Capítulo 3

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Buenas noches, mi nombre es Alejo y para mis amigos y amigas soy El Negro.

Esta es la continuación de una historia que lleva momentos vividos en mi vida como docente. Es la tercera y última parte.

Como ya les conté en el relato anterior, cuando estaba llegando a mi casa, sonó el celular con mensajes: uno de Lola con una foto de la concha enrojecida, agradeciendo la noche vivida. El otro venía de un número no agendado: “nos vemos en un mes, viajo para allá por temas personales. Espero que te recuperes y guardes energía para atenderme. Besos. Brenda.”

El futuro pintaba bien, había disfrutado de tres de las mejores mujeres que había conocido en el pueblo, pero faltaba la cuarta que ya se presentaba como un desafío. Allí va la historia.

Ya les describí brevemente a Brenda, pelo negro enrulado algo más largo que una melena, ojos celestes cautivantes, algo “rellenita” pero muy atractiva, de buenas curvas y muy simpática.

Durante ese mes, mantuve algunos cruces de mensajes con Lola, algunos de alto voltaje, pero la mayoría de chusmerío posterior a la fiesta. Por ejemplo que una reconocida docente había declarado (pasada de copas) que era lesbiana y estaba enamorada de una compañera, un escándalo para el pueblo. Además de rumores de amoríos y aventuras entre compañeros de trabajo, por suerte nada que me involucrara.

Brenda escribía cada tanto, saludando, recordando su viaje cercano y no mucho más por lo que creí que nada sucedería.

A dos días de la fecha prevista, un nuevo mensaje de Brenda me pedía referencias sobre una inmobiliaria que alquilaba casas y departamentos por semana, temía que fuese un fraude. Fui a la dirección indicada, constaté que era todo correcto y así se lo manifesté.

Pasaron 4 días y no había novedades de ella, Día jueves cerca de las 18 horas recibo un llamado desde su celular.

Brenda: Hola Alejo ¿cómo estás?

Alejo: bien, aquí en casa, haciendo algunas cosas en la compu

Brenda: ¿nos juntamos a tomar algo?

Alejo: dale, ¿Dónde nos encontramos?

Me pasó la dirección de una cervecería en el sector céntrico y coordinamos el horario de encuentro.

Llegué al lugar y no la encontré, me ubiqué en una mesa y le indiqué a la moza que esperaba a alguien más. Pasaron unos 15 minutos y la vi llegar, llevaba vestimenta informal y se la notaba algo cansada. Me puse de pie, le hice una seña y se acercó a la mesa, dejó una mochila en una de las sillas y se dejó caer en otra.

Brenda: estoy rendida, me pasé ya tres días de trámite en trámite y recién ahora tengo algo de tiempo para disfrutar.

Alejo: me hubieras avisado, podía haberte acompañado y hacerte de chofer

Brenda: gracias pero son cosas que debía solucionar y no sabía cuánto demoraría. No quise molestar.

Hablamos durante una hora, compartimos un par de cervezas y viendo que se hacía tarde, la invité a cenar.

Brenda: me parece una buena idea, pero vamos al departamento, compramos algo y comemos ahí, quiero liberarme de calzado y estar más tranquilos.

Pagué la cuenta y la guie hasta mi auto, subimos y seguí sus instrucciones hasta llegar al departamento que alquilaba. Era un interno en la zona universitaria, ingresamos y disculpándose, fue cambiarse de ropas por algo más cómodo. Volvió con una remera larga, un short, descalza y ya sin maquillaje.

Abrió la heladera, sacó un par de cervezas y tomando el celular pidió unas empanadas para cenar. Continuamos la charla, ya con más intimidad por lo que la misma fue pasando a otros planos: qué había sido de su vida, cómo había iniciado su camino en la docencia y por qué seguía sola.

Brenda: me dediqué de lleno al estudio, me fui del pueblo para completar dos carreras docentes y una vez recibida volví. Se produjo una vacante en la escuela, me postulé y entré.

Alejo: pero tendrías 25 o 30 años cuando volviste y no formaste pareja

Brenda: no, me dediqué a full con la carrera. Hubo novios, pero no se bancaron mi obsesión.

Alejo: ¿y ahora? ¿Por qué no?

Brenda: estoy grande y mañosa, no soy fácil de llevar. Vos estás solo también

Alejo: pero es distinto, yo formé pareja pero este ambiente es complicado, más si la mujer es celosa.

