ADVERTENCIA: Esta es una historia ficticia que quise compartir porque me gustó escribirla, por eso es que, al menos en este capítulo, la mayoría del texto es contextual. Si alguien está interesado en leer sólo la violación de la joven Hailey, está en los últimos párrafos.


En uno de sus ya comunes ataques de altruismo, Hailey había acogido a Christofer Dust en su clínica, en las afueras de la ciudad. Era invierno, y el fornido cazador no había encontrado refugio en el pueblo; Hailey, por su parte, sólo refugiaba en aquel edificio abandonado a vampiros rebeldes y cazadores que habían sido heridos, pero hizo una excepción con Christofer, que pese a estar saludable pronto sufriría hipotermia de seguir durmiendo en las calles nevadas de Norteamérica.

Ambos convivieron durante varias semanas, al principio con cierta apatía, pero de a poco se fueron abriendo más el uno con el otro, al punto de volverse como hermanos. Hailey le confió a Christofer sus más profundos secretos, siendo una medio vampira que había sufrido maltratos en un laboratorio, había adquirido facultades especiales en su sangre y cierta insensibilidad congénita al dolor, que le permitía sobrevivir, pero también herirse o padecer enfermedades sin casi notarlo. Christofer cuidaba de ella y proveía alimentos y recursos para su clínica, donde también aprendió a apreciar la mentalidad de aquellos vampiros que se rebelaban contra la cruel aristocracia.

Todo parecía ir bien, hasta una mañana en la cual Christofer fue de cacería y Hailey salió en busca de provisiones al pueblo; la joven pronto encontró a un muchacho desplomado en la nieve, y se acercó rápidamente a él; estaba pálido y perdiendo sangre de sus brazos y torso, así que Hailey se encargó de asistirlo con el botiquín que siempre llevaba consigo.

El joven abrió levemente los ojos y emitió un quejido de dolor ante la veloz atención de la chica.

—Tranquilo, no tengas miedo —dijo Hailey, con una voz dulce y serena, pero seria, intentando no asustar al herido—, pronto estarás bien, estoy sanando tus heridas.

—No estoy muerto… no lo puedo creer… —dijo el pálido muchacho con los ojos entornados, sin quitarle la mirada de encima a su salvadora—. Has salvado a toda una familia, pequeña…

—OK, la falta de sangre te está haciendo delirar —comenta ella, mientras sigue en lo suyo—. Mejor no te muevas mucho ni te alteres, o perderás más sangre.

Hailey finalizó sus primeros auxilios de forma veloz, en su habilidad se notaba la costumbre y la experiencia. Le ayudó al sujeto a ponerse de pie, con una fuerza que para él no pasó desapercibida; luego le pidió explicaciones, y el muchacho soltó una leve risa, y luego tosió, dejando ver en sus dientes los dos afilados colmillos de un vampiro.

—Fueron tres —dijo él, levantando tres dedos con una sonrisa—, tres cazadores cerca del bar donde se juntan los rebeldes, aparentemente fue una emboscada.

—Esos gamberros —dijo Hailey en un suspiro—… será mejor que vengas conmigo, necesitas reposo.

—Iré a dónde usted quiera, bella dama, le debo una.

Ambos caminaron y se fueron adentrando en un oscuro bosque, avanzando en silencio durante varios minutos hasta que el muchacho se detuvo para hablar:

—¿Sabes? Ahora que lo pienso, no nos hemos presentado. —Le extendió la mano—. Soy Owen.

—Hailey —respondió ella, sin darle la mano.

En poco tiempo llegaron a un edificio descuidado y tétrico, con las ventanas tapadas con madera vieja.

—¿Qué es esto? —preguntó Owen.

—Mi clínica. —Acostumbrada a las distintas reacciones de la gente ante su hogar, Hailey se adentró al edificio con calma—. ¿Vienes?

Con más intriga que temor, Owen se quedó observando el lugar por varios segundos, y entonces dio un paso al frente:

—No tengo motivos para no confiar en ti.

