Capítulo 1
- El adiestramiento de Mónica I
- El adiestramiento de Mónica II
- El adiestramiento de Mónica III
El adiestramiento de Mónica I
Capítulo 1.- Trasladada al lugar de entrenamiento
La joven Mónica Morales caminaba por el piso, mirando hacia el reloj de la pared… Ella sostenía nerviosa el teléfono móvil en su mano sintiendo su corazón latiendo en su pecho, ahora que se acercaba a las siete en punto.
Fue hacia la cortina de la ventana mirando a través de ella y escuchar el sonido de los neumáticos en el camino de grava.
Se agarró a la cortina de color oscuro con la mano libre y respiró hondo… Se dio cuenta de que los faros de un coche iluminaban la ventana y se apartó de las cortinas y se apoya contra la pared junto a la ventana.
En ese instante escuchó que el teléfono vibró en su mano… Bajó la mirada hacia él y lo contestó al segundo tono.
– “Sí… ¡Hola!”
– “¿Preparada según lo acordado?”, dijo una voz firme y exigente.
– “Sí… Sí… ¡Estoy… Estoy lista!”, respondió, reconociendo la voz.
– “¿Estás segura?… ¿Seguiste mis instrucciones?”, le preguntó.
– “¡Sí!… ¡Bañada y depilada!… ¡Cómo me ordenaste!”, respondió sin rodeos.
– “¿También desnuda?”, pregunta la estricta voz por teléfono.
– “Sí, sí, desnuda… También estoy desnuda”, le respondió mirando hacia la bata de felpa blanca que cubría aún su cuerpo desnudo.
– “De acuerdo… Ya no hay vuelta atrás una vez que entres en la limusina… Haz exactamente lo que te indique el conductor, o el trato se cancela y tu ya le tendrás que explicar a tu Ama por qué no la has obedecido… ¿Entendido?”, le ordenó la voz.
– “Si… Está bien… Aquí está ahora la limosina… ¡Dije que lo haré!… ¡Esto tiene que ser mejor que la cárcel!”, le respondió Mónica.
– “Recuerda mi advertencia… Los próximos días serán intensos… ¡Prepárate para ello!… ¡Y recuerda que no hay vuelta atrás una vez entres en la limusina!”… Y colgó.
Dejando el teléfono en la mesilla, con el corazón latiendo con fuerza, Mónica camina vacilante hacia la puerta, separando lentamente su bata de nuevo… A continuación, desliza un dedo hacia abajo entre sus pechos desnudos, lo baja a través de su ombligo, rodeando su montículo púbico depilado y palpa su carne suave.
De nuevo, cierra lentamente la bata, envolviéndose en ella, cruza el brazo izquierdo por encima de los pechos, se agarra al pomo de la puerta y se queda inmóvil.
Pasan unos segundos, un minuto, escucha el repiqueteo constante de las gotas de lluvia en el techo del porche, finalmente la puerta del coche se abre, se cierra, seguida de pasos y un golpe en la puerta.
Tomando una respiración profunda, gira vacilante el pomo, abriendo la puerta, se enfrenta a quien parece ser un chofer uniformado con aspecto severo.
– “Eres Mónica, supongo”, le dice.
– “Sí soy yo”, responde ella.
– “¿Estás de acuerdo con los términos del contrato?”, le dice mirando inquisitivamente su bata de arriba a abajo, observando que no está desnuda como esperaba que iría.
– “Sí, sí lo estoy”, responde, bajando los ojos, siguiendo los de él hacia su bata.
– “Está bien… Toma esto”, le alarga la mano para llevarle una pastilla hacia su boca.
– “¿Qué es esto?”, le pregunta sintiendo sus dedos presionar contra sus labios y la pastilla deslizándose por su lengua.
– “¡Haz lo que te dicen!… ¡Trágatela… Es para el viaje!” le ordena.
Mónica se la traga mientras él baja la mano y le ordena:
– “Ve hacia la parte trasera de la limusina… ¡Ahora!”
Sin saber lo que acaba de tragar, obedece nerviosa y camina rápidamente bajo la lluvia constante, hacia la limusina.
Descalza, siente la grava fría y húmeda bajo sus pies cuando se acerca al costoso coche… Se detiene y permanece inmóvil frente a la ventana tintada de oscuro de la puerta trasera.
