Bárbara y el hombre del bosque

6:30AM:

Sábado muy temprano y la alarma del teléfono comenzó a sonar, como cada día en la ajetreada vida de Bárbara, la diferencia era que hoy de manera oficial iniciaban sus vacaciones, un merecido descanso luego de 1 año entero de trabajo, estrés y descanso casi nulo. Cualquiera hubiese querido dormir hasta tarde, pero ella estaba tan acostumbrada a levantarse temprano que ya no lo podía evitar, así comenzó su rutina, acomodando su cama, abriendo las cortinas para ver cómo los primero rayos del sol se colaban dentro de su habitación y alcanzaban su piel la cual poco a poco se iba mostrando al completo mientras barbará se quitaba su pijama; aquella piel de tez clara, era suave, hermosa, la adornaban algunos lunares, que hacían contraste con su blancura, su cabello largo castaño claro bajaba por su espalda, su senos, pequeños, redondos, de pezones suaves y muy sensibles con un color rosa que solo demostraba la perfecta armonía que había en cada matiz de su piel.

Solo quedaba su pequeña tanga de encaje blanco, la cual bajo para luego sacara uno a uno sus pies y dejarla en el cesto de la ropa sucia. Las gotas de agua rodaban por su piel, mientras con una esponja con jabón frotaba cada parte de su cuerpo, aquella sensación del roce de la esponja siempre le había gustado, le causaba un gustito cuando la pasaba por sus senos y al acercarse a su entrepierna, no pudo evitar soltar una pequeña risa luego de sentir esa sensación placentera del roce con su clítoris… Tanto trabajo y ocupaciones la habían consumido al punto que llevaba casi un mes sin intimidad alguna y esto sumado al hecho de que sus días fértiles estaban comenzando hacía que estuviese más sensible y caliente de lo habitual… El café caliente la esperaba en la cocina mientras terminaba de escoger su ropa, un conjunto deportivo color negro, debajo usaría un brassier deportivo azul y una tanguita de algodón a juego con este, sus zapatillas para correr.

Llaves, Smartphone, una botella con agua y salió rumbo a su destino, hoy no iría al gimnasio habitual, quería aire fresco así que condujo su coche a un descampado a las afueras de la ciudad, un lugar hermosa, rodeado de árboles y una zona boscosa donde decidió que haría su recorrido, al llegar a lugar bajo de su coche tomó su botella de agua y decidió dejar su Smartphone ya que no quería molestias mientras corría; ya casi llevaba media hora trotando concentrada e inmersa en sus pensamiento que no se fijó en el pequeño desnivel y la siguiente rama, la cual la hizo tropezar, y caer de manera algo aparatosa en una pequeña cuneta… un audífono sonaba mientras flotaba en el lodo, Barbará estaba algo desorientada, la caída aunque no fue de un lugar muy alto si le había sorprendido y asustado, su pantalón deportivo tipo leggins estaba un poco rasgado en uno de sus muslos, tenía algo de dolor, pero eso no la detuvo, sin embargo al intentar levantarse y apoya su tobillo, sintió un fuerte dolor el cual la hizo soltar un pequeño grito y consecuente sollozo, mientras llevaba una mano a la zona, pudo notar que ya estaba bastante inflamado, sin duda un esguince. En ese momento Bárbara sintió algo de miedo ya que definitivamente no podía caminar, aparte había dejado su teléfono en su coche y llevaba rato corriendo así que no estaba cerca de una zona donde pudiese pedir ayuda, para su mala suerte, se escuchaba los truenos producto de una tormenta que se acercaba a donde estaba, ya algo desesperada no le quedo de otra que gritar pidiendo ayuda, gritó una, dos y tres veces, pero no vea señales de que alguien la hubiese escuchado, mientras las primeras gotas de agua fría caían sobre su piel levantó la mirada hacia el lugar donde había tropezado y ahí estaba…

El hombre del bosque:

Eduardo a sus casi 40 años había decidido irse a vivir a una cabaña que tenía a las afueras de la ciudad, luego de la muerte de su esposa hacía dos años, era un hombre alto, rondando casi el metro noventa de estatura, era fuerte, pues desde joven había entrenado, y ahora en su vida ermitaña no había dejado de hacerlo, aparte que las labores de campo, como el cortar leña, trabajar la tierra y la cacería lo hacían mantenerse en forma; su barba dejaba notar que ya era un hombre maduro, su mirada era profunda, su cabello negro y aquel tatuaje conmemorativo en su brazo izquierdo, le conferían una imagen y un aura algo intimidante.

