Tomando café con Eva… y el postre
Eva me había llamado la noche anterior para tomar café en su casa, aunque éramos muy amigos llevábamos bastante tiempo sin vernos y había muchas ganas de tener una conversación larga y tranquila, sin tener que soportar el bullicio delas discotecas o los bares.
Mi relación con Eva había cambiado bastante últimamente, puesto que yo anduve detrás de ella muchísimo tiempo, pero que ya no me encontrara tan enamorado de ella ayudaba bastante, pues se evitaban ciertas situaciones embarazosas.
Aunque no era una chica espectacular, si que era muy guapa de cara y tenía un cuerpo bastante bonito, con un pecho muy bonito y de talla justa, ni muy grande ni muy pequeño, y unas piernas bastante bonitas, además sabía perfectamente como tenía que comportarse para tener a los hombres en jaque y, aun siendo amigos, también conmigo «jugaba» un poco, pero bueno, el tonteo nos gusta a todos.
Llegó el momento y me presenté puntual en su casa, salió a abrirme ella y nada mas verla, ya sentí como un impulso me recorría el espinazo, llevaba puestos unos minipantalones de pijama(que me dejaban adivinar sus braguitas) y una camiseta de tirantes sin sujetador, pero tuve que calmarme porque su familia estaba en casa.
Tras saludarles Eva y yo nos fuimos a la cocina donde empezamos a charlar sobre esto y aquello mientras ella hacía café yo estaba sentado observándola, pensando en todo lo que llevaba tanto tiempo deseando hacer con ella y nunca había podido llevar a cabo, en un par de descuidos se le cayó algo y al agacharse pude contemplar ese pecho que tanto ansiaba tocar, pero ella se hizo la despistada y no me dijo nada.
Tras tomarnos el primer café de la tarde, nos fuimos hacia el salón donde seguimos charlando en el sofá, en esto sus padres dijeron que iban a hacer la compra, y tras despedirse nos quedamos solos en su casa.
Ella estaba sentada en frente mía y al subir sus tersas piernas al sofá, el pantalón se le subió un poco, con lo que el principio de su delicioso culito quedaba a la vista, mientras que se tapaba con un cojín su entrepierna.
Yo no podía dejar de comérmela con la mirada y me entró una erección fuera de lo normal, además al ser verano yo también llevaba pantalones cortos, y se notaba bastante.
Traté de disimularlo cruzando las piernas, cuando ella dijo
«te estas poniendo caliente, eh?»
Yo me quedé a cuadros, pero antes de poder responderla se quitó el cojín de la entrepierna, y tras apartar el pantalón y sus braguitas me enseñó su dulce vagina y empezó a masturbarse, diciéndome otra mano que la ayudara. Yo me agaché de inmediato y, tras bajarle las bragas, empecé a comérmela entera mientras que ella me acariciaba el pelo, notando yo a la vez como mi polla se hacía más grande por momentos.
Tras saborear sus jugos y de que ella diera unos cuantos gemidos me dijo «Ven que ahora te toca a ti», y me agarró mi falo empezando a juguetear con él, tras lo cual empezó una suculenta mamada, que os prometo jamás olvidaré, ella no paraba de lamerme y mientras tanto le tocaba esos pechos que me volvían loco.
Al poco rato, ella se incorporó y se sentó a horcajadas sobre mi, y empezamos a comernos la boca como si fuera el último día de nuestras vidas, volví a jugar con su pecho chupándoselo como un loco, mientras ella, ya con mi pene dentro no paraba de gemir, pidiéndome mas, y mas, y diciendo que siguiera, yo seguía empujando, le agarre de ese culo tan duro suyo, y antes de córreme (yo, porque ella ya lo había hecho varias veces), se incorporó y puso su boca a la altura de mi pene, empezando a masturbarme como nunca nadie lo había hecho, hasta que expulsé mis semen, además de un gemido de placer al que ella respondió con su sonrisa.
Tras esto, ambos quedamos exhaustos, abrazados el uno al otro, y ella volvió a besarme dulcemente. Nunca olvidaré aquella tarde.