Las Pantimedias de Batman

Capítulo I: Buscando a Gatúbela

Batman se encontraba en la oficina del comisionado Fierro. Este le informaba sobre las pistas que ya tenían sobre la nueva guarida de Gatúbela, que en días pasados había asaltado, con ayuda de sus secuaces vestidos como gatos, tres de los bancos de Ciudad Gótica.

Los habitantes de Ciudad Gótica estaban temerosos y exigían una respuesta de la policía, y de Batman, que en una ocasión había capturado a la delincuente vestida de gato y había logrado escapar de la cárcel por la ayuda de un buen abogado.

Con las referencias que le dio el Comisionado, el encapotado se marchó a su baticueva.

«¿Dónde está Robin?», preguntó a Alfred, su fiel mayordomo.

«El Señorito salió a ver una chica, ¿le llamo?».

«No –dijo mientras pensaba en encontrar la guarida de la gata él sólo- déjalo para después».

«Muy bien Señor. Ahh, ya hice los arreglos que me pidió para que por la noche tenga una velada con Batichica, digo, la Señorita Bárbara».

«Está bien, Alfred, gracias. Saldré un rato en el batimóvil y si llega Robin, le dices que esté al pendiente de la batiseñal», dijo mientras en las computadoras revisaba los planos de los alrededores.

«Como ordena, Señor», dijo Alfred y de inmediato se retiró hacia la mansión Díaz.

Batman todavía estuvo un rato más frente a la computadora. Por un instante hasta se quedó pensativo. Pensaba en Batichica, que le gustaba tanto como la heroína como con su identidad secreta de Bárbara Fierro.

Pensaba en sus encantos, sus esbeltas piernas, sus atractivas caderas, sus senos que se antojaban exquisitos. Se imaginaba acariciando ese virginal cuerpo.

Sin querer, ya tenía una enorme erección. Sintió deseos de desahogo, pero descartó la idea de buscar alguna chica porque era más apremiante encontrar la guarida de Gatúbela, para capturarla antes de que cometiera otro atraco.

Se decidió y se fue al batimóvil para de inmediato encenderlo y dirigirse a toda velocidad a las afueras de la ciudad, donde días antes la policía había perdido el vehículo de la delincuente luego de que por varios minutos le siguió una patrulla, tras el último asalto cometido.

Batman iba dispuesto a capturarla.

Llegó hasta el lugar indicado y escondió el batimóvil para caminar en el campo. Después de caminar un rato descubrió una casa escondida entre árboles y se dirigió, cauteloso, hacia la misma.

Atisbó al interior y descubrió por una ventana dos de los hombres de Gatúbela, sentados frente a una mesa, jugando a las cartas.

Batman observó hacia los alrededores y pudo constatar que no había nadie más. Pensó en esperar la llamada de su compañero, el Joven Maravilla, y hasta pensó en su deseada Batichica.

Nuevamente volvió a asomarse al interior y se sorprendió al descubrir que ya no había nadie en las sillas. Los dos hombres habían desaparecido.

En un instante se dio cuenta de la situación y apenas pudo esquivar el golpe que con un tronco le lanzaba, por atrás, uno de los sujetos, al que derribó con una patada.

El otro se le arrojó encima y al esquivarle, éste se golpeó contra le ventana, la que rompió con un estruendo, cuando el otro ya se levantaba para atacar otra vez.

Mientras intercambiaba golpes con éste, el que estaba dentro de la casucha logró cubrirle con la cortina que le arrojó por la ventana y, con un golpe del otro, fue a dar, por la misma ventana, al interior de la casa.

Ya eran cinco los rufianes que, vestidos con trajes de gato, peleaban con el superhéroe.

La lucha fue larga y los puso fuera de combate.

Entonces apareció Gatúbela aplaudiendo a Batman.

«Te llevaré a que respondas ante la ley», le dijo Batman.

«Te he atrapado», recalcó.

«No, mi viril superhéroe, -dijo Gatúbela- yo te he a-tra-pa-do».

Al decir lentamente la última palabra, del techo cayó una pesada red sobre Batman, y cuando intentaba quitársela, sintió que era atrapado por la espalda.

No podía ver quién le apretaba con tanta fuerza. Era tanta la fuerza con que le apretaban que estaba sofocado; le habían sorprendido y le empezaban a faltar las fuerzas.

Vio por entre la red cuando Gatúbela se acercó y le arrojó un spray a la cara. Trató de contener la respiración y de sacar su cámara antigases de su baticinturón, pero las fuerzas le faltaban.

Recibió entonces, de Gatúbela, una patada en el estómago, lo que le obligó a abrir la boca y aspirar con fuerza, llevando el gas a sus pulmones, ocasionándole esto un mareo y más debilidad.

