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De las sabias curaciones de la acupuntura

De las sabias curaciones de la acupuntura

A Celine le ocurría algo que a Lorraine le preocupaba.

Celine tenía 28 años y no sabía de qué se trataba tener un orgasmo, porque para ella era una elección más de una mujer joven y autosuficiente que sentía que no necesitaba nada, ni siquiera del sexo, para ser una mujer feliz.

Según ella, la felicidad y el placer se podía encontrar en muchos aspectos de la vida.

Lorraine estaba de acuerdo en esto cuando lo discutían, pero también intentaba transmitir a Celine cuánta felicidad y gratificación podía lograr darnos el placer, el poder sentir, experimentar sensaciones instintivas de nuestro cuerpo.

Y aunque no quería molestar a Celine, Lorraine intentaba explicarle cuánto más relajada se sentiría físicamente si permitía a su cuerpo una de las mayores delicias de esta vida: el disfrute de un orgasmo.

Lorraine tuvo una idea: la mejor solución sería llevarla a ese viejo acupuntor chino de la callejuela del barrio antiguo, que sabría resolver lo que en realidad padecía su amiga: sus sentidos y sensaciones estaban bloqueados, anestesiados.

Cuando Celine se enteró de dónde quería llevarla su amiga, su primera reacción fue de estupor y escepticismo.

Después de tanto discutirlo, terminó cediendo ante la insistencia de su amiga, con la condición de que la acompañara en todo momento.

En la sala de espera Celine estaba más tensa de lo habitual y Lorraine empezaba a disfrutar secretamente y con antelación de la experiencia que su amiga no olvidaría jamás.

En ese momento la secretaria llama a Celine y ambas entran en la consulta.

El médico era un anciano que sin embargo conservaba una mirada que transmitía cuánta vida contenía aún su cuerpo.

En cuanto el médico comenzó a hacer preguntas a Celine acerca de la razón de su consulta, ella percibió cuánta lucidez había en la mente del anciano.

El médico le pidió suavemente que se desvistiera y se pusiera una bata blanca colgada detrás de un bombo donde podía dejar su ropa.

Luego Celine se acostó sobre la camilla, boca arriba, y el médico desabrochó uno a uno los botones frontales hasta dejar su desnudez a la vista total.

Celine no pudo evitar sonrojarse de pudor, pero teniendo a su lado a Lorraine, no se preocupó.

Lo que no supo es que tanto el acupuntor como su amiga se maravillaron del cuerpo que estaban viendo, pleno de exuberancia y juventud, y secretamente Lorraine se excitó al pensar que un cuerpo tan deseable estuviera aún virgen.

Su fantasía más profunda hubiera sido ayudar a Celine a descubrirse con su ayuda, pero en la realidad su pudor era mayor.

Mientras Lorraine se encontraba inmersa en sus pensamientos y sus impulsos comenzaban a despertar, el médico estaba ya colocando varias agujas alrededor del sexo de Celine.

Afortunadamente, Celine estaba acostada y no se le ocurría mirar tal espectáculo nada atractivo por cierto.

Cuando el médico dio por terminado este paso, el sexo y pubis de Celine se encontraban llenos de agujas, tantas que pensé que Celine viviría una experiencia muy intensa.

El médico me comentó que debía tener tres orgasmos, que para debutar no estaba nada mal.

Discretamente agregó que prefería irse para que Celine pudiera sentirse cómoda y lo más relajada posible, y que le avisara Lorraine cuando Celine haya llegado a su tercer orgasmo.

Yo decidí quedarme observando cómo se producía tan exquisito “milagro”.

Celine se encontraba adormecida, no era demasiado consciente de lo que sucedía a su alrededor, como si necesitara tener su mente concentrada en lo que estaba a punto de sentir.

Necesitaba aprender los pasos que su cuerpo seguiría hasta llegar a ese punto tan desconocido para ella.

Ya comenzaba su cuerpo a sentir esa inquietud, los poros de su piel comenzaban a dilatarse, sus caderas empezaban a moverse rítmicamente.

Me acerqué a su sezo y comencé a observar cómo sus labios rosados se inflamaban, su color rosado se transformaba en rojo intenso, y se tornaban carnosos, como si transmitieran los latidos del deseo.

El cuerpo de Celine iniciaba un ritmo enloquecido, que yo sabía llegaría a ser frenético.

