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Rewind

Rewind

Voy a contramano de la historia y no estoy hablando metafóricamente, mi futuro está donde los demás tienen sus recuerdos y mi pasado donde tienen sus esperanzas.

Retrocedo en una vida que puede ser o no la mía dentro de un cuerpo que puede ser o no el mío.

Nací, o mejor dicho, mis recuerdos nacen hace más o menos tres años.

Era una fría tarde de otoño.

Mi cuerpo destruido tirado en el pavimento se llenaba lentamente de sangre, los órganos volvían a sus lugares provocándome un dolor espantoso, fueron escasos segundos de sufrimiento hasta que en una especie de explosión todo mi cuerpo se reacomodó y una fuerza descomunal me llevó hasta el borde de un edificio altísimo.

Parado en la cornisa tuve dos segundos de una tranquilidad infinita, la que se siente cuando algo definitivamente se resuelve, pero al instante volvió el dolor, esta vez no del cuerpo sino del alma, de sentir realmente que duele la vida.

Desde abajo varias personas me gritaban cosas que yo no comprendía pero de a poco se fueron yendo y quedé solo con mi dolor.

Después todo fue muy rápido, mi cuerpo se lanzó en una carrera desesperada retrocediendo varios pisos por las escaleras, entró en un departamento y se detuvo frente a un hombre que cubría su desnudez con una almohada, gesticulaba mucho y se notaba que quería explicar algo, pero él no me importaba, la que me importaba era la mujer que estaba atrás, la que lloraba sentada al borde de la cama tapando su cuerpo con una sábana.

No me dieron tiempo a nada porque la sábana voló por el aire, la mujer se acostó de espaldas y el hombre saltó sobre ella, me miraron como aterrados por un segundo y empezaron a hacer el amor de una forma, a mis ojos, repulsiva.

Yo sentía una mezcla atroz de asco, odio, impotencia, decepción, y sobre todo dolor, mucho dolor.

Salí lentamente de la habitación y en el simple acto de cerrar la puerta, algo se quebró dentro de mí, ya no había mas dolor sino todo lo contrario, me sentía feliz, optimista, esperanzado y, sobre todas las cosas, enamorado.

En ese momento no entendí como podía ser posible un cambio tan drástico de estado de ánimo, pero con el tiempo fui comprendiendo mi situación.

Soy solo una conciencia dentro de este cuerpo, soy solo pensamiento, soy un espectador de su historia, pero con todos los sentidos, siento todo lo que siente: dolor, olores, sabores, sonidos; revivo esta historia pero sin poder modificarla en lo más mínimo, no controlo los movimientos ni las acciones, no puedo tomar decisiones y, lo que es peor, no controlo mis emociones.

Son emociones pasadas que tuvieron sentido en algún tiempo pero que no tienen nada que ver con lo que pienso, con lo que veo, con lo que sé ahora.

La mujer, por ejemplo, no puedo dejar de amarla. Sé (ahora sé) que ella es la causa del fin de mi vida, que es la causa de un dolor tan terrible que no se puede describir ni imaginar, pero la amo y me siento como un niño cuando estoy con ella y completamente vacío cuando ella no está.

Lo único que puedo hacer es pensar fríamente que no es lógico amarla, pero nada más, quisiera, aunque más no sea, dolerme de esta situación. Pero no, sólo me está permitido observar, pensar y dejarme llevar por estos sentimientos ilógicos.

Poco me costó descubrir que ella es mi esposa.

A los pocos meses de convivencia llegó la luna de miel. Llegaron los amaneceres plenos de vida y alegría que me hacían presagiar noches espléndidas y llegaron también esas noches en las que ella hacía y yo deshacía el amor.

Extraña forma de sentir, despertar en un abrazo exhausto, llegar luego al clímax, un espectacular orgasmo inverso seguido por movimientos frenéticos y desesperados que van disminuyendo su intensidad hasta convertirse en suaves caricias, vestirse mutuamente y terminar con besos y arrumacos en cada esquina del camino.

Unos días después llegó mi boda y con ella la única señal que dio mi esposa de que algo podía estar mal.

Todo empezó con una resaca lamentable, un dolor de cabeza y un malestar que indicaban una terrible borrachera, dormir luego vestido en el baño y encontrarse de pronto en una fiesta pero viendo todo doble, borroso y sin poder coordinar los movimientos.

Ver como los invitados escupían sus bebidas en las copas, devolver toda clase de bebidas sobre toda clase de copas. Empezar a tomar conciencia y ver su rostro inexpresivo, comprender que ella no está disfrutando esto y saber que lo sé y que por eso me emborracho de esta manera.

Después una sencilla ceremonia religiosa en la que ella permaneció sin hacer un solo gesto.

Siguieron, por su puesto los preparativos y los nervios previos a la boda.

Por ese tiempo comencé a comprender las cosas que me decían los demás.

Si es difícil comprender palabras dichas al revés mucho más difícil es comprender ideas: chistes que empiezan por el remate, razonamientos que se inician en la conclusión y cosas así.

Sin embargo poco a poco fui aprendiendo y llegué a saber muchas cosas de mi vida.

Quizás la más importante es que conoceré a mi madre dentro de algunos meses. Lo sé porque asistí a la misa por el aniversario de su muerte. Supe allí que ella murió repentinamente, sin que nadie estuviera preparado o se imaginara que pudiera ocurrir.

Ahora me siento tranquilo, como ya resignado, pero sé que me esperan días difíciles, presiento el tremendo dolor que me causará su muerte… Muchas veces este que soy ha pasado largos ratos viendo fotos de ella en estados de profunda congoja.