Se río de buena gana y recordó la famosa fiesta de graduación, donde mi ex pareja explotó de celos cuando las vio vestidas de gala, invitándome a bailar de manera alternada entre ellas: Flavia, Lola, Claudia y ella misma.

Sonó el timbre de acceso y el cadete de la rotisería se anunció, fui a buscar el paquete ya que ella estaba con poca ropa y se le traslucía bastante.

Regresé y la encontré sentada con las piernas estiradas, dejando los muslos a la vista y el short de lycra calzado en su entrepierna, dejando poco a la imaginación. Estaba marcadísima su zona genital.

Vio a donde apuntaba mi mirada y sonrió, pero no cambió la postura. Es más, diría que separó algo más las piernas para permitirme una mejor visión.

Brenda: nunca fuiste muy discreto para mirarnos

Alejo: me gusta apreciar las cosas lindas ¿alguna duda?

Brenda: para nada.

Se acodó un poco en la mesa y cruzó los brazos por debajo de los pechos, haciéndolos resaltar, era una provocación deliberada.

Dejé el paquete sobre la mesa y me acerqué a ella. Levantó la mirada y esos ojos celestes me hipnotizaron. Corrí suavemente parte de su melena negra y bajé a rozar sus labios por primera vez. Aceptó el primer beso y cerró los ojos disfrutándolo.

Brenda: sé que ya estuviste con ellas pero hoy es mi momento

Me tomó por la nuca y acercó sus labios entreabiertos a los míos para brindarme un primer beso húmedo y caliente. Ese esa posición, no me resultó difícil acompañar los besos con una sesión e caricias directamente sobre los pechos, aún sobre la remera. Pareció agradarle, ya que ayudó mejorando el espacio para que mis manos la recorriesen tranquilamente, colándose por la abertura de la remera y tuviese acceso directo esas montañas de carne que culminaban en dos pezones duros.

Interrumpió el momento solo para ponerse de pie y tomados de la mano fuésemos a la habitación, encendió la luz de la mesa de noche y comenzó a quitarse la ropa de manera delicada. Dejó caer la remera, se quitó el short quedando solamente con un juego de lencería roja, quizá algo grande, pero que contenía muy bien las formas.

Se sentó en la cama y me invitó a acercarme. Con la misma delicadeza que se había desvestido, me fue quitando la ropa hasta dejarme solo con el bóxer. Abrió las piernas y me atrajo hacia ella, besó mi vientre y calzó sus manos en el elástico el bóxer, desplazándolo hacia abajo, dejando mi verga en libertad.

La tomó en sus manos y la masajeo, descapullándola. “Se siente suave y ya se nota que necesita atención” dijo mientras desprendía el brassier y la colocó entre las tetas. Las unió y reiteró el movimiento, amagando a pasar la lengua cada vez que asomaba entre ellas, embadurnándose de líquido pre seminal. “Apuradito el muchacho, la noche es larga. Voy a tratarte no como la puta e Lola, ni como la virga de Claudia, mucho menos que la acartonada de Flavia: voy a tratarte como amante deseosa” mencionó mientras se tendía en la cama.

Me recosté a su lado y la dejé hacer: cubrió mi cuerpo de besos, se montó sobre mí y fue desplegando una serie de caricias, roces y juegos que me excitaron muchísimo.

Habiendo logrado la mayor dureza de la verga, se quitó las bragas y bajó lentamente hasta ubicar la punta de la verga entre sus labios vaginales: se acomodó dejándome las tetas en la boca y arqueando el cuerpo me llevó a su interior.

Mientras mamaba esos pechos, sentí como comenzaba a moverse suavemente, llevándome por completo a su interior para luego casi retirarse por completo. Disfrutaba el momento, no gemía, no gritaba, solo respiraba profundamente cuando la penetración era total, La lentitud me desesperaba, quería acelerar, pero ella dominaba los tiempos; cuando estuvo lista y en su punto justo, aceleró los movimientos, me permitió aferrarme a sus caderas para no salir por completo de su interior hasta llegar al momento esperado de llegar a un orgasmo intenso. Recién en esa situación lanzó un par de gemidos que acompañaron su explosión.

Sin dejarme salir de ella, se tumbó sobre mi cuerpo para fundirse en besos apasionados, hasta relajarse por completo.

