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Daba Daba Duuuu! Pedro Picapiedra y Pablo Mármol deciden ponerle un poco de chispa (de pedernal, claro está) a su vida

Pedro Picapiedras se había quedado absorto mirando por la ventana a la que se había asomado para decirle a voces a Pablo Mármol que se preparara para salir pitando al trabajo en su troncomóvil en cuanto se tomara el café que se enfriaba en una taza hecha de caparazón de tortuga del terciario.

Nunca se había fijado en lo hermosa que era Betty, la mujer de Pablo Mármol. Era una morena de nariz chata y rasgos sensuales, labias carnosos, ojos negros, que movía graciosamente las caderas a un lado y otro del jardín, regando aquí y allí.

Betty recogía del suelo margaritas, doblando la cintura y marcando un culo redondo y bien formado que a Pedro se le antojaba que eran posturitas, pues no podía olvidar que un hombre auténticamente prehistórico como él hacía el amor agarrando a su mujer por detrás.

Estuvo allí extasiado mirando a Betty hasta que ella se metió en una casa que básicamente consistía en un dolmen de tres piedras

Con unas graciosas ventanas esculpidas.

-¡Pedro!- Gritó Vilma, despertando al “homo erectus” de su letargo. -Vas a llegar tarde al trabajo!- Esta mujer de Pedro era una aguafiestas. ¡Trabajo! ¡Trabajo! ¿Quién piensa en trabajar cuando uno ve un culo como ese? Pensándolo bien, Vilma no tenía un mal culo. ¿Quién tendría un culo mejor? ¿Vilma o Betty?

Pedro tomaba el café mientras lo pensaba y notaba como su miembro se iba rebelando y mojaba una galleta alargada en el café una y otra vez.

– ¡Adiós, Pedro! No te olvides de pasar por la tienda y cambiar estas nueces por un poco de trigo para hacer pan. Ten cuidado con la herramienta, a ver si haciendo un canto rodado te me desgracias ¡Jajajajaja!- A Pedro aquel sentido del humor de Vilma le sacaba de quicio. Se montó en el troncomóvil y estiró de las plumas de la cola de un feo pájaro de color verde que soltó un alarido, tras lo cual, Pedro vio aparecer la pequeña figura rubia de su amigo Pablo y detrás a su mujer, Betty.

Pedro comparaba las figuras de las dos mujeres que le rondaban en la cabeza, la de Betty y la de Vilma, una morena, otra pelirroja, las dos ciertamente con muy buen tipo, aunque a Pedro le parecía Betty infinitamente más cariñosa, más sensual, más amable… No había nada más que ver cómo había despedido al Enano.

¡Pedro! ¡El semáforo! ¡Pedro!.- Pedro dio un frenazo de los que pulen las aristas de las ruedas de piedra de los troncomóviles. -¡Pedro! ¿Estás enfermo o qué?- Escucha enano, es que estoy distraído pensando en el trabajo. ¿Dónde conociste a tu mujer?-

Pasaron los días y Pablo se empezaba a cansar de que todos los días, a todas horas desde aquella mañana, Pedro no le hiciera más que las mismas preguntas. – Es muy guapa tu mujer, Pablo- Sí, bueno, ejem…- Sí, enano, reconozco que te envidio…-

.-Bueno, Pedro, tu mujer Vilma tampoco está mal. A mí siempre me han llamado la atención las mujeres pelirrojas y…- Pedro frenó el troncomovil bruscamente y alzó el brazo con el puño cerrado para dejarlo caer sobre la cabeza de Pablo alrededor de la que comenzaron a girar un número indeterminado de estrellitas…

-Pedro, creo que me has malinterpretado. Yo no iba a insinuarte nada ni he dicho que me gustara tu mujer ni que me quisiera acostar con ella- Pedro lo tranquilizó, quiero decir que quiso tranquilizarlo, pero lo dejó de piedra -Enano, no es necesario que te disculpes. Discúlpame tú a mí. Es lógico que te llame la atención Vilma porque es muy guapa. Yo reconozco que Betty me parece muy dulce y sensual y si no fuera porque eres mi amigo y vecino, ya la habría estirado de los pelos y la hubiera llevado hasta la cueva para agarrarla por detrás como haría un buen hombre primitivo…-

Pedro se había dado cuenta un poco tarde de su metedura de pata… Pablo lo miraba fijamente, abobado con sus ojillos negros.- ¡Oye Pablo! ¿Tú te pintas el pelo?- No se le ocurrió decirle otra cosa a su amigo.