Como cada mañana, se colocó un jean tejano una camiseta y una camisa de cuadros, sus botas de cacería y comenzó su andar al bosque, para atrapar algo para el almuerzo, ya fuese una presa un pez del río que quedaba rodeando la montaña; había encontrado las huellas de un pequeño animal así que decidió rastrearlo, mientras a cierta distancia oía los truenos (se acercaba una tormenta), los cuales no lo desanimaban ni lo hacían perder la calma, pues era habitual en aquella zona montañosa recibir la visita inesperada de tormentas. Sin embargo lo que sí lo hizo ponerse alerta fue aquel llamado de auxilio que escucho a la distancia; ya que en casi dos años viviendo en aquel lugar rara vez se había topado con otras personas.

Guiado por el sonido del primer llamado de auxilio, luego de un segundo grito, Eduardo camino por un sendero, mientras la lluvia comenzaba a caer, se acercaba a el lugar donde aquella voz solicitaba ayuda mientras que un tercer grito, le hizo identificar el lugar de donde venia el sonido, alcanzó un pequeño barranco que no tenía más de 2 metro de pendiente y ahí estaba, ahí en el suelo yacía aquella chica con rostro desesperado y alguna lágrima en sus ojos, Eduardo la observaba con mirada profunda y penetrante, mientras ella con una mirada de corderito dijo:…

Bárbara: Hola… por favor… es que no vi… y no puedo caminar…

Las lágrimas brotaban de sus ojo y se confundían con la lluvia que ya caía de forma continua, mientras que Eduardo se acercaba a ella sin apartar ni un segundo la mirada de sus ojos.

Eduardo: tranquila, que te ha pasado, ¿te encuentras bien?

Aquella voz grave resonó en aquel bosque y también en Barbará que extrañamente se sintió algo intimidada al escuchar la voz de aquel hombre, sin embargo alcanzó a responder:

Bárbara: estaba trotando y no me fije del desnivel, lo siguiente fue caer aquí y no puedo levantarme, mi tobillo me duele mucho.

Eduardo: deja lo reviso a ver como esta.

El hombre se agacho, mientras con sus manos tomo el tobillo de aquella chica y observaba la zona de la dolencia; Barbará no puedo evitar sentir la diferencia entre las texturas de su piel suave y aquella mano un tanto rugosa, el hombre la miró y dijo:

Eduardo: Me llamo Eduardo, voy a ayudarte, pero con esta lluvia poco podemos hacer, vamos a intentar ver si ya puedes afincar.

Bárbara asintió y se sintió sumamente sorprendida al ver cómo aquel hombre la alzo en brazos, como si ella apenas pesara para él, la ayudó a ponerse de pie, pero al instante esta perdió el equilibrio a causa del dolor que le causo afincar su pie, Eduardo la tomo por la cintura y sin decir nada, nuevamente la alzo en sus brazos, a todo esto Barbará que aun estaba asustada, se sentía un poco rara en brazos de este hombre; la lluvia aumentaba en intensidad y Eduardo sin mediar palabras comenzó a caminar cargando a la chica, ella no decía nada mientras Eduardo, tomaba un camino diferente al del sendero por el cual Bárbara había estado trotando, esto hizo que una sensación de miedo comenzara a brotar desde lo más profundo de su ser y con su voz temblorosa dijo:

Bárbara: ¿Señor, a dónde me lleva? Si quiere déjeme aquí y yo voy al descampado donde esta mi coche, no se preocupe…

Eduardo: Mi cabaña esta cerca, con esta lluvia lo más seguro es que el camino este bloqueado, ya casi llegamos.

