Gustavo dejó su pene bien erecto en dicha posición. De modo que, con sus ojos cerrados, Laura empezó a besarle el glande, que se presentaba corpulento, lleno de vigor. Sentí envidia, pero a la vez una gran felicidad. Ahora ella también se daba el gusto de tener ese glande en su boca, tal como antes
Laura comenzó a disfrutarse ese pene, como si estuviese cabalgando. El movimiento rítmico se sentía en toda la cama, lo que me obligó a colocarme de pie. Me quedé en un rincón de la habitación, con mis brazos cruzados, observando la escena. Todavía experimentaba grandes deseos de desnudarme y entrar
Unas doce penetradas de ese estilo incitaron a sus ojos a pasar al blanco total. Su cabeza se movía sobre la cama como si estuviese recibiendo un masaje liberador en todo su cuerpo. Por un instante me pareció que su ser había acabado de ser poseído por un espíritu, incitándola a moverse así, mientra