El chófer, caminando lentamente, finalmente se pone a su lado y abre parcialmente la puerta.
– “Dame la bata antes de entrar en la limusina… ¡Tienes que ir desnuda!… ¿Sabes que se suponía que debías estar desnuda cuando saliste de casa?”, le dije con voz autoritaria.
– “¿Desnuda?… Claro que lo sé… ¡Me acabo de dar una ducha y aún no me había secado!… ¡Esto es todo lo que llevo puesto!” murmura.
– “Entiendo, pero me informaron que debía recogerte y entregarte desnuda… ¡Quítatela!”, responde, mirando hacia la bata, asintiendo con desaprobación.
– “¿Ahora?… ¿En la calle?… ¿Bajo la lluvia?… ¿No puedo esperar hasta que entre en el coche?” pregunta, subiendo un tono su voz, con su rostro enrojecido mientras abre parcialmente la parte superior de la bata, exponiendo sus pechos a los elementos.
– »¡No!!… Ahora!!… Dámela, ahora”, le regaña, observando de cerca cómo comienza a deslizar lentamente la bata sobre sus hombros arqueados, hasta justo por encima de los codos.
– “Estoy seguro de que serás castigada por esta desobediencia… Ahora escucha con atención… Cuando entres en la limusina, siéntate hacia adelante en el centro del asiento y separa las piernas… Coloca las manos detrás del cuello y, durante el viaje, no debes tocarte”, le dice sin prisas para que las gotas de agua fría caigan sobre sus pechos, sus areolas y sus pezones, endureciéndoselos.
Actuando como si apenas prestara atención a que ella se exponga a la vista de cualquiera que pasase o mirase por una ventana, extiende la mano y tira de la bata hasta quitársela, dejándola desnuda.
Mónica no puede evitar temblar… La lluvia, el aguanieve, golpeando su carne desnuda hace que su rostro permanezca enrojecido de vergüenza y humillación ante tanta degradación.
– “¡¿Puedo entrar ya?!”, pregunta.
– “Puedes entrar y asume la posición que te he ordenado”, le dice sonriendo el chofer, abriéndole la puerta.
Mónica levanta lentamente las manos por encima de la cabeza, entrelaza los dedos detrás del cuello bajo su cabello húmedo… Mira hacia adelante, con su carne desnuda empapada y abre bien las piernas mientras escucha la puerta cerrarse.
El chofer, una vez sentado al volante, la mira por el espejo retrovisor para disfrutar de una vista completa de su desnudez y le advierte:
– “¡Te dije que abrieras las piernas y te sentaras en el extremo del asiento!… Lo más cerca del borde y empuja esos pechos más hacia afuera”, le ordena, casi en tono de regaño.
Ella obedece arqueando sus pechos hacia delante todo lo posible y forzando sus hombros hacia atrás, separando al máximo sus rodillas.
– “Eso está mejor”, afirma mientras retrocede con la limusina por el camino de entrada hacia la calle, enciende las luces exteriores y se aleja de la casa.
Al mirarla por el espejo retrovisor, Mónica puede ver que sus ojos escudriñan su cuerpo desnudo y húmedo, sabiendo que la está humillando.
– “¡Estás afeitada del cuello para abajo, eh?!, pregunta mientras dobla la esquina.
– “¡Sí!… Me ordenaron que me afeitase… Esas fueron sus instrucciones”, respondió ella frunciendo el ceño en su rostro.
– “¿Tu coño también?… ¡Enséñamelo!… ¡Ábrelo, más!”, le dijo con una sonrisa, emocionado por su incomodidad.
Mónica se abre bien, y permanece quieta y humillada, mostrando disgustada su coño para que él lo mire.
Y así transcurre la mayor parte de las dos horas que dura el trayecto mientras circulan mucho tiempo por el campo… Finalmente, el vehículo reduce la velocidad, va camino de entrada hacia unas grandes puertas de hierro forjado y unos guardias de seguridad las abren.
Mónica se ha quedado dormida por el somnífero que le ha dado el chofer, que conduce la limusina hacia la parte trasera del complejo y se mete en el garaje que hay debajo de la mansión… Y lo estaciona.