Lo último que escuchaba cuando perdía el conocimiento eran muchas risas femeninas y una especie de gruñido gatuno de su enemiga…

 

Capítulo II: Atrapado y sometido

Cuando despertó, de lo primero que se dio cuenta fue de que estaba inmovilizado. Le habían atado los brazos a un poste de madera en el interior de la casucha.

Tenía las manos por atrás y le dolían los brazos, las piernas, y el abdomen.

Sentía un ligero mareo, tal vez por el gas somnífero.

Miró a su alrededor y estaba todo oscuro.

De repente se encendió un foco del techo y apareció Gatúbela, con su antifaz y una sonrisa sensual.

Se acercó ronroneando a Batman y empezó a pasar sus manos, con las largas uñas, por el rostro y el pecho del superhéroe.

En vano forcejeó por liberarse de las ataduras, pues aún estaba débil y le habían atado muy bien. Se agachó para mirar su baticinturón. Tal vez si lograra encender la batiseñal para que en la baticueva fuera descubierta…

«¿Buscas esto, mi macho?» dijo Gatúbela mostrándole el baticinturón y acercándoselo para acariciar con éste las piernas y el pecho de Batman.

Posó una de sus manos en el pecho de Batman, quien sintió las fuertes uñas casi encajándosele. Sintió como recorrían con un poco de fuerza, un imaginario camino hacia abajo, hasta que peligrosamente la femenina mano tocó su entrepierna.

Una gota de sudor comenzó a correr por su frente cuando ella, sonriendo, sopesó su bulto con la mano. Sentía las uñas tocando sus testículos por encima de su traje y el pulgar de la mujer sobre su miembro, que extrañamente empezaba a erectarse.

Pegó su cuerpo al de él y le besó de repente en la boca y empezó a besarle sobre el traje en el cuello, en el pecho… las manos casi clavaron las uñas en los costados.

«Que vergüenza, Batman derrotado y sometido por una mujer. Mhmmm. Iba a desenmascararte, pero es más excitante tenerte así, con tu identidad de héroe», le dijo mientras lo acariciaba.

«Ahora no te muevas o puedes quedar castrado», le dijo cuando empezó a meter la mano, con sus largas uñas, bajo su traje. Con la otra mano le bajó el calzón y apareció el miembro, que tomó con delicadeza.

Como si lo examinara, observaba el pene del superhéroe, que poco a poco se erectaba en señal de excitación. Ronroneando, empezó a bombear lenta y suavemente aquel miembro, provocando a Batman gran excitación.

Las caricias femeninas y el ronroneo de su enemiga, llevaron a Batman al borde del orgasmo, pero la dominadora mujer no le permitió terminar, simplemente soltó el miembro que estaba a punto de explotar y llamó a sus «gatitas», que aparecieron rápidamente.

Una de ellas sacó un pañuelo con un líquido y se lo colocó en el rostro. Nuevamente fue dormido.

 

Capítulo III: Novia follada

Despertó en una camilla, donde estaba atado con los brazos y piernas extendidas.

Al poco rato de que despertó llegaron varias de las mujeres y le desataron; no tenía fuerzas para forcejear.

Fue llevado a una habitación, donde fue encerrado por varios días.

Se trataba de una sencilla habitación con una cama, un armario, un buró, un tocador y un baño. En el ropero solamente había ropas de mujer.

Por una rendija, en la parte inferior de la puerta, le dejaban una jarra con agua natural, la que bebía desesperadamente.

Pasaron varios días y cada vez se sentía débil, con hambre, pues no hacía más que dormir, y pensar en cómo salir de ahí.

Había perdido la noción del tiempo, pues ya no sabía cuando era de día o de noche.

En una ocasión fue visitado por Gatúbela y sus chicas.

«Vaya que estás débil», le dijo observándolo.

«Te tengo una sorpresa mi macho, verás una película muy especial», le dijo riendo.

De inmediato las mujeres lo sujetaron de los brazos y lo llevaron fuera de la habitación.

¿Y si intentaba huir? No tenía fuerzas; sentía las manos de las mujeres casi lacerándole los brazos; era tal su debilidad que empezaba a sentir miedo.

Estaban en una gran sala.

Batman fue sentado en un sillón y frente a él colocaron una pequeña mesita con algunas viandas que devoró rápidamente.

«Ponte cómodo, porque lo que verás nunca podrás olvidarlo», le susurró al tiempo que le entregaba un vaso con agua que bebió rápidamente.

Las mujeres se acercaron y le ataron las piernas a las patas del sillón y los brazos en albos costados de éste, ¿para qué, si ni siquiera tenía fuerzas para intentar escapar?

En otros sillones se sentaron las mujeres y Gatúbela en el brazo del sillón donde estaba atado Batman.

Gatúbela ordenó apagar la luz e iniciar el filme.

Acercando su rostro a Batman, le empezó a explicar la filmación.