Bárbara solo escucho “mi cabaña”, aquella voz para ella era tan potente como los mismo truenos que escuchaba en la distancia, se sintió intimidada y a su vez no pudo decir más nada, aquella voz la hizo sentirse dominada, como si no pudiera responder le o llevarle la contraria, nunca había sentido algo como eso, nunca la había intimidado una persona con solo hablarle y lo único que hizo fue bajar su mirada y dejarse llevar por aquel hombre del bosque. Luego de cinco minutos caminando bajo la lluvia, Barbará pudo observar un poco más adelante como entre los arboles aparecía un pequeño claro y en el medio una cabaña con un pequeño cobertizo y a su lado una camioneta, al llegar Eduardo aun con ella en sus brazos abrió la puerta y la llevó directamente a el cuarto de baño, donde la ayudó a sentarse y le dijo, que debía asearse, pues con todo el lodo y la lluvia terminaría enfermándose, le alcanzó una de las toallas y le dijo cómo activar el agua caliente y luego la dejo sola.

En aquel baño la chica, luchaba para quitarse su pantalón deportivo, ya que al no poder afincar bien su pies y al este ser ajustado, le costaba un poco moverse, sin embargo lo logro y poniéndose de pie sobre su pierna sana, logro entrar a la ducho, coloco el agua caliente y se aseo.

Situación surreal:

En la cocina de aquella cabaña Eduardo preparaba una bebida caliente mientras pensaba en aquella chica y en lo que estaba pasando, como se dijo antes, llevaba mucho tiempo sin relacionarse con otras personas, y por cosa del destino o de una jugarreta de la vida ahora tenía a una chica joven y hermosa en su cabaña, aunque claramente no bajo las circunstancias mas normales, pues esta había sufrido un accidente y él como solución rápida pensó que llevándola a su casa podría ayudarla, sin embargo mientras la tomo en sus brazos para llevarla al refugio no pudo evitar admirar su cuerpo, su piel blanca y suave, y aunque ninguno dijo nada en el camino, el la había tomado de manera tal que una de sus nalgas habían quedado prácticamente en una de sus manos, lo cual le hizo saber que aquella chica se ejercitaba bastante pues su glúteo se sentía firme pero terso a la vez. Eduardo estaba inmerso en aquellos pensamientos cuando de repente un golpe y un quejido lo hicieron salir de su trance, si dudar fue rápidamente al baño, abrió la puerta y ahí estaba Barbará en el piso desnuda y mirándolo sorprendida con los ojos muy abiertos.

Una ducha surreal:

El reloj de su muñeca marcaba las 9:30am, mientras por segunda vez aquella mañana el agua corría por su cuerpo mientras se asea, sin embargo esta vez era en medio de el bosque en el baño de un completo desconocido mientras apenas y podía mantener el equilibrio en un solo pie, pues su tobillo lastimado le dolía cada vez más, como pudo se secó con aquella toalla y dando pequeños saltitos fuera de la ducha intentó acercarse a su ropa húmeda para vestirse nuevamente, sin embargo la combinación del piso de porcelanato más su pie húmedo fueron la peor combinación y una vez más una caída, acompañada del quejido por el dolor que le causó rozar su tobillo lastimado con alguna superficie que no pudo adivinar que fue, mientras una vez mas estaba en el suelo, sin embargo esta vez totalmente desnuda e intentando ponerse de pie la puerta se abrió de golpe y sus ojos se abrieron como platos, ahí estaba aquel hombre; Eduardo la miraba fijamente y ella sorprendida, apenada y sintiendo como su rostro se calentaba por el rubor de la pena solo alcanzó a decir:

Bárbara: Noooo… fueraaaa… no me veaaa

Eduardo: pero que desastre, ¿Porque no me llamaste?

Bárbara: Nooo señor, salgase por favor, no me mire.

Eduardo: ¡¡¡SILENCIO!!!

Aquella palabra paralizó a la pobre Barraba que no se imaginó que aquel hombre iba a hablarle de aquella manera y nuevamente sin mediar palabras la tomó en sus brazos, tomó la toalla del piso y la llevó a la sala donde la coloco en un mueble grande y le dio la toalla mientras este se iba nuevamente al baño donde tomo la ropa de la chica y la llevó a la lavadora. Bárbara en el mueble vio como Eduardo se alejaba a la vez que ella muerta de pena, pero con un extraño sentimiento en su interior por aquella orden de silencio que le dio este en el baño prosiguió a acomodarse y colocarse la toalla para cubrir su cuerpo desnudo mientras pensaba…

Bárbara: Mierda, este tipo me acaba de ver desnuda, que carajos está pasando aquí, y porque me hablo de esa manera y yo no dije nada, que está pasando…

Metida en sus pensamientos estaba cuando vio escuchó que Eduardo regresaba, levanto su mirada, pero este sin siquiera prestarle atención se dirigió a la cocina, tomó un poco de aquel té que había estado preparando, lo puso en un taza y se lo llevó a la chica. Luego nuevamente desapareció en el pasillo entrando a una habitación y al regresar traía en su mano una crema y una venda, la miró fijamente y sentándose en la mesa de centro le dijo:

Eduardo: voy a colocarte una crema relajante para que baje tu dolor.

