo hacía bien despacio dándome tiempo para leer lo que mi amiga escribía y de vez en cuando agregar algún comentario.

Quería tenerla y cogerla como una perra, quería sentirla. Quería que me hiciera suyo a través de nuestra mente, que me dominara por completo en un sueño erótico formidable.

Y ella lo hizo realidad cuando escribió preguntándome si quería que me la chupara, cosa que respondí afirmativamente con todo el placer del mundo.

Comenzó a decirme que estaba muy mojada y que quisiera que la tomara y le mamara toda su rajita húmeda.

Que quería sentir mi lengua dentro suyo moviéndose al compás de sus caderas angelicales, que tomara toda su miel hasta la última gota.

Cosa que de imaginarme hacía que frotara más fuerte mi pija poniéndola bien colorada.

Luego me pidió que le llenara de carne su abertura y que se la metiera hasta el fondo hasta chocar las bolas con su ano cachondo.

Que la sacudiera, que era mi putita angelical y que la ponga de “perrito” y le diera por atrás hasta acabar.

Para esto yo ya estaba pajeándome a mil y de repente sentí como un torrente de semen salía por mi pija e inundaba mi escritorio y parte del teclado de la computadora, mientras mi vientres se sacudía espasmódicamente al ritmo del orgasmo que ella había logrado.

Para sorpresa mía ella luego corrió al baño a echarse una hermosa paja también cosa que aproveché y pensando en esa situación me pajeé de nuevo hasta acabar todo en el suelo.

Fue la experiencia de ciber sexo más espectacular que tuve, ella y yo lo sabemos.

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