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Venganza placentera

Venganza placentera

Las habían planeado juntos.

Es más, alquilaron el departamento frente al mar que les gustaba a los dos.

La relación en la pareja últimamente no era la mejor y pensaban revertir esa situación durante esos días.

Estando los dos solos, sin sus hijos que ya rumbean por su cuenta, intentarían volver a ser como antes, como cuando se deseaban mutuamente y se prodigaban todo tipo de caricias y mimos que desembocaban inevitablemente en un polvo espectacular, que los dejaba extenuados a los dos.

Ahora ello no ocurría, estaban distantes y discutían por cualquier tema. Casi ni se besaban y hacía tiempo que no se hacían el amor.

Ella estaba muy nerviosa por ello y pensaba que su marido había dejado de quererla y hasta que pudiera estar saliendo con otra mujer.

Llegó incluso a satisfacerse solitariamente con un consolador que en su momento él había llevado a la casa para hacer más divertida la relación.

Por ello se puso muy mal cuando su esposo le anunció que solo viajaría con ella para tomar posesión del departamento, regresando a la capital para volver únicamente los fines de semana ya que su trabajo le impedía pasar 15 días corridos de vacaciones.

Ella se negó en principio a quedarse sola pero luego lo pensó mejor y decidió viajar. Ahora sí, no le quedaban dudas de que su marido tenía algún “affaire” con otra mujer y hasta sospechaba de una compañera de trabajo.

No quería privarse del tan merecido descanso luego de haber tenido un año muy desgastante ya que había trabajado sin parar tanto en la profesión como en su otra ocupación como profesora de escuela secundaria.

Es más, no solo se propuso ir sino que también pasarla bien y de ser posible divertirse mucho.

Instalada en el departamento frente al mar sus días transcurrían entre la playa, donde aprovechaba para broncear su bien proporcionado cuerpo pese a los casi 50 años que tenía (le hubiera gustado hacer “topless” como cuando viaja al exterior pero ya se sabe que en el país ello no está permitido en cualquier playa) y las salidas por el centro de la ciudad donde generalmente cenaba antes de ir al cine o a otro tipo de espectáculo.

Una mañana en un balneario alejado del que iba habitualmente notó que el guardavidas no le sacaba los ojos de encima y casi como al descuido se le acercó y comenzaron a charlar de cualquier tema.

Poco a poco él la fue llevando al terreno que más dominaba y ella le contó que estaba sola, aburrida y que le gustaría estar más con amigos.

Le dijo que le gustaría divertirse al igual que supuestamente lo estaba haciendo su marido en la capital (esto último no lo expresó a viva voz sino solamente en su pensamiento pero el joven guardavidas pareció a través de su mirada).

El muchacho cuando se acercó a ella suponía que se trataba de una de las tantas mujeres fácilmente accesibles que quedan sin sus parejas durante la semana, así que al verla nuevamente al día siguiente apuró el trámite invitándola a una fiestita que habían organizado unos amigos.

La mujer que estaba aburrida y olvidada por su marido aceptó la invitación y le preguntó si tenía que llevar algo recibiendo como respuesta que su sola presencia bastaba.

Cuando a la noche arribó al lugar de la reunión notó que no había ninguna mujer y supuso que algo estaba por suceder (lo que realmente no le disgustaba demasiado ya que tenía en su mente dándole vueltas la palabra “venganza”).

Solamente se encontraban en el departamento su guardavidas y dos muchachos más, a los que supuso, por sus físicos que también serían guardavidas.

Como la miraban como para desvestirla con los ojos pensó que estos jóvenes no la ponían hace tiempo, ya que con las chicas bonitas que pululan por esos lugares no era cosa que se entusiasmaran tanto con una veterana como ella.

Los muchachos tratando de crear un clima especial pero se pusieron a boludear entre ellos, haciendo todo tipo de tonterías pero sin insinuarle nada. Entonces les siguió el tren un rato pero el tiempo pasaba y nada.

Su ocasional amigo le preguntó que tan liberal era ya que había aceptado la invitación de primera sin saber con qué se iba a encontrar a lo que ella respondió que había ido a la reunión suponiendo que iba a ser la única mujer.

Que no obstante no ser una atorrante tenía ganas de tener algo con alguien porque hacía tiempo que no hacía el amor y la experiencia de hacerlo con más de uno la fascinaba pero que los tres eran muy inmaduros y se ponían a jugar entre ellos en vez de querer hacerle el amor.

Los tipos se pusieron blancos y no atinaron a decir nada, así que tomó su cartera y amagó con retirarse.

El guardavidas se apresuró a cerrarle el camino, le hizo dejar las cosas y comenzó a besarla y acariciarla. Le fue sacando la ropa lentamente mientras los otros dos se desnudaban rápidamente y luego lo hizo él.

La mujer empezó a acariciarles los miembros un rato a cada uno masturbándolos un poquito hasta que sus miembros llegaron a su máxima expresión.

Después la fellatio fue la estrella. Tomaba cada una de las vergas y las chupaba suavemente.

Salía de una flaquita y larga y se introducía una gruesa, para terminar con la del muchacho que había conocido en la playa que era una verga espectacular.

A esta última la saboreaba bien descubriendo el glande con sus movimientos manuales.

Ellos apretaban las piernas para no pasar por precoces pero el que la tenía gruesa falló y le llenó la boca de leche, tanta que tuvo que sacarla para no ahogarse.

El resto saltó sobre su rostro. Eso causó un efecto catarata y tuvo que sorber también la leche del que la tenía flaquita y larga porque tampoco se aguantó.

El que sí se contuvo fue el guardavidas y fue el primero que se la cogió. La mujer lo acostó boca arriba y le pasó la húmeda concha por su pecho, bajando de a poquito hasta su pija.

La tomó con la mano y la pasó por sus labios inferiores. Un vez mojada se la introdujo hasta los testículos y comenzó a cabalgarlo.

Los otros dos viendo la escena comenzaron a masturbarse y como el que la tenía finita y larga ya la tenía dura lo invitó a ponérsela por el trasero.

El joven no se hizo desear y se la metió con todo, previa lubricación, hasta llenar la capacidad de la mujer quedándole la mitad afuera. Los orgasmos de ésta comenzaban antes de que otro acabara.

Gemía y gemía.

El que se ocupaba de su culo acabó y le dejó el lugar al del miembro grueso que, como el orificio ya estaba bien dilatado, no tuvo dificultades en penetrarla.

Como el guardavidas no acababa la mujer giró y se puso en posición de 69 ya que quería mamársela nuevamente porque estaba muy excitada.

Una chupada profunda, una leve presión sobre el cuello del glande y la leche llegó con fuerza desparramándose en el interior de su boca.

Mientras él acababa y le chupaba el clítoris, otro se introdujo en su vagina y la sacudió con fuerza aunque sin llegar al orgasmo.

Pasaron toda la noche juntos.

Las posiciones se iban intercambiando y terminaron todos extenuados.

La mujer no tenía orificio que no estuviera sensible a esta altura y los penes ya no se paraban con tanta facilidad como antes.

Había sido una fiesta brutal.

Se vistió, los besó a los tres y prometió volver a verlos aunque nunca más regresó a esa playa.

Nunca había tenido una experiencia como ésta.

Piru se había cogido a tres tipos y le había gustado.

Hasta se había olvidado de la amante de su marido.

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