Pablo regresaba a casa derrotado del trabajo. No había querido montar nunca más en el troncomóvil de Pedro. Allí estaba el artefacto aparcado en la puerta del grandullón. Un momento. Se escuchaba a Betty reír, estaba acompañada.

Puso la oreja en la puerta, abrió de golpe con el corazón en un puño…y vio a Betty acompañada de Vilma, mirando un vestido hacho con piel de saurio que las chicas miraban y reían al ver las dos grandes rajas que asomaban a ambos lados del vestido y el escote monumental. Luego le enseñaron el vestido de piel de tigre que se había comprado Vilma.

Pablo tuvo que escuchar la historia repetida hasta la saciedad de la compra, de cómo se lo habían comprado, de cómo se lo habían probado, de cómo Vilma le había ayudado a ponerse la cremallera, de cómo el dependiente les había hecho una rebaja… Pedro se despertó sobresaltado de noche, imaginando a su mujer y a Vilma en un vestuario desnudas, rozándose por la estrechez del mismo, luego abrochándose…

Luego al dependiente, de cara desconocida… ¡No! ¿Era Pedro Picapiedra! Riéndose mientras le hacía una rebaja y le proponía irse con él a un vestuario… – ¡Betty! ¡¡Betty!!. Y se puso encima de Betty, que se despertó conmovida por el ímpetu de su marido que la requería de amores sin pararse a mayores prolegómenos.

Pedro tocó el sauriocláxon como de costumbre sin atender a saber por qué el enano hacía una luna que no se montaba con él. ¡Vaya! ¡Al fin! -Adivino por que no has venido conmigo durante estos días ¡Has estado haciendo un régimen de adelgazamiento!- Escucha, Pedro te tengo que proponer un negocio…- Pablo llegó al trabajo con tres chichones en la cabeza del tamaño de un huevo de gallina, pero había logrado convencer a Pedro.

Pedro comía un muslo de avestruz después de la dura jornada de trabajo, ya en su casa. -Oye Vilma. Es simpática esa chica ¿No? Betty, la mujer de Pablo.- Sí, el otro día fuimos de compras y nos divertimos mucho. – Y el enano es un gran tipo. ¿Verdad?- Un gran tipo pequeño ¡jajajajajajaja!- Le respondió Vilma.

-Vilma, me pregunto si somos buenos vecinos. Desde que vinimos a este barrio de la Pirita no hemos cenado ni una sola noche con Pablo Mármol y Betty. – Pero Pedro, nunca hicimos nada así cuando vivíamos en el barrio de la mina de arcilla.- Bueno, Betty, a nuevos barrios nuevas situaciones. Me venía contando Pablo que su mujer ha comprado tres docenas de huevos de dinosaurio para la cena de mañana y podíamos acudir a la cena.-

– Bueno, Pedro, yo misma se lo diré a Betty mañana a primera hora- Pedro no pudo contener su alegría.- ¡Daba Daba Duuuu!-

En la casa contigua Pablo hablaba con Betty. – Betty, me pregunto si Pedro vendría a comer a cenar a casa mañana con su mujer.- Claro que lo hará- Respondió Betty con su voz de pito -Ese tipo se pasa toda la mañana mirándome por la ventana-

-Y tú, Betty, no dejas de pasearte para que él te mire. ¡Me he dado cuenta ¡¿sabes?- ¡Ay, Pablo! Yo sólo tengo ojos y manos para ti… ¡Muac!-

– La mujer de Pedro, Vilma, tiene un tipo muy bonito- Sí,- respondió Betty.- El otro día en la tienda me pude fijar… ¿Sabes? es una auténtica pelirroja, tiene de color rojo hasta los sobacos y… bueno….

Pablo Mármol se quedó pensando en qué otra parte de Vilma pudiera estar cubierto por un mechón de pelo rojo. ¡No! ¿Cómo iba a ver su mujer el toto peludo de Vilma? ¡Si sólo se habían probado un traje! Verás, Pedro me ha contado que cuando vivían en la mina de arcilla tenían unos amigos que le contaron que una vez fueron a una reunión en la que otros amigos de un amigo les propusieron jugar a unos juegos que nadie podía saber que los jugaban…

-Pablo, ve al grano.- Bueno Betty, que se intercambiaban las parejas.- Pablo, no me gusta jugar a los naipes. En primer lugar me cuesta mucho barajar esos pesados rectángulos de piedra y en segundo….-¡No Betty! Es que la mujer de uno se acostaba con la mujer del otro.-

Un tortazo sonó en la habitación. – Yo sólo he dicho que Pablo conocía a…- Betty se dio media vuelta y se fue a la cama y allí se quedó Pablo, sentado en una banqueta de piedra con el codo apoyado sobre una lisa losa de piedra que hacía las veces de mesa.