En las primeras escenas aparece un hombre desconocido que empieza a desnudarse y a vestirse con un traje de Batman. El parecido era increíble, cualquiera creería que se trataba el superhéroe.

En las siguientes escenas se ve el supuesto Batman tocando a una puerta, y posteriormente en el interior besándose con una mujer.

Era una mujer fea, gorda y con aspecto sucio. El usurpador la besaba como si fuera una belleza. Le acariciaba todo el cuerpo y la desnudó.

Le besó los pechos y hasta los pies, que se veían sucios.

Besó por largo rato la entrepierna de la mujer y empezó a poseerla sin quitarse todo el traje.

«¿Qué pretendes con esto?», preguntó Batman.

«Espera, viene lo más interesante» y rió.

Terminó la cinta y le explicó que de ésa se hicieron varias copias, una de ellas se hizo llegar a Batichica, la mujer que Batman adoraba.

«Nooo», gritó enfurecido y empezó a forcejear tratando en vano de desatarse.

Gatúbela y sus mujeres reían y le dejaron solo un rato, hasta que se cansó y se resignó a permanecer atado.

Un rato después regresaron y nuevamente a su lado le dijo la mala mujer.

«Tu novia estaba tan sentimental y dolida, que fue fácil lograr lo que vas a ver a continuación», le dijo, humillándolo.

Nuevamente la pantalla se encendió y era ahora batichica quien aparecía en escena. Estaba sentada en una mesa, cenando y a su lado estaba ¡el acertijo!

Nuevamente forcejeó Batman y a los pocos minutos desistió, continuando viendo la filmación.

Vio como poco a poco Batichica era cortejada por su archienemigo.

Bailaron abrazados, se besaron.

Las cosas llegaron hasta donde tenían que llegar; el acertijo empezó a desnudar a la heroína, colmándola de besos y caricias.

Fue fácil excitarla.

Batman vio con rabia cuando el acertijo la acostó y acercó su miembro a la vagina virgen de su amada.

«La va a des-vir-gar», le dijo a su oído Gatúbela.

Con todos los músculos tensos y una profunda rabia observó cuando fue penetrada y follada.

La folló en varias posiciones y por largo rato.

Batman se sentía humillado viendo esas escenas.

Interrumpieron la filmación y le dijo Gatúbela: «No termina todo ahí, ahora verás lo que sucedió días después».

Nuevamente empezó a correr el filme, pero esta vez con sonido.

Batichica estaba en una recámara con el acertijo.

Por primera vez escuchó la voz de su novia: «vine a que me poseas, quiero que me lo hagas mucho, que me llenes de tu semen; quiero quedar embarazada y que Batman se dé cuenta que tendré un hijo tuyo».

Lo demás fue lo peor para Batman, pues Batichica fue poseída por más tiempo y muy profundamente.

Los gemidos taladraban sus oídos y sentía que no resistiría más.

La cámara, escondida en algún lugar de la habitación, fue enfocada hacia la vagina de Batichica, que rebosaba de semen cuando el acertijo, después de bombearle fuertemente por largo rato, terminó depositando grandes cantidades que seguramente sí lograrían embarazarla.

Riendo, Gatúbela le dijo a Batman que dentro de poco le darían la noticia de que Batichica estaba embarazada.

La cinta termina con un close up de la cara del acertijo, que empezó a hablar: «cuando veas esta película, Batman, sabrás que yo, tu enemigo, fui privilegiado para poseer tu tesoro más preciado: la virginidad de tu novia, porque, de verdad era virgen, estaba muy estrecha. Ah! Y puedes estar seguro de que te la dejé preñada, ya verás dentro de poco.

Por cierto, la seguiré follando mientras le crece la barriga, luego, le voy a estrenar el culo y cuando me canse de ella, la dejaré para que sea otro el que se la coja».

Casi perdió el conocimiento de la rabia y la impotencia que sentía. Amenazó a Gatúbela y a todos, mientras la Mujer Gato reía a carcajadas humillándolo aún más.

Ahí lo dejaron, en silencio, solo, atado, humillado, adolorido de todo el cuerpo y con un odio infinito. Ahí se quedó vencido por el dolor, el cansancio y la debilidad.

 

Capítulo IV: Macho con vestido

Esa noche Batman fue llevado a la recámara que se utilizaba como su celda. Durmió varias horas.

Despertó de repente cuando sintió varias manos sujetándolo y desnudándole. En vano intentó evitarlo, pues eran muchas manos las que lograron desnudarle, dejándole solamente la máscara.

Acostado sobre su abdomen, sintió el pinchazo de una aguja en su nalga izquierda. No lo pudo evitar, algo desconocido le fue inyectado.

Casi de inmediato lo soltaron y sintió mareos y más debilidad.

«¿Qué me hicieron?» preguntó a las mujeres, que en silencio, pero sonrientes, empezaron a cargarlo para llevarlo al baño.

