Si T. S. Eliot dijo que abril es el mes más cruel, yo digo que lo es mayo. Época de exámenes en la universidad. Como estudiante becada, necesitaba aprobar sí o sí cuatro asignaturas este cuatrimestre.
Como estudiante de derecho, siempre oí que mi carrera es muy fácil. Sólo es memorizarse leyes y llegar al examen y vomitarlas. Claro. Eso lo dicen porque nunca han estudiado derecho. Si a eso le sumas que en mi piso de estudiantes no hay quien se concentre, añádele además que mi biblioteca está llena de estudiantes.
«Siempre puedes ir por la noche. No sé si sabes que la biblioteca la abren 24 horas en temporada de exámenes.» Decía mi novio, después de quejarme de mi situación.
«Ufff, no sé. La verdad es que me da palo estar toda la madrugada ahí. Sería muy incómodo.»
«A ver, puedes dormir por la mañana e ir allá durante la madrugada. No hay casi nadie, y es bastante tranquilo. El problema es si te encuentras a alguien roncando, hahahahaha.» Me reí con él. Mi chico estudiaba enfermería, y siempre estábamos juntos. El problema era que ese fue su segundo año, y yo acababa de entrar como aquel que dice en la universidad. Aún tenía que recuperar algunas asignaturas del primer cuadrimestre. Así que durante exámenes intuíamos que nos veríamos menos.
«No sé. Me lo pensaré. Espero no encontrarme con el violador de la biblioteca, hahahahaha.»
«Hahaha, esos no cogen libros. Nah, tú tranquila. Alguna vez he ido de madrugada y la verdad es que es bastante tranquilo. Es que por las mañanas es un coñazo. Hay quien deja sus cosas en los escritorios todo el día y no te puedes ni sentar. Yo porque este año no puedo que, si no lo haría. Según veas, cari.»
«Bueno. Intentaré probar esta noche a ver qué tal.»
1ª noche
Mi novio tenía razón. En la sala donde estaba seríamos unas 10 chicas y dos chicos. Un aforo infinitamente menor al de la mañana. Quedaban veinte días para el primer examen, así que tenía que aprovechar.
Después de una hora de estudiar, vi que aún no eran ni las doce. Así que me entretuve viendo vídeos de Instagram. Cuando me cansé, reanudé el estudio, que se vio casi interrumpido cuando en frente de mí se sentó una chica que rompió el silencio con el chirrido de la silla al arrastrarla por el suelo. Sonrió tímidamente, con vergüenza, yo correspondí su sonrisa con la mía. Eso nos pasa a todas, pensé.
La chica no tenía pinta de ser muy alta, aunque tampoco era bajita. Lucía un cabello castaño ondulado y tendría mi edad aproximadamente. No paré mucha atención, puesto que necesitaba estudiar. Hasta que se me cayó el subrayador. Nadie en la sala se inmutó del ruido que hizo al caerse y al que hice yo al mover la silla. Y me acaché para buscarlo. Cuando lo cogí, miré por instinto hacia donde se había sentado esa chica y me fijé que iba con un vestido corto. Además, estaba abierta de piernas, mostrando sus braguitas, que vi de reojo.
No le di mucha importancia, así que continué con lo mío. Notaba que de vez en cuando ella miraba hacia mí, aunque no mantuve contacto visual con ella. Tal vez eran imaginaciones mías.
2ª noche
La verdad es que me cundió el estudio a altas horas de la madrugada. Debo decir que me iría a casa a las 2 h de la madrugada, ya que no estoy acostumbrada a salir hasta tan tarde. Pero intentaría aguantar más, porque al ser tan de noche, no había nadie disponible para hablar y así podría concentrarme más. Así que aquella noche hice lo mismo.
Me fui a otra sala diferente a la anterior de la otra noche, puesto que sí que noté que esta no daba al exterior y así no sentiría el camión de la basura.
Pasó el rato mientras estaba inmersa en mi estudio hasta que reparé que estaba otra vez aquella chica de anoche delante de mí. No supe cuándo entró, pero sí que me extrañó. Entonces, me fijé más en ella. Lucía una camiseta de manga larga con cuello alto, ya que por las noches refresca. Me fijé debajo de la mesa y llevaba un pantalón vaquero.
Me fijaba de reojo cómo ella me miraba mientras ponía la punta de su bolígrafo en la boca. No hice mucho caso y seguí a lo mío.
