Capítulo 2

CAPÍTULO DOS

ÁNGELES  LOS SENTIDOS

CHARLINES

Estaba nerviosa por cómo sería encontrarse con su vecino después de lo ocurrido el día anterior. Al salir lo vio esperándola. Como no quería volver a sentir la mirada de decepción de Pablo se había puesto el pantalón viejo que, aunque le quedaba pequeño no era diminuto y él se lo supo agradecer mirándola con descaro entre las piernas.

–  Buenos días, joven.

–  Buenos días, ¿Qué tal está? – se quedó contenta de ver la cara de alegría de él y sentir que todo era como si nada hubiera pasado.

–  Bien, gracias. ¿Y tú qué tal estás?

–  Muy bien.

–  Gracias por traer ese pantalón. Es el que más me gusta.

– ¿Y el diminuto no le gusta?

–  Ese me gusta muchísimo, pero tenías razón y solo lo podré ver cuando vengas a casa a ponértelo, es demasiado escaso y podría levantar suspicacias

–  Si, ese solo puedo ponérmelo en su casa. –¿estaban dando por sentado que volvería a suceder aquello?

Los dos sonrieron para sí mismos al darse cuenta de que ambos habían disfrutado de lo vivido. Caminaron un rato en silencio. Él pensando en el cuerpo desnudo de ella y ella pensando que era extraño caminar como si tal cosa al lado del hombre que la había visto desnuda y masturbándose.

– ¿Para una mujer cuál crees que puede ser el sentido más importante en una relación sexual?

–  Uy no se – le encantaba que aquel hombre le hiciera cuestionarse cosas que la hicieran pensar – Supongo que el tacto, el gusto quizás. ¡¡Me hace preguntas muy complicadas eh!! – Se quedó pensativa recordando lo mucho que le había excitado el oler el pene de su marido – Aunque el olor creo que también. – en ese momento recordó que con el sentido de la vista había vivido la experiencia más intensa de su vida – Y la vista… ya vio lo que me pasó con ese sentido.

– Todos son importantes Ángeles, solo hay que saber estimularlos de manera adecuada.

– Creo que tiene razón, lo malo es saber o poder hacerlo. Cada persona es un mundo.

– Si me hubieses preguntado esto hace dos días, para mí en particular te diría el olor o el sabor.

– ¿Y hoy? – cada vez sentía más interés en lo que estaban hablando. – ¿Hoy piensa diferente a hace dos días?

–  Te he prometido siempre ser sincero y la respuesta es sí. Nunca consideré el tacto como uno de los principales hasta ayer.

– ¿Y qué ha cambiado de hoy a hace dos días?

– Lo sucedido en mi casa ayer. Tu cuerpo ha hecho que mis prioridades sensitivas hayan cambiado y te aseguro que es algo que no esperaba.

– Me gustaría que me lo explicara. ¿Quiere?

Por supuesto joven. Una de las cosas primordiales en un estudio sobre la mente es poder intercambiar impresiones. En otro momento que estemos tranquilos te lo explicaré con mucho gusto.

Estaban llegando a la mitad de camino, unos metros más adelante fue donde el día anterior habían decidido dar vuelta y regresar. Ángeles no podía aguantar con su curiosidad.

– ¿Volvemos?

– Volvamos, ahora es nuestro tiempo.

No fue necesario decirse nada, durante el camino de regreso, los dos sabían que al igual que el día anterior, aquella caminata terminaría en casa de Pablo. Por momentos él le hablaba de cosas banales para que ella estuviese tranquila y ella se lo agradecía porque se sentía nerviosa sin saber que iba a suceder, Ángeles solo sentía ganas de traspasar la puerta de su vecino.

Llegaron al poco rato y ella miró interrogante a Pablo como preguntándole que tenía que hacer. No sabía si tenía que pasar por casa a buscar su diminuto pantalón o ese hombre quería que pasara directamente.

– ¿Qué quiere que haga? ¿Voy a casa a por el pantalón de ayer o prefiere que entre así?

