PASEO EN METRO
CHARLINES
Hoy subí al metro sin más intención que dar una vuelta y contemplar a la gente. Busqué una hora tonta, la media mañana, la gente casi toda trabajando y el metro casi vacío. Fui lentamente hasta llegar al último vagón. Aquí había tres personas. Una mujer con la compra, justo al final del vagón. Un abuelete con su cachaba, estaba al principio del vagón. Y en medio, risueña y exportando belleza y juventud. Ahí estaba ella, risueña, feliz, llena de vida, con una exultante alegría.
Me senté frente a ella, anonadado por esa aura que la recubría y llenaba el espacio. Ella me miró y sonrió. Se ruborizó un tanto y yo no sabía por qué. Vestía un bonito jersey de ochos, posiblemente de algodón, una faldita negra muy corta y unas medias de cristal negras. Portaba un libro en las manos, me miró, sonrió y abrió sus piernas mostrándome su sexo, totalmente depilado. Su risa subió de tono a la vez que sus piernas volvían a cerrarse. Mi polla empezó a crecer, no podía dejar de mirarla. Ella cerró sus piernas y sonrió moviendo el libro.
Mi lengua recorrió mis labios mojándolos levemente. Ella me sacó la lengua y sonriendo esta vez abrió muy despacio sus piernas. Me miró mordiendo su labio inferior, me guiñó un ojo y con su mano golpeó el asiento pidiéndome que me sentara a su lado. Mi polla dio un respingo dentro del pantalón, pero me levanté y me senté a su lado. En esa parada se bajó la mujer del fondo del vagón.
- Te ha gustado lo que has visto. preguntó la muchacha
- Me ha encantado, tan fresco, tan rosadito, tan mojado.
- Jajaja, ¿Qué te gustaría hacer con él?
- Le haría de todo, pero primero me lo comería hasta desgastarlo.
Ella sonreía coqueta y se atusaba el pelo. Me miraba con ojos vidriosos, y volvía a reír.
- ¿Te gustaría tocarme, sentir mi humedad?
- Me encantaría
Ella abrió sus piernas en un gran abanico.
- ¿A qué esperas?
Esa imperativa orden me hizo reaccionar. Bajé mi mano hasta su sexo, lo recorrí de arriba hacia abajo, recogiendo la humedad que ella desprendía.
- Me encanta, está muy mojado.
Mis dedos recorrían el canal que se formaba entre sus labios vaginales. Subía y bajaba por él, muy lento, mientras ella tenía. Lentamente sus labios se iban abriendo ante el paso de mis dedos. Ella, cada vez ella gemía más. Saqué mis dedos de esa prisión y los subí a mi boca. Su sabor era pura ambrosía, que como un afrodisíaco encendía mis ganas. Chupé mis dedos impregnando los con saliva y volví a su sexo. Ahora me dediqué a su clítoris, un clítoris gordito, abultado y receptivo. Nada más tocarlo ella tembló. Mis dedos casi ni lo tocaban, era un roce sutil lento y certero. Los gemidos iban ascendiendo en volumen y cantidad.
- No pares, no pares, sigue.
Mi mano seguía buscando ese placer que se auguraba muy cercano. Su boca se acercó a mí.
- Bésame, bésame con ganas.
Mi lengua entró en su boca a la vez que ella la abría para regalarme su orgasmo.
- No pares, no pares.
No paré, seguí mi lento caminar en ese botón que cada vez crecía más. Me encantaría poder comérmelo, sentir su sabor. Mis dedos lentamente se fueron llenando de ella, de su sabor, de su orgasmo. Cerró sus piernas atrapando mi mano entre ellas.
La miré a los ojos, las lágrimas rodaban por sus mejillas, los labios abultados y sus pezones erectos se clavaban en su jersey de rombos.
- Quiero follarte pequeña.
- Joder sí, me encantaría.
- Podemos ir a algún hotel por aquí.
- Perfecto, busco en el móvil en la próxima parada.
Mientras ella buscaba en su móvil, yo metía lentamente mi dedo dentro de esa cueva totalmente inundada, que era ahora su coño. El abuelo que estaba al principio del vagón no perdía detalle. Ella con sus piernas abiertas, mostraba como mis dedos entraban en ella. La muchacha gemía mientras buscaba en su teléfono móvil un lugar para poder dar rienda suelta a nuestras necesidades. Vi al abuelo llevar la mano a su polla y apretarla por encima del pantalón.
- Hay que esperar tres paradas hasta llegar a un hotel cercano.
