Mayra, debut anal
Pasado un tiempo de aquel fogoso primer encuentro sexual entre Mayra y Carlos, ambos se habían evitado durante días, incómodos ante el cariz que habían tomado las cosas. Pero al cabo de unas semanas habían tenido un nuevo encuentro en el cual Carlos había hecho las delicias de la preciosa mujer haciéndola gritar de placer, penetrándola en varias posiciones, eyaculando sobre ella en cada orgasmo, dándole de beber su semen, algo que según había descubierto, ella adoraba, la maravillaba ver fluir caudaloso el semen de su gran verga, pero aún quedaba algo que comenzaba a obsesionar a ambos.
La pija de Carlos y el hermoso culo de Mayra eran como polos magnéticos opuestos, su atracción era evidente, y el encuentro entre ambos inevitable mal que le pese a la pudorosa Mayra, que se resistía a cualquier tipo de insinuación de Carlos acerca de la sodomía. Estaban hechos el uno para el otro, las blancas redondeces de Mayra eran la meca, el paraíso para el potente pene del muchacho, y el ardiente deseo carnal de ambos vería su cumbre en el encuentro anal. Mismo que se dio en forma casual, en una tranquila noche porteña.
Mayra se encontraba ataviada de papeles, contratos y su casilla de correo atestada, daban las 8 pm y necesitaba un café, salió de su oficina con su taza corporativa en mano, y tomó el pasillo rumbo a la maquina de café, pero siguió hasta la cocina para lavar el recipiente, el piso entero se encontraba en silencio, como era costumbre a estas horas, los empleados más atrasados se retiraban 7:30. La puerta se encontraba abierta, entró y se dispuso a enjuagar su taza.
Carlos, cuyo escritorio se encontraba en el pasillo central junto a los ascensores, sabía que sólo quedaba su amante en todo el piso, por lo que había dejado su puesto y se dirigía sigilosamente hacia la oficina de Mayra con la esperanza de encontrarla dispuesta a tener un encuentro sexual, cuando oyó pasos en el pasillo de la cocina. Tomó ese rumbo silenciosamente, y al entrar descansó un minuto bajo el marco de la puerta admirándola sin que ella advierta su presencia.
Ver a la hermosa mujer de espaldas, semi recostada sobre el fregadero encendió nuevamente el deseo del chico por su abultado trasero, vestía un saquito de lana, por encima de una de sus blancas camisas que siempre delatan sus bellos pechos, una pollera no muy corta, por debajo de las rodillas, de tela suave, seda quizás, que contorneaba magníficamente sus piernas, se ajustaba bellamente a su cintura y cadera, dibujando finamente su figura esbelta e insinuando moderadamente la tanga que ocultaba a medias sus preciosas nalgas. Extasiado por sus bellas redondeces, no titubeó al acercarse, tomándola decididamente por detrás, aferrando sus caderas y apoyando su ya abultada pelvis en medio de sus cándidas redondeces, reprimiendo el intento de Mayra de voltearse, sorprendida al encontrarse repentinamente manoseada.
Mayra no dudó siquiera un instante en saber quién era el osado que la tocaba, suprimió un leve acceso de furia al sentirse oprimida cuando intento voltearse, y asaltada prontamente por el deseo se dejó hacer, aflojando la tensión.
Las manos del muchacho pasaban de su cintura a sus piernas describiendo la muy pronunciada pero armoniosa curva que describían sus caderas, deslizándose suavemente por encima de la tela, su pene tomando progresivamente su acostumbrada consistencia, frotaba insistente en medio de las nalgas de Mayra haciendo que su vagina segregue los primeros flujos.
Prontamente Carlos agobiado por el deseo elevó la falda descubriendo los encantos de la mujer, hizo a un lado la delgada tanguita blanca, cuyos finos y ajustados bordes se hundían apenas en su cálida piel de su cadera, marcándola con una suave tonalidad rozagante, penetró la vagina ya perfectamente lubricada de Mayra, en intervalos cortos y regulares, ayudado por ella que curvó su espalda apoyando ambos brazos extendidos sobre la mesada y abriendo sus piernas en actitud relajada recibió el miembro con gran placer, albergando su objeto de devoción, dándole todo su calor. A poco Mayra con desenfreno sintiendo colmada su vagina se retorcía frenéticamente con gran velocidad por momentos, y luego golpeando con fuerza pero lentamente sus nalgas contra Carlos al alcanzar un orgasmo, que inundaba la pija del muchacho con sus jugos, haciendo que gotas de flujo blanco surcaran sus testículos llegando algunas a caer hasta el suelo, manchando la alfombra gris.