Hailey le sonrió y le pidió esperar a que prepare su habitación. Al pasar por la cocina se encontró con Christofer, que había llegado hace tiempo y había preparado comida para los dos: un estofado de cerdo y vegetales. Al sentir el aroma, Owen se acercó de a poco hacia la cocina.

—¿Recuerdas que dijiste que tenías una sorpresa con la comida hoy a la noche? —dijo Christofer, orgulloso— ¡Pues yo me adelanté!

—Wow, no esperaba esto, gracias… —comentó Hailey y luego miró hacia la zona de entrada—. Tenemos un nuevo paciente, creo que es un vampiro rebelde… Tengo que ir a arreglarle un cuarto, después me encargo de poner la mesa —dijo sonriente.

Hailey se retiró al pasillo para ordenar una habitación.

—Vampiro rebelde, ¿eh? —se dijo a sí mismo Christofer, en voz alta—. Esos tipos me caen bien, me pregunto si…

En ese instante entró Owen, comentando lo sabroso del aroma; a Christofer se le hizo conocido, pero para evitar ser descortés simplemente lo saludó y hablaron trivialidades durante un rato, hasta que Hailey terminó de preparar la habitación y volvió a la cocina para preparar la mesa, indicándole a Owen que, si quería, podía ir a descansar. Owen agradeció y estuvo por irse, pero Christofer llamó su atención y le arrojó una pata de cerdo con fuerza, que Owen atrapó con una mano en una reacción rápida.

—Noté que tenías ganas de probar mi comida —dijo Christofer con picardía.

—Dudo que la señorita Hailey me permita comer ahora, necesito reposar —respondió Owen con seriedad, y soltó la carne al suelo.

—Tienes buenos reflejos para estar herido.

Owen no dijo nada y se fue, dejando la comida tirada. Christofer cenó con Hailey y le comentó su desconfianza, pero la joven no parecía notar nada raro en él; insistía en que no habría ningún problema.

Casi terminaban de comer cuando Hailey llamó también a Owen y le ofreció comida, el vampiro con cortesía agradeció la invitación y se sentó con ellos. Luego de unos segundos en silencio, el recién llegado notó que Hailey ya no traía puesta su bufanda; veía sus afilados colmillos al comer. Luego se dirigió a Christofer:

—No puedo creerlo, siempre se me olvida presentarme en mi primera interacción. —Rio levemente—. Me disculpo, ¿cómo te llamas, amigo?

—Soy Christofer…

Owen quedó anonadado, y por unos momentos no dijo nada, hasta que comenzó a reír. Su risa se transformó en una carcajada, y golpeó la mesa, asustando a Hailey. Christofer lo miraba confundido.

—¿Pasó algo?… —preguntó la chica.

—¡Doble sorpresa! ¡JAJA!, ¡Christofer, no me equivoqué, en verdad eres tú! ¡Sobreviviste, amigo!

—¿Quién… eres?…

—¡Soy yo, Owen, Owen Badem!

Christofer quedó estupefacto y en silencio. Hailey no entendía lo que pasaba; Owen la miró e intentó transmitirle confianza, expresándole la suerte que sentía al haberlos encontrado a los dos, pero Hailey seguía asustada por el comportamiento del vampiro.

—¿Chris?… ¿de qué se conocen? —dijo ella, mirando de reojo a su compañero.

—Él fue…

—Del cuartel de cazadores —se apresuró a decir Owen—, seguro le ha contado de ello.

—Muy por encima… —dijo Hailey, con desconfianza.

—Pues podrá saber un poco más, si le interesa colaborar conmigo…

Owen comenzó a hacerle preguntas a la pequeña muchacha sobre los vampiros que llegaban heridos a su “clínica”; le explicó cómo fue convertido en medio-vampiro tras un ataque sangriento a su cuartel. Con sus nuevos poderes, Owen quería eliminar a todos los vampiros puros, y localizarlos con la ayuda de la médica del pueblo y el cazador, pero Hailey, aún con miedo se negó; ella era incapaz de provocar la muerte de sus pacientes, algunos ya muy conocidos para ella. Owen le insistió a los dos, presionaba a Hailey cuestionando su moralidad, siendo que ella ayudaba a gente potencialmente peligrosa, sean vampiros o humanos, pero la joven se rehusaba a escuchar, ella sabía que a quienes elegía ayudar eran seres inocentes. Ante la intensidad del vampiro, Christofer tomó una estaca de la mesada, pero Owen sólo suspiró y se encogió de hombros.