Lo llevaron a la bañera y le bañaron con agua tibia.

Se sentía tan débil que se dejó hacer todo.

Mientras lo secaban, una de las mujeres empezó a untarle una crema en las piernas. «Depiladora», dijo mientras le untaba la crema.

Quiso en momentos forcejear, pero su debilidad era mucha y sentía que las mujeres tenían más fuerza que él.

Después de unos minutos le limpiaron la crema, dejando sin vellos las piernas del superhéroe.

Luego vino lo inesperado, empezaron a vestirle de mujer.

Le pusieron medias blancas, un liguero y un corsé muy apretado.

Le calzaron unas zapatillas de delgado y alto tacón, le pusieron uñas postizas, le pintaron los labios con un rojo intenso y le pusieron un vestido ajustado de la parte alta y de amplia pero corta falda.

Era la peor humillación para Batman, que no pudo evitar ser travestido.

Estaban rociándole perfume en el cuello cuando entró Gatúbela.

«Miauu, sí que eres toda una señorita», le dijo, divertida.

«¿Qué quieres con todo esto?».

«Ah, mi querido Batman, ya verás, ya verás».

Se acercó y le levantó la falda, comprobando que no llevaba pantaletas y acarició los muslos enfundados en las finas medias y los ligueros blancos.

Nuevamente las manos de Gatúbela fueron a inspeccionar su miembro, sus testículos y hasta sus nalgas, acariciándolas con las uñas.

Soltó una carcajada y dio indicaciones a sus ayudantes que de inmediato le llevaron de ahí. Fueron a una gran sala, donde había muchas puertas. Abrieron una y al otro lado estaba un hombre semidesnudo, atado a la pared.

Era un hombre muy musculoso y con expresión fiera.

Estaba sin rasurar y sudoroso.

Se le acercó Gatúbela y le tocó el pecho y el marcado abdomen.

Tenía un taparrabos que se levantaba de su entrepierna por la enorme erección que le provocó la caricia.

Mientras empezaba a gruñir y forcejear, Gatúbela explicó a Batman: «Tiene varias semanas ahí, atado; y diariamente mis gatitas le excitan sin dejarle terminar».

Como si estuvieran de acuerdo, acercaron a Batman a aquel prisionero y entre todas le voltearon de espaldas, levantándole el vestido y mostrándole el trasero al encadenado, que de inmediato empezó a gruñir con más fuerza.

Batman sintió una de las manos acariciando su trasero y otra embadurnándole una especie de aceite.

Se acercó Gatúbela y con fuerza le separó las nalgas; sintió que le echaban un chorro del aceite directamente en el ano, que estaba cerrado y se apretó más al sentir el líquido viscoso que intentaba entrar.

Sintió los dedos de Gatúbela abriéndole un poco, acariciándole con las largas uñas los pliegues de la entrada.

«Es virgen, mira», dijo.

Los gruñidos y forcejeos del encadenado se hicieron más fuertes.

Batman fue acercado más al hombre y volteado boca arriba. Las mujeres le doblaron las piernas hacia arriba y acercaron su trasero al abdomen sudoroso de aquel hombre.

Sintió un estremecimiento de miedo y de sus labios salió un «no, por favor».

Las carcajadas de Gatúbela se dejaron escuchar nuevamente y fue ella quien tomó una pierna de Batman y la pegó al pecho de aquel hombre. Acercó el pie a su rostro y el perfume que emanaba de las medias y su larga abstinencia le excitaron aún más.

Batman temía lo peor y suplicó a Gatúbela.

De inmediato fue retirado y vio cuando Gatúbela quitaba el taparrabo al encadenado, saltando a la vista una enorme tranca, gruesa, con venas resaltadas y chorreando líquido.

Una de las mujeres se acercó a él y con sus manos empezó a acariciar aquel tronco, apretándole cuando parecía que iba a explotar en un contenido orgasmo.

Gatúbela levantó la falda de Batman y palpó su pene, que se empequeñecía aún más con la visión de aquel portentoso miembro.

«Pues bien, en unos minutos los grilletes de este macho serán abiertos y tú serás desvirgado por él si no logras escapar», le explicó; «dispondrás de unos minutos correr por el salón de juegos y ponerte a salvo, si es que lo logras, y llegar hasta la escalera que lleva a un segundo piso, donde podrás cerrar la puerta y evitar la cogida».

«Por favor, no», rogó.

«Está decidido», enfatizó ordenando enseguida a las mujeres abrir los grilletes de aquel hombre, que no hablaba, solamente respiraba con resoplidos y gruñía de vez en cuando.

«Corre, corre… corre que te violan», dijo Gatúbela.

Indeciso, empezó a caminar con dificultad, pues llevaba las zapatillas.

