Shopping Center II: Después del Shopping
La experiencia con Vilma había sido definitiva porque me había puesto en una situación en la cual estaba analizando mis relaciones eróticas con una perspectiva nueva.
Era así porque ahora contemplaba mis encuentros con otras mujeres como experiencias satisfactorias, placenteras y estimulantes a las que me había entregado con todos los sentidos y había alcanzado grados de placer y satisfacción bastante intensos.
Pero ahora me había dado cuenta que esas relaciones se habían mantenido dentro de un plano más bien superficial, sensorial, sin que el resto de mi personalidad se hubiese comprometido mayormente.
Mis compañeras de juego o de lecho habían sido mas bien parejas ocasionales y ambas habíamos aceptado buscar aspectos novedosos del sexo y del placer y aunque muchas veces las habíamos repetido los encuentros de alguna manera no resultaban determinantes en nuestras conductas completas.
Lo de Vilma era distinto, había llegado a mi sin buscarla, había llegado como arrancando de mi propio amante, como tratando de encontrar una protección frente al macho y sus temores se habían trocado en entrega frente a mi.
Me sentía, por lo tanto desempeñando un rol especial.
Estaba entregándole a ella una protección que le permitiría entregar toda su pasión sin correr riesgos.
Por otro lado estaba a mi disposición, como un terreno dispuesto a ser cultivado, y yo la quería para mí no únicamente para compartir sensaciones amorosas, sino que para moldearla, construirla y adecuarla a mis inspiraciones y a mis caprichos.
Fue así como me decidí a conquistarla plenamente, con dedicación, con pausa, planificando los pasos a dar, tratando de encontrar la perfección para tenerla a ella en su totalidad.
Después de nuestro orgasmo en el shopping, caminamos de la mano hasta mi automóvil y nos adentramos por la avenida en silencio.
Mi mano le acariciaba suavemente su muslo tibio y nuestro intimo aroma nos impregnaba. Cuando la dejé en su casa nos besamos suavemente y dejamos a firme su visita a mi casa para la cena del día siguiente.
Durante el día dispuse todo lo necesario para recibirla, con cuidado, con detalle,, pero sin exageración.
Quería que todo trasuntara sencillez y espontaneidad, yo quería que ella fuera mía pero que la conquista pareciera mas bien una entrega.
Llegó vestida con una minifalda amorosa y su cabello sostenido en un moño coqueto. De alguna manera la percibí mas madura que el día anterior.
Nos besamos, le mostré la casa con calma y ya sentadas en el jardín le dije acercándome a su mejilla.
– He pensado mucho en ti… en lo que nos sucedió-
Ella río espontáneamente, ya no estaba inquieta ni hablaba de prisa como el día anterior, se puso de pie bebiendo con tranquilidad de su vaso y me contestó.
-Para mi fue maravilloso- se quedó un momento en silencio para agregar luego -, pero soy tan ignorante, Magda- por favor no te rías de mí.
Ninguna otra frase que hubiese pronunciado me habría causado mas impacto.
Estaba ahí de pie, moviéndose ante mí, con su figura excitante y provocadora, con esa pasión irreverente que le brotaba de los ojos, y pidiéndome que le enseñara, que le mostrará este nuevo mundo, que la guiara, y yo sentía que la inquietud me invadía y el cuerpo se me arrancaba ante la perspectiva.
La abracé con ternura infinita acercándola a mi cuerpo.
Se me entregó con placidez. Acariciaba sus mejillas y le cubría el rostro de besos.
Separó sus labios húmedos y suaves y mi lengua encontró la suya.
Sus manos me buscaron bajo la falda para reconocer bajo mis bragas el terreno que ya había explorado y supo directamente cuanto la estaba deseando.
Abrasadas caminando sin separarnos nos reclinamos en un sofá y ella buscó mis tetas y pareció enloquecer entre ellas.
Su boca no sabía por cual pezón decidirse e iba locamente de uno al otro hasta que hundió su rostro entre mis tetas mientras con su mano me humedecía mis pelos con mis propias secreciones que yo le estaba brindando en abundancia.
Me había sacado la falda y ahora deslizaba su rostro apegado a mi piel por la suave curva de mi vientre. Se sentó en el suelo y separándome las piernas sin dejar de acariciarme me miró para decirme.
-Nunca he visto una mujer desnuda… yo casi no me miro porque me tengo vergüenza. Quiero conocerte…
Lo dijo con timidez, con pena y con pasión para luego fijar la vista en mi vulva palpitante. Yo como toda respuesta separé mis piernas cuanto pude y acariciándole el cabello le dejé reconocerme entregándole mi intimidad completa.