—A ustedes no los puedo hacer razonar, ¿verdad? ¿Desde cuándo eres tan suave, Christofer? No tengo intenciones de asegurar mi muerte peleando con estas heridas. Además, nunca podría lastimar a tu amiguita… —Owen tomó la mano de Hailey con la mirada baja—. Lamento haberlos asustado, la verdad no entiendo su forma de ver las cosas, pero si me han acogido en este lugar no puedo obligarlos a nada…

Hailey sonrió con nerviosismo y aceptó sus disculpas, intentando aparentar que todo estaba bien.

—Bien —dijo Owen, con serenidad—, déjeme reposar aquí, cuando me recupere me iré y juro que nunca me interpondré en sus vidas.

Owen le besó la mano, la soltó y le sonrió, pero de repente Christofer le clavó una estaca en el hombro, haciendo que Owen se retuerza de dolor en el suelo.

—¡Chris! —gritó Hailey.

—Parece que el Owen que conocí ha muerto. No podemos dejarlo ir.

Desde el suelo, Owen lo insultaba y lo maldecía. Christofer quería que Hailey le ayude a retenerlo, pero la chica se negó a hacerle daño a su paciente; quería buscar alguna otra forma de resolver el problema. Christofer intentó hacerla entrar en razón, pero no pudo, y finalmente por sus propios medios consiguió atar al vampiro con una soga.

—Sólo quiero evitar problemas —dijo Hailey entre tartamudeos—, por favor, Chris… No… ¿no podríamos hablarlo? —Se frotó los brazos, nerviosa y con la voz quebrada, como si estuviera a punto de llorar.

Christofer volteó a ver a Hailey y se entristeció su corazón, entonces soltó la soga.

—Si de verdad quieres ayudar a este sujeto, no puedo obligarte a nada, pero yo no pienso quedarme…

—¿Te irás? —Owen rió— ¿A dónde?, ¿qué será ahora de tu vida si no eres ya un cazador sino «amigo de los vampiros»?

—Sigo siendo un cazador —respondió con firmeza—, tú y yo sólo diferimos en métodos. —Christofer volteó a ver a Hailey—. La situación allá afuera está empeorando, no puedo seguir perdiendo el tiempo aquí, tengo que despedirme.

—Te… ¿te irás? —preguntó atónita, en un hilo de voz.

—Aún sigo con vida, no tienes por qué llorar, tú me lo dijiste… —El cazador se inclinó para ver a su amiga a los ojos—. Eres lista, si sabes lo que haces está bien, pero no te puedo acompañar a partir de aquí. Sólo no dejes que tus emociones te ganen, enana, porque podrías terminar muy mal… —Se volteó para mirar a Owen—. Espero que no seas tan ingrato como para hacerle daño, pero yo ya no puedo hacer nada al respecto…

Christofer guardó sus estacas y se marchó, pasando al lado de Owen, quien no dijo nada más. Hailey se colocó la bufanda, intentando calmarse; quería ir con él, no quería perder a su familia ni temerle a la noche una vez más, pero hizo lo que pudo por mantener la compostura, y caminó hacia su cuarto a paso lento, hablándole a Owen con la mirada en ninguna parte:

—Yo me iré a dormir, come lo que quieras…

Llegó a su cama y se arrojó para romper en llanto.

 


Pasaron las horas, y Owen no había salido de su habitación, hasta que decidió ir a ver a Hailey; fue a su puerta y tocó con delicadeza: estaba ligeramente abierta.

—¿Señorita Hailey? Con su permiso… voy a pasar.