Brenda: fue perfecto, tal como lo soñé. Pensar que muchas veces lo imaginé mientras mis manos reemplazaban a las tuyas.

Alejo: Jamás te hubiese imaginado tan delicada y tan intensa.

Brenda: esto no es nada, habrá más, pero tenés que cumplirme dos deseos.

Alejo: ¿Cuáles?

Brenda: el primero es llevarme a tu casa, a tu cama y el segundo llevarme al Sunset. A cambio de eso, tendrás otras cositas.

Llevarla a casa era sencillo, pero no esa noche sino al día siguiente. ¿Qué es el Sunset? Les cuento: es lo que llamamos albergue transitorio, hotel alojamiento o motel, donde hay algunas habitaciones temáticas, otras denominadas especiales y finalmente las comunes.

En este caso el Sunset tiene 5 temáticas donde un turno de ocupación es de dos horas y podés disfrutar de espacios y muebles especiales (camas giratorias, sillones adaptados para posiciones sexuales especiales, yacuzzi, duchas escocesas, y otras variantes). Las especiales tienen colchones de agua, climatización especial, juegos de luces asociadas a música que elegís y algún detalle más. Finalmente las comunes solo tienen camas amplias (King Size) y climatización.

Acepté la propuesta, la llevaría a mi casa el viernes por la noche y aprovecharía que el Sunset tiene promociones de 2 x 1 en turnos los sábados entre las 9 y las 17 horas. Un turno de una Temática me daría 4 horas para disfrutarla, en tanto que la especial me daría 3.

Ya de acuerdo, quise saber el porqué de ambos pedidos. “Seré la primera de las 4 que visitará tu cama y lo del Sunset es porque no lo conozco y me encantaría hacerlo con vos. Escuché muchas charlas donde las chicas hablaban de lo bien que la habían pasado ahí y quiero experimentarlo” dijo mientras se acomodaba sobre mi pecho y me abrazaba.

Acaricié tiernamente sus cabellos y la dejé descansar, el sexo y sus actividades la habían agotado. Despertamos abrazados al amanecer, nos prodigamos besos y caricias como desayuno, cuando estábamos con la calentura a tope, simplemente nos revolcamos en la cama hasta acabar.

Siendo las 9:30, me levanté y fui a preparar el desayuno mientras ella acomodaba sus cosas y se preparaba a salir. Ordenamos el departamento, cargamos su bolso en el auto, fuimos a entregar la llave a la inmobiliaria, la dejé en el centro para hacer algunas compras mientras yo volvía a casa para organizar un poco el lugar.

Sobre las 13 horas, me llamó para encontrarnos, almorzar y dirigirnos a casa. Un par de horas después, llegamos, abrí el portón y guardé el auto en el garaje. Recién en ese momento bajó y tomando su bolso del asiento trasero ingresó a casa. Pidió pasar al baño para ducharse y mudarse de ropas mientras yo preparaba un café.

Lo tomamos en la cocina, mientras charlábamos un rato, sentados uno junto al otro. Cada tanto la conversación era interrumpida por algún beso o alguna caricia. Entrada la tarde, fuimos a la habitación principal y tirados en la cama miramos un par de películas. “Andá a darte un baño, lo necesitas y te quiero bien limpito y perfumado para lo que viene” dijo empujándome de la cama.

Cuando volví al cuarto, la encontré tendida en el lecho solo cubierta con una tanga lila bien chiquita, que dejaba escapar buena parte de sus portentosas nalgas. Había bajado las persianas y cubierto el velador con una tela azul, dejando el cuarto en penumbras.

Me acosté a su lado, ella se arrodilló y acercó las tetas a mi boca para que las besara: “No las chupes porque vas a dejarle marcas, están muy sensibles hoy. Tan sensibles como yo caliente” contó mientras empezaba a masajearme sobre el bóxer.

Crucé los brazos sobre mi cabeza y dejé que ella llevara el mando, ayer me había dado resultado y por qué no repetirlo. Rápidamente se quitó la tanga quedando desnuda, fue recorriendo mi cuerpo con besos camino al bóxer y girando en la cama, hasta que llegó al elástico del mismo. Lo bajó hasta quitarlo, subió besando mis piernas y en un momento dado, se dedicó a besar la verga, con besos cortos recorriendo desde la base a la cabeza. Repitió la acción varias veces y finalmente cruzó una pierna por encima de mi, se dedicó a mamármela y me dejo la concha a disposición para retribuir la atención. El 69 que hicimos fue lento, delicado, intenso, profundo: ella hundiendo la verga hasta la base y yo mi lengua entre sus labios hasta penetrarla.