- Esperamos, no tenemos prisa. Mira el abuelo, se nos ha puesto duro.
La muchacha miró fijo al abuelo, y con un dedo le pidió que se acercara. El hombre se sentó al lado contrario al mío, dejando a la muchacha en medio. La muchacha lo miró, acarició su cara y fue bajando la mano lentamente. Ella se acercó al borde del asiento para dejarme más fácil el acceso a su sexo, mientras desabrochaba el pantalón del abuelo. Ladinamente se mordió el labio mientras sacaba la polla aun medio rígida del hombre. Este gimió mientras llevaba su mano a uno de sus pechos.
- Déjame cabrón, hace mucho que no toco un chochito y menos uno tan rico.
Saqué mi mano y dejé que el abuelo acariciara y tocara ese rosado coñito. Sabía lo que hacía, pues la muchacha empezó a gemir más fuerte, no sé si por mis manos apretando sus pezones, o por las expertas manos del abuelo. El abuelo caminaba lento entre los labios de la muchacha, se paraba en su clítoris unos segundos y volvía a acariciar los labios de su sexo. Los impregnó bien con los jugos de la chica y los llevó a su boca.
- Uhmm eres deliciosa, quien pudiera meterte la lengua.
La muchacha gemía y balanceaba sus caderas buscando los dedos que le estaban volviendo loca. Echó con prisas las manos a la cara del abuelo y poniéndose en pie, le besó con pasión.
- Méteme los dedos, joder, métemelos.
Mientras ella de pie, meneaba con brío la ya dura polla del abuelo, este había metido dos de sus dedos en el coño de la chica. Esta subía y bajaba su cuerpo, acompañando los movimientos lentos y precisos del abuelo. La muchacha no aguantó más y se corrió sobre la mano experta. Se arrodilló frente al abuelo y acogió esa aún morcillona polla, en su boca. El abuelo gimió y sujetó la cabeza de la chica con sus dos manos.
- Así, bonita, así, tengo un regalo para ti, no pares, no pares.
La muchacha movía su cabeza arriba y abajo, hasta que el hombre, se la sujetó con fuerza y se dejó ir en su garganta. hacía tanto tiempo, que no le comían la polla, que no pudo aguantar.
- Así mi niña, así, joder, que gusto, ya no recordaba este placer, así nena, hasta tu garganta. Gracias niña, gracias.
La muchacha tragó su premio íntegro y sonriendo le dio un beso en la boca al abuelo que se lo agradeció con un azote. El abuelo bajó una parada antes que nosotros, con una radiante sonrisa en la boca.
- Nuestra parada, niña.
Bajamos del tren y fuimos directos al hotel. Subimos a la habitación y para cuando cerré la puerta, ella ya estaba desnuda sobre la cama.
- Joder ¿tienes ganas ehh?
- El abuelo me ha puesto muy caliente.
Sin terminar de quitarme la ropa, me posicioné entre sus piernas y empecé a lamer, ese aún húmedo coño. Abrí sus labios vaginales con mis dedos y me dediqué a su coño por entero. Lo lamía sin prisa de arriba abajo, hasta que me quede a vivir en su clítoris. Los gemidos de la muchacha cada vez eran más sonoros y levantaba sus piernas para ofrecerme su sexo.
De su coño brotaba un espeso líquido que sabía cómo la miel. Aprovechando este líquido, acerqué mi dedo a la entrada de su culito y lo fui acariciando lentamente a la vez que lamía su clítoris. Su culo lentamente se fue abriendo hasta albergar en él la primera falange de mi dedo. La muchacha se estremecía, gritaba y se corría temblando sobre mi boca.
- Para, para, fóllame, fóllame, no puedo más.
La puse en cuatro sobre la cama y de una introduje mi polla hasta el final de su encharcado coño. Ella gritó y pegó aún más su culo a mi cuerpo.
- Así cabrón, así, no se te ocurra parar, noooo.
Me movía con fuerza, dentro de su encharcado coño. Ella gritaba poseída y pegaba con fuerza su culo contra mi vientre. Mi visión era perfecta, su culo se abría y cerraba para mí y eso me volvió loco. La apreté con fuerza contra mí, metiendo mi polla hasta el final y dando un bombeo a mis caderas.
- Te voy a reventar ese culito, putita, te haré gritar como una buena puta.
Escupí sobre su culo, y sobre mi polla y apunté certero a ese estrecho agujerito. Mi polla entró muy lentamente mientras ella levantaba su cabeza. Mi polla se rozaba en las prietas paredes de su culito que iba acogiendo muy lentamente, la caliente carne de mi polla. Casi al final, tiré con fuerza de sus brazos, metiendo mi polla hasta chocar mi vientre con su culo.