–  Son tus sensaciones, la que dirige tus emociones debes ser tú misma. ¿Qué deseas en estos momentos?

– Espéreme como ayer dentro, ahora vengo.

Ángeles entró en su casa y cogió como el día anterior el pantalón corto y su top blanco. Salió de casa y una vez comprobó que nadie la miraba entró en el jardín de Pablo. Cuando cerró la puerta de casa se sintió libre, en esa casa se sentía libre, ahí podía expresar sus sentimientos y ser ella misma, disfrutar y sentir. Pablo estaba sentado en el sofá esperándola. Y ella se sintió contenta de verlo, aquella confianza que ese hombre le inspiraba le gustaba mucho.

Él la miró con la ropa en la mano y le preguntó.

–  Sé tú misma, deja que tus sensaciones manden, déjate llevar y haz sólo lo que tu conciencia te mande.

– En mi casa nunca podré ser libre de ponérmelo y estirando su mano le mostró las prendas.

– ¿Deseas que te vuelva a ver con esa ropa puesta?

– no, se la traje para que me la guarde. Hoy quiero ser yo y quiero que disfrute y me haga disfrutar mirándome, quiero que nuestra conversación hoy sea diferente. Al terminar la frase, Ángeles se quitó la camiseta y desabrochó el sujetador dejando sus pechos desnudos. Sintió la mirada descarada de Pablo sobre sus tetas

– Nadie me miró como usted.

Se bajó el pantalón y las bragas quedando totalmente desnuda.

– Siento que me gusta mucho como mira mi cuerpo.

– Es un placer mirarte, eres muy hermosa – se levantó del sofá y cogió en sus manos las prendas que ella le ofrecía. Siempre podrás pedirme lo que quieras. Ven conmigo.

Pablo se fue hacia la puerta de la derecha y ella lo siguió. Cuando entraron en la habitación de él, Pablo abrió un cajón y doblando la ropa con cuidado la guardó en él.

– Siéntate por favor – con su mano le señaló la cama – quiero que estés cómoda.

Ángeles se subió a la cama y se sentó en ella. Pablo hizo lo propio y se sentó frente a ella. Sentir la mirada en su cuerpo hizo que sus pezones reaccionaran mucho y los sentía duros pero esta vez no los ocultó, sino que apoyando sus manos en el colchón encorvó la espalda para ofrecerle una mejor visión de ellos, de esos pezones que ahora era su orgullo.

– ¿Sabe? Ayer cuando llegó mi marido a casa no sabía cómo me sentiría. Tenía miedo de que pudiera notarme rara, me daba vergüenza que pudiera darse cuenta de que mi cuerpo desnudo lo había visto otro hombre. Me aterraba la idea de que supiera que me había masturbado delante de alguien.

– ¿Cuándo lo viste que sentiste? – Pablo deseaba que aquella joven expresara todas sus emociones.

– Cuando lo vi recordé lo que usted me dijo, que quizás su manera de vivir la sexualidad sea distinta a la mía y no debía reprochárselo. Que debía amarlo más que nunca.

– Debes amarlo más que nunca, los dos estáis enamorados uno del otro.

– Si, yo siento que me ama y yo lo amo a él. – Ángeles cerraba los ojos para hablar y cuando los abría se estremecía al sentir como Pablo miraba sus tetas y su coño – No me sentí mal al ver a mi marido, si no que me sentí feliz de haberme casado con él.

– Esto no tiene nada que ver con el amor hacia tu marido. Esto es tu sexualidad y deseo que seas capaz de vivirla en plenitud.

– Si… Quiero vivir y descubrir todos los placeres que la vida me puede dar. Se que solo así seré feliz y me realizaré como mujer. ¿se masturbó cuando me fui?

– Si, me masturbé.

–  ¿Y qué pensaba cuando lo hacía?

–  Pensaba en tu cuerpo, en el calor de tu boca y de tu sexo, en hacerte gritar, en someterte

–  ¿Quiere contarme lo que pensaba?