-¡Vaya! ¡Enano! ¿Qué te pasó en la cara?- Fue lo primero que dijo Pero a la mañana siguiente al ver a su amigo. Pablo estaba callado.- ¡Anímate, Enano! Mañana nos toca descansar y esta noche tenemos fiesta.- Pedro, verás…Anoche hable con Betty y no me dejó ni que le explicara…- Naturalmente aceptó, ¿NO, ENANO?-No-

Pedro se enfureció de pronto, arrancó su troncomóvil dejando una estela a piedra desgastada y a chispas en el ambiente. Pasó toda la mañana enfadado. Pero mientras se comía su emparedado de jamón de bisonte de Altamira le llamaron.

En la oficina había recibido un mensaje. Pedro salió corriendo y se encontró con que el supervisor le dio un pajarito que se acercó hasta el oído, momento en el que el pajarito comenzó a repetir el mensaje tal como se lo habían dicho.: -Soy Vilma, Betty nos espera para cenar después de anochecer. Me ha dicho que de lo que le propuso Pablo, que vale.-

Pedro estalló en un grito de júbilo -¡Daba Daba Duuuuu!- Fue a buscar a Pablo para comunicárselo. -Enano, eres el tipo más formidable que conozco- Pedro llegó a su casa y Vilma le recibió sonriente, como nunca lo había hecho. Sonrió pícaramente. -Pedro, ¿Qué es lo que Pablo le propuso a Betty?- No sé, Vilma- Pedro conocía en la expresión sarcástica de Vilma el comienzo de una tormenta, pero esta vez no fue así.

Vilma se puso el traje de tigre que había comprado la tarde anterior con su amiga Betty. Los dos fueron a casa de Pablo y Betty y Pedro se quedó bizco al ver el vestido escotado con las rajas a ambos lados de los muslos que llevaba Betty.

Los dos se sentaron en un sofá de piedra mientras sus mujeres les sirvieron un jugo de fruta fermentado en una cáscara de huevo de dinosaurio, mientras las dos se iban a otro compartimento a preparar los huevos de dinosaurio. Pedro y Pablo se miraban unas veces avergonzados, otras confusos y otras impacientes, mientras oían a Betty y Vilma reírse nerviosamente en la cocina. Al fin se oyó la voz de Vilma -¡Pedro! ¡Pablo! ¡Venid! ¡La mesa está servida!-

Pedro y Pablo enmudecieron al ver en qué consistía el primer plato. Betty estaba encima de una bandeja, totalmente desnuda y embarduñada de clara de huevo de dinosaurio mezclada con miel y batida como formando una especie de merengue. Betty sonreía ampliamente mientras veía acercarse a los dos machos.

Vilma les exhortó. – Vamos chicos, que se seca la clara.- y pasó un dedo por la piel de Betty para llevárselo a la boca -¡Uhmmmm! Los chicos se acercaron a Betty y empezaron a lamerla, primero por los brazos y luego por las zonas más delicadas. Vilma se sumó al banquete, mientras el blanco amarillento del merengue iba dejando paso a la piel canela de la señora de Mármol.

Pablo observaba lo atrevida que era Vilma, mientras él apenas se atrevía a trasgredir a su mujer delante de sus vecinos. Vilma dirigió sus labios y lengua directamente hacia los senos de Betty, y el grandullón de Pedro hizo lo propio.

Pablo comenzó a lamer la espalda de Betty y su lengua tuvo que pasar a las nalgas y las piernas para poder seguir comiendo, luego se comió el merengue de los muslos de su señora, hasta que no le quedó más remedio que empezar a comer merengue de entre las piernas de Betty, donde Vilma le había colocado una gran cantidad de dulce crema.

El enano entonces decidió desprenderse de su traje y Vilma soltó una gran exclamación. -¡Ohhh! ¡Quién me lo iba a decir!- Porque a Pablo Mármol, todo lo que le faltaba de altura le sobraba de cipote. Incluso el bueno de Pedro se sintió sorprendido.

Pablo sintió la mano delicada y valiente de Vilma agarrarle el cipote y comenzar a meneárselo, mientras sentía en su boca la otra mano de la vecina, compitiendo con su boca por el agujero de su mujer.

