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Mi empleada I

Un día a pesar de mi timidez y aprovechando que mis hermanos y padres no estaban, pensé que sería mi única oportunidad pero mis nervios me traicionaban, de todas formas planifiqué un plan de lo más absurdo que hay, era que al momento de que Chelda este lavando los platos (la cocina era estrecha), me haría el que me caía sobre ella y le tocaría los pechos.

Mi empleada II

Sus tetas se balanceaban como columpio, de arriba para abajo, y su cara de vieja con placer era maravillosa, cada embestía ella me pedía que se lo hiciera más fuerte, que yo era su manjar, que me iba a comer entero, a lo cual mi excitación se acrecentaba más y más, el final era previsible siempre terminando en su zorra grande y mojada ella mordiéndose los labios o una almohada.