Rompiendo una cápsula de amoníaco debajo de sus fosas nasales, Mónica se despierta:
– ¿Dónde estoy… Qué me pasó?, murmura aturdida.
– “Ya hemos llegado… Sal”, le ordena, tirando de ella de los brazos y ayudándola a ponerse de pie, junto a la limusina.
Pronto aparecen un par de perros pastor alemán conducidos por un guardia de seguridad armado, que le dice agarrándola del brazo:
– “Ven conmigo.”
Todavía insegura, tambaleándose, se deja llevar agarrada del brazo a través de un laberinto de pasillos… Con los pechos balanceándose, su trenza de pelo colgando sobre su hombro, siente que tras este recorrido, el guardia la suelta, abre una puerta de hierro oscuro y sólido con una pequeña ventana y la empuja a una habitación pequeña… Ve una repisa de piedra con forma de litera que sobresale a un lado y un taburete en el centro del habitáculo.
– “Estás en casa… Párate ahí… Frente a esa pared… Recuerda que tienes prohibido tocarte… Pon tus manos a los costados y no te muevas hasta que tu Ama venga.”
El guardia rápidamente repasa con ella una lista de órdenes mientras la ayuda a subir al taburete de madera con asiento de cuero.
– “¡Si no obedeces, serás castigada!… Especialmente porque ya has desobedecido al no estar desnuda cómo te ordenaron… Y recuerda que se te advirtió… ¡Ahora no hay vuelta atrás!
¡No intentes escapar!… Los perros te localizarán y lo que quede de ti acabaría en una casa de putas en Crimea… Créeme… ¡Esto lo he visto antes y por eso te lo digo!
Gruñendo, Mónica se gira y se coloca frente a la pared, completamente atenta a las ordenes que le dé.
El guardia, dando un paso atrás y una rápida mirada a su cuerpo desnudo y tembloroso de espaldas a él, le dice:
– “¡Recuerda mi advertencia!… ¡Realmente no tienes muchas opciones!”
Y dándose la vuelta, sale de la habitación, sonriendo para sí mismo.
Mirando hacia adelante, ojos al frente enfocados a la pared y su cuerpo completamente desnudo y erguido, espera subida en el taburete, poder oír, mientras siente el pulso de los latidos de su corazón y sus pechos que suben y bajan lentamente.
Pasan los minutos largos y lentos.
No puede evitar pensar en las palabras de advertencia del chófer y el guardia… Y en las amenazas… Al final, parece que ha pasado una hora o más desde que llegó a este lugar, en donde permanece todavía sola e inmóvil.
– “¡Manos detrás de la cabeza!… ¡Entrelaza los dedos!… ¡Codos hacia atrás!… ¡Saca esas tetas!… ¡Ahora esclava, vamos!”, le dice una voz firme de la mujer que resuena a través de la habitación mientras ella camina lentamente alrededor del taburete.
Mónica obedece de inmediato y cumple todo lo ordenado.
La voz de la mujer es aterradora, no sólo autoritaria, sino totalmente dominante, a juego con su apariencia… Cabello negro severamente recogido, piel pálida, ojos oscuros… Está vestida con el típico cuero tipo Dom.
Mirando hacia los pechos de Mónica, la Dom., está muy impresionada y le pregunta:
– “¿Son naturales?”
Sin darle tiempo a responderle, rápidamente extiende la mano, ahueca el pecho izquierdo en la palma de la mano y se lo aprieta… Mónica se estremece.
‘¡Thwack!’
Golpeando sádicamente el pecho derecho, mientras le regaña.
– “¡Contesta!”
– ¡Oooh!… ¡Sí… Sí!… Son reales… Maldición, como duele”, responde Mónica tartamudeando sintiendo el aguijón de dolor del latigazo.
‘¡Thwack!’
Golpea la Dom., severamente, el pecho que se balancea por segunda vez.
– “¡Sin maldiciones!… ¡Y soy Ama para ti, puta!… ¡Ahora, responde correctamente!
‘¡Thwack!’
Otro golpe doloroso, sobre el pecho derecho que vuelve a rebotar y se balancea.