Betty se sentía poseída por mi lengua y la mano de Vima, que había encontrado al fin un agujero por donde entrar, mientras las bocas de los queridos vecinos la tomaban por el pecho.

La crema de merengue resultaba viscosa y resbalosa, así que no le extrañó a Vilma, ver como una de las manos de Betty se resbalaba poco a poco hasta su oscuro agujero.

Lo que no esperaba de ninguna manera es que aquella arpía que la había devorado con la mirada en el probador de una tienda de moda, le introdujera el dedo hasta un el anillo de piedra turquesa que según decía le había regalado su abuelo.

Luego observó que Betty le había agarrado el pito a su marido, introduciendo la mano en el vestido y podía ver por los movimientos como le trasteaba para masturbarlo. ¡Caray con la estrecha! Pensó.

El pene de Pablo se le ofrecía a Vilma como un chorizo de cantimpalo que tenía que comerse. Así que se agachó y se metió en la boca aquello, soltando el conejo de Betty para agarrar los testículos de Pablo, Pedro al ver a su mujer echada, con el culo en pompa, reaccionó como un macho prehistórico y se colocó detrás y tras subirle el vestido y subirse él el suyo, la penetró agarrándola de la cintura, y embistiéndola una y otra vez.

Betty, al ver que Vilma se estaba comiendo lo de su marido, se afanó en introducir y sacar el dedo de su ano con más rapidez y en agarrarla por su caballera pelirroja, forzándola a comerse el miembro de Pablo hasta el final, y sacárselo de la boca desde el principio. Betty se corrió, pues el enano, además de un gran cipote tenía una habilidad extraordinaria para el sexo oral.

Luego, Vilma se sintió inundada por el semen de Pablo y Pedro, que manaban intermitentemente, de manera que si iba para atrás, recibía las envestidas de Pedro, y si iba para Adelante, las de Pablo.

Las dos chicas rieron mientras Pedro y Pablo se reponían. Betty le dijo a Vilma.

– Vámonos, el hombre volará y estos hombres nunca serán capaces de tener varios orgasmos sucesivos.- Las chicas fueron hacia la rocacama del dormitorio, en el que había un blandito colchón relleno de plumas cubiertas con una piel de oso cavernario.

Vilma se tumbó en la cama y Betty se puso a catas sobre ella, mirándola con la expresión en los ojos de una gata en celo y lamiéndola como antes Vilma había lamido a Betty. Betty lamía los pezones, las caderas, el ombligo, los labios de su sexo, el clítoris.

Después hizo un movimiento rápido y se colocó en dirección contraria a Vilma, teniendo ante sí aquel tesoro guardado por una cabellera de pelos rojos. Betty hundió la cara en el sexo de Vilma, y contrajo sus caderas para poner su sexo justo a la altura de la cara de Vilma, que comenzó a jugar con el regalo que su vecina le ofrecía.

-Señora de Pica Piedra- Te invito a comer una buena ración de conejo- Sírvase Usted misma- Le respondió Vilma.

Pedro y Pablo se miraban.- Escucha enano, no somos machos del cuaternario si dejamos que las dos chicas sigan con la fiesta ellas solas- Y los dos se levantaron y fueron hacia el dormitorio.

Pedro agarró a Betty por la espalda, como un macho prehistórico, pero su sorpresa fue ver como Betty se las ingeniaba para darle la vuelta y tumbarle en la cama, mientras ella saltaba encima de Pedro, de espaldas a él, insertando todo su trasto en el sexo.

Pedro, con los brazos cruzados tras la cabeza veía la espalda graciosa de Betty agitarse delante de él, y dejaba que la chica hiciera y deshiciera mientras lo cabalgaba. ¡Qué truenos! Lo importante es que fuera por la espalda.

El señor Mármol se acercó a la señora Picapiedra muy respetuosamente, y se quedó muy sorprendido cuando Vilma le dijo. -¡Venga! ¡Méteme todo eso dentro!- Pablo se puso encima de ella. Como era tan bajito, la cabeza le llegaba directamente a las tetas de Vilma, de forma de la follaba mientras jugaba con el pezón. Vilma sentía el pene majestuoso dentro de ella, colmarla por completo.

Así siguieron las dos parejas cambiadas hasta que completaron un orgasmo fenomenal, a pesar de que la rocacama cedió de una de sus patas y se resbalaron hasta caer al suelo, y mientras Pedro se corría se pudo oír un grito de satisfacción en todo el barrio que los vecinos conocían muy bien

¡DABA DABA DUUUUUUU!

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