Entre chupada y chupada, pidió que acelerara y profundizara los lengüetazos, recorriéndola por completo. Se detuvo unos segundo y pidió cambiar para ubicarse abajo para que la verga le llegase más adentro. Tuvo dos o tres arcadas que me frenaron, y nos ubicamos de lado, para ahora así terminar con la faena. Me empapé de flujos y ella llenó su boca de leche. Lo que no pudo retener, lo desparramó por las tetas, frotándose.

Volvimos a acostarnos normalmente y ella a recargarse para descansar por unas horas. Mientras ella dormía, la observé detenidamente.

Reconozco que está rellenita, pero que bien le quedaban esos kilitos. Las tetas le resaltaban y así tumbada, caían levemente hacia el costado, las caderas eran anchas, con una almeja rosada bien notoria con vellos recortados prolijamente, pero me intrigaba verla culito en pompa. ¿Tendría alguna chance de disfrutarla en 4 patas, con los cachetes abiertos y la concha palpitante? Sería un buen espectáculo.

Cerca de las 9 de la noche, despertó sonriente. Me encontró en la cocina preparando algo de cenar, se acercó por detrás, me abrazó y depositó besos en mi espalda. Cuando giré para besarla, se negó. “Tengo restos de leche en la boca, y vos un olor a concha terrible. Nos bañamos y después cenamos, no me gusta mi olor en boca de otro”.

Sonreí, quité la comida del fuego y nos fuimos al baño. Bajo la ducha, nos lavamos mutuamente, nos acariciamos y comenzamos a calentarnos. “Tranquilo fiera, nos queda la noche y mañana en el telo, ya no somos adolescentes” dijo mientras se enjuagaba la concha y las tetas.

Cenamos, tomamos un trago en la cocina y desnudos, volvimos a la cama.

Ya acostados, llegó la hora de las confesiones.

“Ale, me faltaron ovarios para pedirte que te acostaras conmigo cuando era tu alumna, sabía que las chicas estaban planeando como llevarte a la cama, si hasta organizaron una competencia para ver quién era la primera. Éramos pendejas, imagínate que entre las cuatro comentábamos que haríamos con vos en una cama. Confírmame algo: ¿quién fue la primera? Lola seguramente. Es la más zafada” dijo mientras apuraba la segunda copa.

Alejo: los caballeros no tenemos memoria

Brenda: no te hagas el estrecho, te acostaste con las 4 ya, eso lo sabemos. ¿Fue Lola?

Alejo: ¿prometes silencio?

Brenda: obvio

Alejo: si fue Lola, el día siguiente a la cena de egresados en su casa. Después Claudia, el mismo día cuando me pidió que la acercase a la ciudad, con ella estuvimos juntos casi 3 meses.

Brenda: ¿las dos en un día? Aguante de juventud…

Alejo: ni tiempo de sacarme el olor de una me dio la otra.

Brenda: está clarísimo entonces, la que te deschavó fue Flavia. ¿Sabías que después fue amante del hijo de la Dire? Era 4 años más chico que ella.

Alejo: no lo sabía…

Brenda: ¿y a Flavia cuando te la comiste?

Alejo: hace poco, antes de la cena aniversario

Brenda, entonces te perdiste el momento más caliente de la vasca

Alejo: no te entiendo

Brenda: Vos diste el primer módulo de un curso para adultos, los otros dos módulos los dio Graciela. Durante el segundo la engancharon enfiestada con dos compañeros, los pescó la mujer de uno de ellos. Se fue del pueblo a estudiar a La Plata y los padres a vivir al campo. Un escándalo de aquellos.

Alejo: mírala vos a la vasca…

La charla siguió y la temperatura de los escándalos pueblerinos nos fueron contagiando, dejamos los vasos en la mesa de noche y nos prendimos a besos y caricias.

Brenda: vamos por uno más, pero solo uno, porque estoy muy caliente y te quiero con fuerzas para mañana. ¿qué te gustaría?

Alejo: ponete en 4, quiero verte culito levantado y abierto, comértela desde atrás y terminar cogiéndote.