– “¡Oooh!… Ama… ¡Dije que sí!… ¡Oooh!… ¡¡¡Para!!!… ¡Esto duele!… ¡Son reales!… Puedes retorcerlos y apretarlos para comprobar.”
– “¡Silencio!… ¡Deja de lloriquear!… ¡Lástima que sólo te tendré una semana!… ¡Tu entrenamiento debería ser de al menos un mes!… ¡Será mejor que nos pongamos manos a la obra!”, regaña la Dom.
‘¡Thwack!’… ‘¡Thwack!’… ‘¡Thwack!’
La da tres golpes más, rápidos, hacia adelante y hacia atrás sobre el pecho golpeado con anterioridad… La Domina da un paso atrás mientras Mónica, se sacude, retuerce, aprieta los dientes y mira con ojos suplicantes.
Observando cuidadosamente el cuerpo desnudo y fresco frente a ella, la Domina continúa su evaluación.
– ¿Te pones sujetadores que te aprieten los pechos?”, le pregunta sarcásticamente mientras aprieta le aprieta con fuerza un pecho.
– “Un poco, Ama, pero ellos encajan bien”, le responde.
‘¡Thwack!’
– Dije, si aprietan los sujetadores esas tetas.”
– “Un poco, Ama”, le responde de nuevo.
Soltando su mano del pecho de Mónica y deslizando sus dedos hacia abajo alrededor de su abdomen, la Domina parece ignorar la respuesta, disfrutando humillándola, viendo hasta dónde puede degradarla.
– “Hum… Echemos un vistazo!… Culo estrecho, coño afeitado… Con bonitos labios vaginales”, susurra la Dominante, y vuelve a mirar hacia arriba desde un lado.
– “Me dijeron que tendría mucho con qué trabajar… Supongo que a tu Ama le gustan las tetas grandes y las tuyas son así.”
Continúa, ahora deslizando su mano derecha abierta hacia abajo sobre el culo de Mónica, un culo redondeado y suave, justo debajo del nivel de sus ojos, observa la cintura delgada, los abdominales bien marcados y las piernas largas y elegantes.
– ¿Sabes lo que me gusta de las tetas reales, esclava?”, murmura la Dom., mientras está de pie detrás del taburete… ¡Contéstame!”
¡Thwack!… Otra rápida paletada, esta vez a través del balanceo del pecho izquierdo de Mónica.
– “¡Agghhhh!… ¡No, Ama!… ¡No!”, responde Mónica, con la voz temblorosa.
Apretando más los dedos detrás de su cuello, ella se refrena, enojada, pero también temerosa, pensando en las advertencias que le hicieron el chofer y el guardia.
Mirando a través de sus anchos hombros, la Dom sonríe al ver las curvas redondeadas de los pechos de Mónica asomando por ambos lados… Alzando la mano desde atrás, la Dom desliza su mano izquierda por el pecho izquierdo, aprieta su base, sólida, firme, pero de alguna manera también sutil y le dice:
– ¡Puedo hacer mucho más con ellas!… Sí, esclava, puedo hacer cualquier cosa… Usar látigos, pinzas, agujas… Incluso puedo colgarte de ellas con una cuerda… ¡Apuesto a que lo disfrutarás mucho!… ¿Verdad, esclava?… ¡Especialmente porque no hay salida para ti, puedo hacer lo que quiera!”, le dice, sonriendo, la Dom, girando y apretando el montículo de carne mamaria entre sus dedos.
Ella se burla, mirando el tembloroso cuerpo de Mónica, con sus ojos llenos de lágrimas.
– “Ohhh… Yo… Yo..”, tartamudea asustada Mónica, que comienza hablar pero se detiene… Su estómago se estremece, su corazón late con fuerza, siente que sus rodillas se debilitan.
‘¿En qué se ha metido?’ piensa para sí misma y mira alrededor de la celda y se da cuenta de que probablemente no haya salida.
– “Está bien, esclava… No esperaba una respuesta a eso… ¡Al menos no todavía!”, le dice la Dom., apretando los dedos y hundiendo las uñas en la carne del globo mamario.
– ¡Está bien! ¡Es hora de empezar de verdad!… ¡Empuja tus pechos hacia afuera!, murmura la Dominante con entusiasmo mientras vuelve a soltar el pecho de Mónica, lo palmea un par de veces, se pone delante de ella, toma un frasco de ungüento de la bandeja a la derecha del taburete.