Sentí sus dedos suaves separar mis labios y recorrer mi hendidura de arriba hacia abajo, luego los separaba con seguridad acercándose para mirar mi abertura. Hizo vibrar mis pequeños labios menores agitándolos con su índice, me abrió cuanto pudo y puso su mejilla derecha lo más cerca de mi centro.
Cuando se enderezó su mejilla esta mojada por mis jugos y su dedo describía círculos sobre mi clítoris arrancándome quejidos de placer. Yo estaba latiendo con desesperación.
– La tienes muy bonita – me dijo… y eres perfecta
Empapó su pequeña mano en mis jugos y con el me humedeció los labios, luego me abrazó para besarme retiradamente.
Creí llegado el momento de llevarla hasta la cama que preparada esperaba desde la tarde en mi cuarto.
Me puse de pie, la abracé por la espalda y le saqué su pequeña falda, y cuando rodó hasta el suelo, su culo maravilloso parecía salirse de sus pequeñas bragas, la acerqué y me lo puse en mi mojado vientre.
Con sus tetas excitantes en mis manos la impulsé a caminar hasta mi cuarto, la tendí de costado en la cama y luego lentamente fue poniéndose de espalda.
Yo estaba desnuda, ella solamente conservaba sus pequeñisimas bragas que en ese momento aprecié muy húmedas y drásticamente levantadas.
Yo ya sabía que Vilma se vanagloriaba de su frondosa mata de pelos pubianos que sumada al aumento de tamaño natural de sus labios por la excitación evidente, levantaban la delicada prenda.
Ahora yo la miraba apreciándola en su inquietante hermosura – El saber que la tendría en la placidez de la cama me ocasionó una sensación de placer infinito y sabía que me correría en cualquier momento, pero quería retenerlo.
Entonces, me incline para desnudarla haciendo resbalar su única prenda por sus piernas, cuando la mire ella, cubría su vulva adorada con ambas manos, yo me sonreía de su pudor tan innecesario cuando ella me dijo
-¿No te reirás de mi… verdad?… entonces retiró sus manos y pude ver por primera vez a plena luz lo que ya había recorrido con mis manos en el Shopping y quedé deslumbrada.
Su vulva era de una belleza para mi desconocida, su color rosado pálido semejaba una exótica flor viva palpitante en medio de ese campo negro brillante de su pubis y los bordes de su labios parecían prestos a pronunciar palabras, porque se separaban levemente para volver a juntarse.
-¿Te gusta ?- me dijo – y yo detuve mi boca que se acercaba ya a su pozo que me llamaba.
-Espera-… me dijo nerviosa-… mira
Yo me detuve. inclinada sobre su vientre deseado, mientras ella con su mano derecha se acariciaba el vértice superior de su vulva y separando con delicadeza su mata de pelos me dejó ver su tesoro escondido y yo me paralicé.
Era del mismo color rosado de su vulva,estaba levemente inclinado hacia abajo en un ángulo de cuarenta y cinco grados, inmóvil, parecía mirarme como si tuviese un pequeño ojo en su extremo, era hermoso,pero era rotundamente nuevo para mi conocimiento, definitivamente lo que Vilma me mostraba y me ofrecía, no podría llamarse un clítoris, era simplemente un pequeño y maravilloso pene de unos cinco centímetros coronando agresivamente su vulva genial.
Con la vista fija, permanecí en silencio.
En ningún momento lo encontré anormal ni grotesco. Me parecía más bien una realidad maravillosa, una dualidad armónica que de alguna manera era como el fetiche de mi propia conducta, solamente que me extrañó no haberlo descubierto cuando nos acariciamos en el Shopping.
Ella pareció adivinar mi pregunta cuando me dijo:
– Me crece únicamente cuando estoy muy excitada, pero muy tranquila. Ese día en el Shopping, estaba inquieta porque pudieran descubrirnos.
Ella se lo acariciaba muy suavemente con su dedo indice derecho humedecido mientras me hablaba ahora calmadamente.
Me contó que cuando tenía catorce años y fue invadida por sus primeras excitaciones sexuales lo descubrió, que aprendió a hacerlo crecer con masturbaciones diarias nocturnas.
Me dijo que había sentido temores ocultos de no ser normal y había consultado y averiguado y llegó a concluir que únicamente se trataba de un clítoris desmesuradamente desarrollado.
No había tenido ningún tipo de alteraciones, pero tenía una gran vergüenza que alguien supiera y decidió guardarlo como su más profundo secreto.
Al tiempo comenzó a sentir placeres deliciosos cuando en medio de la tranquilidad de sus sueños eróticos reprimidos, lo hacía crecer a un tamaño que ella señaló en ese momento con su manos lo que ocasionó en mi un golpe delicioso en mi vagina.
Vilma me miraba sin dejar de acariciarlo.
