Agachó la cabeza, esperando mi siguiente orden. Debía estar absolutamente inquieta, vestida solamente con unas medias y unos zapatos de tacón, en medio de un aparcamiento público, en el que constantemente está entrando y saliendo gente. Y aunque en la zona en la que estábamos, era imposible que alguien llegara sin que yo lo viera, seguro que a ella le parecía que estaba en medio de un pasillo.
Saque la navaja y le fui quitando la capa de jabón y con ella los pelos de la parte superior de su pubis. Poco a poco todos los pelos iban desapareciendo. La dejé sin un pelo del ombligo al agujero del culo. Tras limpiarla y secarla, le di una crema y contemple el resultado. Como siempre que veo un coño recién depilado, la palabra que vino a mi mente fue apetecible, pero no pensaba darle esa satisfacción, no la iba a follar, estaba muy excitada y tenía que aprender, que el placer, la excitación, también pueden hacer sufrir.
Cuando consideré que ya estaban bastante duros, subí la bandeja y coloque las pinzas, que colgaban de las cadenitas, una en cada pezón.