9ª noche
Cabe decir que, exceptuando una noche que estaba muy cansada, llevaba yendo a estudiar a la biblioteca durante muchas noches. Y lo más chocante de todo fue que estaba esa chica siempre delante de mí. Algunas veces no lo estaba del todo. Estaría un par de asientos más hacia un lado, pero siempre en el sentido opuesto a mí. Lo peor de todo es que alguna noche cambiaba aleatoriamente de sala y ella venía hacia donde estaba yo. Y siempre aprovechaba para sentarse cuando yo estaba empanada viendo vídeos o estudiando. Comenzaba a asustarme un poco, la verdad. Pero también me mataba la curiosidad el misterio que se traía.
Pero esa noche fue diferente. Se sentó a mi lado, a mi derecha. Ahora, al estar en distinta posición, no podía mirarla de reojo como antes. Sí que tenía acceso a sus apuntes. No sé si eran de biología, de medicina o incluso de enfermería. Lo que ahí veía ya me sonaba de algo que vi en la asignatura de biología del instituto, pero no le hice caso.
Debo decir que a mí se me daba bien la biología. Era la parte de ciencias que más era de empollar, y a mí eso me encantaba. En cambio, esa chica no lo llevaba bien. Constantemente, de hecho, se ponía a escribir por Whatsapp. De vez en cuando cotilleaba la conversación. Se escribía con una tal Tete:
Ella: «Esto no m lo sacaré en l vida. Cmo haces para ir tan bien?»
Tete: «Pos no sé. Estudiando. Jjjjjjjj.»
Ella: «Q gracioso nos a salido el niño.» Esto me demostraba que con quien hablaba era un chico.
Tete: «A ver, nsé. Si con mis apuntes dl año pasado no t aclaras… Sigues teniendo al Tino?»
Ella: «Síiiii, q coñazo d tío.»
Tete: «Pos mis apuntes son pra su parte. Así q no tendrás problema.»
Continué con lo mío dejé de seguir la conversación. Hasta que ella se puso a llorar.
«No se me da bien esto. Voy a perder la beca.»
La miraba, mientras seguía llorando y quejándose de la situación. Hasta que intervine.
«Hola, disculpa. ¿Te puedo ayudar?»
«Hola. No. No creo. No me voy a sacar esto. Perdón por molestarte, ya me voy.»
«No, espera. ¿Es sobre biología?»
«Sí. Estoy haciendo enfermería y llevo fatal esa asignatura. Y se supone que es de las grandes.»
«Ya, tiene sentido. Es como si a mí se me diera mal Derecho Constitucional, hehehehe.»
«Parece que a ti se te da mejor. Yo me empano mucho.»
«Tranquila que yo soy igual. Aunque, sí que me extraña que siempre intentes sentarte cerca de mí.»
«Ya. Es que me da miedo quedarme sola en una sala. Es muy tarde y…»
«Tranquila, te prefiero a ti que a un moscón. Hay mucho pesado que se piensa que porque se siente a mi lado estoy interesada en él.»
Continuamos charlando toda la noche hasta que nos venció el sueño. Necesitaba una charla amena entre tanto estudio.
12ª noche
Seguíamos viéndonos y, aunque llegase yo más tarde, siempre intentaba sentarme cerca de Clara. Así se llamaba. Su constitución física era muy parecida a la mía. Ambas somos delgadas, aunque en la cara debo decir que ella es más guapa. Me gustaba su piel clarita sin ninguna imperfección.
«Uff. Sí que se te da bien. ¿Decías que estudias derecho? Pues se te da mejor la biología que a mí.»
«Lo que sé es por mi novio. También se está sacando enfermería, aunque está en segundo año.»
«Qué suerte que tiene. Seguro que ha pasado limpio a segundo.»
Continuamos estudiando. Mientras yo repasaba mi materia, ella de vez en cuando me preguntaba. Hasta que se cansó y decidimos salir al patio para hablar más tranquilamente. Por desgracia, hacía frío, y pronto notamos la temperatura.
«Jopee, no quiero entrar. Pero es que hace frío.» Decía ella abrazándose ella misma.
«Ya ves. Además, hoy no sé por qué pero los datos tan apenas me funcionan dentro.»
Así que nos sentamos en un banco y nos juntamos mientras veíamos vídeos.
Al cabo de diez minutos, ella apagó su móvil y se abrazó a mí, «es que tengo frío.»