Así mismo con una mano le entre una gragea de ibuprofeno, para ayudarle a mitigar el dolor y sin pedirle permiso, tomo su pie u lo puso sobre una de sus piernas, mientras de forma suave y con mucho cuidado procedió a colocar aquel ungüento el cual al Bárbara sentir el contacto frio no pudo evitar dar un pequeño brinquito.

Bárbara: Perdón, es que se está fría

Eduardo no dijo nada, solo se dedicó a esparcir la crema y dar un pequeño masaje a la chica, este no pudo evitar admirar su piel suave, la cual en su mente pensaba que era perfecta, aquella chica era muy hermosa, sus ojos marrones tenían un brillo especial a contraluz y su rostro angelical era cautivante, incluso la pequeña cicatriz en su ceja a Eduardo le parecía que la hacía aún más perfecta, pues si algo tenia Eduardo es que era alguien sumamente observador, detallista y analítico; mientras tanto Barbará sentía como las manos de aquel hombre masajeaban su tobillo maltrecho y sin embargo ahora era que se percataba de que este ya no tenía la ropa de cuando la rescato en el bosque, ahora llevaba un pantalón deportivo y una camiseta la cual dejaba ver sus brazos gruesos y fuerte (ahora entendía cómo la había podido alzar todas esas veces con tanta facilidad) los tatuajes que cubrían su brazo izquierdo y prestando más atención a sus rasgos físicos vio que estaba ante un hombre maduro que de seguro rondaba los cuarenta años, aunque no tenía el físico de alguien que entrenara todos los días en un gimnasio era evidente que se mantenía en forma, seguramente por aquella vida rural pensó Bárbara

Eduardo: Tu ropa está rota, la metí a lavar y secar, igualmente te servirá para luego, también te lastimaste un poco en el muslo, te pondré crema ahí también.

Aquellas palabras sacaron a Barbará de sus pensamientos, mientras vio como las manos de aquel hombre iban más arriba en su pierna y alcanzaban su muslo, justo cuando iba a negarse a aquello una vez más la sensación de la crema fría la hizo reaccionar, y con esto se trago sus palabras mientras las manos grande de Eduardo frotaban crema en su muslo y una de estas de manera peligro se frotaba por la parte interna de este, Barbará no daba crédito a lo que estaba pasando ya que si iba a colocarle crema solo debía hacerlo por la parte externa donde tenía un pequeño moretón, sin embargo aquel hombre frotaba su muslo con ambas manos, una mano la zona del moretón y la otra la parte interna de su muslo y poco a poco subía y se internaba más, mientras Bárbara de forma expectante miraba como aquella mano en traba un poco bajo la toalla que era su única prenda.

Bárbara se encontraba con su boquita un tanto abierta mientras observaba y sentía como aquel hombre acariciaba su pierna cada vez más cerca de su zona más íntima, su mente era un total desorden quería hablar, quería decirle que parara, que aquello no estaba bien y sin embargo las palabras no salían de su boca, la cual estaba reseca, subió su mirada y se encontró aquellos ojos negros profundos y dominante, esto la asustó un poco y al mismo tiempo fue el detonante para sentir como una pequeña ola de calor surgía desde lo más profundo, en parte por estar tanto tiempo sin relacionarse con alguien, en parte por aquel sentimiento de vulnerabilidad y en cierto modo dominio que sentía por parte de aquella mirada.