Al no oír respuesta, Owen se adentró en el cuarto: parecía una cápsula de tiempo, la única habitación pintada de azul y bien cuidada, con la apariencia de un cuarto infantil; había juguetes y algunas fotos familiares. Hailey se había quedado profundamente dormida en su cama, abrazada a un viejo peluche de murciélago, dejado una imagen tan tierna y hermosa, como devastadora; con rastros de lágrimas en el rostro y cubierta parcialmente por un abrigo que Christofer había dejado.

—En el interior aún eres una niña, eso también explica muchas cosas… qué tierna.

Owen le movió el cabello para poder ver sus ojos humedecidos por el llanto, Hailey apenas se movió.

—Necesito sacarte de aquí, me ayudarás a salvarlos a todos… Este lugar ya no es seguro.

El cuerpo de Owen ya se había curado en buena medida de sus heridas, entonces procedió a cubrir bien a Hailey con el abrigo y la levantó con delicadeza; ella no soltó el peluche de murciélago, lo abrazaba con fuerza.

Owen salió del edificio con Hailey en brazos, y corrió lejos de ahí. La joven continuó dormida durante todo el trayecto, moviéndose de vez en cuando y murmurando cosas; Owen creyó que aquel gorro, suéter y bufanda ya la protegían bien del frío, así que con el abrigo cubría sus piernas, vestidas de una falda y una calza blanca.

Pasada una hora, Hailey despertó en una habitación completamente distinta, vacía, salvo por la cama grande en la que estaba y una ventana que apuntaba a un río. Se levantó asustada, e intentó romper la ventana con sus manos para escapar, cortándose un poco en el proceso, hasta que Owen entró por la puerta:

—¿Qué hace? —preguntó.

Hailey se pegó de espaldas a la ventana, aterrada.

—¿Dónde estamos? —dijo lo más calmada y seria que pudo.

—Yo le sugiero que no intente salir —contestó Owen—, no estamos solos, y si mis hombres la ven, yo ya les dije qué hacer… Este lugar es mi hogar, aquí está la familia de la que le he hablado. El otro sitio ya no es seguro si todo el mundo lo conoce…

—Quiero irme a casa…

Hailey no podía ocultar su miedo, Owen se acercó a ella y le tomó la mano.

—El vidrio puede cortarle, ¿no le duele? —Dio caricias a su palma—… No tiene nada que temer, este es sólo un paso más —dijo sonriente.

Hailey intentó ponerse firme, e insistió con sus deseos de volver a casa. Owen no entendía, se sentó en la cama y le ofreció toda clase de comodidades para su habitación, asegurando que podría convertirla en un lugar mucho más cómodo que aquel «edificio horrible». Hailey se molestó en gran manera por los insultos a su hogar, y alzando la voz le exigió al vampiro que la deje ir de inmediato. Owen se puso de pie.

—¿Sabe algo? Yo también tenía un hogar; mi cuartel, donde estaban mis amigos y mi familia. Pero todo eso se ha ido, y seguí adelante. —Volvió a tomar la mano herida de la joven—. Incluso con algunos sacrificios, puede sentirse afortunada de que sea yo su desgracia.

Owen sacó rápidamente una navaja y apuñaló la mano de Hailey, ella dio un manotazo para que la suelte, agrandando la herida, pero ella se comportaba como si no lo sintiera.

—¡Aléjate de mí! —dijo, retrocediendo hacia la puerta.

Owen comenzó a reírse.

—¡Es verdad! ¡No te duele! —Miró la navaja con sangre y sonrió de forma macabra— ¿Qué otras sorpresas oculta, señorita Hailey?

La chica conocía bien las propiedades especiales de su sangre, se tomó la mano aterrada e intentó huir, pero la puerta ya estaba bloqueada.

—Verá —continuó él—, en caso de que no colaborara, estaba pensando en, ya sabe, tortura física y demás, pero parece que eso no servirá. —Huele la navaja— Esta sangre… no es normal, ¿cierto? Al igual que yo, usted no tiene orejas puntiagudas, así que esta es la sangre de un medio-vampiro; alguien con los poderes y la fuerza de un vampiro, pero con el delicioso sabor de un humano.