Me cogió de la cintura con su brazo y se acurrucó junto a mí. Podía sentir el olor del suavizante en su pelo, rosa mosqueta. Y apoyé mi mentón sobre su cabeza. «No te preocupes. Mejor, que yo también me estoy helando.»
Notaba su respiración en mi cuerpo, cómo se intentaba dormir. No quise despertarla, porque he de admitir que me sentía bastante cómoda. Era una sensación agradable, casi maternal. Hasta que pasó una media hora y nos volvimos hacia dentro.
Una vez en el interior, me quejé de la espalda, por la incomodidad de donde estaba sentada. «Joooo, habérmelo dicho y nos hubiéramos ido.» Dijo ella en un tono infantil.
«No pasa nada. Es que quería que descansases.» Contesté.
Entonces, ella se alzó y se colocó detrás de mí y empezó a hacerme un masaje en el cuello. Notaba sus manos sobre mis clavículas, suaves, y calientes me apretaban y abrazaban. A los pocos segundos empecé a sentir un alivio que no sentía desde que de niña mi madre me acariciaba la cabeza. Eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos. Notaba que si Clara seguía así me quedaría dormida. Fue cuando me di cuenta de que tenía que estudiar.
Abrí los ojos y tuvimos contacto visual. Ella me miraba desde arriba, con media sonrisa. La luz del techo iluminaba sus ligeros cabellos que sobresalían del peinado que llevaba. Me quedé quieta, casi extasiada, fijándome en sus labios y en aquellos ojos marrones detrás de esas gafas con montura negra que me atraían.
Se detuvo y se acercó a darme un beso en la frente, al cual correspondí cerrando lo ojos. No sé si sentía atracción por Clara, pero no pude concentrarme con los estudios.
13ª noche
«Tía, que el examen me ha salido de puta madre. Creo que he aprobado.» Me dijo Clara al oído.
«Me lo imaginaba. Confiaba en ti.» Respondí sonriendo.
«Creo que si no llego a conocerte me hubiera ido fatal.»
«Calla, que ojalá tuviera tu misma suerte. La semana que viene tengo examen de Derecho romano y estoy cagada. Disculpa si no te hago mucho caso.»
«No te preocupes. Seguramente me marche a mi piso. Solo había venido para decirte esta noticia.» Dijo mientras sonreía.
«Ah, vale. No te preocupes. Haz marcha.»
Se me acercó y me abrazó. Después me dio un beso en la mejilla y continuó con su abrazo. Y se fue.
16ª noche
«Joder cómo está mi abogada.» Decía mi novio mientras me besaba el cuello.
Con mi mano le tocaba el pene, que ya lo tenía fuera. Lo tenía erecto.
«Cari, tengo muchas ganas de que me folles. Con los exámenes casi que ni nos vemos.» Le decía al oído mientras él comenzó a quitarme la parte de arriba.
«Y yo. Ya ves cómo estoy.» Era lo que más me gustaba de mi novio. Siempre estaba dispuesto a todo. Empecé a masturbarlo, mientras él me gemía y cerraba los ojos.
Después de comerme las tetas, me fui directa hacia su pene. Se lo empecé a chupar como si fuese un helado. Siempre me gustó chupársela, desde que salimos en la primera cita. Tenía algo que me excitaba de siempre.
Se echaba hacia atrás en su cama mientras engullía su pene hasta el fondo. Lo iba bombeando para que se pusiese bien dura. Me encantaba hacérselo y oírlo gemir. «Cari, e… estoy a… a… a punto. Si no… no paras… me… me correré.» Así que me detuve, sorbiendo lo poco de líquido preseminal que le quedaba en la punta del glande.
Entonces, me besó mientras me tumbaba en la cama. Aunque él estuviese desnudo, yo solo llevaba mi falda. Aún no me había ni quitado las bragas. «Qué buena que estás, cariño.» Me dijo una vez me hubo tumbado. Yacía en la cama, con mis tetas al aire y abierta de piernas, esperando a que me quitase las bragas y recibir su pene. Necesitaba que me penetrase y se corriese dentro. Mi pálida piel necesitaba de su calor.
Acercó su pene a mi vagina y noté cómo me la refregaba por encima de las bragas. «Tócame así un momento, cari.» Le dije, cachonda perdida mientras me masturbaba con su pene. Así estuvimos unos minutos hasta que noté mucho líquido caliente encima de mi coño. Mi novio se estaba corriendo sobre mis bragas.