«Te van coger, te van a perforar…» escuchaba los gritos de Gatúbela mientras caminaba a toda prisa, casi corriendo, por un pasillo, hasta llegar al oscuro salón, donde había juegos mecánicos, una alberca con esponjas, bancas…

 

Capítulo V: El desfloramiento

Se descalzó como pudo las zapatillas y las arrojó a un lado, así, descalzo sobre la alfombra, no se escucharían los taconeos.

Empezó a buscar la escalera, pero no se veía por la semiobscuridad del lugar. Caminó en silencio, casi conteniendo la respiración, entre los juegos.

Cerca, a su derecha, escuchó un resoplido y actuó con rapidez. El hombre se lanzó sobre él y apenas logró tirarse a la alfombra, obligando a que su perseguidor se fuera hasta la alberca de esponjas.

Batman no perdió un solo instante y corrió alrededor de la alberca, pues en el otro extremo vio la escalera.

Llegó a ella y volteó hacia atrás, observando que el hombre no podía salir de la alberca, que estaba llena de pedazos de esponja de todos tamaños y colores.

La escalera subía exactamente por arriba de la alberca y pensó que la utilizaban para arrojarse a ésta desde lo alto.

Estaba descalzo y sentía el frío metal de la escalera a través de las medias.

Cuando iba a subir el último barrote de la metálica escalera, colocó rápidamente la mano izquierda en la puerta, pensando en cerrarla una vez arriba.

Subió al piso y se quedó inmóvil al encontrarse cara a cara con una de las mujeres, que le dijo: «sorpresaaaa», y le empujó con fuerza hacia abajo.

Nada impidió su caída. Fue a dar a la alberca, donde seguía aquel hombre.

Como pudo se deslizó entre las esponjas hasta una orilla, donde logró sujetarse y tratar de subir.

Atrás, se acercaba el hombre, gruñendo.

Las luces se encendieron y ambos quedaron cegados por un momento.

Hizo un esfuerzo y logró subir el torso. Estaba subiendo cuando sintió una mano en su pie derecho.

Pateó con el izquierdo una y otra vez, pero no cedía la mano.

En su desesperación logró alcanzar uno de los juegos que estaba a la orilla de la alberca y se sujetó lo más fuertemente posible, mientras observaba que cerca estaba Gatúbela, divertida, y sus mujeres, algunas de las cuales tenían cámaras que lo filmaban todo.

«Por favor, por favor…» suplicó nuevamente.

Gatúbela se acercó a Batman y empezó a pisarle las manos, obligándolo a soltarse.

Cayó pesadamente sobre el hombre, derribándolo entre las esponjas. Sintió mojadas las medias al caer sentado sobre el pecho de su perseguidor.

Las fuertes manos le sujetaron por la cintura y empezaron a forcejear.

Logró sujetarse nuevamente de la orilla de la alberca y trató de salir, pero fue en vano. A aquel hombre que había estado sometido a la abstinencia forzada le sujetaba con fuerza de la cintura, impidiéndole huir.

Sintió una de las fuertes manos explorando su trasero, acariciando sus nalgas y tocando la entrada de su virginal ano, untando más el aceite que tenía.

Se quedó quieto mientras se sujetaba con ambas manos de la orilla y trataba de reunir fuerzas para huir. Dobló las piernas tocando con sus pies los muslos de aquel macho, sintiendo de inmediato la humedad del sudor de quel hombre en sus medias.

Quiso sorprenderle y de repente se impulsó utilizando los fuertes muslos como base.

El hombre ya lo esperaba y no le dejó escapar, aprovechó el salto de Batman para jalarle con fuerza y lograr que su trasero se pegara totalmente a su abdomen, dejándole a cada lado las piernas.

Batman, a través de las medias, sentía el sudor en los costados de aquel hombre que pretendía violarle. Sintió como garras fuertes las manos apretándole la cintura y forcejeó tratando de huir.

Era tarde, ya estaba indefenso.

Empezó a sudar cuando uno de los brazos le rodeó con fuerza la cintura mientras que sentía una mano acariciarle los muslos y las nalgas.

Sintió los dedos abriéndole el canal entre lasa nalgas y la punta del caliente miembro en la entrada de su virginidad.

Hizo un intento más por escapar y le clavó con fuerza las uñas en el brazo que le sujetaba por la cintura. En respuesta recibió un golpe en el estómago que le obligó a doblarse, instante que aprovechó para colocar nuevamente la cabeza del miembro en el virginal ano.

Sintió que le desgarraban el ano cuando la imponente cabeza empezó a penetrarle despacio, pero con mucha fuerza.

¡Aaaaahhh! Se escuchó el grito desgarrador en todo el salón.

Ya le había entrado el glande y seguía el tronco, que entraba en su virginal conducto. Las fuerzas le abandonaron y se soltó, quedando a merced de su violador, que empezó a bombearle con fuerza y rapidez, penetrando cada vez más aquel estrecho túnel.