–  ¿Es tu deseo?

– Si, deseo saberlo Pablo.

– Uno de los sentidos es el oído. ¿Quieres escuchar lo que imaginaba?

– Si por favor.

–  Sigilosamente, Pablo se acercó a su oído y desde muy cerca le contó. Mi mano abarcaba mi polla y la mecía muy lentamente mientras pensaba en tu coño húmedo que había mojado mi colcha, tu clítoris que llamaba a mi boca, en esos pezones redondos y duros que llamaban a mi boca a morderlos, en ese pétreo culo que se ofrecía a mi para azotarlo, mientras mi polla llenaba tu coño. ¿Y tú, cómo lo hiciste?

–  yo en la ducha acaricié todo mi cuerpo, mis pechos, que sujeté con fuerza mientras apuntaba el chorro de la ducha sobre mi sexo, bajé mis manos acariciando cada milímetro de mi cuerpo pensando que eran sus manos, que era usted quien llenaba mis agujeritos

– Me toqué la polla aquí donde estás sentada Ángeles, oliendo tus flujos en la colcha. Pensaba cómo será tocarte el coño, como seria sentir tu calor.

– Yo pensaba que era usted quien me tocara la vagina, que era usted el que me masturbaba – la voz de Ángeles delataba lo excitada que estaba, hablando de sus intimidades y desnudando su alma a Pablo.

– Estaba muy excitado imaginando mi nariz oliendo tu sexo, mi lengua lamiendo tu sexo y mis dedos explorando tu sexo.

– ¿Le excitaba pensar cómo sería oler mi coño?

–  Si y me corrí oliendo la colcha mojada por tus flujos.

– Yo me corrí pensando que le masturbaba a usted. – esa confesión la hizo gemir, sentía su coño encharcado.

– ¿Te hubiera gustado masturbarme? Desahógate Ángeles, siéntete libre.

Ángeles se retorcía sobre su cuerpo, tanto por la excitación, como por la vergüenza de su confesión.

–  Si, me hubiera gustado masturbarle

–  Piénsalo, tu mano en mi polla. Mi mano en tu coño

–  Estoy cachonda. Lo estoy pensando. – la mano de ella se dirigió a su coño y comenzó a frotárselo con deseo, necesitaba aplacar aquella excitación.

– ¡¡Eso es!! Mastúrbate, lo estabas deseando desde ayer.

– Si. Deseaba venir de nuevo a su casa. – aquella joven comenzó a temblar – Deseaba masturbarme otra vez delante suya, quería que me viese, que me desease, que mi hiciese suya

–  Estoy viendo cómo te masturbas, estoy viendo tu deseo, estoy viendo tus ganas.

–  Me estoy corriendo – Ella sentía un inmenso placer recorrer todo su cuerpo – Mire como me corro, pienso que es su mano la que me toca.

–  Así Ángeles, córrete en mi cama. Echa todo fuera – mientras se corría Pablo apoyó la espalda de esa joven sobre la cama para que su orgasmo fuese tranquilo. Él la observaba mientras se corría. Fue un orgasmo largo que hizo que el cuerpo de esa joven temblara por completo durante bastantes segundos.

Había sido un orgasmo devastador, Pablo acariciaba el pelo de esa joven mientras ella se iba recuperando y su corazón lentamente volvía a un ritmo normal. Ella lo miró sorprendida, alucinada. Se tapó la cara con la almohada porque sintió muchísima vergüenza de pensar en todo lo que había dicho…

–  ¿Estás bien?

–  Si, bueno… muerta de la vergüenza.

–  Tranquila, es normal esa sensación. Abrir el alma de esa manera no es fácil. Lo has hecho muy bien.

–  Pero le dije cosas demasiado íntimas y no debería.

–  Aquí te sientes segura y sabes que puedes confiar en mí.

–  Lo sé, sé que puedo confiar en usted. Hoy es la segunda vez que me lo demuestra.

– Y te lo seguiré demostrando. ¿Te ha gustado el sentido del oído?