«Joder, cari. Que aquí no tengo bragas limpias y estas me las has dejado perdidas.»
«Lo siento.» Decía mi novio, avergonzado.
«Uff. Qué mierda. No, tío, de verdad. ¿Ahora qué hago? Quería irme a la biblioteca a estudiar, y si voy a casa y tal… Ya te vale.» Dije mientras me quitaba las bragas.
«Es que me has pedido que te tocase, joder. Y al final, me he excitado mucho y me he corrido. Te veía ahí, tumbada…»
«Mira, no me toques el coño. A ti te va bien con los exámenes, pero yo necesito sacarme esto. No tengo unos papis que me paguen la carrera si la cago.»
Continuamos discutiendo, y al final acabé en la calle, sin bragas y con un cabreo de la hostia. Si me iba a mi casa, me ponía bragas limpias e iba a la biblioteca, ya con la tontería tardaría mínimo dos horas. Sin contar el cabreo. Hasta que me llegó un Whatsapp de Clara: «Holaaaa, no t veo. Cuándo vienes?»
Le respondí que no tardaría mucho. Decidí irme tal cual, total, en la biblioteca a esas horas no hay nadie.
Cuando llegué en la sala donde me dijo Clara que estaba, se le iluminó la cara. Aunque al verme la mía, entristeció un poco. Estábamos completamente solas, seguramente se debiera al hecho de que se iban acabando los exámenes.
«¿Te ha pasado algo?» Preguntó mientras me sentaba a su lado.
«No, que mi novio es un gilipollas.»
«Bueno, como todos los tíos, hahahahaha.»
«Pues sí. Es un puto cerdo. ¿No va el cabrón y me mancha las bragas de su corrida?»
«¿Que vas sin bragas?» Preguntó en voz baja.
«Hombre, no iba a ir con unas bragas corridas manchando mi falda.»
«Joder, qué asco. Siento decirte que no tengo bragas de sobra aquí, hehehehe.»
«No te preocupes. En cuanto se me pase el cabreo, iré a casa y me cambiaré. Qué asco. Perdón por decirte estas cosas, pero necesitaba desahogarme.»
«Descuida.»
Continuamos como si nada. Mientras yo tenía mi mano sobre la mesa, ella pasó la suya cerca, la cogió y me acariciaba los dedos. Seguramente lo hizo porque no paraba de tamborear la mesa por los nervios. Me dio un beso en la mejilla. «Gracias», le dije. «No hay por qué darlas», respondió.
Mientras estuvimos unos minutos así, se me cayó el subrayador. Fui a inclinarme hacia debajo de la mesa y di un cabezazo a Clara. Parece que ambas íbamos a acacharnos. Nos reímos y ella se ofreció a recoger el subrayador.
Bajó hacia donde estaba el subrayador y oí que se giraba. Seguidamente, noté cómo su pelo tocaba mis rodillas. Después sentía cómo Clara me besaba los muslos. Intenté cerrar las piernas, me daba vergüenza que me viese el coño, pero el roce de su pelo en mi piel me daba cosquillas y me hacía recuperar el calentón que tuve con mi novio antes. Así que me asomé adonde estaba Clara y vi cómo estaba a gatas mirándome el coño.
Miró hacia arriba y sonrió. Me quedé muda y temblorosa. Nunca ninguna chica me había visto la vagina, al menos en este contexto. Bajó su mirada y se aproximó a mí. Abrí mis piernas para que lo tuviese más fácil. No sabía lo que hacía, si a mí no me gustan las mujeres. Pero creo que necesitaba apagar mi calentón.
Ella miró mi vagina, se mordió el labio y comenzó a olerla. «¿No te da asco que se me hayan corrido?» Dije, avergonzada. «No. No te huele a nada. Me gusta, está muy bien, así depiladita» y empezó a besar alrededor de la vulva, cerca de mis labios vaginales. Me lamía alrededor, mientras me miraba fijamente. Después empezó a darme besitos en la ingle, primero la izquierda, luego la derecha. Volví a sentirme rara, no solo porque nos pillasen, sino porque sentía curiosidad por saber cómo comía el coño una chica. ¿Será cierto eso que dicen que solo una mujer sabe qué le gusta a otra mujer?