Batman sentía que perdería el conocimiento, le faltaba el aire y sentía que la sangre se le agolpaba en la cabeza. El dolor era intenso, por los muslos y las medias le corrían los jugos seminales del hombre y su propia sangre.

«Yaaaa, yaaa, por favor, por favoooor, aayyyy….»

Gritaba con voz enronquecida.

El contenido orgasmo del violador llegó de repente, depositando en lo más profundo del antes varonil cuerpo de Batman grandes cantidades de semen.

«Me quemma, yaaa, yaaa, quítenmelooo…» seguía gritando.

Pensó que ahí terminaba todo, pero no. Sin sacarle todo el miembro le giró el cuerpo hasta ponerlo acostado boca arriba, penetrándole con más fuerza y más profundamente con el miembro, que a pesar del orgasmo no perdía su dureza.

Le levantó las piernas y las juntó sobre el sudoroso pecho y empezó a besarle sobre las medias, mientras con la otra mano le sujetaba de la cintura, bombeándole el trasero con mucha rapidez.

Batman perdió el conocimiento. No se dio cuenta cuando terminó su violador llenándole nuevamente el interior de su cuerpo con esperma caliente. Tres orgasmos tuvo dentro del cuerpo de Batman, hasta que quedó agotado.

Cuando el violador quedó agotado, se metieron a la alberca de esponjas las mujeres a sacar a Batman y lo llevaron en una camilla a una enfermería, donde lo acostaron sobre una cama.

Estaba inconsciente.

Las medias blancas que llevaba estaban sucias y empapadas de sudor; se le habían caído tres uñas postizas; el vestido estaba sucio, mojado con sudor y manchado con su propia sangre.

De su torturado trasero le escurrían grandes cantidades de blanco semen y la sangre que daba testimonio de la brutal sodomización, de la pérdida de su virginidad.

 

Capítulo VI: Después de la violación

Cuando recuperó el conocimiento estaba en la enfermería.

Le dolía todo el cuerpo y sentía náuseas.

Se sintió bajo la sábana ya sin el vestido y el corsé.

Sus manos sintieron una pantaleta cómoda y una bata delgada, suave al tacto. Era todo lo que tenía.

Su máscara la había conservado, seguramente nadie conocía aún su identidad.

Intentaba moverse y no podía, sentía un profundo dolor en el vientre, el trasero y las piernas. Sintió que le volteaban y le inyectaban algo, poco antes de quedarse dormido.

Cuando despertó estaba a su lado un hombre con una bata médica grande; le daba de comer en la boca. Apenas comió poco y le inyectaron nuevamente, y siguió durmiendo.

«Pobre, te tomaron a la fuerza», le dijo una voz varonil que le despertó. Era el «médico».

Batman no sabía que decir, o hacer.

Se acercó el doctor y le dijo que él lo había cuidado, y que ahí estaría bien, a salvo del violador.

Agradeció sus palabras y bebió del agua que le ofrecía. Se durmió nuevamente.

Despertó cuando sentía tibio el miembro. Sentía una erección que le quemaba. Bajo la sábana, alguien estaba chupando su miembro, provocándole una erección.

La sábana no le dejaba ver quien era y se dejó hacer. Unas expertas manos de mujer recorrían su vientre y sus muslos mientras una ardiente boca le chupaba con dulzura, con cariño.

Sintió la cercanía de un orgasmo y sintió dolor en el trasero. Pero la boca era tan experta que le hizo terminar. Fue un doloroso orgasmo que le hizo gritar en medio de la excitación.

Bebieron hasta la última gota de su venida y entonces vio que salió de entre las sábanas una chica muy guapa vestida de enfermera, que solamente le sonrió y le mostró sus labios llenos aún de su esperma.

La mujer se retiró y llegó el doctor.

«¿Cómo estás?», le dijo.

«Me duele todo», respondió Batman.

«Yo te seguiré cuidando», le dijo al tiempo que se sentaba a su lado, en la cama.

Una de las velludas manos del médico se fue bajo las sábanas y empezó a acariciarle los muslos. La pantaleta seguramente se la había quitado la mujer antes de la felación.

Batman estaba desconcertado. La caricia le gustó y le hizo brincar el miembro.

El médico miraba directamente a los ojos a Batman, y éste sintió vergüenza cuando el doctor tomó su miembro, comprobando que las caricias le habían excitado.

«Relájate, que yo te trataré con suavidad», le dijo.

Batman empezó a excitarse cuando las manos recorrían su cintura, sus piernas, su espalda, su trasero.

Algo extraño le sucedía. Tal vez las inyecciones…

Se decidió y su mano derecha tomó el brazo izquierdo del doctor. Era un brazo delgado pero muy velludo.

Al contacto sintió más excitación.

De repente sintió que se dormía.

