Capítulo 13
CAPÍTULO CATORCE
Ángel estaba realmente cansado, la semana había sido contundente. El trabajo en casa de Verónica le había extenuado y además le había retrasado su propio trabajo. Al día siguiente, había quedado con Gabriela y esa mujer era mucha mujer, así que tendría que estar bien descansado. Se tumbó en su cama y casi antes de tener los dos pies encima ya se había dormido.
Despertó como siempre a las siete y se duchó, desayunó algo y salió a dar un paseo por el puerto, a esa hora todo tenía un color diferente. Paseó lentamente pensando en esa chiquilla que se comería horas más tarde. Su camino le llevó hasta una vieja tasca al fondo del puerto. Sus bancos de madera maciza y sus mesas de igual material le daban un aspecto austero. Pero en esa tasca se comía el mejor bogavante de toda Francia. En la barra una desgarbada chiquilla recorría esta de lado a lado sirviendo a los comensales, las mesas eran compartidas y la comida se servía en la barra. Cada vez que la señora Agathe, salía de su cocina, llenaba el ambiente con sus voces y su sonrisa. Ángel recogió su bogavante y se sentó en uno de los bancos que aún estaban vacíos. A los pocos minutos una pareja se sentó a su lado, le saludaron en un francés un poco raro y se aplicaron en su comida. La mujer le dijo a su marido que estaba muy bueno el bogavante. Eran españoles, por lo que Ángel les preguntó.
¿Sois españoles?
Si de Sevilla.
Qué bonito Sevilla
¿lo conoces?
Si pasé ahí unos años maravillosos.
Pues nos alegramos, pero no parece usted andaluz.
Jajajaj no, solo viví en Sevilla unos años, hace ya mucho tiempo.
¿Echará de menos España?
Si la añoro, espero poder volver en unos años.
Pues que tenga suerte.
La pareja siguió a lo suyo y Ángel se ensimismo en sus pensamientos. Volver a España, lo que tanto tiempo llevaba pensando, ahora le volvía con más fuerza. Mientras el seguía con su ensoñación, la pareja se despidió. Ángel miró su reloj, se le había pasado el tiempo sin darse cuenta, ya era más de la una. Se levantó, acercó su plato a la barra y salió camino de su casa. El día era fantástico y daba gusto pasear cerca del mar que proporcionaba esa brisa fresca que hacía el paseo mucho más agradable. Ángel se paró en un restaurante cerca de su casa y entró a comer. Cuando salió, se sentó como era habitual en él, a fumar su purito y tomar su coñac. Rememoró sin saber porqué su infancia en el pueblo. Sus padres que habían fallecido muy jóvenes, su hermano que también se fue muy pronto. Revivió sus andanzas pescando truchas a mano y alguna que otra culebra, sonrió. Los juegos con los chicos y las chicas. Sus eternos partidos de fútbol en la campa de al lado de la ermita. Las risas, las fiestas, el calor y el picor de la paja al moverla para beldarla.
Cuando el puro quemó sus dedos, despertó, ya eran las cuatro y media y había quedado a las cinco. Subió a su casa, preparó todo y se sentó a esperar en su silla frente a la puerta. Ese día no había antifaz, solamente una nota que decía. “Entra y vete desnudándote muy lentamente hasta llegar a mí”. Ángel tenía ganas de sexo tierno y que más tierno que esa jovencita.
La puerta se abrió lentamente y por ella asomó la cabeza de Gabriela, tornó la puerta, la cerró y accedió al piso. Lentamente fue subiendo su camiseta hasta sacarla por su cabeza, un sujetador minúsculo y transparente sujetaba sus turgentes pechos y marcaba claramente sus erectos pezones. Tiró la camiseta al suelo y echó sus manos atrás para soltar su sujetador. Lo sacó despacio por sus brazos y lo lanzó hacia Ángel. Dio dos pasos hacia delante situándose muy cerca de Ángel, lo miró a los ojos y fue soltando su minifalda, dejándola caer suavemente sobre el suelo del pasillo. Su sexo apareció totalmente depilado y brillante. Gabriela se mordió el labio, se puso de rodillas, desabrochó el pantalón de Ángel, extrajo su polla y empezó a chuparla. La metía muy lento en su boca, primero solamente el capullo, para luego engullirla hasta el final y follarla con su garganta. Aún se le escapaba alguna arcada, pero cada vez eran menos.