Eduardo había comenzado a masajear el tobillo de la chica y luego su muslo, pero el contacto con aquella piel tan suave y tersa estaba haciendo que perdiera el control, apenas y había cruzado palabras con Barbará desde que todo esto comenzó, pero de forma automática su mando derecha estaba cada vez internándose más y más entre los muslo de ella, quien no confería palabra alguna, él la miraba fijamente y en el momento en que sus miradas se cruzaron algo despertó en Eduardo, aquella mirada era de sorpresa, pero también de sumisión, no había reproche en ella, por el contrario solo expectación y asombro. La mano siguió su camino en busca de la zona más íntima de ella, ya sin miramiento, cuando estaba a escasos centímetro pudo notar como aquella zona emanada un calidez que en circunstancias normales no haría y ya sin nada que lo detuviera uno de sus dedos rozo el contorno de aquel tesoro, ya un pequeño atisbo de humedad se notaba y aquel suspiro ahogado confirmó que Bárbara estaba excitada.

Los dedos ya rozaban de manera sutil la intimidad de Barbará, mientras esta con sus ojos cerrados y labios entreabiertos estaba sumergida en aquellas sensaciones, sin embargo un pequeño atisbo de lucidez fue suficiente para que abriera sus ojos y de sus labios saliera un reclamo, mientras que sus manos de forma rápida alejaban la mano de Eduardo de su intimidad

Bárbara: ¿Pero que está haciendo?, que le pasa suélteme…

Bárbara: ¿que se cree que soy? ABUSADOR.

Aquella palabra en aquel tono tan fuerte, nuevamente detonó algo en Eduardo, hizo salir una parte de él que tenía años sin mostrarse, pues la única que la conocía era su esposa y sin dudarlo llevó su mano izquierda al cuello de Barbará y con su voz de trueno dijo:

Eduardo: ¡¡¡SILENCIO!!! Silencio putita, aquí en mi casa mando yo y tú obedeces.

La violencia de aquellas palabras más la mano en su cuello hizo que Bárbara se paralizara y estremeciera, mientras que la mano derecha de Eduardo prosiguió a arrancar la toalla que cubría el cuerpo de la joven, para luego una vez más ir a su entrepierna y esta vez ya acariciarla sin ningún impedimento, Barbará solo abrió sus muslos y sintió nuevamente aquel deseo de obediencia y sumisión, la mano en su cuello en ningún momento la lastimo, sin embargo hacia la presión justa para hacerla sentir dominada y vulnerable, aun así una vez más hablo:

Bárbara: Por favor señor, no me haga nada, le juro que yo no diré nada a nadie, pero por favor no me viole

Eduardo: ¿Violarte? Pero si estas toda mojada y caliente, se nota que te está gustando lo que te estoy haciendo, eres una putita caliente y estas deseando verga como nunca, se nota que hace mucho nadie te hace gozar como mereces.

Todo esto lo decía mientras sus dos dedos medio ya entraban en la conchita de Barbará y su pulgar se frotaba en su clítoris húmedo.

Bárbara: Noooo , no siga por.. Por… favoooor, esto no está bien. Y no me diga así, yo no soy ninguna cualquiera.

Eduardo: ¿Que no te diga cómo? ¿Putita? Si se nota que eso te calienta más, mira cómo estás moviendo tus caderitas mientras te penetro con mis dedos y con tu boquita te niegas.

Bárbara: aaaahhh, aahhh, nooo!!! No haga eso, yo no soy ninguna puuuutitaaaa.

Eduardo sacó los dedos de aquella conchita húmeda y caliente, los llevó a su boca mientras su mirada seguía fija en la de Bárbara y esta con su respiración agitada mira cómo aquel hombre maduro, probaba el néctar de su intimidad; Acto seguido Eduardo se agacho en medio de las piernas de las chica y si dejar de mirarla acercó su rostro a aquella vagina húmeda.

Eduardo: Definitivamente toda tu eres perfecta, tu piel es una delicia al tacto y el sabor de tu intimidad es embriagante.

Acercó su rostro aun más y con la punta de la lengua recorrió los labios vaginales desde la parte más baja hasta encontrarse con aquel clítoris hinchado y deseoso. Lo cual fue suficiente para que Bárbara explotara en un rico orgasmo, esto hizo que Eduardo intensificara su ataque lingüístico sobre la chica y esta se abandonara a las sensaciones que producía aquel orgasmo y dejara salir sus gemido ya de forma abierta, sin pena, mientras aquel hombre le hacía sexo oral y ella solo gozaba, se sentía dominada, se sentía sumisa, dispuesta a hacer todo lo que aquel hombre le demandara, mientras que la hiciera disfrutar de esta manera. Eduardo acompañó sus lamidas en el clítoris mientras nuevamente dos dedos comenzaban el mete y saca en la intimidad de la chica, quien de forma voluntaria llevo una mano a la cabeza de Eduardo para animarlo a seguir, mientras la otra mano acariciaba sus pezones, aquellos que eran sumamente sensibles, Bárbara disfrutaba y aquella lengua degustaba su conchita húmeda.