- Me partes cabrón, que rico, joder, que rico.
Yo seguía incansable perforando con lentitud ese culo que me absorbía. Mi mano se descargaba contra él y ella me pedía más. Sujetándome ahora a sus caderas le di fuerte, muy fuerte, hasta clavarme en lo más hondo de su culo para dejar ahí mi simiente.
- Toma putita, toma, tu culo ahora está bien lleno.
- Jodeeer cabrón, joder, no siento las piernas.
Caímos sobre la cama y acurrucados nos quedamos dormidos.
PASEO EN METRO DOS
CHARLINES
El día avanzaba mientras nosotros postrados en la cama, seguíamos en manos de Morfeo. El culo de la muchacha se pegaba al mío, mientras mi mano tiraba levemente de su pezón, lo apretaba y lo acariciaba con suma suavidad. La muchacha meneaba su culo aprisionando mi polla en él.
- Tengo que llamar a mi madre, estará preocupada.
La muchacha saltó de la cama y llamó a su madre, volvió y me miró desde lo alto. Se sonrió y se dio vuelta camino del baño.
- Sería bueno vestirse y salir un poco.
Sin duda era una buena idea, cuando fui a llamarla, me di cuenta de que aún no sabía su nombre. Miré la hora, las cinco de la tarde. Cuando salió del baño, me quedé absorto mirándola. Estaba completamente desnuda, su pelo largo y ahora mojado se pegaba a su espalda haciendo poderosos sus medianos pechos. Estos estaban coronados por unos pequeños pezones sin casi areola. Un vientre plano y su sexo totalmente depilado. La verdad es que la chiquilla estaba bien, buena.
- ¿Perdona no sé cómo te llamas?
- Erika ¿y tú?
- Pablo, soy Pablo, ¿te apetece salir, pedimos algo a la habitación?
- Salgamos un momento, conozco una pizzería cercana y podemos comer algo.
- Perfecto, me visto y bajamos
Salimos de la habitación y nos dirigimos a la pizzería, tras comer un poco y tomar una copita, dimos una vuelta por la zona y sobre las ocho u ocho y media, volvimos a la habitación. Al llegar pusimos la televisión, pero yo estaba incomodo. Me levanté y fui a la ducha, para refrescarme y limpiarme un poco, se auguraba una larga sesión de sexo. ¿Qué hacía con esa chiquilla? Me lavé lento para poder pensar, creo que la trataría con cariño y después, si podía aguantar, pues ya iríamos viendo. Me tomé mi pastilla para asegurar mi potencia y salí de la ducha, desnudo. Erika también desnuda, estaba viendo una película porno en la televisión.
- ¿Te gusta el porno?
- Me gusta mantenerme caliente y excitada.
Me senté a su lado y pasé mi mano por su cuello. Erika lentamente fue reclinando su cabeza, hasta dejarla apoyada sobre mi polla. Así estuvimos un rato mientras en la película, le hacían una doble penetración a una morena impresionante. Erika, buscó mi polla y empezó a lamer mi capullo, no hacía más, solamente lamía mi capullo, mientras yo apretaba su pezón. Cada vez se lo apretaba más fuerte, para después pasar las yemas de mis dedos por él. Erika gemía y se retorcía, buscando tragar cada vez un poco más de polla. Yo alternaba entre sus pezones y ahora ya los apretaba con fuerza. En algunos momentos, se retorcía de dolor, para disfrutar después de la suave caricia en sus cada vez más duros pezones. Lentamente se fue alzando hasta quedar de rodillas sobre la cama.
- Hazme disfrutar, quiero algo lento y caliente.
Esta chiquilla es un volcán. Acerqué mis dedos a su coño y lo acaricié lento. Los flujos de su coño impregnaban mis dedos. Yo recorría el canal que formaban sus labios vaginales sin prisa, muy lentamente, muy despacio. Erika gemía al roce sutil de mis dedos mientras meneaba mi polla. Mi mano tras unos minutos de caricias ascendió por su cuerpo hasta apretar su pezón, fuerte, muy fuerte, lo acaricié mientras ella gemía y volví al otro pezón. Su cara se crispaba por el dolor para volverse dulce cuando mis dedos lo acariciaban. La besé lento y suave, mientras volvía a la caricia en su sexo. Este estaba totalmente húmedo y dejaba discurrir mis dedos por él, con toda tranquilidad.