Yo subyugada por esa visión extraordinaria, le acariciaba ahora los muslos humedecidos fascinada por ese miembro extraño y hermoso que yo no me atrevía a tocar.
Me tendí al costado de Vilma casi apoyándome en su pecho, le cubrí sus muslos con los míos y sin separar la vista de su miembro insolente y atractivo le hablaba con un deseo extraño, nuevo y único.
Le dije que para mi era maravilloso, que toda ella era maravillosa, que desde el primer momento que nos acariciamos en el Shopping había deseado que fuera mía.
Que su cuerpo me electrizaba, que ella desencadenaba en mi deseos ocultos que ni yo misma sabía que los tenía, que no la encontraba anormal sino que por el contrario la encontraba realmente completa y que en cierto modo la envidiaba.
Ella había dejado de acariciarlo y ahora me besaba mientras yo le hablaba.
Al parecer mis palabras aumentaban su excitación puesto que una de mis manos que mantenía entre los labios de su vulva percibía sus latidos rítmicos y ella dejó de besarme para decirme. -Háblame, Magda- háblame más que me gusta mucho- Yo continué diciéndole palabras de amor, dándole pequeños besos en los ojos en la boca, en las tetas, y a medida que le hablaba, el pequeño pene, se agitaba, al ritmo de su vulva aumentando paulatinamente de tamaño tanto en largo como en grosor.
Ella agitaba su culo en forma ondulante levantando su pubis para que yo pudiera observarlo en toda su magnitud.
Era maravilloso, no me atrevía a tocarlo, ahora se destacaba francamente por sobre su mata de pelos, recto, liso, brillante con su cabeza perfectamente formada,
Era un mástil que guardaba el extremo superior de esa vulva inundada y abierta. Entonces ella lo tomó desde la base con dos dedos y al parecer orgullosa me lo quiso mostrar en toda su magnitud.
Era fenomenal, totalmente erecto, ocasionó en mi una reacción generalizada de mi cuerpo que parecía incendiarse. -Es tuyo – me dijo – era mi secreto, ahora es el nuestro.
Entonces la abracé, como nunca abrazara a hombre o mujer alguna. nos apretamos logrando una cercanía maravillosa en que ninguna parte de nuestros cuerpos carecía de contacto con el otro.
La sentí desnuda en mi poder separé sus muslos con los míos, estire mis piernas y me extendí sobre la cama sin dejar de abrazarla y ya no hablamos.
Ella lentamente fue girando mientras me besaba las tetas mordiéndome suavemente los pezones rojos y duros y luego terminó de acomodarse sobre mí. Sentía la presión de su cuerpo liviano y ardiente, nos besábamos con esa tranquilidad que solamente se encuentra en la cama, cuando sentí la dureza suave de su miembro entre mis muslos húmedos, lo apreté entre mis piernas y lo acariciaba con ellas.
Ardía y se agitaba como un pájaro de fuego que quisiera arrancar, pero mis piernas no lo dejaron.
Ahora tenía su culo delicioso en mis manos y en esa posición lentamente la fui subiendo hasta sentir como su miembro exquisito se estrechaba con la entrada de mi vulva, percibí como separaba con delicadeza infinita mis labios mayores y de pronto sentí su penetración deliciosa, impensada.
Comencé a impulsarme a Vilma contra mi vientre desesperado y ella captó mi ritmo y nos agitamos juntas
Ella me estaba haciendo suya, pero la estaba haciendo mía. Ella disfrutaba por fin del momento que quizás andaba buscando desde siempre.
Ese anhelado momento de tener a una mujer como me estaba teniendo y ya la entendía porque yo misma estaba llegando al instante supremo que nunca me atreví a desear por imposible.Tener ambas cosas al mismo tiempo, el sexo total, el deseo cumplido.
Seguimos agitándonos en la cama durante largo rato en silencio, no era necesario hablar, la sentía dentro de mi la guié para que me recorriera sin pausa, para que tocara todas mi cuerdas, hasta que el deseo alcanzó la cumbre y nos corrimos con una placidez desconocida, con una suavidad que solo las mujeres conocemos, y en las profundidades del nuevo paraíso que yo le brindara ella me regó con el primer regalo que habría de brindarme y su líquido me quemó sin compasión mientras nos fundíamos en el beso brutal que sellaba nuestro pacto.
Nos dormimos abrazadas.
Cuando despertamos horas más tarde, ya era de noche
Lentamente descendí con y mano buscando su entrepierna para darme cuenta que no había soñado.
Allí estaba semi dormido su maravilloso regalo.
Al momento nos habíamos duchado y treinta minutos más tarde, tomadas de la mano caminábamos riendo alegremente por la avenida en dirección al restaurante más cercano.
Teníamos hambre y también teníamos la convicción de compartir el secreto maravilloso que había de unirnos para siempre.