Cogiendo un bote en sus dedos, extiende una sustancia pegajosa por el esternón y los pechos de Mónica… Utilizando ambas manos, retuerce y estira la carne firme de los pechos, estira las areolas y pellizca los pezones.
Observa el par de globos mamarios rebotar, balancearse, colocarse hacia afuera los pezones endurecidos, apuntando prácticamente hacia fuera desde su piel bronceada.
Mónica se muerde el labio inferior… Mira fijamente al frente… Siente el ungüento cuando comienza a calentarse, y finalmente le quema en su carne desnuda.
Reprimiendo un gemido, permanece rígida, luchando por no soltarse los brazos y agarrar sus pechos y limpiarlos de la crema ardiente, especialmente los pezones.
– “¿Te sientes bien?… ¿No es eso reconfortante?, le dice la Dom., sonriendo mientras se pone otro pegote en los dedos, se frota las manos y se lo pone entre los muslos de Mónica… Le ordena:
– “¡Abre ese coño, esclava!… ¡Ahora!… ¡¡¡Y cállate!!!… ¡Deja de lloriquear!”
– “¡Oh, Dios!… ¡Sí, Ama!… Oooh, eso quema”, responde Mónica con un gruñido.
Extendiendo vacilante sus muslos, inclinándose hacia adelante, una lágrima gotea de su mejilla cuando sus rodillas son separadas por el puño de la Dom., que coloca la sustancia pegajosa entre sus labios vaginales, que se hinchan al contacto con dicha sustancia pegajosa.
El dolor por la carne ardiente de sus pechos se desvaneció al instante de sus pensamientos cuando la abrasadora inflamación de su vagina sacudió su cuerpo… Ahora son sus muslos y sus caderas las que se mueven contra la mano de la Dom mientras lucha por no gritar en voz alta.
Sintiendo el cuerpo de Mónica temblando y sacudiéndose, la Dom., alarga su mano y coge un poco más de sustancia pegajosa del bote, lo extiende por ambas nalgas, frotando, desde encima de las rodillas, hacia arriba, a través de sus muslos… Luego, retrocede un paso, sonríe, se limpia los dedos de las manos con una toalla blanca limpia.
Al ver la piel bronceada desnuda frente a ella volviéndose de un tono rojo claro a medida que gotea de sudor, la Dom mira hacia la bandeja, elige una abrazadera de trébol de cromo y la ajusta para colocársela.
– ¡Silencio, esclava!… Este ungüento protegerá tu piel… No te hará daño y no te quemará … ¡Al menos no mucho!… El dolor desaparecerá lo suficientemente rápido… ¡Me lo agradecerás más tarde!”, le dijo la Dom., en voz baja, escuchando y disfrutando de los gemidos ahogados de Mónica.
Alzando la mano, aprieta la abrazadera para abrirla, cerrarla y abrirla de nuevo.
– “Toma esto, esclava”, le ordena.
Mónica mira hacia abajo y ve la abrazadera reluciente… Desliza vacilante los dedos y alcanza la abrazadera con la mano derecha y la agarra entre los dedos índice y el pulgar.
– “¡Ahora abre ese coño con la otra mano!” ordena la Dom.
– “¿Eh?… ¡No, no, no lo haré!”
Mónica se resiste, sacudiendo la cabeza, dándose cuenta de las intenciones de la Dom.
– “¡Última oportunidad!… ¡O me obedeces por completo o te ataré y te la colocaré yo misma y no te gustará!”, ordena la Dom.
Mirando a Mónica a los ojos, la Dom., casi le susurra entre dientes:
– “Escucha atentamente… Puedes estar aquí una semana, obedeciéndome o puedes enojarme y, quién sabe, desaparecer para siempre… Tú decides.”
Con los ojos muy abiertos, ella se romperá de nuevo pensando en las amenazas del chófer y ahora las de la Dom… Su corazón late, pensando que esas amenazas deben ser reales… Lentamente baja su mano libre y con sus dedos separa sus labios vaginales.
