En un paseo que estaba realizando con mi novio por el monte el fin de semana pasada, para disfrutar un momento en contacto con la naturaleza, respirando oxígeno renovado y observando las variadas formas que se presentan en flores, frutos, plantas y hojas.
Caminando monte adentro, vadeando riachuelos y escalando pequeñas montañas nos fuimos adentrando más y más.
En uno de esos momentos que yo iba delante de mi novio, me toco bajar el medio cuerpo hacia delante para esquivar a una rama de un árbol que estaba muy baja, para pasar por debajo de ella, como llevaba el cuello sin protección y esta es una de las zonas más sensitivas de mi cuerpo, la rama me rozó durante varios segundos y esto hizo que me erizara toda.
Se me pararon todos los pelitos del cuerpo y los pezones de las tetas también. Estaba excitada, petrificada, y no podía dar un paso más.
Me di media vuelta y esperé a mi novio que me venía siguiendo, que se acercará más, cuando lo tuve bien cerca, al alcance de mi mano, le agarré el pantalón, le bajé el cierre y le metí la mano por la bragueta muy suavemente y le agarré su chaparro.
Estaba excitada por el roce con la rama y quería aprovechar ese momento donde estábamos solos en medio del campo y hacer el amor.
Forcé un poquito la barra con mi novio para lograr lo que mi cuerpo estaba pidiendo.
Mi novio no esperaba esa reacción de mí, pero tampoco lo rehuyó.
Mi novio respondió como yo quería a ese primer ataque que le lancé, me besó y empezó a quitarme la ropa y a quitarse también la de él.
La ropa iba cayendo al suelo a medida que quedábamos desnudos los dos.
Luego muy delicadamente fuimos bajando nuestros cuerpos y el me insinuó que me colocara de espaldas en el suelo, mientras el me seguía besando y poco a poco se iba colocando encima de mí, y con mucha delicadeza me hizo la penetración, me tenía excitada y yo con baja voz, a pesar que sabía que no existía ningún otro ser humano en 5 kilómetros a la redonda, con voz muy suave y colocando mi boca cerca de su oído le dije:
-¡Mi amor, sácame la piedra!
Esto fue como una orden, como cuando se da la partida en una carrera.
Mi novio se emocionó todo, se agarraba con furia de las pequeñas matitas que estaban cerca de nosotros a nuestro alrededor, el movimiento se incrementó en un compás armónico, él se movía y yo lo hacía también.
El sudor empezó a correr por nuestros cuerpos por el esfuerzo que se estaba realizando, pero seguía la lucha entre un cuerpo y el otro, uno que espera y otro que penetra. Acerqué de nuevo mi boca a su oído y le volví a decir:
-¡ Mi amor, por favor, sácame la piedra ¡
Se incrementó el movimiento, como si se partiera de un mínimo a un máximo en poco tiempo, todo era un vaivén acompasado sin música de fondo, pero con un ritmo cadencioso y un sincronismo perfecto, todo era lubricación perfecta; parecíamos el símil de una máquina de coser ropa, donde la aguja entra y sale, entra y sale, entra y sale, así repetidas veces.
Todo era sudor y un goce espléndido.
Aquí no aguante más, estaba enojada, molesta, sudorosa, sacando fuerzas lo empuje un poco para quitármelo de encima, levanté la espalda del suelo y le dije levantando la voz:
-¡¡Verga mijo, sácame la piedra que tengo en la espalda que no me deja hacer un coño!!
Mi amor sácame la piedra.