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El juego de la botella borracha

El juego de la botella borracha

La historia que les contaré, me ocurrió cuando me encontré con unos vecinos de mi barrio, y me invitaron a la casa de uno de ellos a jugar a la botella borracha.

Los meses de verano los pasaba en la casa de mi abuela, que a diferencia de mi casa, era muy amplia.

El barrio era muy tranquilo, y tenía amigos de mi edad.

A mis 19 años me gustaba mucho ir ahí, ya que los chicos manejaban moto, y había muchas fiestas.

Mi abuela era una persona mayor y no tan estricta como mi padre, por lo que gozaba de cierta libertad para salir a la calle.

Había un grupo de chicos, que siempre tocaban a mi puerta para conversar y salir a pasear.

No tenía novio fijo, pero cuando alguno de ellos me llevaba a dar una vuelta en su moto, nos deteníamos en algún parque cercano, y nos besábamos antes de volver donde el grupo se encontraba.

Al parecer estos tres amigos de mi barrio, ya habían comentado entre ellos que me agradaba la moto, y aprovechaban eso para poder besarme cuando salían a darme una vuelta.

Siempre me gustaron los chicos, y no veía nada de malo en besarme con ellos.

Además me permitían que yo manejara sus motos, y ellos iban en la parte trasera agarrándose de mi cintura.

Debido a que era verano, usaba faldas cortas o vestidos para salir con mis amigos.

Ellos me fastidiaban diciéndome que tenia bonitas piernas, y trataban de mirarme las braguitas cuando me sentaba en la vereda.

Una tarde estábamos caminando por la cuadra en que vivíamos, y como no había nada que hacer, uno de ellos propuso que fuésemos a su casa para jugar algo, y así matar el aburrimiento.

Le pregunté si a sus padres no les molestaría que entrásemos, y me respondió que no se encontraban.

Al entrar a la casa, fuimos a una habitación que era una especie de biblioteca de su padre, donde había un sillón, un escritorio y en la pared un librero.

Me dijeron si me gustaría jugar a la botella borracha.

El juego consistía en sentarnos y hacer girar una botella. Al que le tocara la punta de la botella cuando esta se detuviera, recibiría un castigo.

Generalmente los castigos en este juego, consistían en besar a una chica o chico, o salir a bailar al centro.

De los cuatro que íbamos a jugar yo era la única mujer, así que nos sentamos alrededor de la botella y empezamos a jugar.

El que era dueño de casa, trajo de la cocina unas cervezas, y nos dio una a cada uno de los presentes.

Además trajo una botella de vino vacía, para usarla en este juego.

Nos sentamos en la alfombra, y como yo había ido con falda me senté con las piernas cruzadas, pero jalando la parte delantera del vestido, para que no me estuvieran viendo las braguitas.

Los primeros castigos recayeron sobre los chicos, y yo les decía que bailaran a modo de un strip-tease.

Luego la botella quedó apuntando hacia mi, y uno de ellos me dijo que también bailara al centro.

Comencé a hacerlo dando giros, y ya que ellos estaban sentados, podían ver con facilidad lo que había debajo de mi falda.

Después de un rato los castigos comenzaron a variar, y si me tocaba perder, me decían que tenía que besarme con alguno de ellos.

Ya que me había besado con todos cuando salíamos a pasear en moto, no me importó hacerlo delante de los otros.

Cada vez que me besaba uno de ellos, lo hacía metiendo su lengua en mi boca, y chupando mis labios.

Los otros dos miraban, deseando seguramente que les volviera a tocar su turno.

Luego de un rato, uno de ellos propuso que los besos nos los diéramos con la luz apagada.

La cortina de la habitación estaba cerrada y debido a que estaba por oscurecer, solo se veían las siluetas cuando apagaron la luz.

Al que le había tocado besarme, se acercó a mi e hizo que me recueste en la alfombra.

Me empezó a besar, y con una mano me tocaba los senos.