 

Capítulo VII: Como toda una hembra

Pasaron varios días y Batman fue llevado por las mujeres nuevamente a la recámara donde días antes había estado encerrado.

Siguió con la rutina de dormir, bañarse, comer un poco.

Su traje ya no estaba. Tenía que vestir ropa interior femenina y batas suaves, de las que había varios modelos en su recámara.

A Gatúbela no la había vuelto a ver.

En una ocasión, al despertar, encontró un paquete en la cama, a su lado.

«Con afecto, de tu doctor», decía una tarjeta.

Lo abrió y se encontró con unas finas medias, una pantaletita, un liguero, un brasiere pequeño, un vestido y unas zapatillas.

Arrojó todo al suelo y se metió a bañarse, donde estuvo por casi una hora.

Cuando se bañaba se quitaba la máscara, ya que lo único que habían respetado era su identidad.

Mientras se bañaba acariciaba su cuerpo y sin querer tuvo una erección. Se excitó inexplicablemente.

Al salir del baño recogió la ropa y se la probó.

Se arregló como una mujer: se pintó los labios, se pintó sus uñas naturales, que ya le habían crecido un poco, hasta las uñas de los pies, debajo de las medias, estaban pintadas de color rojo.

Empezó a caminar de un lado a otro como si fuese una dama.

En eso estaba cuando fue sorprendido por el doctor, que entró de improviso a la recámara.

Batman se ruborizó y trató de tapar el vestido con sus manos, que lucían uñas rojas.

«Veo que te quedó bien», le dijo acercándosele un poco.

«Yo no te haré daño», le dijo al oído mientras le abrazaba con suavidad.

Batman se retiró de inmediato y cayó sentado en la cama.

Entonces el doctor se desabotonó la camisa y lo que vio Batman le dejó sorprendido; en el pecho el delgado médico tenía una gruesa alfombra de vellos.

Batman se quedó inmóvil, mientras el doctor sonreía, sabiendo el efecto que le iba a provocar, y continuaba quitándose la camisa.

«Ven», le dijo tomando su mano, «toca», y puso la mano en su velludo pecho.

Batman estaba confundido, se sentía excitado.

No pudo evitarlo y su mano recorrió ese pecho varonil. Sus dedos, con uñas rojas, recorrieron los vellos con suavidad, mientras su pene brincaba debajo de la pantaleta.

El doctor se fue acercando hasta que eran las dos manos de Batman las que acariciaban esos excitantes vellos.

Sintió las manos del doctor recorrer su espalda y abrir el cierre de su vestido.

Sintiéndose cada vez con menos dudas, las manos de Batman se extendieron más allá del pecho, recorriendo los velludos brazos del médico y acariciando la espalda y los hombros.

Batman sintió cuando le desabrochó el brasiere y quedó al descubierto su pecho. Enseguida, el médico se desabrochó el cinturón y cayó el pantalón, quedando a la vista una tanga rodeada de vellos.

Los muslos, la cintura, el abdomen, estaban llenos de vellos.

Tan sólo de imaginar pasar el pie por aquella alfombra le hizo brincar más el miembro, que ya quería salir de la pantaleta.

Ambos se acostaron después de que el médico le quitó el vestido. El le abrazó estando acostados y no hizo nada por evitar el beso que le dio. Sintió la lengua dentro de su boca y cómo le chupaba el lápiz labial.

No había marcha atrás. Batman ya se había decidido y palpó el pene sobre la tela de la tanga. Se la quitó y empezó a acariciar el miembro, que era de tamaño regular, pero muy duro.

Las palabras sobraban. Los labios del doctor le chupaban los pezones y él, con una mano acariciaba el cabello, la espalda y los brazos de su doctor, mientras con la otra le acariciaba el miembro.

Después de un rato él se acostó boca arriba y Batman empezó a besarle el velludo pecho.

Le escurría miel del miembro sólo de sentir esos vellos entre sus manos y labios.

Con la boca en el pecho, pegaba una pierna a los muslos del galeno y subía la obra hasta tocar su pene. ¡Qué sensación de ese cuerpo y las finas medias!.

Fue recorriendo con la boca el pecho y el abdomen, hasta que se acercó a la entrepierna. Un fuerte olor a macho le llegaba y se acercó a observar de cerca el miembro. Con una mano lo tomó y se acercó a olerlo.

El aroma lo embriagaba y le dio un rápido beso a la cabeza, que dio un brinco de excitación.

Luego le dio otro y otro. Después tomó con la lengua una gotita que escurría de aquel miembro rosa. Se decidió y empezó a besar largamente la cabeza y el tronco.

Acordándose de las películas que veía cuando se masturbaba pensando en batichica, y de cómo las amantes que había tenido le besaban el miembro, trató de imaginarse ser una mujer que quería satisfacer a su hombre y se metió el miembro una y otra vez en la boca, bombeándoselo con la mano mientras que con la otra acariciaba el bajo vientre, la cintura, los muslos y los testículos de aquel doctor.