– “¡Ahora, saca ese coño!… ¡Desnuda ese clítoris!”, le ordena la Dom con dureza mientras desliza sus manos por los costados de Mónica, descansando sus dedos sobre sus caderas.
– “¡Oooh!… ¡Ama!… ¡Por favor!… ¡Detenga esto!… ¡Yo no puedo..!”, gime Mónica, suplicando.
Su actitud ha cambiado radicalmente temiendo lo que sigue trata de cumplir la orden… Sus manos tiemblan y su cabeza se mueve lentamente hacia adelante y hacia atrás… Empuja su montículo púbico también lentamente y hacia afuera.
– “¡Escucha, esclava!… ¡Tu mala actitud no ayuda!… ¡Ahora tus lloriqueos tampoco te sirven de nada!… ¡Haz exactamente lo que te ordené!… ¡De ahora en adelante cumple rápido mis ordenes!… ¡Ahora, saca ese clítoris y aprieta esa abrazadera o lo haré yo!”, exige la Dom totalmente enfadada.
– ¡Sí, Ama… ¡Voy a cumplir sus órdenes!… ¡¡Lo haré yo misma!!”, exclama Mónica, con lágrimas que caen por sus mejillas… Su cuerpo se estremece y la voz se rompe mientras se pellizca el clítoris entre el pulgar y el índice, rindiéndose.
Haciendo una respiración profunda e inclinándose hacia adelante, sus pechos se tambalean y cuelgan mientras sus brazos se cruzan frente a ella… Pellizcando, estirando su clítoris entre los pliegues de sus labios hinchados con la uña del pulgar, gira la cabeza hacia otro lado para no verlo y gime.
– “¡Aaagghh!”, grita de dolor cuando la abrazadera pinza su clítoris y se cierra
– “¡¡Aaagggh”, lanza otro chillido mientras se inclina más hacia adelante, sintiendo el dolor agudo del metal presionando su clítoris torturado mientras por reflejo presiona sus muslos juntos.
– “Manos detrás de tu cabeza, ahora”, ordena la Dom., obviamente encantada con el estrés físico y psicológico que está imponiendo a su nueva esclava.
Reprimiendo un grito, todavía doblada por la cintura, echando las manos hacia atrás, levantando rápidamente los brazos, apretando los dedos detrás del cuello, se muerde el labio.
Entrecierra los ojos, gira su cabeza inclinada hacia adelante y hacia atrás, su cuerpo se arquea hacia adelante, visiblemente temblando y sus pechos colgando, se balancean frente a ella… La abrazadera reluciente se mueve de entre sus muslos temblorosos y apretados mientras salta de puntillas de un pie al otro.
– “No te preocupes… ¡Te acostumbrarás a esta sensación!”, le dice la Dom sonriendo mientras alcanza la bandeja y levanta un collar de cuero negro y un par de muñequeras también de cuero negro.
Poniéndose detrás del taburete, tira de la trenza de pelo de Mónica, obligando a su cabeza a inclinarse hacia atrás… Le coloca el collar alrededor de su cuello y lo abrocha… desliza las muñequeras en ambas muñecas mientras las abrocha. Luego, empujando sus muñecas más cerca del cuello, abrocha ambos puños, cruzando los codos de Mónica detrás de su cabeza.
Volviéndose hacia la bandeja, coge una correa, una fina cadena plateada, y engancha su extremo al collar… Le ordena mientras tira de ella para sacarla hacia fuera:
– “Ven conmigo… Tu noche acaba de comenzar… Un grupo de amigos se ha quedado para nuestra reunión semanal… Un par de ellos poseen burdeles en el extranjero donde les gustan las mujeres estadounidenses… Les pedí que se quedaran un rato más, sólo para conocerte… ¡Espero que les gustes!”
– “¿Qué?… ¿Qué?”, gime Mónica, ruborizándose.
– “¡Así es!… ¡Será mejor que me hagas sentirme orgullosa de ti o bien, tu estancia aquí podría ser mucho más corta de lo que se podría esperar!… Puede que acabes dando un paseo en barco, como te dije, ¿entiendes?”, replica la Dom.
Con la cadena estirándose, Mónica prácticamente tiene que saltar hacia abajo, casi tropezando, con las muñecas apretadas detrás del cuello… Su clítoris dolorido por la pinza y sus pechos rebotan y se balancean, mientras es sacada al pasillo.
