Cómo siempre
Mi mujer y yo hemos alcanzado un entendimiento difícil de igualar y encontrar entre otros semejantes, porque nos entendemos a las mil maravillas cada uno en su papel. Ella como siempre, ejerciendo de dominante y yo, como siempre, de sumiso cornudo. Y así, por ejemplo, cuando estamos acostados en la cama ella me cuenta que en la oficina hay un chico que la excita, porque por lo que abulta su pantalón calcula que debe tener un aparato muy grande. «Yo te amo, cornudo mío, pero ese hombre me vuelve loca de excitación, la tiene más grande que tú». Yo te respondo que lo entiendo y te digo que sí, que consiento.
– ¿Qué dices cornudo mío?.
– Que consiento.
– ¿Qué consientes?.
– Que te acuestes con ese chico y que me pongas los cuernos.
– ¿Quieres ser cornudo?
– Sí, quiero.
– ¿Qué quieres?.
– Quiero que me pongas los cuernos
– Por qué
– Porque así te amaré más.
– Pero ya sabes, cornudo mío, que pese a que me acueste con él tu no puedes tener placer, ni tocarte, ni tan siquiera mirar a otra mujer por la calle. Y pese a ello aceptas ser mi cornudo sumiso.
– Sí, lo acepto.
– ¿Qué aceptas?
– Ser tu cornudo sumiso.
– ¿Te gusta que mientras tu mujer te pone los cuernos con otro, tiene placer con otro, tú no puedas ni acariciarte sin mi permiso?.
– Sí, me gusta y me excita mucho.
– Por qué.
– Porque soy tu cornudo sumiso.
– Y porque te gusta sufrir por mí.
– Sí, Gloria, me excita que me hagas sufrir.
– Y porque cuanto más cornudo te haga me querrás más, verdad.
– Sí, Gloría, cuanto más cornudo me hagas, más goces tú y más me impidas a mi gozar, más te amaré.
– Entonces tendré que hacerte muy cornudo amor mío, porque quiero que me ames con toda tu alma. Como siempre ella es muy justa y va poco a poco perfeccionando nuestra relación y ahora cuando encuentra a un hombre que le gusta, lo lleva a casa, lo desnuda, lo pone junto a mí y cogiendo las dos pollas las compara, las sopesa en tamaño y cantidad, y decide. «Has vuelto a perder cornudo, porque esta polla es más grande y más bonita que la tuya», dice ella. «La verdad es que es difícil encontrar una más pequeña que la tuya y lo tienes difícil para follarme», concluye, antes de echarse sobre la cama. Y no es verdad y ella lo sabe porque mi polla es normal, lo que ocurre es que ella siempre selecciona a superdotados. E incluso hace trampas porque cuando son iguales ella siempre se queda con la otra. E incluso aunque sea más pequeña, pone cualquier excusa y elige siempre al otro. «Lo siento, cornudo, pero has vuelto a perder», dice usted. «Como siempre», respondo yo compungido.
Entonces me ha obligado, como siempre, a que la desnudara para ofrecérsela a él, a lamerle el coño para excitarla y a abrirle los labios para que él pudiera follarla mejor. Luego, y cuando se han corrido he tenido que limpiarla con mi lengua, como siempre.
Como siempre cuando celebramos la nochevieja, ella brindando con cava con su amante de turno y yo con su orina que ella ha tenido la delicadeza, como siempre, de verter directamente a mi copa después de ponerse en cuclillas sobre ella. Como siempre brindamos por un venturoso año nuevo y al final de las doce campanadas ella se va con su amante al dormitorio porque según me dice, si es verdad que como se entra en el año se sale, «quiero que entres en él como cornudo y salgas como cornudo», me dice. Como siempre. Y así desde hace ya muchos años, desde el primer año de casados cuando le dije a ella que me gustaba sufrir por la mujer que amo y entregarle a ella ese sufrimiento para que gozara.
Como siempre, una noche mi mujer quedó con otro matrimonio en casa, para cenar, tomar una copa y así. Cuando terminamos la cena mi mujer propuso, como siempre, que los tres se sirvieran de mí porque a fin de cuentas yo no era un marido normal, sino un marido cornudo sumiso y masoquista que gozaba lo inaudito viendo como su mujer le ponía los cuernos mientras que yo era humillado en su presencia, en ese mismo momento. Así fue que, como siempre, nos llevó a todos al dormitorio y nos invitó para que nos desnudáramos. Ella cogió al marido de la otra pareja, a Carlos creo que se llamaba y lo sentó sobre la cama. Luego se sentó de espaldas a él dándonos a los demás la cara y se penetró quedándose allí, clavada. Mi mujer le dijo entonces a la chica del otro matrimonio, Laura creo, que me atara a la argolla de la lámpara del techo. Y así quedé, de pié, frente a ellos, y atado en alto por las manos. Luego, mi mujer comenzó a follarse a Carlos, a subir y a bajar sobre su polla, mientras se acariciaba los pechos y me miraba con esos ojos que siempre me han hecho temblar.
– Azota al cornudo, Laura.
Y Laura comenzó a azotarme el culo con una correa, mientras me decía cornudo, masoca, y todo aquello que se le venía a la boca, pues andaba así como muy enardecida, al ver que delante de mí, a escasos tres metros, mi mujer follaba con otro como una posesa, me ponía los cuernos como loca, mientras que yo era azotado y exhibía la polla tiesa, apuntando al techo. Y cuanto más fuertes eran los azotes y más gemía mi mujer de placer, como siempre, yo más excitado estaba y más dura la tenía.
Mi mujer se conoce que se excitaba al verme allí, cornudo, azotado, humillado y pese a ello, tremendamente excitado, porque arreció en los vaivenes sobre la polla que tenía debajo y cuando notó que iba a correrse aspiró el aire con fuerza y se quedó desfallecida sobre Carlos, mientras recibía la descarga de leche en sus entrañas. Aquello me afectó tanto que no pude evitar correrme como un bestia sobre los pechos de mi mujer en el momento justo en el que Laura me pegaba el último latigazo, y se dejaba caer al suelo exhausta, rendida y también corrida. Mi orgasmo fue tan bestial que la leche corrió tres metros desde mi polla a los pechos de mi mujer que se quedó allí rendida, sobre Carlos, respirando agitada y sacudiéndose porque se conoce que había tenido más de un orgasmo, al ver como yo me corría como un bestia mientras era azotado y hecho cornudo, muy cornudo. Como siempre.
Ahora estoy solo pero confío en encontrar una mujer que sepa sacar de mí todo el placer que sé dar a las mujeres.