Por primera vez en su vida estaba comiéndose un miembro y lo estaba gozando. Cuando empezó a venirse en su boca empezó a tragar y tragar, tratando de dejar leche en la boca para saborear por primera vez el esperma de un macho.

Al terminar se sintió un poco cohibido, pero las manos acariciando su espalda y su trasero le terminaron de despejar las últimas dudas.

 

Capítulo VIII: Todo adentro

Acostados los dos, él le pegaba el pecho en la espalda, acariciando desde atrás el pecho y los muslos de Batman, quien se sentía más excitado al sentir esa rica alfombra de vellos en su espalda, su trasero y sus enfundadas piernas.

Durante un rato sintió las caricias en todo su cuerpo, hasta que una de las manos le embadurnaba el trasero con una especie de crema y le dio miedo.

«No te lastimaré, los disfrutarás, te lo prometo». Le dijo para convencerle.

Se acostó boca arriba y le dijo a Batman: «ven, querida».

Batman no lo pensó dos veces, se incorporó y se sentó a horcadas en el vientre del médico, sintiendo los vellos en sus depiladas nalgas.

Levantó el trasero y con una mano tomó el miembro y colocó su cabeza en la entrada de su gruta.

Estuvo haciendo movimientos circulares para dilatar el ano. Por fin se decidió y se introdujo la cabeza.

«Nnnnnhnnnnn, mmmmmhmm», gimió cuando le entró toda la cabeza.

Se deslizó un poco hacia abajo y le entró un poco del tronco.

«Dejaré que tu delicioso trasero se acostumbre a mi tranca, tesoro», le dijo él, sujetándole suavemente de la cintura.

Batman empezó a subir y bajar, despacio, sintiendo con cada pliegue de su tracto anal cada milímetro del miembro masculino al que se entregaba, esta vez por voluntad propia.

Empezó a acelerar el ritmo y puso sus manos en el pecho que tanto le excitaba. Las manos de él recorrían su cintura, su espalda y sus piernas.

A los pocos minutos Batman estaba brincando, entallándose hasta la raíz el miembro que a su vez salía al encuentro del trasero del superhéroe. Cuando entraba todo, el trasero de Batman se cerraba apretando con fuerza aquella tranca como si fuera un guante.

«Que rico, que ricoooo», «aahhh», gritaba Batman ya desinhibido totalmente.

Brincaba con fuerza y se enterraba toda aquella tranca.

De repente el médico le inclinó y empezó a quitarle la máscara.

«Nooo», le dijo. Pero sus manos no hicieron nada por impedirlo, ya que se negaban a dejar de acariciar ese pecho que le subyugaba. Le quitó la máscara y Batman, ya conocida su identidad por el doctor, siguió brincando con fuerza, clavándose una y otra vez esa tranca que tanto placer le estaba dando.

Cuando sintió que aquel tronco crecía más dentro de su trasero le dijo: «síi, síi, lléname de leche, fóllame, cógeme, dame tu lechita, papi, macho, mi machooo, ayyy, ayyy…»

Casi al mismo tiempo terminaron; cuando sintió que le llenaba los intestinos de leche, empezó a eyacular con fuerza, enviando su esperma hasta el suelo y al velludo pecho de su doctor.

Terminó con tal fuerza que cayó agotado en el pecho lleno de semen, sin separarse de la tranca, que perdía despacio su erección aún dentro de Batman.

«Mhhmmm, qué rico», le dijo mientras, ya por su iniciativa, le besaba en los labios.

Cuando el miembro perdió totalmente la erección el médico se retiró y abrazó a Batman.

«Quiero que seas mi hembra y te olvides de Batman», le dijo.

Esas palabras le recordaron su identidad, su compromiso para velar por la justicia, su posición como Bruno Díaz.

«No puedo, debo continuar mi trabajo».

«Entonces te transformarás en una mujer para poderte sacar de aquí sin que nadie se dé cuenta de que eres tú; totalmente disfrazado y maquillado nadie te reconocerá nunca; pero sólo si prometes que nos veremos constantemente».

«Claro que sí, ¿cómo podría privarme del placer de tu cuerpo, después de que me hiciste gozar tanto?, jamás imaginé el placer de ser mujer».

«Seguiré mi vida normal pero tendremos un lugar secreto al que iré transformado en toda una dama, para ser tu novia, tu hembra, tu mujer, tu puta…»

Así hicieron y desde entonces Batman siguió luchando por la justicia pero evitó volver a cruzarse con Gatúbela; con frecuencia se transformaba totalmente y se entregaba con pasión a su galeno, aunque siempre que vestía con su personalidad de Batman, debajo de su batitraje llevaba pintadas las uñas de los pies y vestía sus pantimedias, de las que nunca se separaba.