Bárbara:  aaaahh, siiii, asiii, que rico, no paaaareees

Y así una vez más Bárbara exploto en un orgasmo ya que el que le hicieran sexo oral era una de las cosas que más le gustaban y Eduardo se lo estaba haciendo de manera magistral fruto de su experiencia; luego de degustar todo el fluido de la chica Eduardo lentamente se puso de pie y bajo su pantalón, Bárbara quedó sorprendida al ver aquel miembro, aunque su largo era normal unos 17cm, su grosor si era bastante considerable, ella no había visto un miembro con ese grosor antes, sin embargo se sorprendió mordiéndose el labio inferior. Eduardo la tomo por debajo de las piernas, la acomodo en el mueble y con una mano tomo su miembro duro como el acero y caliente a más no poder para comenzar a frotar y tallar la parte externa de aquella conchita que anhelaba ser penetrada; fueron unos segundo de esto hasta que con un movimiento suave. La punta de aquella verga se posicionaba en la entrada de aquella estrecha y caliente conchita para de manera suave pero firme comenzar a penetrarla, lo que causo una exhalación por parte de Bárbara mientras aquel grueso miembro iba abriéndose paso en su interior.

Eduardo: Buuufff, pero que apretadita y caliente estas putita, me encanta como aprietas, ahora si vas a gozar, aaahhh

Bárbara: Mmmm aaahhh, me estas… me estas.. Partiendo… no la saques… siiigueee

La verga alcanzó la zona más profunda de Bárbara y el placer que le causo la hizo soltar un gemido aguda, mientras poco a poco aumentaba la velocidad de las penetraciones, ambos ya estaban entregados al placer, si miraban fijamente mientras su jadeos y gemidos eran el único ruido que competía con el sonido de la lluvia. Eduardo nuevamente lleve una mano al cuello de Bárbara y la otra a su cintura, mientras sacaba su verga casi por completo y la penetraba con estocadas secas y firmes, cada empuje era acompañado por un gemido de la chica, que además al sentir aquella mano sujetándola por el cuello, estaba totalmente entregada, tanto así que en el momento que sintió como aquel grueso miembro comenzaba a disparar chorros calientes de semen en su interior no pudo evitar correrse por tercera vez en aquel mueble, mientras aquel hombre seguía penetrándola haciendo que su orgasmo fuese mas largo y placentero.

Eduardo al ver que la chica está jadeando y con sus ojos entrecerrados, fue sacando su miembro poco a poco mientras observaba como su semilla brotaba de aquella pequeña vagina para luego decir:

Eduardo: Ha estado increíble, hacía más de dos años que no me corría de esta manera, sin embargo es hora de que como buena putita obediente, limpies mi verga.

Esto lo decía mientras veía a Bárbara recostada en el mueble y ella a su vez lo miraba con sus ojos entrecerrados recuperando la respiración. Aunque ella disfrutaba mucho cuando recibía sexo oral, no estaba muy acostumbrada a hacerlo ella, pero al escuchar aquella voz que la tenía dominada, no dudo ni un segundo en acomodarse en el mueble mientras aquel miembro grueso, que para su sorpresa no había perdido tamaño está justo frente a su rostro, su manita delicada fue hasta la base del mismo y lo tomo apretándolo un poco. Le fascinó ver como estaba bañado en sus propios jugos vaginales y a la vez lo sentía caliente al tacto, esto la animo más a llevarlo a su boquita sin problemas y comenzar un mamada como nunca la había hecho en su vida. Lamia el glande, pasaba su lengua por todo el tronco, con su mano libre acariciaba los testículos, mientras miraba hacia arriba y encontraba aquellos ojos negro, profundos que la habían dominado y ante los cuales no se podía negar a nada, mucho menos cuando Eduardo llevo una mano a su cabeza y comenzó a follar su boquita, causándole algunas arcadas, sin embargo Bárbara resistió estoica y sin dejar de mirar a su hombre, a su macho, pues así lo sentía en aquel momento cuando nuevos chorros de semen eran depositados esta vez en su boquita.