- Me estas matando cabrón, me estás matando
Mis dedos buscaron su clítoris, para aprovechando su humedad acariciarlo sin prisa. Erica gemía y meneaba su cuerpo intentando aumentar el ritmo de mis caricias.
- Tranquila niña, tranquila.
Erika se paró y me dejó hacer, se sujetaba a mi cuello con una mano, mientras con la otra me apretaba con fuerza la polla. Lentamente buscó mi boca y se fundió en un beso largo y suave, mientras un orgasmo recorría su cuerpo. Que rico ese sabor, ese beso.
- No pares, sigue, vuélveme loca, no pares.
No paré, seguía mi lento caminar sobre su sexo que cada vez se abría más a mí. Dos de mis dedos entraron en ella.
- Así, fóllame, fóllame con tus dedos.
Mis dedos entraban en ella muy despacio, dejándose absorber por su sexo, dejándose impregnar por sus líquidos, dejándome disfrutar de su placer. Erica bajó su boca a mi polla y yo metí mi cabeza entre sus piernas. Mientras ella engullía mi polla, mi lengua atacaba su clítoris, en un lento e interminable baile. Sentía en mi polla el placer que le daba mi lengua, que a su vez era espoleada por su boca. Mi lengua ahora iba recogiendo los jugos que caían de su sexo, ahora apretado contra mi boca. Erika empezó a botar sobre mi lengua, a temblar y a contorsionarse.
- No pares, no se te ocurra, sigue, sigue, así, despaciiitooo
los jugos que llenaban mi boca me hicieron continuar hasta que ella se echó a un lado echándose sus manos al coño y apretando con fuerza sus piernas. Temblaba y gemía con una radiante cara de satisfacción.
- Fóllame cabrón, ahora tienes que follarme.
Sujetando con fuerza sus pies la acerqué al borde de la cama y en cuatro, la penetré. Fue una penetración lenta, mi polla entraba apartando las húmedas paredes de su coño, mientras Erika apretaba su culo contra mi vientre.
- Así despacito, muy despacito.
La penetré con dulzura durante unos minutos en los que Erika, se fue apretando cada vez más contra el colchón, mientras levantaba su culo. Mi polla entraba en ella recta y me excitaba sentir que mi capullo llegaba al final de su sexo. Lentamente fui acelerando el ritmo, cada vez un poco más hasta unos minutos después, darle con todas mis fuerzas, con todas mis ganas.
- Así fuerte, muy fuerte, no pares, no pares, así, si, joder, joder, joder.
Erika se lanzó hacia delante saliéndose de mi polla.
- Abrázame, abrázame.
La abracé juntando mi polla a su culito y así estuvimos un rato. Ella sujetaba mi polla, no quería que perdiera rigor, pero se sentía bien abrazada. Tras unos minutos de tranquilidad, acercó mi polla a su culito, yo la dejé hacer. Acerco mi polla a la entrada de su culo y ella misma empezó a menear su culo buscando la penetración, yo tensé mi cuerpo para facilitarle la tarea. Con esfuerzo consiguió pasar mi capullo por el estrecho esfínter, gimió, tembló y se paró. Lentamente volvió y metió otro poco.
- Ahora tú, termíname despacito, quiero tu leche dentro.
Empujé y entró otro trozo de polla, la dejé dentro unos segundos, la saqué, la volví a ensalivar y volví a entrar. Paré de nuevo, empujé y entró entera.
- Cabróóón
Sujeté con fuerza sus pechos y empecé un lento mete y saca. Los dos gemíamos ante el roce de mi polla y de su culo. Mi ritmo aumentó un poco, pero me mantuve ahí. Seguí con un ritmo más bien lento, para irlo aumentando, buscando la llegada de mi orgasmo. Lo sentí llegar y apreté fuerte sus pechos, clavando mi polla en ella con fuerza.
- Vamos cabrón rómpeme, destrózame, dame, dame.
- Toma putita, toma, toma, toma.
Mi polla no aguantaba más y me apreté a ella con fuerza, su coño me regaló un pequeño chorrito que escapó de su sexo, dejando una mancha sobre la sabana.
- Joder cabrón, que rico, joder que rico.
- Me has vaciado cerda, que culito más tragón tienes, joder…
Increíblemente, la noche ya cubría hacía tiempo los cielos. Nosotros exhaustos, caímos en brazos de Morfeo hasta que las luces del alba nos despertaron. Esa chiquilla que me abrió sus piernas en el metro ahora estaba radiante y yo feliz de poder disfrutar de esas tiernas carnes.