Celine comenzó a gemir. Su sexo ya humedecido, sus piernas se apretaban y, acompañadas por el contoneo enloquecido de sus caderas, llegó mi amiga a su primer clímax.

Celine emitió un gemido placentero y relajó su cuerpo.

Entonces me sentí tentada a estimularla en su camino hacia el segundo así que comencé a acariciar sus pezones, cada vez más erguidos y calientes.

A Celine le fascinó el tacto de otras manos cargadas de deseo, con lo que mi excitación fue aumentando a medida que acariciaba y apretaba sus senos turgentes.

Nunca antes había imaginado poder sentirme atraída por una mujer, pero con Celine mi deseo era frenético.

Celine mientras tanto comenzó a usar sus dedos para reconocer su sexo.

Le costó muy poco reaccionar con placer a mis caricias ya sus dedos que cada vez recorrían con más avidez sus labios, cuya creciente humedad me excitaba cada vez más, despertando mis ansias de lamer su vulva hasta llegar a su clítoris y así enloquecer al mío.

Pero Celine ya gozaba sin necesidad de mí; estaba descubriendo el placer de su vagina encendida.

Y empecé a ver cómo gemía al meterse sus dedos cada vez con más profundidad, mientras levantaba su cadera y la contoneaba con más fuerza, y así las agujas se iban desprendiendo.

Su gemido fue ahora más profundo e intenso.

El médico debía de estar comenzando a oír sus exitosos resultados.

Lo que el médico no sabía era que yo estaba tan excitada que estaba decidida a complacer a Celine con mis labios y con mis manos.

A esa altura mis labios también latían cada vez con mayor aceleración, y necesitaba gozar de la lujuria de Celine. Me quité la camisa y el sujetador con nerviosismo y comencé a tocar con mis tetas suavemente las de Celine, quien instintivamente comezó a gemir mientras sus manos buscaban mis tetas hinchadas.

Pero yo se las acerqué a sus labios tentadoramente y entonces ella las atrapó con sus manos, acariciándolas y apretándolas y luego se las

Llevó a sus labios que empezaron a lamer y chupar mis pezones y mis tetas calientes.

Entonces yo comencé ahora ese balanceo rítmico de mi cuerpo, y restregaba mi vulva inflamada contra el abdomen de Celine.

Mi clítoris necesitaba placer, así que no dudé en hurgar en él con mis dedos para aliviarlo, acariciando mi vulva cada cada vez más mojada por cómo me estaba chupando las tetas Celine.

Pero decidí dejar que se quedara con ganas de más, así que retiré mis tetas de su boca y con ellas, tan hinchadas y calientes como estaban comencé a recorrer el cuerpo de Celine, que estaba cada vez más afiebrado, provocando impulsos electrizantes en mi amiga.

Comencé a lamer sus tetas suavemente, y cuando estaban bien hinchadas se las chupé con…

Seguí recorriendo cue cuerpo con mi lengua hasta llegar a su vagina calenturienta.

Los labios empapados de su vulva estaban deseosos de que la abriera hasta que todo su deseo se encontrara saciado, algo que por fortuna no ocurriría en el caso de mi amiga.

Comencé lentamente a lamer sus labios, los rincones de su vulva y Celine temblaba convulsivamente mientras que su vagina comenzaba a expulsar sus jugos dulces, y yo la enloquecía más llegando a su clítoris y mordiéndoselo suavemente.

Ella me entregaba todo su goce y eso me excitaba más aún.

La que se iba a correr ahora era yo, mientras metía mi lengua enloquecida en los interiores de Celine que estaba por llegar a su tercer orgasmo.

Mientras Celine se fundía en un gemido explosivo, mi vulva estaba en la mayor excitación así que decidí saciarme montándome encima de Celine nuevamente y mientras con mis dedos la mantenía excitada, ella me volvía a chupar las tetas como una experta, y así restregándome, le entregaba mi vulva y mis labios que chorreaban sobre su vientre y su sexo.

Así fue el comienzo de la etapa más placentera en la vida de Celine, y de la mía, que nunca había imaginado descubrir el goce sexual con otra chica.

Las dos le estaremos siempre agradecidas al sabio acupuntor que nunca supo que sus agujas no llegaron a curar a Celine por sí solas.

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