Debido a que estábamos casi a oscuras, no le decía nada y le permití también que pase sus manos por mis nalgas, y acaricie mis piernas.

En un momento del juego le tocó su turno a Gabriel, que era el más mandado del grupo, y yo sabiendo lo que tenía que hacer, me eché en la alfombra.

El además de acariciarme por encima de mi ropa, metió sus dedos debajo de mis braguitas, acariciando mi conchita que a estas alturas, ya estaba húmeda de tanto lengüeteo que me daban los tres.

Debido a que estábamos a oscuras, él aprovechaba para jalarme las braguitas y meter sus dedos dentro de mi coño.

Los otros dos se mantenían sentados en sus sitios, tratando de mirar lo que podían.

Gabriel se estaba demorando más de la cuenta, y en un momento tomó mi mano y la dirigió hacia su pantalón.

Grande fue mi sorpresa cuando me di cuenta que se había sacado el pene.

Se lo agarré y empecé a apretarlo, mientras él me seguía besando en la boca.

El juego ya estaba pasando a mayores, pero no me importó puesto que estaba sintiendo un placer inmenso de tener su verga en mi mano.

De pronto uno de los chicos encendió la luz, y ahí estaba yo con mis braguitas hasta las rodillas, y con la blusa abierta agarrándole la verga a Gabriel.

Esta situación de haberme dejado tocar por todos lados, había hecho que los tres se exciten mucho, y ya con la luz encendida pude notar sus miradas lujuriosas sobre mi.

Estando echada en la alfombra pude ver que los tres se quitaron los pantalones, dejándome ver sus vergas paradas.

Ahora si vamos a jugar de verdad, dijo uno de ellos.

Me dijeron que mi nuevo castigo era chupárselas a los tres.

Sin acomodarme la ropa, me arrodillé y ellos se pusieron frente a mi.

Pude haberme parado e irme de ahí, pero mi excitación hizo que aceptara chupárselas uno por uno.

En mi boca sentía el liquido que salía de la punta de sus vergas, y ellos se sacaban la camisa, quedando desnudos ante mi.

Luego entre los tres me sacaron la ropa y pudieron ver mis tetas, las cuales agarraban con sus manos.

Les dije que siguiéramos jugando desnudos como estábamos.

Nos sentamos nuevamente, ellos enseñándome sus vergas paradas y yo mostrando mi chochito y mis tetas.

Cuando me tocó perder nuevamente, le dijeron al que había ganado que debía hacerme el amor.

Para eso me eché en el sillón y abrí mis piernas para recibirlo.

Comenzó a bombearme de una manera deliciosa, y los otros dos miraban como su amigo me culeaba.

Les dije que no eyacularan dentro de mi, ya que no quería salir embarazada.

Así que el que tenía dentro, se paró para dejar que entrara el segundo de ellos.

Cuando le tocó su turno a Gabriel, me pidió que me pusiera en cuatro patas y así lo hice.

Mientras me culeaba mis tetas se movían de un lado a otro, y los otros dos se masturbaban mientras veían la clavada que me daba Gabriel.

De pronto uno de ellos se puso a la altura de mi cara, y me pidió que se la chupara.

Me metí su verga en la boca, y se la comencé a mamar hasta que soltó su leche dentro de mi boca.

Me tomé su leche y luego se retiró para que se la pudiera chupar al otro.

Este tampoco aguantó el placer que le daba con mi boca, y eyaculó.

Gabriel sacó su verga de mi concha, y se masturbo sobre mis nalgas hasta que soltó su descarga.

No sé cuantos orgasmos tuve, pero les pedí que lo que ahí había pasado no lo comentaran con nadie, ya que no quería hacerme mala fama en el barrio.

Los tres me lo prometieron, con la condición que repitiéramos lo que había pasado esa tarde.

Y así aprovechábamos cada vez que teníamos una casa sola, para jugar a la botella borracha.

¿Qué te ha parecido el relato?