El corazón de Hailey latía con fuerza, e intentó correr hacia la ventana para romperla de un salto, pero Owen se interpuso a gran velocidad, y lamió felizmente la navaja.

—No… ¡Esto es algo más! —Rio—… Me siento estúpido lamiendo un pedazo de plata siendo que la fuente está frente a mí. —Owen miró fijamente a los ojos de la aterrada chica—. Creo que es hora de que olvides tu hogar.

El vampiro saltó sobre ella y la arrojó sobre la cama; le sacó la bufanda y, sujetándole los hombros, procedió a morderle el cuello.

Hailey intentó sacárselo de encima, pataleaba y le daba fuertes golpes en los costados mientras gritaba:

—¡Suéltame! ¡Suéltame ya!

Owen logró retenerla, y se despegó de su cuello con una gran sonrisa, para luego pasarse la lengua alrededor de los labios.

—Ah, qué satisfacción… En cinco años convirtiéndome en vampiro nunca había probado sangre tan buena…

Temblando, Hailey intentaba liberarse, pero sus manos estaban inmovilizadas. Owen la soltó un momento para arrancarse un trozo de ropa, donde Christofer le había clavado la estaca; aquella herida comenzaba a cerrarse a un ritmo que parecía imposible, y las orejas de Owen de a poco se hicieron más puntiagudas.

Hailey aprovechó la distracción; vio la navaja en el suelo y se quitó al vampiro de encima para intentar recogerla, pero Owen la tomó del brazo y la arrojó nuevamente a la cama boca abajo, haciendo presión contra su espalda. Hailey se movía desesperadamente, intentando soltarse, pero era inútil, y no pudo evitar comenzar a llorar.

—¡Para, por favor! —decía entre sollozos.

Owen tosió y levantó la cabeza para ver a su víctima con deseo.

—Christofer me dijo que si le hacía daño era un ingrato… qué estúpido. —Sonrió—. Le compensaré el haberme salvado y le perdonaré la vida, aligerando el castigo que alguien como usted debería recibir. —Owen hizo una pausa, pero no oyó respuesta, sólo llanto, ante el cual no sintió pena alguna—. Le daremos mejor vida de la que tenía en aquel asqueroso lugar, se lo aseguro, pero ahora… Es momento de pagar, y, ¿por qué no?, vengarme de ese hijo de puta…

Owen tomó el trozo de ropa que se había arrancado y, aunque obtuvo resistencia, logró atar las manos de Hailey. El vampiro se sentía en total libertad de hacer lo que quisiera con la amiga de aquel traidor; aun sollozando, Hailey parecía un ángel, con la piel pálida perfecta y un cabello muy suave, con un aroma encantador. Owen la acarició por unos instantes y luego metió sus manos frías debajo del suéter de la chica, rodeando su cintura con los dedos; ella no reaccionó al frío, pero cuando Owen comenzó a deslizar suavemente sus manos de arriba abajo, Hailey reanudó su forcejeo.

—¿Siente las cosquillas? —susurró Owen, acercándose al oído de su presa; con un brazo presionaba su cabeza y con el otro continuaba acariciándole el torso—. Interesante, significa que si no se resiste podrá disfrutarlo, mi señorita Hailey.

Owen le lamió la oreja, y se la mordía suavemente, mientras la joven cerraba los ojos con fuerza, sintiendo las manos del vampiro recorrer su cuerpo sobre la ropa desde los muslos hasta debajo del suéter, ella jadeó y negó con la cabeza en una súplica, pero eso sólo avivó más el deseo de Owen, que dándole besos, chupones y lamidas a lo largo del cuello no pudo evitar morderla una vez más, mientras bajaba frotándose en ella con movimientos de cadera sobre su falda, una falda no muy larga; Owen lo sabía, y finalmente no pudo contenerse más: se incorporó y levantó la tela, para así apreciar el culo redondo y bien formado de Hailey, algo notorio aún con la calza blanca que lo cubría. Pasó sus manos desde abajo lentamente, sintiendo la deliciosa suavidad de los glúteos y los pliegues de la ropa interior que había debajo; al subir lo suficiente, tomó la calza y comenzó a bajarla junto a las bragas, ante lo cual Hailey soltó un alarido y se inició un nuevo forcejeo.

