Sesión de tarde
Pues lo que te estaba diciendo, chica, que me fui al cine, sí hija sí, lo que estás oyendo.
Es que me aburría en casa y como no ponían nada decente en la tele me dije, ¡hala, al cine!, que me dio así, vamos, sin más.
Qué loca, ¿verdad?… Sí, sí, yo sola. Lo que te digo, la primera vez en mi vida que me voy sola al cine, bueno, qué digo al cine, si es que iba por la calle y se me hacía rarísimo no ir del brazo de Luís.
Vamos, que sólo salir por el portal ya me parecía que estaba haciendo algo malo.
Qué tontería, lo mismo podía ir de compras ¿verdad?, pero qué va, ni mucho menos, una sensación rarísima, oye, como si te estuviera mirando todo el mundo, ¿no sabes? Y además, si es que parecía un árbol de Navidad, toda puesta que iba, oye.
Ya sabes tú cómo me pongo yo cuando me pongo, ¿verdad?, bueno, pues más.
Chica, es que le hace a una sentirse como más segura, tú ya me entiendes.
Y digo yo que sería por lo arregladita que estaba, que llamaría algo la atención o así, vete tú a saber, porque estando el cine como estaba, vamos, que ni un alma, venir a sentarse a mi lado…
¡Ah, eso sí!, un caballero, ¿eh?, que aquel traje tenía un corte buenísimo, eso saltaba a la vista. Y ya me dirás tú, si una no puede fiarse de alguien que lleva un traje así, es que ya no puedes fiarte de nadie.
El acabose, vamos.
Un caballero de los que ya no quedan, pensé yo, de los que no pueden ver sola a una dama, vamos, que me dio una impresión buenísima, ya te digo.
Y tan inteligente que era, hablando del director aquel, que no me preguntes quién era porque ni me acuerdo.
¡Y lo bien que olía!… yo creo que llevaba aquella colonia que le regalé a Luís estas Navidades.
Sí mujer, que fuimos a comprarla juntas, ¿no te acuerdas? Bueno, es igual.
Yo, a todo esto, no vayas a creer que le daba palique, buena soy yo, ya me conoces, vamos, lo justo, por pura educación, que me parecía feo no decirle nada a un señor tan educado.
Total, que empieza la película y, ya sabes, al principio los anuncios, y todo eso, y él que seguía hablando de lo más animado, gesticulando muchísimo, eso sí, con aquellas manos tan cuidadas que tenía, que creo yo que se hacía la manicura, porque es que, de verdad, que daba gloria verlas.
Pues chica, con tanto mover las manos, alguna vez sí que me rozaba un poquito, no te digo yo que no, lo más normal, pero sin ninguna intención, qué va, vamos, es que ni se me pasaba por la cabeza.
Pero es que cuando acabaron los anuncios, se apagan las luces… y oye…, es que me rozó la rodilla… ¿Qué?…, ¿sin darse cuenta, dices? Sí, sí, lo que yo te diga, rica. Me-pu-so-la-ma-no-en-ci-ma. Imagínate, me quedé pegada al asiento.
Quién se lo iba a suponer. No, si al principio yo también pensé que andaría buscando algo que se le habría caído, que aquello no podía ser posible, un señor tan educado…. ¿Y yo?…, pues mira si seré tonta,… ¿apurada?, apuradísima hija, qué quieres, pero es que estaba sin depilar, imagínate, vamos, que había salido con falda por casualidad. Ya ves, menudo papelón.
Es que a ver quién es la guapa que dice algo en una situación así, ¿verdad? menudo apuro, ya te digo que yo al menos me quedé pegada.
Y quién no. Tienes mucha razón, hija, y quién no. La cosa es que se me fue el santo al cielo, que ya te digo que eso pasa por no reaccionar a tiempo, tú hazme caso… ¿eh?… pues un ratito, no sé hija, unos minutitos, cómo quieres que me acuerde, con el apuro que yo tenía… bueno, lo que te decía, que ya se me hacía un poco violento decirle nada, un señor tan educado.
Vamos, que por tener la mano ahí puesta tampoco pasa nada, pensé yo, y total la película pues la veo igual, oye. Así que me estiré un poquito la falda y listo…
¿Cuál?, la de topos blancos, sí, esa que a ti te gusta tanto, con algo de vuelo.
A punto estuve de ponerme una de tubo, pero ya ves, es que ni a posta, hija.
Pero es que no vayas a creer que la cosa quedó ahí, qué va. Ya te he dicho que tenía unas manos cuidadísimas, ¿no?, bueno, pues se conoce que no podía dejarlas quietas, vamos.
Y una cosa es que te toquen la rodilla, que la tocaba de maravilla, por cierto, y otra muy distinta que te tomen por una cualquiera, que ya sabes cómo son los hombres, les das la mano y te cogen el brazo, o el muslo, o lo que tengan más cerca, vamos, y yo por ahí sí que no paso, que por encima de todo una es muy decente y además ya no tenemos edad para estas cosas, y es que de verdad que me estaba poniendo nerviosísima,…
¿Qué qué hacía? ¡Qué no hacía!, diría yo.
Hay hija, pues de todo, imagínate, así que me volví para decirle cuatro cosas bien dichas, tú ya me conoces, y en cuanto abrí la boca… oye, que no me dejó decir ni Pamplona, sí, sí, que me plantó uno de esos besos con lengua,… como te lo estoy diciendo, sí, sí, un asco… que me dejó de un aire, vamos.
Lo que estás oyendo… ¿Descarado?, descaradísimo, ya te digo, de no creer, vamos, que yo misma no me podía creer lo que me estaba pasando, pero no te lo pierdas, lo mejor de todo es que a partir de ahí se me fueron los nervios y hasta la vergüenza, hija. Ya ves, a lo loco, pensé yo.
Y qué le iba a hacer yo, pobre de mí, si es que le ponía tanto empeño aquel buen hombre que no había manera de negarse, de verdad te lo digo.
Total que me dije, con dejarle hacer ya se le acabará pasando el capricho.
Si es que de verdad que los hombres son como niños, hija. Se empeñan en algo y hasta que no lo consiguen es que no paran. Igualito que Luís.
Bueno, igualito, igualito… no del todo, porque la verdad sea dicha, lo que se dice meter mano, pero meter mano de verdad, a mí no me había metido mano nadie en la vida.
Sí hija, sí, qué le vamos a hacer. Porque los toqueteos de Luís cuando éramos novios, eso no puede decirse que fuera propiamente meter mano, que él ha sido siempre muy beatón, tú ya lo conoces, y me ha respetado mucho, como dice él, que digo yo que ya podría haberme despreciado un poco.
Pues no te lo creerás, pero es que cuando apenas faltaban unos minutos para que acabara la película, que ya supondrás que no me enteré de nada, se fue sin decir ni adiós.
Sí, chica, lo que yo te diga.
Es que va una de sorpresa en sorpresa.
De verdad que cómo son los hombres. Igual que niños grandes.
Yo esperaba que después de aquello nos tomaríamos un café, o algo así, vamos, lo lógico, ¿no?, digo yo. Pues no, hija, yo no sé si es que le dio apuro o qué, pero el caso es que salió pitando. !Uy, pero qué hora es¡, pero si es tardísimo.
Bueno reina, te dejo que todavía estoy sin preparar y se me hace tarde para la sesión de tarde.
Es que de verdad que últimamente no ponen nada decente en la tele.