Ángel apoyaba sus manos en la cabeza de la joven, a la vez que tensaba su cuerpo hacia atrás, para llegarle más hondo. Gabriela se esmeraba cada vez más y Ángel tuvo que separarla de él y subirla a horcajadas sobre sus piernas. Gabriela lo miró, se acercó a su boca y lo besó, a la vez que Ángel guiaba su polla al interior de su sexo.
Gabriela de repente notó como esa gruesa polla le llenaba entera por dentro, suspiró y se mantuvo quieta unos segundos. Las puntas de sus pies le impedían estar suspendida sobre Ángel. Éste la levantó metiendo sus manos bajo su culo y lentamente, muy lentamente empezó a follarla. Gabriela, ahí suspendida entre sus piernas, se sentía volar y sentía como la polla cada vez le daba más placer.
Mastúrbate, mastúrbate para mí. – le dijo Ángel
La chiquilla bajó una de sus manos hasta su sexo y acarició su clítoris mientras Ángel aumentaba lentamente las penetraciones.
Gabriela gimió, gritó y se aferró con fuerza al cuello de Ángel a la vez que tensaba su cuerpo y dejaba que el orgasmo la recorriera entera. Lo besó, lo besó con pasión, mientras se movía lento adelante y atrás, para mantener vivo ese orgasmo.
Se encaminaron hacia la cama donde estuvieron acariciándose y besándose durante un largo rato. Angel acariciaba los pechos de Gabriela, mientras está apretaba su polla, meciéndola lentamente adelante y atrás. Gabriela se dio la vuelta, sujetó la polla de Ángel y la dirigió a su culo. Ángel ensalivó sus dedos y cubrió de saliva todo el ano de Gabriela, se embadurnó también su polla y la dejó hacer. Gabriela apoyó el capullo de Ángel sobre su esfínter, Ángel tensó su cuerpo y se quedó quieto, mientras Gabriela movía su culo, empujaba y gemía. Por fin tras un arduo esfuerzo, la cabeza de esa polla paso el anillo. Gabriela gimió, relajó su culo y dio otro empujón, gimió de nuevo. Ángel sintió como su polla era apretada por ese joven culo y empujó el también. Ahora de la boca de Gabriela salió un pequeño grito.
Brutooo
Pero ella, empujó un poco más hasta sentir como los huevos chocaban contra sus piernas. Gimió, se volvió y buscó la boca de Ángel. Este la besó, a la vez que levantaba su pierna y acariciaba su clítoris.
Fue Gabriela la que empezó a moverse muy despacio, sintiendo como esa gruesa polla llenaba sus entrañas, como abría el canal de culo y como ese roce la volvía loca de placer. La mano de Ángel en su clítoris le proporcionaba un placer extra que la tenía en el limbo. Ángel sentía como Gabriela cada vez se movía más rápido, como lentamente le iba llegando el orgasmo. Hasta que este llegó y Gabriela se tensó, gimió y se dejó ir en un largo orgasmo, para terminar, diciendo.
Dame fuerte, dame muy fuerte, rómpeme el culo, rómpemelo.
Ángel sujetó el cuello de Gabriela en vilo, aceleró su ritmo fuerte, muy fuerte y espoleado por los gritos de Gabriela, tuvo dos minutos de gloria hasta que terminó llenando su culo con la blanca espuma de la ola.
Ambos sudorosos y jadeantes, se tumbaron esperando que la polla de Ángel saliera sola de su cueva. No se dieron cuenta y el tiempo se les echó encima, se habían dormido y para Gabriela ya era muy tarde.
Llama a tu madre.
Hola mama, lo siento se me ha ido el tiempo.
Vale, tranquila, coge un taxi.
Hay una cola enorme, tardaré un buen rato.
¿Dónde estás?
En la discoteca Ambrosia.
Tranquila, yo me encargo.
Su madre buscó su teléfono móvil, miró su agenda y buscó el teléfono de Ángel.
Buenas noches, soy la señora strawberry. ¿Estaba usted durmiendo?
no, no, aún estoy despierto.
¿Podría hacerme un favor?
Por supuesto, dígame
Mire, la niña está en la discoteca Ambrosia, ¿podría ir a por ella?
Tranquila yo me encargo.
Ángel miró sonriendo a Gabriela, era la oportunidad que él esperaba. Al poco sonó el teléfono de Gabriela.
Ángel va a buscarte, lo esperas y vuelves con él.
Gracias, mamá.