–  Mucho, pero entre la vista y el oído no sabría cual elegir. Los dos me dieron vergüenza, pero este…

– Todos los sentidos son maravillosos. Todos dan vergüenza si se viven plenamente, pero es solo la primera vez.

– ¿Quieres darte una ducha?

– Si no le importa me ducharé ya en mi casa. ¿No le molesta?

– ¿Por qué me molestaría?

– No lo sé.

– Nunca lo olvides joven. Siéntete libre de hacer lo que te apetezca

Ángeles se levantó de la cama y le temblaban las piernas. En el salón recogió su ropa y se vistió. Estaba impresionada con lo que ese hombre le estaba haciendo descubrir.

Cuando su marido llegó a casa la encontró en la habitación ordenando el armario. Desde la puerta la observó en silencio sintiéndose el hombre más afortunado del mundo, los tres meses que llevaba casado con ella estaban siendo los más maravillosos de su vida.

– Hola mi amor, ¿qué tal ha ido la mañana? – ella al verlo se abalanzó sobre él y lo abrazó efusivamente – ¿que mirabas?

– Te miraba a ti, eres lo mejor que me pasó en mi vida – Rodrigo respondió a su abrazo y la estrechó entre sus brazos – Te queda precioso el pelo así recogido.

– ¿Te gusta? – ella hubiera deseado que le hubiera dicho que le quedaba bien ese pantalón vaquero que llevaba que le hacía un culo muy bonito, o que le dijera que esa camiseta ajustada de tirantes le realzaba sus pechos, pero igualmente le gustó mucho escuchar lo de su pelo recogido. – Gracias cielo, te adoro.

Estuvieron un rato abrazados dándose muestras de cariño y hablando sobre la mañana que había tenido en el trabajo.

–  ¿Y tú has ido a caminar, cielo?

–  Si cariño, he ido con el vecino. – nombrar a Pablo le hizo sentirse tranquila. Se estaba dando cuenta, que era capaz de separar su vida, su amor por su marido de lo que ella estaba descubriendo con ese señor. – Me gusta ir con él cariño.

–  Yo también prefiero que vayas con él y no vayas sola. ¿Qué tal es ese hombre?

–  Tiene conversaciones muy interesantes sobre la mente, sobre los comportamientos de la gente. Ya sabes, habla mucho sobre psicología y eso a mí me encanta.

–  ¿Se ha ofrecido a ayudarte con la oposición?

–  Si cariño, me ha dicho que me ayudaría en lo que necesitara.

–  Parece un buen hombre, aunque es un poco raro, siempre está solo. ¿No tiene familia?

–  No lo sé amor, creo que por lo que me dijo ayer, está divorciado – le sorprendía poder hablar de Pablo así tranquila, era extraño con todo lo que ese señor le había hecho sentir en su cama.

– ¿Vamos a comer?

– Si amor mío, vamos a comer.

Su marido, le propuso comer en el jardín y a Ángeles le pareció una buena idea. Cuando estaban comiendo vieron salir a su vecino como siempre con su libreta en mano.

–  Que aproveche jóvenes.

– Gracias – ambos respondieron al unísono.

Escuchar de nuevo esa voz, le hizo estremecerse. No podía olvidar las sensaciones que le había hecho vivir, tan solo unos momentos antes sobre su cama

–  Hace un día genial, dijo su marido hoy me he tomado la tarde libre.

– ¿Sí? Me encanta, cielo – ella feliz se levantó para abrazarlo – Me hace muy feliz poder estar juntos toda la tarde cariño. – vio que Pablo los miraba sonriendo, estar abrazada a su marido delante de él le dio un poco de reparo, pero recordó sus palabras de que siempre se sintiera libre de hacer lo que deseara, y besó a su esposo en su presencia

– Te amo mi vida.

Al terminar de comer recogieron todo y cuando estaban tomando el café vieron cómo su vecino salía con una toalla de playa y se tumbaba a tomar el sol.

