Optar
Él es el hombre que ha comprendido la importancia de cada decisión, él que sabe que cada acción por mínima que parezca modifica el universo de un modo irremediable pues todo hecho genera otros hechos y éstos otros y otros y otros formando una cadena que no se detendrá hasta el final de los tiempos.
Un hombre decide girar a la derecha en lugar de hacerlo a la izquierda y el universo ya no puede ignorarlo, de nada sirve que el hombre vuelva sobre sus pasos, la historia ya ha sido quebrada, ya es la historia en la que un hombre giró a la derecha y es muy distinto de la que hubiera ocurrido si el hombre hubiera girado a la izquierda o si se hubiera quedado inmóvil. ¡Inmóvil!
Esta nueva idea perturba aún más su mente lastimada, la inmovilidad es una decisión también.
Y él hace veinte minutos que está quieto en medio de la estación tratando de decidir hacia dónde dará su próximo paso.
Le horroriza equivocarse, trata de contemplar todas las opciones, trata de prever todas las consecuencias antes de moverse pero ahora comprende que debe apresurarse pues su inmovilidad también puede tener consecuencias terribles.
Quizás dos jóvenes deben verse en la estación, quizás al verse se enamoren y quizás como fruto de ese amor nazca el salvador de la humanidad, pero quizás eso no ocurra porque él está obstruyendo la visión, transformando su cuerpo en un estorbo, en un obstáculo de carne que impide la llegada del salvador.
Debe moverse pero no puede.
Se da ánimos diciendo que es una decisión simple, que es sólo un paso, pero no puede olvidar que no hay decisiones simples, no puede olvidar el momento de la revelación.
En cada decisión siempre se juega la vida.
¿Quién hubiera perdido ni un minuto para decidir entre dos casilleros a la entrad de un supermercado? Nadie, por lo menos él no, es decir, antes no.
Antes de que se pusieran en marcha los mecanismos de su desgracia por haber elegido el casillero equivocado.
Fue el día 28 de febrero a las trece horas con siete minutos, lo sabe muy bien porque frente a los casilleros del supermercado miró su reloj para calcular exactamente el tiempo, facturación cerraba a las 14:30 Hs., esta venta no le llevaría más de cuarenta minutos y los faxs se podían enviar desde el mismo supermercado, nada podía salir mal, todo en él era confianza.
Sólo le faltaban mil quinientos pesos para llegar al objetivo de venta mensual y con esto a los premio que eran, en definitiva, la mayor parte de su sueldo.
Tenía en su maletín dos motas de pedido por mil cien pesos, sólo necesitaba una pequeña venta más y este era su mejor cliente, todo estaba asegurado.
Recordó que por norma del supermercado nadie podía entrar a la gerencia con bolsos, carteras o maletines y se dispuso a guardar el suyo.
Sólo había dos casilleros desocupados el 38 y el 17, los dos a la misma altura, eligió el 38 porque estaba más cerca de la puerta sin saber que estaba eligiendo su desgracia.
Cerró el casillero y con total confianza tiró la llave muy alto hacia arriba y abrió ligeramente el bolsillo superior de su saco donde ésta cayó limpiamente luego de dos segundos de vuelo.
Se dirigió a la oficina del gerente y en menos de cuarenta minutos de charlas, risas y negocios logró vender setecientos cincuenta pesos, había llegado, como siempre, a los objetivos de venta de la empresa.
Todo se desarrollaba de acuerdo a los planes establecidos oportunamente.
A las 14:02 se paró frente al casillero 38, sacó la llave de su bolsillo superior, la introdujo en la cerradura y la hizo girar, pero ésta no activó los mecanismos que harían normalmente que la puerta se abriera sino que se quebró exactamente a nivel de la ranura sin dejar asomar si quiera una mínima viruta de metal para poder extraerla.
Esto complicó, obviamente, las tareas del empleado de mantenimiento.
Él se paseaba desesperado mientras el hombre trabajaba, ya habían pasado veinte minutos entre que le avisó al guardia, que el guardia avisó a «Informes», que «Informes» llamara a este hombre y que este hombre llegara.
Fueron diecisiete minutos de sufrimiento hasta que finalmente se pudo extraer el resto de llave y usarse la llave maestra.
El hombre estaba abriendo la puerta cuando él se lanzó desesperado y, ante la mirada atónita del guardia, arrebató el maletín y salió corriendo hacia las cabinas telefónicas.
Eran las 14:44 Hs. cuando envió por fax las notas de pedidos. Inmediatamente se comunicó con facturación.
Hola, hablo para confirmar tres pedidos que pasé por fax.
Sí, acá los tengo, legaron bien los tres, pero ya pasan para marzo porque el sistema cerró a las 14:40.
No puede ser. Escúchame. ¿No hay forma de que lo pases este mes? Haz algo.
No, no se puede, tú sabes como es, el sistema se cierra y se cierra, por más que te lo facture ahora, ya te sale con fecha de marzo.
Mira, sin estos pedidos este mes no llego a los premios y los necesito, realmente los necesito, vos sabes que me caso en un mes y que estoy al límite con la tarjeta de crédito.
Yo no sé nada. Lo único que sé es que la facturación cerró y el sistema ya esta mandando todo a central, lo lamento pero no puedo hacer nada, chau.
No sabe cuanto tiempo estuvo escuchando el tono del teléfono, alguien golpeó el vidrio de la cabina, y él automáticamente salió, pagó por sus llamadas y se fue caminando con la mente en blanco.
Lo que vino después fue una vorágine de hechos lamentables derivados de su elección, hechos que no hubieran ocurrido de haber guardado su maletín en el casillero 17 en lugar de hacerlo en el 38.
El cinco de marzo cobró un sueldo miserable, esto le impidió pagar la tarjeta de crédito que, por ende, fue cancelada; no pudo entonces comprar las cosas que faltaban para su casamiento y se vio obligado a suspenderlo, a raíz de esto su prometida lo abandonó definitivamente cansada de tanto desplante.
Todos estos problemas le impidieron concentrarse en su trabajo y en marzo tampoco llegó a los objetivos de venta. Sus deudas crecían al mismo tiempo que su inseguridad y su desesperación ante cada elección.
Lógicamente semejante perturbación mental lo transformó en un empleado ineficiente por lo que fue despedido a finales de abril.
Ahora está solo en la estación de trenes tratando de decidir hacia dónde dará su próximo paso; angustiado porque sabe que su inmovilidad puede provocar alguna desgracia.
Cada hecho por insignificante que sea genera una cadena infinita de otros hechos, sin embargo una idea le llena la mente de una quieta paz, una de las opciones, el paso adelante, tiene una sola y definitiva consecuencia.
Pero debe decidir rápido porque el tren se acerca…