El muchacho veía no sin una cuota de recelo a su fiel amante como en trance, obteniendo placer de él en forma egoísta, ignorándolo, veía a su casi madura rubia autosatisfaciéndose, como masturbándose frenéticamente con su pene, haciéndolo sentir un gran consolador ambulante. Esto lo decidió a actuar. Repentinamente y tomando a Mayra por sus finos cabellos claros, comenzó a mover sus caderas con fiereza hacia ella, haciéndola soltar resoplidos forzados, irguiéndola un poco con cada embestida, y cuando la tuvo apoyando casi su pubis contra el frió mármol de la mesada, de una patadita acercó un banco hasta ellos y tomando la pierna izquierda de Mayra por debajo de la rodilla, sin abandonar la penetración, la elevó hasta apoyar su pie entre una de las patas del banco, con la intención de ver su verga venosa entrar y salir del elongado coño de su linda puta.
Carlos tomaba a Mayra por su estrecha cintura admirando la belleza de su desnudez, dominando la cadencia del acto sexual, cuando en determinado momento, habiendo suavizado sus movimientos de cadera hasta casi detenerse, retiró su pene de la vagina de su amante y sin miramientos, apuntó la punta de su escroto hacia el delicado esfínter de Mayra, oculto aún entre las inmaculadas paredes carnales que conformaban sus nalgas.
Mayra había temido este final, pero el éxtasis sexual en el que se encontraba le impedía reaccionar, dejando a Carlos proseguir, sintió el enajenado pene del muchacho abrirse paso en medio de sus nalgas, que sin ofrecer resistencia, se abrían suavemente ante el paso decidido del lubricado falo hasta su orificio anal, que reaccionaba en regulares periodos de contracción y relax, en una especie de latidos al primer contacto de la punta del glande. Sentía su culo en forma extraña, ahora no le producía rechazo, un calor abrasador agobiaba su zona anal y se acentuaba con cada uno de los involuntarios periodos de contracción y relajación que en su esfínter había dado lugar la situación.
Carlos una vez que se hubo acomodado y empalmando su verga cuya cabeza se hallaba oculta en medio de tan hermosas nalgas, ansiaba penetrarla y llenarla con su leche, pero se tomó unos instantes, esperando quizás una reacción que jamás llegó, y por el contrario, vio como Mayra tensó un poco su cuerpo, e inclinándose sobre la mesada, apoyando sus brazos detrás del lavabo, su rodilla izquierda sobre el banco y estirando su pierna derecha hasta ponerse en puntillas de pie, esperó plácidamente la penetración.
Desconcertada ante esta nueva sensación, Mayra se dejó llevar por el sentido de curiosidad que le proporcionaba la nueva experiencia que ahora viviría, acomodó su cuerpo para Carlos, poniéndole toda su atención y con todos sus sentidos enfocados en su canal rectal. Sentía de momentos su culo ardiente, un calor abrasador la obligaba a contraer su círculo anal, que luego involuntariamente se relajaba haciéndola sentir que se ensanchaba cada vez más, en espera incierta del contacto que no llegaba, para nuevamente sentir la irreprimible necesidad de contraer sus músculos rectales, por periodos cada vez más prolongados, casi temblorosamente, repitiéndolos aceleradamente hasta que ese incomprensible sentimiento la apoderaba, y su culo volvía a aflojarse lánguidamente ansiando ese contacto físico que Mayra inconscientemente asociaba cada vez más con un pene. Habida cuenta de su estado, Mayra tomó mayor conciencia de su predisposición, decidida a la penetración anal y sintiéndose algo extraña aunque dispuesta a ser sodomizada, exclamó:
-«No sé qué me has hecho, pero quiero ofrecerte mi culo. Tómalo.»- Y presa del deseo que le provocaba la sensación en su ardiente trasero, agregó:
-«Quiero recibir tu virilidad, quiero que me sodomices y obtengas el máximo placer de mí, tómame y satisface tu deseo, descarga toda tu hombría en mi culo.»- Finalizó casi en susurros, mirándolo a sus ojos de costado, como avergonzada.
Carlos perplejo por el discurso pero tremendamente excitado con aquellas palabras de su hembra, inesperados y bien recibidos símbolos de entrega absoluta, se encontraba en el más maravilloso clímax y con infinito placer volvió a detener la cabeza empalmada en medio de las grandes y deliciosas nalgas de la hermosa Mayra, tomando contacto con el dilatado y latente circulo de su esfínter anal; a punto de sumirse en el placer máximo, el que sólo se encuentra sodomizando a una bella dama dispuesta a serlo, en medio mismo de la clase de orgasmo más poderoso que hombre alguno pueda ofrecer, y que sólo una mujer al ofrecerse por primera vez puede recibir; empujó su gruesa verga hacia el fondo del ardiente culo de la preciosa doncella, sellando así para siempre el lazo que los unía desde su primer encuentro y que ya no podría romperse…
Aunque este relato es una nueva fantasía, se asemeja mucho a experiencias vividas, y por ello esta dedicado a aquellas damitas que tuve la suerte de amar, y a las que quizás aún estén en mi camino.