– ¿Cariño tomamos el sol? – su marido nunca le había propuesto eso.

– ¿Aquí? – ella estaba sorprendida ante la idea.

– ¡Claro! ¿Mira nuestro vecino, no creo que le vaya a importar, no crees?

– Pues tienes razón – se levantó contenta – voy a ponerme un biquini.

– Voy contigo que me tengo que poner un bañador.

Fue una tarde distinta que a los dos les encantó. Tomaron el sol, se rieron, se abrazaron y Pablo observaba feliz como aquella pareja se amaba.

Hubo un momento que su marido se durmió y ella aprovechó para mirar a su vecino sin tener que disimular. Le gustaba mirarlo con descaro como ese hombre lo hacía con ella cuando tenía oportunidad. Pablo sintió la mirada de aquella joven y al ver que su marido dormía también la miró con descaro. Se miraban el uno al otro y los dos sabían lo que estaban sintiendo. Ángeles con las piernas flexionadas las abría y cerraba sintiendo la mirada de ese hombre entre ellas. Siéntete libre, la voz de Pablo retumbaba en sus oídos, pero en ese momento no podía hacer lo que realmente deseaba. Mantuvo las piernas abiertas y sintió su vagina encharcarse. Aquel hombre le estaba acariciando el coño con su mirada. Siéntete libre, haz lo que siempre desees. Giró la cabeza y vio a su marido durmiendo, por la respiración supo que estaba profundamente dormido. Volvió a mirar a su vecino. Estaba muy excitada. Recordó lo mucho que le gustaba a ese señor su coño y lo hizo. Dirigió su mano hacia sus muslos y apartó a un lado la braga del bikini.

Le apetecía excitar a su vecino y así lo hizo. Apartó la braguita de su bikini a un lado, dejando su coño totalmente expuesto. Sintió la caricia de la mirada de su vecino sobre su sexo, como lo lamia y con que suavidad lo tocaba. Se tuvo que tapar la boca para reprimir sus gemidos de placer cuando un fuerte orgasmo inesperado, ya que apenas llevaba unos segundos tocándose, atravesó su cuerpo dejándola temblorosa sobre la toalla.

Cuando su esposo se despertó no vio a Tania, se desperezó y se fue a dentro de la casa y la vio estudiando en el salón. Ya se había cambiado el bikini y estaba en braguitas y una camiseta. Al verlo lo abrazó y comenzó a besarlo con pasión.

– Vamos a la cama cariño, te necesito.

– ¿Ahora? ¿Si cenamos algo mejor antes?

– Vale, cenemos algo. En ese momento se sintió totalmente decepcionada. La voz oculta de Pablo diciéndole que no debía reprochar nada a su marido, la calmó.

– De acuerdo, cenemos primero- dijo

– Si cariño. Te amo

– Y yo a ti mi vida – lo abrazó fuerte y sintió que cada día su amor era más fuerte. Y su sexualidad más débil.

Aquella noche fue diferente a todas las anteriores. Su encuentro íntimo con su esposo fue más corto de lo normal, pero había alcanzado cuatro orgasmos. Y sabía perfectamente que ese orgasmo extra que había sentido no era porque su esposo hiciera algo diferente a otras noches, había sido porque ella estaba especialmente sensible. ¿Acaso Pablo estaba consiguiendo que su cuerpo estuviera más orgásmico? Sabía que la respuesta era sí. Intentó recordar cuantas veces se había corrido en todo el día y se avergonzó al contar. Cuatro ahora, uno por la tarde en el jardín, dos en la ducha al volver de casa de su vecino y por la mañana en la cama de su vecino, ¿Cuántos había tenido allí? En aquella cama recordó que había perdido la cuenta de las veces que se había corrido. Mi cuerpo se está volviendo loco, pensó mientras abrazaba a su esposo que ya estaba dormido. Lo único que le atormentaba era sentir que, de todos esos orgasmos, los que más le habían gustado eran cuando la estimulación había sido provocada por su vecino.

Continúa la serie