Pero sé también que, después de ese dolor disfrutaré a mi madre sin ningún presentimiento y sin ningún dolor. Sé que viviré hermosos momentos junto a ella y volveré a ser niño otra vez…..

En realidad no sé nada, no sé hasta cuando durará este regreso.

En estos años, en los que no hago más que pensar, se me han ocurrido millones de respuestas para explicar esto que me está pasando y de esos millones me he quedado solamente con dos, una es la esperanza, la otra es el temor.

La esperanza es que esta sea una segunda oportunidad, la esperanza es que en algún momento se detenga y me permita cambiar algo, corregir la historia para evitar el suicidio.

El temor es que sea un castigo por el propio suicidio, el temor es que esto siga y siga… y yo vuelva efectivamente a ser niño y siga hasta convertirme en bebé y siga hasta que vuelva a entrar en el vientre de mi madre y siga consumiéndome, devolviéndole su alimento, decreciendo hasta llegar a ser un solo un óvulo fecundado y siga hasta que óvulo y espermatozoide se separen eliminando para siempre cualquier vestigio de mi existencia.

El temor es que recién allí se reinicien los motores de la historia y que ya no quede nada de mí como entidad, una historia en la que yo no sea, ni haya sido, ni tenga posibilidades de ser jamás.

Es curioso pensar en la posibilidad de ser absolutamente eliminado para toda la eternidad y sentirse al mismo tiempo el hombre más feliz del mundo.

Ocurre que ahora estoy paseando con ella por el parque de diversiones y no puedo estar más contento, no puedo evitar una sonrisa que parece que fuera a partirme los labios, no ha existido jamás un hombre tan enamorado.

Nos divertimos como nunca, corremos de aquí para allá, subimos a todos los juegos mecánicos, tiramos al blanco, nos sacamos fotos.

Hay un estado de euforia que seguramente ha sido causado por algún acontecimiento especial y quiero saber de que se trata.

Un beso, o mejor dicho, “el” beso me da la pauta de que el acontecimiento que espero está por suceder.

Retrocedemos unos pasos y nos sentamos frente a una gitana gorda que tira las cartas. Por la forma en que nos abrazamos supongo que la gitana nos ha obsequiado pronósticos hermosos. Mi mujer me besa y la gitana dice que nuestros hijos nos darán veintisiete nietos.

Si supieras gitana cuan equivocada estás!

Ella me vuelve a besar y la gitana nos habla de las bodas de nuestros hijos.

Ay, Gitana no poder hacerte ver el futuro, el verdadero futuro que no tiene nada que ver con esta visión llena de flores que nos ofreces.

Otro beso y la gitana esta vez nos habla de años de trabajo y esfuerzo que van a concluir en la compra de la casa en la que viviremos el resto de nuestras vidas.

Y yo, gitana, ni si quiera puedo odiarte porque me están vedadas las emociones, ni si quiera puedo indignarme ante tus mentiras. ¡Casa!, ¡Resto de nuestras vidas!.

Mentiras aberrantes que decís para que te paguemos más, no es así, no va a ser así, vos no lo sabes, pero yo sí lo sé.

Un beso más y la gitana nos anuncia que tendremos cuatro hijos (dos y dos) y que serán hermosos y educados.

Ay, gitana, ¡cómo me gustaría odiarte! Yo antes de tener ningún hijo voy a terminar desparramado en el asfalto porque esta hija de puta me va a engañar con un pelotudo, con cara de pelotudo, con cuerpo de pelotudo y voz de pelotudo…….

Otro beso y la gitana nos promete una larga vida de felicidad. Muchos años de amor y de alegría.

¡No poder odiarte! ¡Gitana hija de mil putas! Esta hija de puta puede llegar a vivir muchos años de felicidad con el pelotudo, lo que es yo termino embarrando el asfalto con las tripas.

Ella me da el último beso.

La gitana nos dice que solo de vernos se da cuenta de que somos una pareja hermosa y que ella puede ver que vamos a ser muy felices los dos.

GITANA DE MIERDA!!!!!!!!

Sólo cuando salimos me doy cuenta de la bronca que tengo y es bronca mía, mía de mi cabeza, no de mi cuerpo que sigue sonriendo como un infeliz enamorado, yo tengo muchísima bronca y no escucho lo que ella me dice frente a la gitana pero la veo detenerse, todo se detiene incluso mi cuerpo, es como si el tiempo estuviera detenido.

Entonces ¡sucede! Todo arranca de nuevo en la dirección correcta. Frente a la gitana, ella me dice: “¿Quieres que nos adivinen el futuro?”

Mi cuerpo no dice nada, ni se mueve, entonces lo descubro. ¡Yo lo muevo, yo lo domino, yo vuelvo a ser yo! No digo una palabra pero avanzo y nos sentamos frente a la gitana que comienza su rutina:

“¡Qué hermosa pareja! Sólo de verlos me doy cuenta. Puedo ver que van a ser muy felices los dos.”

Mi esposa me besa y yo la beso, pero para mí ya no significa amor eterno sino despedida.

La gitana sigue con la suya: “Van a vivir muchos años de f…….”

Yo me levanto y le pego una trompada, ¡que trompada! Toda la bronca acumulada se concentra en ese golpe…..

La gitana vuela casi dos metros para atrás.

De algún lado salen cuatro o cinco gitanas más que empiezan a golpearme.

Llegan dos policías que me agarran y me llevan hacia el patrullero yo no forcejeo, me dejo llevar, mientras las gitanas siguen golpeándome, de a ratos puedo verla a ella que me mira sin entender nada, yo creo que mi rostro lo dice todo, la paz que hay en mi rostro indica claramente que ahora todo es como debe ser.

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