Una vez dejo de sentir aquello espasmos en la verga, Bárbara se dedicó de forma sumisa a tomar todo aquel semen y a limpiar aquella verga con su boquita y su lengua hasta dejarla totalmente limpia y viendo como ahora si su tamaña disminuía mientras Eduardo se tiraba a su lado ya más relajado, mientras una vez más sus miradas se encontraron y sin decir una sola palabra se acercaron y fundieron en un beso largo y profundo, para luego Bárbara ya muy cansada quedarse dormida a su lado.

Un nuevo despertar:

El sonido de la lluvia golpeando el cristal de la ventana era lo único que se escuchaba en aquel lugar, mientras los ojos de Bárbara se abrían lentamente y ella se estiraba un poco para desperezarse miró su reloj eran casi las 2 de la tarde, justo en ese momento cayó en cuenta que esa no era su cama, esa no era su casa, estaba en la cabaña, aquello no había sido un sueño, miro su tobillo y estaba vendado, le dolía pero se sentía tranquila, se sentía plena, aquel hombre maduro había “abusado” y la había hecho correrse 3 veces de puro placer. Tan absorta estaba en sus pensamiento que apenas y noto como Eduardo entraba a la habitación con una bandeja con comida la cual puso en una pequeña mesa y la observo, este solo tenia puesto un short y se acercó a ella, la tomo de la barbilla y la beso; Bárbara no solo no se negó al beso, sino que lo correspondió, mientras Eduardo con una mano comenzó a acariciar sus senos, para luego pasar a besar el cuello de ella y finalmente bajar a sus senos, lamerlos, morderlos suavemente, chuparlos y demás. Bárbara se dejaba hacer y solo disfrutaba, aquel hombre la intimidaba, pero al mismo tiempo se sentía suya y eso la calentaba aun mas rápido.

Eduardo la ayudo a acomodarse. La coloco en cuatro, Bárbara esperaba ser penetrada nuevamente, lo que no esperaba era sentir como en esa posición Eduardo hundía su rostro entre sus nalgas y comenzaba a lamer su vagina desde atrás, las vista para Eduardo era magnífica, aquel culito blanco, de nalgas redondas y firmes, la manoseaba y lamía cada rincón de la chica, mientras ella solo gemía y apretaba las sabanas mientras escondía su rostro en una almohada para ocultar sus gemidos; aquel hombre nuevamente le estaba haciendo sexo oral y a ella le encantaba sentir como esa lengua rasposa se internaba en su ser e incluso se atrevía a subir un poco y lamer su entrada posterior. Eduardo mordía sus nalgas, acariciaba sus piernas, lamia su clítoris y hacia movimientos de penetración colocando su lengua firme, Bárbara está a punto de correrse cuando Eduardo se aparto.

Eduardo: Aún no vas a correrte putita, esta vez lo haremos juntos.

Eduardo subió a la cama, Bárbara no abandonaba su posición, este se puso frente a ella y liberó su pene ya con media erección, Bárbara entendió lo que él deseaba y de una vez comenzó a lamer aquella verga, acomodo su posición y ahora sí podía metérsela a la boca, le gustaba lo gruesa que era, pues apenas y cabía en su boquita, adentro su lengua traviesa hacia movimientos circulares, mientras notaba como iba ganando tamaño, con una mano la tomó desde la base y con su lengua la lamía completamente para luego introducirla de nuevo en su boquita, estuvo mamado unos minutos, mientras su manita libre jugaba con su conchita, estaba muy mojada y miraba a Eduardo con ojitos suplicantes hasta que no aguantó y dijo:

Bárbara: Señor, cójame, métame su verga, estoy muy caliente ya.

Eduardo sonrió y le dijo:

Eduardo: Todo a su tiempo putita, hay que disfrutar al máximo.