—¡No! ¡No! ¡No lo hagas! —gritó, con una voz desgarradora.

Hailey movió los hombros con violencia intentando zafarse y Owen la abofeteó una y otra vez, dejando marcas en su rostro, pero la joven no cedía, entonces Owen apretó su cuello con fuerza para asfixiarla. La cara completa de Hailey se tornó de un tono cárdeno rojizo, y dejó de dar pelea; aquel semblante angelical, ahora seminconsciente, estaba ya lleno de lágrimas, golpes y saliva que se escapaba de su boca.

Aireado por su terquedad, Owen la golpeó una vez más y bajó su calza y bragas con tal ferocidad que desgarró parcialmente sus costados. No se había equivocado: esas nalgas eran tan perfectas y redondas como aparentaban bajo la ropa; el vampiro le puso las manos encima y comenzó a hacer círculos, deleitándose al ver cómo el ano limpio intentaba contraerse con cada apertura. Owen se acercó y pasó varias veces la lengua por el surco.

—Está muy quieta, ¿esto le está gustando? —preguntó con un tono juguetón.

No recibió respuesta, pero tampoco resistencia; la chica parecía recuperar de a poco la consciencia, pero no las fuerzas. Los labios de su intimidad pronto fueron separados por los dedos del depredador, que luego metió su lengua para dar círculos en el interior humedecido. Hailey quiso levantarse, pero apenas pudo dar pataleos débiles y un leve quejido.

Sonriente, Owen le dio un beso a su entrada y se levantó para acercarse al rostro de su víctima, mientras la penetraba con un dedo.

—Usted es hermosa, ¿lo sabe? —le decía en el oído— Y aquí dentro es toda mía.

Owen metió un segundo dedo; excitado por el calor de la vagina y las contracciones de sus angostas paredes, comenzó a aumentar la velocidad de sus penetraciones; llegado un punto, comenzó a escuchar un sonido muy líquido y obsceno con cada entrada. Escuchó a Hailey musitar en un hilo de voz: «Basta…», entre jadeos y saliva, pero él no se detuvo.

—Oiga los ruidos que está haciendo su vagina, podría correrme de sólo escucharlos —susurró—. Es una perra muy sucia.

Continuó así durante varios segundos, hasta que sintió que su erección apenas podía ser contenida en su ropa. Sacó su pene, ya bastante lubricado por el líquido preseminal, y comenzó a deslizarlo entre las nalgas de Hailey, que no paraba de sollozar. El llanto de la joven se hizo más fuerte cuando Owen le abrió los labios con voracidad para insertar el pene completo en una sola embestida; con la sangre de aquel acto se escurría lo último que quedaba de inocencia en la chica de 18 años. Su virginidad había sido arrebatada debido a su bondad, y su victimario se lo recordaba con mucho orgullo en cada nueva embestida, sin piedad alguna, excitado por los ruidos que hacían los líquidos junto al impacto de sus cuerpos.

El llanto se transformó en gritos y súplicas, pero Owen continuó su delicioso acto de venganza; con los brazos le rodeó el cuello y con la lengua le chupaba el sudor y las lágrimas; continuó violándola por varios minutos hasta que finalmente la llenó con su semen en una última y profunda embestida.

Se quedó abrazándola por unos segundos, sintiendo esa sensual respiración entrecortada, y se levantó, sacando su pene para ver cómo el semen se escurría desde dentro sobre las sábanas de la cama. La pesadilla de Hailey había terminado, al menos por hoy.

—Cenarás con nosotros esta noche —dijo Owen, sin quitarle los ojos de encima a su obra—, espera mi llamado a la puerta.