Continuó besando y dando lametoncitos en el monte de venus, cerca del clítoris. Necesitaba que chupase ya, más adentro, e hiciese lo que el estúpido y torpe de mi novio no sabía hacer. Alcé la mirada cuando ella dirigió su vista hacia mi vulva. Comprobé si había alguien. «No soy lesbiana», pensé. Si ahora Clara me pide que se lo chupe, no sabría qué hacer. No sería lo mismo un pene que una vagina, aunque tenía curiosidad por saber cómo era eso de tener un chichi delante de mi cara. Abierto, caliente y palpitante.
Sentía cómo Clara empezó a comerme todo el coño. Se recreaba en el clítoris con erótica insistencia. Sus lametones en mi glande me provocaban escalofríos e incomodidad. Sentía mucha sensibilidad ahí abajo. Me asomé para sujetarle la cabeza y pedirle que parase, pero ella entendió otra cosa.
Sentía su respiración en mi entrepierna. Notaba su lengua recorriendo toda mi vagina, de arriba abajo y hacia los lados. Haciendo como un torbellino con su lengua. De vez en cuando daba lametones muy rápidos un poco más abajo del clítoris. Cerraba de vez en cuando mis ojos, del gusto que me daba. Mi novio parecía un cerdo buscando trufas. Clara, sin embargo, sabía cómo estimularme. Vete tú a saber la de veces que lo habría hecho. Su lengua danzaba sobre mi vulva.
Bajó la cabeza más aún y asió mi culo con las manos para levantarlo levemente. No sería capaz. Di un salto e intenté incorporarme cuando noté un lametón en mi ano. «Relájate, cariño. Necesitas estar menos tensa. Te voy a lamer el culito a ver si te vas relajando.» Yo no podía hacer nada para resistirme. Quería pedirle que parase, que no me gustan las mujeres, que quiero a mi novio, que no era ni el momento ni el lugar. Si alguien nos pillaba… Mientras tanto, ella seguía insistiendo, con la lengua en mi ano y la nariz en mi vagina.
No sé por qué lo hice, pero a continuación me toqué el clítoris para notar que lo tenía muy hinchado. Nunca me había pasado. Cuando mi novio me hace sexo oral, hace lo suficiente para lubricarme. Tampoco es que le haya pedido mucho, pero de vez en cuando agradecía algo más de tiempo ahí abajo. Lo que me hacía Clara. Por eso nunca había llegado a este nivel de excitación con mi novio. Mientras, en la sala se oían sus chupeteos y cómo su lengua frotaba mi culo a través de su boca. Ella gemía y parecía saborear mis flujos «Mmmmmmmmhhhhh, mmmmmmmmmmmmmhhh. Así, ábrelo para mí. Estás a punto, lo sé. Puedes venirte en mi boca.» Dijo Clara antes de continuar chupándome el culo. Yo estaba en éxtasis. A mi novio le daba asco algunas veces, porque tiro mucho flujo. Pero a Clara no le disgustaba. Parecía que se excitase comiéndome todo.
Después, Clara retomó su comida de coño, con insistentes lengüetazos en el clítoris mientras intuía por sus mejillas cómo me sonreía. Comida que completaba con sus dedos que iban hurgando en mi interior. «Sigue, me gusta.» Se escaparon de mis labios palabras de ánimo hacia mi succionadora, que correspondió con una risa ahogada tras mi vagina. Cuando dejó de sorber mi clítoris empezó a presionar de derecha a izquierda mis labios vaginales, abriendo más aún mi manjar a su hambrienta comensal.
«Parece que estás a punto, tienes la vagina muy hinchada.» Y continuó con sus lametones. De vez en cuando introducía su larga lengua como si fuese una mariposa sorbiendo el jugoso néctar de un lirio con la espiritrompa. Sentía articular su lengua en mi interior, hurgando en mi frescura.
«¡Hmmmm, haaaummmmm, hhaaaaaasssíííííííííííí, uuuuuuuuuuuhhhhhhhhhhhhhh!» No me importaba que nos oyesen. En aquel momento, si entraba alguien en la sala no me importaría lo más mínimo. Con mis ojos entreabiertos no vi nada a mi alrededor. Me estaba corriendo en la boca de clara con gran estruendo. Estaba tan cachonda que si en ese momento hubiese entrado alguien le hubiese pedido que me metiese su polla en la boca. Pero los lengüetazos seguían, y se dirigían a mi clítoris. «AAAAAHHHHHHHH, Sííííííííííííííí, CLARAAAA, UFFFFFFF, ME CORROOOOO, AAAHHH, AAAAHHHH, AAAAAAAAAAAAAAAMMMMMMMMMMMHHHHHHH.»