Acostando a lo largo le indico que pusiera su culito sobre su cara, ella entendió de una vez que el quería lamer de nuevo su conchita mientras ella seguía mamando su verga, así comenzaron un 69 que ambos estaban disfrutando al máximo, ella gemía con cada lamida que él propinaba a su clítoris, el bufaba cada vez que ella intentaba meter más profundamente su verga en su boquita. En este punto las palabras casi que sobraban, Eduardo solo hablo para decirle que se pusiera en cuatro de nuevo, mientras este se acomodaba para penetrarla, antes de esto con sus manos manoseo aquel par de nalgas y no pudo resistir dar un par de nalgadas, que robaron un par de gemidos de la chica, esta vez la penetro  con más fuerza, pues ella está muy lubricada y caliente, aquella estocada le encanto a Bárbara quien automáticamente comenzó a mover sus cadera de forma circular mientras Eduardo comenzaba a penetrarla más rápido y por momento dejaba caer nalgadas sobre la chica, pues le encantaba como gemía cuando hacia esto aparte de que aquella piel blanca hiciera visible la marca de su mano al ser impactada.

Eduardo: Putita, eres una diosa, toda tu me encantas.

Bárbara: Siii… Dame duro, no pares, follate a tu putita, que riiicooo.

Eduardo: te voy a dar verga hasta que te desmayes, se ve que hacía tiempo no te cogían como mereces.

Eduardo siguió así por casi 10 minutos, saco su verga, nuevamente se acostó y le dijo:

Eduardo: Ahora te toca cabalgarme como toda un putita jajaja

Bárbara al escuchar esas palabras no pudo evitar sonreír a la vez que se acomodaba sobre su hombre y con una mano guiaba su verga para ser penetrada y comenzar a cabalgar rápido, al ritmo de sus jadeos constantes, Eduardo la tomaba por la cintura y la guiaba, aquella chica joven le encantaba, era muy caliente y lo que más le gustaba era su obediencia. Unos minutos en esa posición Eduardo con una mano acariciaba y pellizcaba los senos de Bárbara hasta que ambos se corrieron.

Eduardo: aaaaarrrggg, toma putita, tomaaaaaa

Bárbara: AAAAAAHHHH, SSSIIIII…. Que rico… AAAHHH

Esta vez fue ella la que acercó su boquita y se fundieron en un beso suave, lento pero muy apasionado, mientras el acariciaba su espalda; Estuvieron así varios minutos hasta que él dijo que debía comer, para luego llevarla a donde había dejado su coche… un par de horas mas tardes Bárbara iba en el asiento de copiloto de aquella camioneta, miraba por momentos a Eduardo, llegaron al descampado, donde Eduardo busco las cosas de Bárbara, su teléfono tenía mucho mensajes y llamadas, los cuales contestó de forma rápida y escueta, mientras esperaban una grúa que llevara el coche de Bárbara de vuelta a la ciudad, conversaron un poco, se conocieron mejor, y aprovecharon para compartir algunos besos y caricias más.

La grúa llego, el viaje a la ciudad fue tranquilo, el coche de Bárbara fue dejado en su casa, mientras Eduardo la llevaba a una clínica para que revisaran su tobillo, luego de esto, la llevó a su casa, la cargo hasta dejarla en el interior, aun cuando Bárbara le había dicho que podía caminar con las muletas. En su cama ella sentada, recibió un último beso y vio como Eduardo se marchaba, por su cabeza pasaron miles de pensamientos entre ellos que no había intercambiado número con Eduardo, y no sabía cómo llegar a su cabaña, pero el cansancio de aquel día hizo efecto y lentamente se durmió.

Así pasaron 3 meses, ella volvió al descampado 1 vez, pero no pudo encontrar la cabaña, nunca más supo de Eduardo, había salido con un chico, pero en su mente seguía aquel hombre, su trabajo y rutina diaria la hacían distraerse por ratos, pero lo vivido en aquella cabaña no lo olvidaría, cada caricia, cada sensación, cada gemido y cada palabra en forma de orden que le dijo Eduardo.

La noche te trae sorpresas:

Viernes por la noche, Bárbara regresa a su casa luego de una largo día de trabajo y rutina común, sus amigos la invitaron a salir un rato, pero se negó alegando que al día siguiente tenía muchas cosas por hacer. Bajo de su coche y se encontraba justo frente a su puerta cuando una voz como un trueno se escuchó detrás de ella.

Hola Putita…