Brenda: me parece justo, te prometí cumplir con lo que pidieras

Se acomodó en el centro de la cama, se afirmó en sus antebrazos, levantó el culo y fue abriendo las piernas para regalarme una imagen hermosa.

La conchita brillaba, los labios se fueron abriendo dejando ver el rosado del interior y allí arriba, como un tercer ojo el agujero del culo.

Me ubiqué detrás de ella, lentamente le pase la lengua de punta a punta de la raja, una, dos, tres veces. “mmm que lindo se siente ¿me das más?” murmuró y repetí el circuito pero fui algo más allá: concluí cada repasada con un contacto en el orto. “como me gusta eso, la lengua en el hoyito” gimió por primera vez. Hubo unos 10 minutos de repetir el accionar, deteniéndome cada vez más en aquel agujero. Habiendo notado que la almeja estaba absolutamente babosa de jugo, enfilé la verga y la fui metiendo lentamente, hasta llegar al máximo. Me detuve ahí, reteniendo la penetración y ella movió las caderas pidiendo más acción, le di el gusto y me lo di también yo, bombeando en su interior. Aceleró buscando acabar y decidí ayudarla metiendo un dedo en el culito ya mojado. Al sentir el dedo adentro, abrió tanto como pudo los cachetes para que siguiera taladrándolo.

Se tensó anunciando su orgasmo, apretó la verga con los músculos vaginales y con un espasmo la despidió, situación que aproveche para mandarla en el agujero del culo en solo dos movimientos. Cerró el esfínter anal y me aguantó dentro hasta sentir como la leche invadía los intestinos. Aflojó los brazos y se tendió en la cama, conmigo montado a su espalda.

Cuando se relajó un poco, me dejó salir y recostarme.

Brenda: te apuraste, el culo te lo iba a dar mañana en el telo

Alejo: me tentó demasiado

Brenda: no importa, ahora descansá que mañana lo vas a tener desde principio a fin.

Me dio un beso y se acomodó para dormir, se puso de lado y me abracé a ella, para descansar abrazados.

Sábado por la mañana, desperté solo en la cama, había manchas amarillentas en las sábanas. Sentí el agua corre en el baño y un insulto al aire. Me levanté y fui a ver que sucedía.

Alejo: Brenda, ¿estás bien?

Brenda: maldita menstruación, ¿justo hoy tenía que aparecer?

Hice silencio, los planes organizados se acababan de ir al diablo. Esperé que saliera del lugar, tenía el rostro triste. “Siempre fui muy regular, esto debía suceder el lunes o martes, no hoy” dijo con la voz casi quebrada.

“tranquila, son cosas que suceden” traté de calmarla. “No es así, tiempo planificando esto y se cae todo, no es justo” dijo encaminándose a la habitación. Buscó cosas en su mochila de mano, una tanga en el bolso de viaje, se colocó el Tampax y cubrió con un protector la base de la tanga. Se la calzó, buscó un jean, un brassier y se vistió rápidamente. Se la veía enojada, en esos momentos es mejor acompañar que pronunciar palabra.

Se acercó a la cama, retiró las sábanas y me pidió un juego limpio. Como si fuese un paliativo, acomodó la pieza, tomó sus cosas y las llevó a la cocina.

Mirándome enarboló una disculpa por lo sucedido: “No debió ser así, te pido mil disculpas”.

“Tranquila Brenda, ya habrá tiempo” dije tratando de consolarla y restarle importancia a lo sucedido. “¿Me llevás a la terminal? Quiero irme, estoy incómoda” pidió.

No quería que todo se complicase más. Me vestí, tomé las llaves de auto y antes de sacarlo del garaje, me aproxime y le comí la boca a besos, tratando de mantener el deseo. Respondió a los besos y repitió su pedido: “quiero irme, hubiera querido pasar esas horas juntos, pero así no puedo, me siento mal. Llevame por favor”

Subimos al auto, recorrimos el camino a la terminal, la acompañé hasta que abordó el micro. Antes de subir, se comprometió a volver y completar aquello que habíamos iniciado.

Vi como el micro partía, me subí al auto y minutos después me llegó un mensaje. “Voy a volver para ir al Sunset, todo un día, yo invito. Gracias por todo. Brenda”.

 

Espero sus comentarios, y más que nada tu opinión.

Saludos,

Alejo Sallago – alejo_sallago@yahoo.com.ar