Entre luces doradas y villancicos suaves,
la nochebuena despliega su magia,
dos miradas se cruzan, furtivas, ardientes,
en un rincón donde el tiempo se apaga.

Ella, envuelta en un vestido escarlata,
él, con un brillo travieso en los ojos,
las palabras sobran, el silencio canta,
mientras el aire se carga de antojos.

La mesa se llena de risas y brindis,
pero ellos, ajenos, tejen su historia,
un roce de manos, un gesto tímido,
y la chispa enciende la memoria.

En el balcón, bajo estrellas frías,
él se acerca con voz temblorosa,
ella sonríe, coqueta y cautiva,
la noche es su cómplice misteriosa.

El primer beso llega como un susurro,
tibio, dulce, como vino caliente,
y en la penumbra de aquel rincón oscuro,
sus cuerpos tiemblan, el deseo los prende.

La nieve cae, pero ellos arden,
el calor en sus pieles lo disipa todo,
y en la pasión que la noche comparte,
se olvidan del mundo, del reloj y el modo.

La Navidad guarda su secreto,
dos almas que en un instante se unieron,
y mientras las luces parpadean discretas,
el amor y la pasión nacen, sin freno.