Subiendo un tramo de escaleras, a través de otro laberinto de pasillos, se detienen frente a una puerta doble de roble… La Dom abre la puerta y entran.
Los ojos de Mónica se abren y luego los baja rápidamente… Su cara se ha enrojecido… Un grupo de más de una docena de personas bien vestidas, de varias nacionalidades, están en esta gran sala… Probablemente hay más hombres que mujeres… Todos giran la cabeza y sus ojos miran con interés mientras la Dom entra en la habitación, asiente y tira de la cadena.
– “Vamos esclava… Creo que mis amigos estarán impresionados al verte de cerca”, bromea la Dom, mirando a Mónica.
Pasando entre la gente reunida, Mónica, asustada, humillada, es conducida al centro de la habitación por la cadena, hacia otro pequeño podio elevado, éste con una cuerda colgando desde arriba.
– “¡Arriba!… ¡Sube ahí!, ordena la Dom, casi en tono de regañina, ya que Mónica casi puede sentir los ojos del grupo en su carne desnuda.
Levantando su pierna derecha, siente la mano de la Dom empujando sus nalgas, con una pizca de risas detrás de ella, mientras sus pechos se balancean y rebotan… Ella lucha, con las manos esposadas detrás de su cabeza, para poder subir al escenario.
Una vez arriba, mantiene la mirada fija en sus pies y siente que la cadena entre sus piernas le provoca dolor… Se gira para mirar a la gente con la cara sonrojada.
Una vez de cara al grupo, la Dom habla:
– “¡Aquí está nuestra nueva invitada!… ¡Ella ya ha desobedecido una orden!… Mintió cuando nuestro chofer la recogió esta noche… Se suponía que debía estar desnuda… ¡Incluso dijo que lo estaba y no lo estaba!… Así que creo que su primer castigo debe ser aplicado frente a una audiencia”, terminó mirando hacia el rostro enrojecido de Mónica.
– “Perra, sé cortés y preséntate… Saluda a nuestros invitados, diles tu nombre y que ahora eres una esclava… ¡Míralos y da las gracias por quedarse aquí para ver tus tetas y tu coño, especialmente gracias a las mujeres”, le ordena la Dom con voz severa mientras está de pie junto al podio y sin dejar de mirar a Mónica a los ojos, le desata la cadena del collar del cuello.
Una lágrima brota de sus ojos… Su cuerpo desnudo tiembla… Mónica levanta la cabeza, mira lentamente alrededor del grupo y los ve a todos mirándola, algunos susurrando, asintiendo entre sí y comentando sobre su cuerpo desnudo.
– “Hola… Gracias por estar aquí… Soy.. Soy Mónica… ¡Una Esclava!… Gracias por esperar para verme mis tetas y mi coño”, murmura, casi humillada para hablar… Baja los ojos… Su mente recuerda lo que se supone que debe decir… Mira hacia la Dom y ve una sonrisa en su rostro… Está satisfecha con su degradación.
– “¡Sigue adelante!… ¡Mírales mientras hablas!… ¡Mueve esas tetas ante ellos!… No te olvides de las mujeres que vean que esas tetas tuyas son reales y su tamaño, también”, sonríe la Dom disfrutando humillándola tanto como castigándola físicamente.
Tomando un respiro, conteniendo las lágrimas, Mónica mira alrededor de la habitación, hacia la gente y dice:
– “Gracias… ¡A las mujeres también!… Mis.., Mis tetas son reales.”
La gente sonríe mientras Mónica, entrecerrando los ojos y mordiéndose el labio inferior, empuja hacia atrás sus hombros, estirando la cadena que ata sus muñecas detrás de su cabeza… Se inclina hacia adelante y balancea sus pechos que se golpean, una, dos y hasta tres veces… La pinza del clítoris la atormenta de dolor.
– “Eso es suficiente, esclava… Puedes parar… Ahora arquea los hombros hacia atrás… Abre las piernas, saca esas tetas y tu coño también para que lo vean nuestros amigos”, le ordena la Dom.
Mónica, vacilante, baja los ojos llenos de lágrimas, gira ligeramente la cabeza hacia un lado y finalmente obedece, tratando de bloquear la humillación, el disgusto y el dolor.