Empecé a convulsionar sobre la silla, sin molestarme la incomodidad que sentía en el cuello, que hacía fuerza sobre el respaldo de la incómoda silla de la biblioteca. Con mis ojos vidriosos tan apenas veía si había alguien, aunque no me hubiese importado. Necesitaba correrme, pues mi novio me había dejado a medias. «Ahh, aaah, aaaah, uuffff.» Dije mientras movía mi cintura de arriba abajo. Clara continuó esta vez con toda la boca en el interior de mi vagina. Notaba cómo succionaba mi interior, lo que de ahí saldría, mis flujos emanando de ahí serían tragados por ella.
Pude abrir los ojos y la vi, sonriendo, mientras sonaban chasquidos parecidos a besos en la vagina. Pasaba su lengua alrededor de los labios vaginales, especialmente por debajo, para recoger todo y dejármela bien limpia.
«¿Te ha gustado?» Rompió el silencio. «Ssssí.» Pude responder, como una idiota, mirándola embobada. Fue mi primer orgasmo con una mujer, y fue mejor que cualquier polvo con mi novio. «Me ha gustado, Clara. Mucho.»
Entonces, se despegó de mí y subió su cara hacia la mía. Me besó con auténtica pasión. Olía mi vagina a través de sus labios. Nunca me había pasado esto con mi novio. Nunca tiré tanto flujo. ¿Sería porque me habían dejado a medias? ¿O porque Clara es muy buena? «A mí me ha gustado comértelo. Me has ayudado mucho y te lo quería pagar.»
Continuó sus besos, que mudaron en besitos en mis labios. «Entonces, ¿no te gusto?» Le pregunté, pues no me gustó eso que dijo. «¿Me hizo la mejor comida de coño que me han hecho solo por devolverme el favor?» Pensé.
«No, tonta. Me gustas de verdad. Lástima que no estés soltera.» Resolvió mis dudas dándome lo que necesitaba oír.
«Ya no.» Respondí. Así que me acerqué yo a sus labios y los besé. Lamí el interior de su boca para encontrarme con su lengua, la que me había dado tanto placer, para morderla y hacerla mía. Me encantó esa sensación. Notaba a Clara incluso más atractiva. Sentía curiosidad por cómo sería estar con una mujer. Así que empecé a meterle mano. Quería saber cómo era una vagina, la vagina de Clara. Necesitaba algo más.
«Alto, alto, guapa.» Espetó Clara. «¿No sabes la hora que es? En nada esto se llenará de estudiantes.» Me fijé que ya eran las 6 de la madrugada. Seguramente en cuestión de minutos vendrían los primeros grupos. Y, efectivamente, ya se empezaban a oír pasos amortiguados por la moqueta.
Me subí la falda no sin antes secarme la vagina con servilletas; la tenía empapada de saliva. Clara también se pasó una servilleta por la boca, para secársela de mis flujos. Al acabar, nos dimos un beso en la boca. Y empezó a entrar gente en la sala.
«¿Me acompañas fuera? He quedado con un amigo para darle unos apuntes que me prestó. Después, si quieres, vamos a mi piso a continuar lo que hemos empezado.»
«Vale.» Respondí tímida, casi avergonzada. Si tanto disfruté con la comida de Clara, ¿por qué me daba tanta vergüenza aceptarlo? ¿Seré lesbiana por haber disfrutado del sexo oral que me ha dado otra chica? Lo más chocante de todo es que tenía muchas ganas de que Clara y yo fuésemos a su casa. Quería saber a qué sabía una vagina. Tenía ganas de hacerle muchas cosas. Tenía ganas de correrme más veces.
Salíamos de la biblioteca mientras íbamos cogidas de la mano y nos dábamos besos, hasta que Clara se soltó de mí para saludar.
«Hola, tete, ¿qué tal? Esta es María. María, este es Sergio, mi compi de clase.» No me lo podía creer. Ese amigo era mi novio. Era no solo compañera de mi novio sino su amiga. Clara, la que me había comido el coño, de quien me estaba pillando locamente, es su amiga. ¿Nos habría visto besarnos? Él ponía cara de idiota.
«Claro que la conozco. María es mi novia.» Dijo sin darme opción a explicarle nada a Clara, que se quedó sorprendida.
¿Continuará…?