Ángel y Gabriela tenían tiempo para una ducha rápida y así lo hicieron, se vistieron y partieron hacia la casa de Gabriela. Al llegar la madre de Gabriela les esperaba en la puerta. Gabriela besó a su madre y entró a la casa. La madre de gabriela estaba espectacular con una camiseta blanca sin sujetador, marcando unos largos pezones y ligero pantalón corto que marcaba su sexo a la perfección, no llevaba puesta ropa interior. Esto le dijo muchas cosas a Ángel que atacó desde el principio.
Muchas gracias por traer a la niña, estas chiquillas se despistan enseguida.
No se preocupe, para mí es un placer, así puedo contemplar su belleza.
La madre de Gabriela se ruborizó, sus pezones rozaban con la tela de la camiseta produciéndole un ligero placer y una gran excitación.
Me voy a poner colorada.
Colorada le ponía yo, otra cosa.
¿Si y que sería esa cosa?
Su culo, se lo pondría bien rojo.
La madre de Gabriela se mojó entera en ese momento, siempre le había gustado el sexo duro, pero su marido ya casi ni la tocaba. Mientras la mujer abría los ojos desmesuradamente, Ángel acercó una mano a su pecho y le apretó un pezón. La mujer cerró sus piernas mientras un gemido escapaba de su boca.
Es usted un atrevido.
La espero mañana en mi casa a las cinco, luego le paso la ubicación.
Ángel le dio un azote, se dio la vuelta y subió en su furgoneta. La mujer se quedó pasmada, caliente como una perra y con su coño chorreando. Ángel sabía que iría y aunque no se follaría a las dos, por lo menos se follaría a la madre que cada vez le parecía más apetitosa. Aparcó cerca de su casa y subió al piso. Una vez en el sacó su teléfono, buscó la ubicación y se la mandó a la buena señora con un texto que decía. Mañana a las cinco, venga usted sin ropa interior y siga las instrucciones.
Ángel también estaba excitado, por lo que optó por irse a la cama y guardarse para el día siguiente.
Esa mañana despertó temprano como siempre y siguió su propio ritual, después de desayunar, preparó las cadenas y las argollas. Buscó la fusta, el látigo flogguers, las esposas y un par de consoladores que le darían un buen juego, también dispuso varios lubricantes sobre la mesa. Se vistió y bajó a dar una vuelta por el pueblo. Estaba excitado como un crío en su primera cita. Pensaba en esa mujer a la que casi había visto desnuda y se excitaba de pensar en tenerla y poseerla. Paró en un restaurante de la localidad donde almorzó un poco y después se encaminó al rastro, los domingos siempre había un pequeño rastro. Le gustaba mirar las cosas que se exponían en el rastro, sobre todo los relojes que eran su gran pasión.
Hoy había un puesto nuevo, tenía infinidad de baratijas, medallas de la guerra y distintivos de todos los ejércitos. Se paró a mirar con detenimiento y vio por casualidad la cabeza de un reloj que aparecía sin correa ni nada. Lo miró y le extrañó ver que era un omega, posiblemente de finales de los cuarenta principios de los cincuenta. Lo miró y lo volvió a mirar, le dio cuerda y andaba perfectamente. Estaba un poco sucio, pero un trapo lo arreglaba. Preguntó al paisano.
¿Qué pide usted por esto?
El hombre lo miró de arriba abajo y viendo su interés le dijo.
Cincuenta euros que aún anda.
Le doy cuarenta y en paz, está muy mal.
Cuarenta y cinco y es suyo.
Ángel no regateó más, sacó su cartera y le pagó al hombre, guardó el reloj en el bolso sabiendo que su valor era mucho mayor. Comió algo debajo de su casa, se tomó la copa y el puro y al terminar subió a su apartamento. Aún eran las tres y cuarto, tenía tiempo. Sacó los utensilios y se preparó para limpiar el reloj. Lo hizo con mimo, dejándolo bien limpio. Buscó una correa marrón de piel en alguna de las páginas que se la podían proporcionar y también buscó el reloj con las mismas fuentes. Después de unos minutos buscando, por fin lo encontró. Bingo gritó Ángel y ante él apareció la descripción del reloj.
Omega Vintage – Año 1950 – Reloj Mecánico – Movimiento de Cuerda Manual – Swiss Made – Subsecond. Y lo más importante su precio, más de novecientos euros. Ángel estaba loco de contento, ese reloj engrosaría su colección y pasaría a ser el más importante. Miró su reloj y vio que eran casi las cinco. Preparó el antifaz y la nota. “póngase el antifaz y pase, cierre la puerta y espere órdenes”.
icharlines54@gmail.com