Arqueándose, con los codos hacia atrás, las caderas hacia adelante, levanta los ojos, mirando más allá de la gente, fijándose en las puertas dobles de roble.
No puede evitar escuchar los murmullos que se extienden por el grupo… Obviamente son comentarios sobre su cuerpo desnudo y reluciente, posado con los brazos y piernas extendidos, sus pechos ofrecidos, sus muslos abiertos, la pinza reluciente en su clítoris estirado.
Ya está preparada para recibir el castigo.
Colocándose detrás del pequeño podio, la Dom escoge una caña de bambú flexible, de longitud media y estrecha y la agita de un lado a otro por el aire.
‘Swish… Swish… Swish”
La gran sala se convierte instantáneamente en un silencio sepulcral.
Dejando la caña junto a los pies de Mónica, sube a la plataforma, estira la mano, agarra la cuerda que se balancea desde el techo y sujeta su extremo con un clip a la parte posterior del cuello de Mónica, entre sus muñecas, obligándola a ponerse de puntillas.
– Es hora de tu castigo”, le susurra al oído de Mónica.
Luego, se inclina, recoge la caña de bambú y lo desliza por las curvas superiores de los pechos desnudos que sobresalen frente a ella.
El grupo permanece en silencio, observando cómo la caña de bambú se desliza hacia adelante y hacia atrás, presionando y levantando los globos simétricos casi perfectos y empujando los pezones, mientras el cuerpo reluciente de Mónica se contrae y se retuerce, moviéndose hacia adelante y hacia atrás… Ella la mira con ojos suplicantes.
– “Para esto era el bálsamo, querida…Vas a recibir media docenas de bastonazos en tus tetas o en tu coño… Tú eliges… Debemos ofrecer a nuestros invitados un buen espectáculo, ¿no crees?”, le susurra la Dom, inclinándose hacia el oído de Mónica, mientras levanta la caña justo por debajo de la barbilla
– “¡Oooh!… ¡Ama, por favor!… Siento mucho por mentir.”
El corazón de Mónica late con fuerza mientras se olvida momentáneamente de la gente… Gimiendo, con lágrimas en ambos ojos, siente que la punta de la caña de bambú se desliza hacia adelante y hacia atrás por su pezón izquierdo, presionando su carne de teta.
Ignorando las súplicas, la Dom se baja del podio, mira a su alrededor y asiente con la cabeza hacia una de las parejas más atractivas de la multitud.
– “¿Puedo pedirla prestada?”, pregunta, haciendo contacto visual directo con un hombre que está de pie junto a una rubia que probablemente tiene la mitad de su edad, y que baja la mirada.
– “¡Sí… Sí!… Por supuesto”, responde el hombre con un movimiento de cabeza.
Haciendo un gesto con su mano izquierda, la Dom se gira, da un paso hacia el costado del podio y espera a que la mujer se acerque.
La gente observa a la rubia y se aparta mientras ella camina hacia delante… Esta mujer es atractiva, con su pelo recogido en un moño, vestido de gasa blanca, sin hombros, que se aferra a cada curva de su cuerpo… Su diminuto sujetador de encaje y tanga son visibles bajo el material casi transparente mientras da pasos cortos con sus tacones de aguja negros.
Al llegar al podio, la rubia se para nerviosa frente a la Dom, se encoge de hombros y le pregunta:
– “¿En qué puedo servirle, Ama?”
Mirándola directamente a sus ojos azules, la Dom le entrega la caña de bambú y casi sarcásticamente le responde.
– “¡Sabes cómo usar esto!”
Más un comentario que una orden, ya que la rubia también es una de las esclavas a las que somete a sesiones periódicas de entrenamiento sumiso.
– “¡Sí, Ama!… ¡Lo hago!… ¡Lo hago!”, responde casi aliviada y con cierta excitación mientras coge la delgada caña de bambú en su mano derecha, lo mira mientras la Dom se gira y se coloca frente al podio.
Continuará….
Si alguna lectora desea comentarme lo que le pareció este relato, tendré mucho gusto en responderle y mantener posible amistad… Mi correo es yanine35sum@hotmail.com